martes, 26 de noviembre de 2019

¿Dónde estabas cuando cayó el Muro de Berlín? - Redacción de La Vanguardia




Preguntamos a cinco especialistas en Historia Contemporánea cómo vivieron el acontecimiento que anunciaba el fin de la Guerra Fría

Si usted se acerca más a los cuarenta que a los treinta, es probable que recuerde haber visto por televisión imágenes en directo de la caída del Muro de Berlín, un momento de inflexión en la historia mundial y un hito en la vida de ciudadanos de ambos bloques. Se iniciaba el desmoronamiento de la órbita comunista y pareció, por un momento, que el mundo entraba en una fase democratizadora irreversible.


Europa dejó de estar dividida por el “Telón de Acero”, y la Guerra Fría pasó a ser cosa del pasado. Desde que el Muro se levantó en 1961, unas cinco mil personas lograron cruzar al otro lado en pos de la prosperidad de Occidente. Más de doscientas perderían la vida en el intento. La propaganda comunista había prometido superar los estándares económicos del capitalismo en un tiempo razonable, pero la experiencia demostró que ese era un sueño imposible.





Una mujer saluda desde el sector Oeste a sus conocidos del sector Este tras tres horas de espera (1961). (Dominio público)

A mediados de los años setenta, bajo el control de una gerontocracia radicada en Moscú, la Europa comunista se vio arrastrada a una fosilización política y económica. Sin embargo, era difícil anticipar que el dominio soviético, de aparente solidez, pudiera desaparecer a corto plazo. Nadie tomó en consideración el aviso del demógrafo francés Emmanuel Todd cuando pronosticó su fin próximo en La chute finale (“La caída final”), un libro aparecido en 1976. Pocos años después, la historia se aceleró de repente.

Como detallamos en nuestro dossier de este mes, el 9 de noviembre de 1989, hace hoy treinta años, un anuncio, no se sabe hasta qué punto improvisado, del secretario de Información y Propaganda germano-oriental en una rueda de prensa dio a entender que quien quisiera podía salir del país. El Telón de Acero se desplomaba como si fuera de seda. En Berlín, los ciudadanos orientales se apresuraron a acercarse a los pasos fronterizos para cruzar al otro lado, con la emoción de comprobar que lo lograban sin problemas. El muro acabaría demolido con picos y martillos por los propios alemanes en los días siguientes.

Tras la desaparición del Muro, los regímenes comunistas se esfumaron uno tras otro en un prodigioso efecto dominó. Alemania dejó de estar dividida en dos países enemigos y, bajo el liderazgo de Helmut Kohl, volvió a constituir un solo estado. El grupo alemán Scorpions inmortalizó aquella revolución pacífica con la balada Wind of Change (Vientos de cambio), auténtica banda sonora de aquellos momentos cargados de esperanza.

Convencidos de que no puede haber historia sin vida, hemos preguntado a cinco reconocidos expertos cómo vivieron aquel instante en el que todos imaginaron un futuro mejor y de qué forma lo valoran discurridos tres decenios. Julián Casanova, Ian Kershaw, Max Hastings, Ricardo Martín de la Guardia y Ángel Viñas nos dan su visión. Animamos al lector a contarnos sus propias impresiones en los comentarios.



Cuando cayó el Muro me encontraba en Zaragoza, como profesor de Historia Contemporánea. Impartía “Historia de los Movimientos Sociales Contemporáneos”, una asignatura que había creado. En aquel momento, pensé que aquello formaba ya parte de la historia que estaba explicando, que 1989 era algo más que la caída del Muro, porque ese año era el bicentenario de la Revolución Francesa –algo que, por cierto, marcaba los debates de los historiadores en aquel año, antes de noviembre–, y ese era el punto de partida de unas transiciones a la democracia cuyos resultados, como había pasado con España, no tenían un guion marcado.

Treinta años después, queda claro que las revoluciones de 1989 en Europa Central y del Este causaron los cambios de mayor alcance que experimentó el continente desde las dos guerras mundiales. Fue el fin de un orden que, salvo en Checoslovaquia entre 1919 y 1938, no había conocido la democracia en todo el siglo XX. Quienes mandaban en 1989 en esos países habían nacido antes de la Primera Guerra Mundial. Era el fin de una época, aunque después llegaría el epílogo en la ex Yugoslavia, en forma de guerra étnica.

Yo me encontraba en Berlín Oeste, pasando un año en un instituto de investigación. Experimentar las conmovedoras escenas en la apertura del Muro fue excitante. Fue maravilloso ser testigo de la alegría y el entusiasmo de multitudes de personas en el Berlín occidental, entre ellas, los miles de berlineses orientales que por primera vez podían cruzar el Muro. Vivir en directo una revolución es emocionante, pero también confuso.

Cambios rápidos empezaron a tener lugar casi a diario. Por supuesto, Internet y las redes sociales no existían, así que teníamos que recurrir a los periódicos o la televisión para informarnos. En aquel momento, poca gente pensó que se daría una rápida reunificación de Alemania. Muchos, como la mayoría de los grupos de oposición de Alemania del Este, creyeron que una forma mejor de socialismo era posible y deseable.
Con el tiempo han aparecido nuevos problemas, pero ¿querríamos volver a los años del Muro?”.



