Las imágenes más destacadas en la descripción actualmente
predominante de la mundialización económica subrayan la hipermovilidad, las
comunicaciones mundiales y la neutralización del lugar y la distancia. Hay una
tendencia a considerar la existencia de un sistema económico mundial como algo
dado, una función del poder de las empresas transnacionales y las
comunicaciones mundiales.
Pero las capacidades para el funcionamiento, la
coordinación y el control mundiales que entrañan las nuevas tecnologías de la
información y el poder de las empresas transnacionales son también objeto de
producción. Al centrarnos en esta, añadimos una dimensión desatendida a la
consabida cuestión del poder de las grandes empresas y las nuevas tecnologías.
Con ello pasamos a subrayar los procedimientos que constituyen lo que llamamos
«mundialización económica» y «control mundial»: la labor de producción y reproducción,
la organización y la gestión de un sistema mundial de producción y un mercado
financiero mundial, ambos en condiciones de concentración económica. Al
centrarnos en los procedimientos, introducimos en el análisis de la
mundialización económica las categorías de lugar y proceso de producción. En
las descripciones centradas en la hipermovilidad del capital y el poder de las
empresas transnacionales, se pasan por alto fácilmente esas dos categorías. Al
formular categorías como las de lugar y proceso de producción, no negamos el
carácter fundamental de la hipermovilidad y del poder. Al contrario,
situamos en primer plano el hecho de que muchos de los recursos necesarios para
las actividades económicas mundiales no sean hipermóviles y, de hecho, estén profundamente
insertos en lugares, en particular y con frecuencia en ciudades globales y
zonas francas industriales.
¿Por qué es importante recuperar el lugar y la producción
en los análisis de la economía mundial, teniendo en cuenta en particular que
radican en ciudades importantes? Porque nos permiten ver la multiplicidad de
las economías y las tradiciones laborales en las que está inserta la economía
mundial de la información.
También nos permiten recuperar los procesos concretos,
localizados, gracias a los cuales existe la mundialización y sostener que gran
parte del multiculturalismo de las grandes ciudades forma parte de la
mundialización en la misma medida que las finanzas internacionales. Por último,
al centrarnos en las ciudades, podemos especificar una geografía de lugares
estratégicos a escala mundial, lugares mutuamente vinculados por la dinámica de
la mundialización económica. La denomino «nueva geografía de la centralidad» y
una de las cuestiones que plantea es la de si esa nueva geografía transnacional
es también el espacio para una nueva política transnacional. En la medida en
que mi análisis económico de la ciudad global recupera la amplia panoplia de
empleos y tradiciones laborales que forman parte de la economía mundializada,
aunque no se suela caracterizarlas como tales, me permite examinar la
posibilidad de una nueva política de los agentes tradicionalmente
desfavorecidos que actúan en esa geografía económica transnacional. Se trata de
una política que se encuentra en la intersección de la participación económica
en la economía mundializada y la política de los desfavorecidos y en ese
sentido añadiría una dimensión económica, en particular mediante quienes ocupan
los otros puestos de trabajo en la economía mundializada, ya se trate de obreros
de fábricas en zonas francas industriales de Asia, trabajadores explotados en
fábricas de vestimenta de Los Ángeles o conserjes en Wall Street. Esos son los
asuntos que abordo en este texto. En la primera parte examino el papel de la
producción y del lugar en los análisis de la economía mundializada.
En la segunda parte postulo la formación de nuevas
geografías de la centralidad y la marginalidad constituidas por esos procesos
de mundialización. En la tercera parte examino algunos de los elementos que
indican la formación de un nuevo orden socioespacial en las ciudades globales.
En la cuarta parte examino algunas de las localizaciones de lo mundial
centrando la atención en particular en las mujeres inmigrantes de las ciudades
globales. En la parte final, examino la ciudad global como nexo en el que se
reúnen esas diversas tendencias y producen nuevas alineaciones políticas.
Lugar y producción en la economía mundializada
Se puede desconstruir la mundialización desde el punto de
vista de los emplazamientos estratégicos en los que se materializan los
procesos mundiales y los vínculos que los unen. Entre ellos, figuran las zonas
francas industriales, los centros bancarios transnacionales y, en un nivel
mucho más complejo, las ciudades globales. Así se produce una geografía
específica de la mundialización y se subraya en qué medida no es un
acontecimiento planetario que abarque el mundo entero.1 Además, se trata de una
geografía cambiante, que se ha transformado a lo largo de los últimos siglos y
los últimos decenios.2 En la época más reciente, esa geografía cambiante ha
llegado a incluir el espacio electrónico.
