La sombra de los militares sigue empañando las
democracias de América Latina. Pareciera un destino inevitable. Ellos pueden
mantener en el poder a un Presidente así como pueden poner la palabra fin a su
mandato. Lo saben los jefes de Estado y también lo saben sus opositores.
Evo Morales, obcecado en su afincamiento al poder, no
hubiera caído y no habría tenido que dejar el país si el Comandante de las
Fuerzas Armadas Williams Kaliman Romero no le hubiera “sugerido” renunciar.
Había podido hacer la vista gorda al malestar que se
palpaba en las calles desde el momento mismo en el cual la Corte Constitucional
había anulado los resultados de un referéndum y le había permitido una nueva
reelección, la cuarta después de 14 años de presidencia. Había podido dejar de
escuchar los consejos y críticas de su misma gente, esos líderes indígenas que
tanto lo apoyaron en su escalada al poder. Estaba convencido de poder torear
descontentos y protestas y bien lo hubiera logrado si a las masas que se
volcaron en la calle no se hubieran unido los policías antes y los militares
después.
Consciente de esa espada de Damocles que pendía sobre su
cabeza, Morales había favorecido a los militares más que a nadie. Les concedió
puestos de mucho poder dentro de la administración pública, los ayudó
económicamente y les concedió beneficios laborales como a ninguna otra
categoría de trabajadores. Quitó poderes a la Policía con tal de favorecer a
los militares y finalmente ambas fuerzas se le rebelaron.
¿Y quién no recuerda a los militares que en Venezuela, en
un primer momento, apoyaron a quienes trataron de transformar una manifestación
pacífica en un golpe, y luego devolvieron a Chávez en el poder? ¿Cuál hubiera
sido el desenlace de los eventos del 11 de abril de 2002 si los militares
hubiesen decidido “sugerir” a Chávez que renunciara?
¿Tanto Maduro como los Ortega podrían seguir en el poder
de sus respectivos desdichados países sin contar con el apoyo de las Fuerzas
Armadas?
El grito de dolor de los pueblos, las manifestaciones, los
muertos, los heridos, los presos políticos, las declaraciones de solidaridad
del resto del mundo, no son suficientes para “sugerir las dimisiones” de un
Presidente, sobre todo de quien tiene vocación de caudillo y un ego que
destruye su capacidad de comunicarse con la calle.
Es lo que pasó a Evo Morales. Triste final para el primer
Jefe de Estado indígena en un país herido por una discriminación racial
violenta y desigualdades profundas. De nada le sirvió haber encabezado
gobiernos que llevaron Bolivia a un crecimiento económico constante y a una
disminución considerable de los índices de pobreza. No tuvo la capacidad de
decir basta cuando las reglas democráticas así lo exigían. Y, solo frente a la
“sugerencia” de las armas, entendió que su tiempo había terminado.
Independientemente del desarrollo político de Bolivia, un
país en el cual nadie ha respetado las reglas democráticas, y de su futuro
incierto, sería importante que las democracias de América Latina abrieran un
debate y una reflexión. Es necesario que las instituciones, la sociedad civil,
los políticos, analicen a fondo el riesgo que representa para todos, para
quienes gobiernan y para quienes se oponen, la ausencia de canales democráticos
que permitan a los pueblos contrarrestar la ambición ciega de uno u otro
presidente/caudillo sin tener que esperar que algún general le pida la
“renuncia”.
http://www.digaloahidigital.com/articulo/punta-de-bayonetas
Viceversa
28 de Noviembre del 2019
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