IAN KERSHAW


Mi visión era distinta. Recuerdo declarar en un seminario en Berlín Oeste pocos días después de la apertura del Muro que el sistema económico germano-oriental sería relevado por el capitalismo occidental y que ello conduciría a una unificación política. Pero en ese momento no anticipé que la unificación tendría lugar en cosa de un año.

Pasados estos años, pienso que el fin de la Guerra Fría, que simbólicamente empezó con la apertura del Muro el 9 de noviembre de 1989, ha traído libertad y ventajas económicas a millones de personas en Europa central y oriental. La amenaza de guerra nuclear entre las dos superpotencias, Estados Unidos y la URSS, se evaporó. Con el tiempo, por supuesto, han aparecido nuevos problemas y peligros en Europa y el mundo. Pero ¿querríamos volver a los años previos a la caída del Muro?.


Yo era jefe de redacción del periódico británico The Daily Telegraph cuando cayó el Muro. Nos pareció un acontecimiento histórico asombroso: pocos de nosotros nos habíamos atrevido a esperar el fin de la Guerra Fría durante nuestra generación. Aunque el Telegraph es un periódico conservador, criticamos duramente a la primera ministra Margaret Thatcher por oponerse a la reunificación alemana.

Siempre he sido un tory de centro-izquierda, y escribí en un editorial titulado “Trabajando con la fibra de la historia” que el mundo “debería dar la bienvenida, abiertamente y sin reservas, a la llegada de una Alemania que puede decidir su futuro democráticamente”. Hace pocos años condené en mis memorias los sentimientos de algunos brexiters británicos que todavía deploran la Alemania actual.

Su gran mentira, escribí, “es que Europa es un fracaso. Al margen de la historia, debe juzgarse un extraordinario éxito, del que deberíamos estar orgullosos de formar parte. La noción de que la reunificación alemana no proporcionó un motivo de celebración para los defensores de la democracia es perversa, si no perniciosa”.

En noviembre de 1989 estaba realizando mi tesis doctoral en Historia en la Universidad de Valladolid. En el verano de 1987 había estado en Berlín, coincidiendo con el 750 aniversario de la fundación de la ciudad, y las diferencias entre ambas partes saltaban a la vista. Recuerdo las imágenes de televisión aquella noche del 9 de noviembre, y, como historiador, pensé que estaba contemplando un acontecimiento de trascendencia universal.
Había seguido con interés la aceleración de los cambios en la Unión Soviética y en los países de la Europa centro-oriental después de la llegada de Gorbachov, y en especial la evolución de la RDA.

 La cerrazón de la élite comunista dirigida por Erich Honecker mostraba lo difícil de llevar a cabo reformas estructurales en un sistema tan represivo.
No pensé que el fin del Muro se iba a producir como se produjo. Tuve una sensación de incertidumbre”.



RICARDO MARTÍN DE LA GUARDIA

Me había impresionado la huida masiva de ciudadanos germano-orientales entre mayo y septiembre de 1989 y la caída en desgracia de Honecker. Sin embargo, en ningún momento pensé que el fin del Muro se iba a producir tal como se produjo. Tuve una sensación de incertidumbre, de enorme sorpresa.

Treinta años después, precisamente publico un libro sobre aquel capítulo. Por muchas y oscuras que sean las sombras en el proceso reunificador de Alemania (coste, dificultades de integración...), no bastan para desviar la atención del significado verdaderamente histórico que supuso la caída del Muro y el inicio del fin de la Guerra Fría. Las transiciones a la democracia en el Este insuflaron aires de renovación, y la Unión Europea alcanzó aquellos países en una atmósfera de entusiasmo.

Aquel optimismo prevalecería hasta las guerras de Irak y los atentados de las Torres Gemelas, pero, en todo caso, Europa y el mundo ya habían cambiado para entonces.
Me enteré de la caída del Muro al día siguiente. Mi mujer estaba casi a punto de dar a luz. Cuando fui a la oficina en la Comisión Europea en Bruselas, a eso de las 8.30 de la mañana, mi secretaria, Charo Doménech, no había llegado. No apareció en todo el día. Había cogido su Volkswagen la tarde anterior y se marchó a Berlín.

Yo no hubiese podido ir. Me dio rabia, porque sí fui a Berlín en 1961 a los pocos días de levantarse el Muro y regresé al año siguiente para estudiar en la Universidad Libre. En todo caso, en aquel momento pensé que se cerraba una época y se abría otra. Me alegró mucho. Había tenido muchos amigos en la RDA. Había estado muchas veces, de estudiante y de diplomático, allende el Muro.

Nunca pensé que llegaría a ver el colapso del bloque soviético”.


ÁNGEL VIÑAS

Lo primero marcó mi trayectoria profesional, política e ideológica, aunque jamás ingresé en el PCE. Visto hoy, está claro que preludió el colapso del bloque soviético. Había estado en Praga hasta pocos días antes de la invasión de 1968 y nunca pensé que llegaría a verlo. Con el colapso y la reunificación alemana cambiaron los soportes que sostuvieron la Guerra Fría. Un proceso apasionante.


G miradas multiples


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26 de Noviembre del 2019

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