La geografía de la mundialización entraña a un tiempo una
dinámica de la dispersión y la centralización, característica que solo ahora ha
empezado a ser
reconocida.3 Las tendencias en gran escala hacia la
dispersión espacial de las actividades económicas en los niveles metropolitano,
nacional y mundial que asociamos con la mundialización han contribuido a una
demanda de nuevas formas de centralización territorial de las operaciones de
gestión y control de alto nivel. La dispersión espacial de la actividad
económica que ha posibilitado la telemática contribuye a una expansión de las
funciones centrales para que dicha dispersión se produzca bajo la continua
concentración del control, la propiedad y la obtención de beneficios que
caracteriza el sistema económico actual.4
Los mercados nacionales y mundiales, como también las
organizaciones mundialmente integradas, requieren lugares centrales en los que
se lleve a cabo la labor de mundialización.5 Además, las industrias de la
información necesitan también una vasta infraestructura física con nodos
estratégicos en los que hay una hiperconcentración de instalaciones; debemos
distinguir entre la capacidad de transmisión y comunicación mundiales y las
condiciones materiales que las hacen posibles. Por último, incluso las más
avanzadas industrias de la información tienen un proceso de producción que, aun
cuando los productos sean hipermóviles, está en parte vinculado con el lugar
por la combinación de recursos que necesita.
La nueva y vasta topografía económica que se está creando
a través del espacio electrónico es un momento, un fragmento, de una cadena
económica aún más vasta que en gran parte está inserta en espacios no
electrónicos. No existe una empresa o una industria totalmente
desmaterializada. Incluso las más avanzadas industrias de la información, como
las financieras, están instaladas solo parcialmente en el espacio electrónico y
lo mismo ocurre con las que fabrican productos digitales, como, por ejemplo,
programas informáticos. La digitalización en aumento de las actividades
económicas no ha eliminado la necesidad de importantes centros financieros y
empresariales internacionales y todos los recursos materiales que en ellos se
concentran, desde la infraestructura telemática más avanzada hasta el talento
intelectual.6
En mi investigación, he concebido las ciudades como
emplazamientos de producción para las industrias de la información en vanguardia
de nuestra época, destinados a recuperar la infraestructura de actividades,
empresas y empleos necesaria para dirigir la economía de las grandes empresas
avanzadas, incluidos sus sectores mundializados.7 Se suelen concebir esas
industrias en función de la hipermovilidad de sus productos y los altos niveles
de conocimientos técnicos de sus profesionales y no del proceso de producción
que entrañan y la necesaria infraestructura de servicios y empleos no
especializados que también forman parte de ellas. Un análisis detallado de las
economías urbanas basadas en los servicios muestra que existe una considerable
articulación de empresas, sectores y trabajadores que pueden parecer poco
conectados con una economía urbana dominada por los servicios especializados y
financieros, pero, en realidad, desempeñan diversas funciones que son parte
integrante de esa economías. Sin embargo, lo hacen en condiciones de marcada
segmentación social y de ingresos y con frecuencia también racial y étnica.
En la labor cotidiana del complejo de servicios
predominante, dominado por las finanzas, una gran proporción de los puestos de
trabajo que lo componen es de tipo manual y poco remunerado, muchos de ellos
ocupados por mujeres e inmigrantes. Aunque esos tipos de trabajadores y puestos
de trabajo nunca aparecen representados como parte de la economía mundializada,
forman parte, en realidad, de la infraestructura de los puestos de trabajo que
requiere la dirección y la aplicación y del sistema económico mundializado,
incluida una forma tan avanzada como las finanzas internacionales.8 Resulta
mucho más fácil considerar necesaria la cima de la economía de las grandes
empresas –los rascacielos empresariales que proyectan conocimientos técnicos
especializados, la precisión, la «tejné»- para un sistema económico avanzado
que los camioneros y otros trabajadores del sector de los servicios
industriales, pese a que estos son un componente necesario de él.9 En este caso
vemos una valorización en marcha que ha aumentado marcadamente la distancia entre
los sectores desvalorizados y los valorizados –excesivamente, en realidad– de
la economía.
Para mí, como economista política que soy, abordar estas
cuestiones ha significado trabajar en varios sistemas de representación y
construir espacios de intersección. Hay momentos analíticos en que se cruzan
dos sistemas de representación. Resulta fácil experimentar esos momentos
analíticos como espacios de silencio, de ausencia. Una empresa tentadora es la
de ver qué ocurre en esos espacios o qué operaciones –analíticas, de poder, de
significado– se producen en ellos.
Una versión de esos espacios de intersección es lo que he
llamado «zonas analíticas fronterizas». ¿Por qué «zona fronterizas»? Porque son
espacios constituidos como discontinuidades: discontinuidades dentro de un
ámbito y no reducidas a una línea divisoria. Tal vez Can Ricart,10 en caso de
que no acabe destruida, podría funcionar como uno de esos espacios de
intersección entre una historia anterior y una nueva posibilidad. Gran parte de
mi labor sobre la mundialización económica y las ciudades se ha centrado en
esas discontinuidades y ha pretendido reconstruirlas analíticamente como zonas
fronterizas, en lugar de líneas divisorias.
Así se produce un ámbito dentro del cual se pueden
reconstituir dichas discontinuidades como operaciones económicas cuyas
propiedades no son una mera función de los espacios que se encuentran a cada
lado de ellas (es decir, una reducción a la condición de línea divisoria), sino
también –y de forma más fundamental– de la discontinuidad misma, con el
argumento de que las discontinuidades son una parte integrante, un componente,
del sistema económico.
Una nueva geografía de los centros y los márgenes
El predominio cada vez mayor de las industrias de la
información y el crecimiento de una economía mundializada, que están
inextricablemente vinculados, han contribuido a una nueva geografía de la
centralidad y la marginalidad. Esa nueva geografía reproduce en parte las
desigualdades existentes, pero es también el resultado de una dinámica
específica de las formas actuales de crecimiento económico. Adopta muchas
formas y funciona en muchos sectores, desde la distribución de los servicios de
telecomunicaciones hasta la estructura de la economía y del empleo. Las
ciudades globales acumulan concentraciones inmensas de poder económico,
mientras que las ciudades que en tiempos fueron importantes centros
manufactureros experimentan decadencias desmesuradas; los centros de las
ciudades y los centros de negocios de las zonas metropolitanas reciben
inversiones en propiedad inmobiliaria y telecomunicaciones en gran escala,
mientras que las zonas urbanas y metropolitanas de bajos ingresos carecen de
recursos suficientes; los empleados muy especializados del sector de las
grandes empresas ven aumentar sus ingresos hasta niveles inhabituales, mientras
que los trabajadores con una especialización media o baja ven desplomarse los
suyos. Los servicios financieros producen beneficios descomunales, mientras que
los servicios industriales apenas sobreviven.
La más poderosa de esas nuevas geografías de la
centralidad en el nivel mundial une los más importantes centros financieros y
de negocios internacionales: Nueva York, Londres, Tokio, París, Fráncfort,
Zúrich, Ámsterdam, Los Ángeles, Sidney, Hong Kong, Barcelona, entre otros. Pero
ahora esa geografía abarca también ciudades como Bangkok, Taipei, São Paulo y
Ciudad de México. La intensidad de las transacciones entre esas ciudades, en
particular mediante los mercados financieros, el comercio de servicios y la
inversión ha experimentado un marcado aumento, como también las magnitudes
involucradas.11 Al mismo tiempo, ha habido una agudización de la desigualdad en
la concentración de recursos estratégicos en cada una de dichas ciudades en
comparación con la de otras del mismo país.12
Junto a las nuevas jerarquías regionales y mundiales de
las ciudades, hay un vasto territorio que ha ido volviéndose cada vez más
periférico y ha ido quedando cada vez más excluido de los más importantes
procesos económicos que, según se considera, alimentan el crecimiento económico
en la nueva economía mundializada. Centros manufactureros y ciudades portuarias
en tiempos importantes han perdido sus funciones y están en decadencia, no solo
en los países menos desarrollados, sino también en las economías más avanzadas.
Lo mismo ocurre en la valoración de los productos del
trabajo: la valorización excesiva de los servicios especializados y de los
profesionales ha caracterizado muchos de los «otros» tipos de actividades
económicas y de trabajadores como innecesarios o irrelevantes para una economía
avanzada.
Hay otras formas de esa caracterización segmentada de lo
que es o no un exponente de la nueva economía mundializada. Por ejemplo, la
descripción habitual de la mundialización reconoce que existe una clase de
profesionales internacionales y centros de negocios muy internacionalizados por
la presencia de empresas y personal extranjeros. Lo que no se ha reconocido es
la posibilidad de que se esté constituyendo un mercado laboral
internacionalizado para los trabajadores manuales y de servicios con salarios
bajos o de que exista un ámbito de negocios internacionalizado en muchas
comunidades inmigrantes. Se sigue aplicando a esos procesos la denominación de
inmigración, propia de una narración de un período histórico anterior.
Eso indica que hay representaciones de lo mundial o lo
transnacional que no se han reconocido como tales o se discuten. Entre ellas figura
la cuestión de la inmigración, así como la multiplicidad de los ámbitos
laborales a la que contribuye en las grandes ciudades, con frecuencia incluida
en el concepto de economía étnica y en el sector no estructurado de la
economía. Me atrevo a sostener que gran parte de lo que aún describimos con el
lenguaje de la inmigración y la etnicidad es, en realidad, una serie de
procesos que tienen que ver con 1) la mundialización de la actividad económica,
de la actividad cultural y de la formación de la identidad y 2) la
racialización cada vez más marcada de la segmentación del mercado laboral, con
lo que los componentes del proceso de producción en la economía avanzada de la
información mundializada que se está produciendo en los ámbitos laborales de
los inmigrantes no están reconocidos como parte de ella. La inmigración y la
etnicidad se constituyen como otredad.
Al entenderlos como un conjunto de procesos en virtud de
los cuales se localizan los elementos mundializados, se constituyen los
mercados laborales internacionales y se desterritorializan y reterritorializan
las culturas del mundo entero, los situamos justo ahí, en el centro, junto con
la internacionalización del capital, como un aspecto fundamental de la
mundialización. ¿Cómo se han producido esos nuevos procesos de valorización y
desvalorización y las desigualdades que provocan? Este es el asunto abordado a
continuación.
Elementos de un nuevo orden socioespacial
Con la implantación de los procesos y los mercados
mundializados en las ciudades más importantes, el sector internacionalizado de
la economía urbana se ha ampliado rápidamente y ha impuesto un nuevo conjunto
de criterios para valorar las diversas actividades y resultados económicos o
fijar sus precios, lo que ha tenido efectos devastadores en grandes sectores de
la economía urbana.
No se trata de una simple transformación cuantitativa;
vemos en ello los elementos de un nuevo régimen económico.
Esas tendencias a la polarización adquieren formas claras
en 1) la organización espacial de la economía urbana, 2) las estructuras de
reproducción social y 3) la organización del proceso laboral. En esas
tendencias hacia formas múltiples de polarización radican las condiciones para
la creación de una pobreza y una marginalidad urbana centradas en el empleo y
para nuevas formaciones de clase.
El predominio de la economía encabezada por los servicios
especializados, en particular el nuevo complejo de finanzas y servicios,
engendra lo que podemos considerar un nuevo régimen económico, porque, aunque
ese sector puede representar solo una fracción de la economía de una ciudad, se
impone en esa economía más amplia. Una de esas presiones es la que inclina a la
polarización, como ocurre con la posibilidad de obtención de beneficios mayores
de lo habitual en el sector financiero, que contribuye a la desvalorización de
la manufactura y los servicios con poco valor añadido, en la medida en que
dichos servicios no pueden producir esos mayores beneficios propios de gran
parte de las actividades financieras. La capacidad para obtener beneficios
mayores de lo habitual de muchas de las industrias de vanguardia es inherente a
una compleja combinación de nuevas tendencias: tecnologías que hacen posible la
hipermovilidad del capital a escala mundial y la desreglamentación de múltiples
mercados que permite la aplicación de la hipermovilidad; invenciones
financieras, como, por ejemplo, la bursatilización, que atribuye liquidez a
activos de capital hasta entonces no líquidos y permite que circulen y, por
tanto, obtengan beneficios suplementarios; la demanda en aumento de servicios
en todas las industrias, junto con la complejidad y la especialización cada vez
mayores de muchas de esas aportaciones, que han contribuido a su valorización,
con frecuencia excesiva, como lo demuestran los aumentos extraordinariamente
elevados de los salarios a partir del decenio de
1980 en el caso de los profesionales de alto nivel y de
los directores generales de las empresas. La mundialización contribuye aún más
a la complejidad de dichos servicios, su carácter estratégico, su atractivo y,
por tanto, su valorización excesiva.
La presencia de una masa crítica de empresas con
capacidades para obtener beneficios extraordinariamente elevados contribuye a
la sobrepuja de los precios del espacio comercial, de los servicios
industriales y otras necesidades de las empresas, con lo que las posibilidades
de supervivencia de las que tienen capacidades moderadas de obtención de
beneficios resultan cada vez más precarias y, aunque son esenciales para el funcionamiento
de la economía urbana y las necesidades diarias de los residentes, su
viabilidad económica se ve amenazada en una situación en la que los servicios
financieros y especializados pueden obtener beneficios mayores de lo habitual.
Los altos precios y los niveles de beneficios en el sector internacionalizado y
sus actividades ancilares, como, por ejemplo, los restaurantes y hoteles de la
mayor categoría, dificultan cada vez más a los demás sectores la competencia
por el espacio y las inversiones.
Muchos de esos otros sectores han experimentado una
considerable decadencia o desplazamiento o ambas cosas: por ejemplo, la
substitución de las tiendas de barrio adaptadas a las necesidades locales
por boutiques y restaurantes de nivel elevado que abastecen a las
minorías urbanas con altos ingresos.
Siempre ha habido desigualdad en cuanto a las capacidades
para la obtención de beneficios de los diferentes sectores de la economía, pero
lo que hoy presenciamos corresponde a otro orden de magnitudes y engendra
distorsiones en gran escala en las operaciones de diversos mercados, desde el
de la vivienda hasta el laboral. Por ejemplo, la polarización de las empresas y
los hogares en la organización espacial de la economía contribuye, según mi
interpretación, al paso al sector no estructurado de la economía de un conjunto
en aumento de actividades económicas en las economías urbanas avanzadas.
Cuando las empresas con pocas o modestas capacidades para
la obtención de beneficios experimentan una demanda permanente, si no en
aumento, de sus artículos y servicios por parte de los hogares y otras empresas
en un marco en el que un sector importante de la economía logra beneficios
mayores de lo habitual, con frecuencia no pueden competir, aun cuando exista
una demanda efectiva de lo que producen. El paso al sector no estructurado de
la economía es con frecuencia una de las pocas formas como semejantes empresas
pueden sobrevivir: por ejemplo, utilizando espacios no destinados para usos
comerciales o manufactureros, como los sótanos de zonas residenciales o
espacios que no cumplen los reglamentos en materia de salud, de prevención de
incendios y de otra índole. Asimismo, puede ocurrir que las nuevas empresas
correspondientes a industrias con bajos beneficios que entren en un mercado
fuerte para sus artículos y servicios solo puedan hacerlo mediante los
procedimientos del sector no estructurado. Otra opción para las empresas con
capacidades limitadas con vistas a la obtención de beneficios es la de
subcontratar parte de sus actividades a otras del sector no estructurado.
La recomposición de las fuentes de crecimiento y
obtención de beneficios que entrañan esas transformaciones contribuye también a
la reorganización de algunos componentes de la reproducción o del consumo
sociales. Si bien los estratos medios siguen constituyendo la mayoría, las
condiciones que contribuyeron a su expansión y poder político-económico en los
decenios de la posguerra –la fundamental importancia de la producción y el
consumo en gran escala para el crecimiento económico y la obtención de beneficios–
han quedado substituidas por las nuevas fuentes de crecimiento.
El rápido crecimiento de las industrias con fuertes
concentraciones de empleos muy bien remunerados y otros escasamente remunerados
ha revestido formas claras en la estructura del consumo, que, a su vez, tiene
un efecto retroalimentador en la organización del trabajo y en los tipos de
empleos que se crean. El aumento de la fuerza laboral bien remunerada, junto
con la aparición de nuevas formas culturales, ha propiciado un proceso de renovación
a favor de los profesionales mejor remunerados, que, en última instancia, es
posible gracias a la disponibilidad de una enorme oferta de trabajadores
escasamente remunerados.
De las necesidades de consumo de la población con bajos
ingresos en las ciudades grandes se encargan, en gran medida, establecimientos
manufactureros y minoristas que son pequeños, dependen de la mano de obra
familiar y con frecuencia no cumplen las normas mínimas de seguridad e higiene.
La ropa barata y de producción local en fábricas que explotan a sus
trabajadores, por ejemplo, puede competir con las importaciones asiáticas poco
costosas. Hay una diversidad en aumento de productos y servicios –desde muebles
poco costosos fabricados en sótanos hasta guarderías familiares, pasando por
taxis sin licencia– para atender la demanda de la población con bajos ingresos,
cada vez más extensa.
Una forma de caracterizar el paso en la actualidad al
sector no estructurado en las economías urbanas avanzadas es la de considerarlo
el equivalente sistémico de lo que llamamos desreglamentación en la cúspide de
la economía. Podemos caracterizar tanto la desreglamentación de un número cada
vez mayor de industrias de la información en vanguardia como el paso al sector
no estructurado de la economía de un número en aumento de agentes económicos
con pocas capacidades para la obtención de beneficios como ajustes en unas
condiciones en las que los nuevos fenómenos económicos y las antiguas
reglamentaciones entran en conflicto de forma cada vez más intensa.13 Para
plasmar esa situación he utilizado el concepto de «fracturas en la
reglamentación».
Podemos considerar que esa evolución va constituyendo
nuevas geografías de centralidad y marginalidad que cruzan transversalmente la
antigua divisoria entre países ricos y países pobres y nuevas geografías de la
marginalidad que han resultado cada vez más evidentes no solo en el mundo menos
desarrollado, sino también en países muy desarrollados. Dentro de las ciudades
más importantes tanto del mundo en desarrollo como del desarrollado vemos una
nueva geografía de centros y márgenes, que no solo contribuye a reforzar las
desigualdades existentes, sino que, además, pone en marcha toda una serie de
dinámicas nuevas de la desigualdad.
Las localizaciones de lo mundial
Así, pues, hay que entender la mundialización económica
también en sus múltiples localizaciones y no solo desde el punto de vista de
los amplios procesos generales en el nivel macroeconómico que predominan en la
descripción que de ella se hace habitualmente. Además, es necesario tener en
cuenta que por lo general se considera que algunas de dichas localizaciones
nada tienen que ver con la economía mundializada. Podemos considerar la ciudad
global una ejemplificación de dichas localizaciones múltiples.
Aquí quiero centrarme en las localizaciones de lo mundial
caracterizado por esos dos rasgos. Muchas de dichas localizaciones son
inherentes a la transición demográfica evidente en esa clase de ciudades, en
las que una mayoría de los trabajadores residentes son actualmente inmigrantes
y mujeres, con frecuencia mujeres de color. Dichas ciudades están
experimentando un aumento de puestos de trabajo escasamente remunerados que no
encajan en las ideas predominantes sobre la mundialización y, sin embargo, forman
parte de ella. El hecho de que sean inherentes a la transición demográfica
evidente en todas esas ciudades y su consiguiente invisibilidad contribuyen a
la desvalorización de esos tipos de trabajadores y tradiciones laborales y a la
«legitimidad» de dicha desvalorización.
Podemos interpretarlo como una ruptura de la dinámica
tradicional en virtud de la cual la pertenencia a los sectores económicos de
vanguardia contribuye a la formación de una aristocracia laboral, proceso que
desde hace mucho resulta evidente en las economías industrializadas
occidentales. «Las mujeres y los inmigrantes» acaban substituyendo la categoría
fordista o la de salario familiar de «mujeres y niños». Una de las
localizaciones de la dinámica de la mundialización es el proceso de
reestructuración económica en las ciudades globales. La polarización
socioeconómica acompañante ha propiciado un gran aumento de la demanda de
trabajadores con salarios bajos y de puestos de trabajo que ofrecen pocas
posibilidades de avance profesional, en medio de una explosión de riqueza y
poder concentrados en esas ciudades, es decir, en unas condiciones en las que
hay un visible aumento de los empleos muy bien remunerados y del espacio urbano
de alto precio.
«Las mujeres y los inmigrantes» surgen como la oferta
laboral que facilita la imposición de salarios bajos y desamparo en unas
condiciones de intensa demanda de esa clase de trabajadores y la localización
de dichos puestos de trabajo en sectores con un gran crecimiento. Se trata de
una ruptura del nexo histórico que habría brindado oportunidades mejores a los
trabajadores y que legitima dicha ruptura desde el punto de vista cultural.
Otra localización que raras veces se relaciona con la mundialización, el paso
al sector no estructurado de la economía, reintroduce la comunidad y el hogar
como importante espacio económico en las ciudades globales. En esas condiciones
considero dicho paso al sector no estructurado de la economía como el
equivalente de bajo costo –y con frecuencia feminizado– de la desreglamentación
en la cima del sistema.
Como en el caso de la desreglamentación (por ejemplo, la
financiera), el paso al sector no estructurado de la economía aporta
flexibilidad, reduce las «cargas» de la reglamentación y los costos, en
particular los laborales. Podemos considerar que el paso al sector no
estructurado de la economía en las ciudades más importantes de los países muy
desarrollados –ya se trate de Nueva York, Londres, París, Barcelona o Berlín–
representa la degradación de una diversidad de actividades para las que hay una
demanda efectiva en dichas ciudades, pero también una devaluación y una
competencia enorme, en vista de que los costos de entrada son bajos y hay pocas
modalidades de empleo substitutivo.
El paso al sector no estructurado de la economía es una
forma de producir y distribuir artículos y servicios con un costo menor y una
mayor flexibilidad, lo que contribuye aún más a devaluar esos tipos de
actividades. Los inmigrantes y las mujeres son unos agentes importantes en las
nuevas economías no estructuradas de esas ciudades. Absorben los costos del
paso de dichas actividades al sector no estructurado de la economía.
La reconfiguración de los espacios económicos asociados
con la mundialización en las ciudades más importantes ha tenido repercusiones
diferentes en los hombres y las mujeres, en los usos laborales de los hombres y
las mujeres y en las formas de poder y autonomía plena centradas en los hombres
y las mujeres.
La reestructuración del mercado laboral va acompañada de
un traspaso de sus funciones al hogar o la comunidad. Las mujeres y los hogares
surgen como emplazamientos que deben formar parte de la teorización de las
formas particulares que actualmente revisten esos elementos en la dinámica del
mercado laboral.
La ciudad global: un nexo para nuevas alineaciones
político-económicas
Lo que atribuye carácter estratégico a los procesos antes
descritos, aun cuando se refieran a trabajadores desamparados y con frecuencia
invisibles, y potencialmente constitutivo de un nuevo tipo de política
transnacional es el hecho de que esas mismas ciudades sean también los
emplazamientos estratégicos para la valorización de las nuevas formas de
capital empresarial mundializado, descrito en la primera sección de este texto.
Habitualmente, el análisis de la mundialización de la
economía concede preferencia a la reconstitución del capital como presencia
internacionalizada y subraya su carácter de vanguardia. Al mismo tiempo, nada
dice en absoluto sobre otro elemento decisivo de esa transnacionalización, el
que algunos, entre ellos yo, consideran inseparable de ese capital, es decir,
la transnacionalización del trabajo. Para describir ese proceso, seguimos
usando el lenguaje de la inmigración. En segundo lugar, ese análisis pasa por
alto la transnacionalización en la formación de identidades y lealtades entre
los diversos segmentos de la población que rechazan explícitamente la comunidad
imaginada de la nación, lo que va acompañado de nuevas solidaridades e ideas de
participación. Las ciudades más importantes han surgido como emplazamiento
estratégico para la transnacionalización del trabajo y la formación de
identidades transnacionales. A ese respecto, constituyen un emplazamiento para
nuevos tipos de operaciones políticas.
Las ciudades son el marco en el que personas de muchos
países diferentes tienen más probabilidades de coincidir y lo mismo ocurre con
una multiplicidad de culturas. El carácter internacional de las ciudades más
importantes radica no solo en su infraestructura de telecomunicaciones y
empresas internacionales, sino también en los numerosos y diferentes ámbitos
culturales en los que se encuentran esos trabajadores. No podemos seguir
considerando los centros financieros y de negocios internacionales simplemente
en función de los rascacielos de las grandes empresas y la cultura empresarial
que constituye su núcleo. En la actualidad las ciudades globales son en parte
los espacios del poscolonialismo y, de hecho, cuentan con condiciones para la
formación de una teoría poscolonialista.
La gran ciudad occidental actual concentra la diversidad.
Sus espacios están inscritos en la cultura empresarial dominante, pero también
en una multiplicidad de otras culturas e identidades. El deslizamiento es
evidente: la cultura dominante puede abarcar solo una parte de la ciudad.14 Y,
si bien el poder empresarial inscribe esas culturas e identidades en la
«otredad», con lo que las devalúa, no por ello dejan de estar presentes por
doquier. Por ejemplo, mediante la inmigración y la proliferación de culturas
originalmente muy localizadas, estas han pasado a ser presencias en muchas
ciudades grandes, cuyas minorías selectas se consideran a sí mismas
«cosmopolitas», es decir, que transcienden cualquier localidad. Ahora una
inmensa diversidad de culturas de todo el mundo, cada una de ellas arraigada en
un país o pueblo particular, se ven reterritorializadas en unos pocos lugares:
como, por ejemplo, Nueva York, Los Ángeles, París, Londres y, en la época más
reciente, también ciudades como, por ejemplo, Barcelona o Tokio.
Con demasiada frecuencia la inmigración y la etnicidad se
constituyen como «otredad». Al entenderlas como un conjunto de procesos en
virtud de los cuales se localizan elementos mundiales, se constituyen mercados
laborales internacionales y se desterritorializan culturas de todo el mundo,
las situamos ahí mismo, en el centro del escenario, junto con la
internacionalización del capital, como aspecto fundamental de la mundialización
actual. Además, esa forma de narrar los acontecimientos migratorios de la era
de la posguerra refleja perfectamente la influencia permanente del colonialismo
y las formas poscoloniales de imperio en los más importantes procesos de la
mundialización actual y, concretamente, los que vinculan a los países de
emigración y los de inmigración. Si bien la génesis y el tenor concretos de su
responsabilidad varían según los casos y los períodos, ninguno de los más
importantes países de inmigración son espectadores inocentes. La centralidad de
un lugar en un marco de procesos mundiales engendra una abertura económica y
política transnacional en la formación de nuevas reivindicaciones y, por tanto,
en la constitución de derechos, en particular los relativos al lugar y, en
última instancia, en la constitución de la «ciudadanía».
La ciudad ha surgido en verdad como emplazamiento para
nuevas reivindicaciones: por parte del capital mundializado, que utiliza la
ciudad como una «mercancía organizativa», pero también por los sectores
desfavorecidos de la población urbana, con frecuencia como una presencia
internacionalizada en la grandes ciudades en forma de capital.
Me parece un tipo de abertura política que entraña
capacidades unificadoras por encima de las fronteras nacionales y que agudiza
los conflictos dentro de ellas. El capital mundializado y la nueva fuerza
laboral inmigrante son dos importantes ejemplos de las categorías
transnacionalizadas que tienen propiedades unificadoras en el plano interno y
se encuentran mutuamente enfrentadas en las ciudades globales. Estas son
emplazamientos que contribuyen a una valorización excesiva del capital de las
grandes empresas y a la desvalorización de los trabajadores desfavorecidos.
Ahora los sectores de vanguardia del capital de las grandes empresas son
mundiales en su organización y funcionamiento y muchos de los trabajadores
desfavorecidos en las ciudades globales son mujeres, inmigrantes y personas de
color. Los dos grupos encuentran en la ciudad global un emplazamiento
estratégico para sus operaciones económicas y políticas.
Hay muchas menos probabilidades de que la vinculación de
las personas con el territorio, tal como está constituida en las ciudades
globales, cuente con la mediación del Estado nacional o la «cultura nacional».
Estamos viendo que las identidades se alejan de las fuentes tradicionales de la
identidad, como, por ejemplo, la nación o el pueblo. Ese desamarre en el
proceso de formación de identidad engendra nuevas concepciones de la comunidad
de pertenencia y de derecho. Sin embargo, otra forma de concebir las
repercusiones políticas de ese espacio estratégico transnacional es la que
recurre al concepto de formación de nuevas reivindicaciones en dicho espacio.
¿Ha determinado la mundialización económica, al menos en parte, la formación de
las reivindicaciones? En efecto, hay nuevos agentes importantes que hacen
reclamaciones a esas ciudades, en particular las empresas extranjeras que han
ido obteniendo cada vez mayor derecho a hacer negocios mediante la
desreglamentación progresiva de las economías nacionales y el gran aumento de
los hombres de negocios internacionales en el último decenio. Estos son algunos
de los nuevos «usuarios de la ciudad». Han marcado profundamente el paisaje
urbano. Tal vez en el otro extremo se encuentren quienes recurren a la
violencia política urbana para plantear sus reivindicaciones en la ciudad, las
cuales carecen de la legitimidad de facto de que disfrutan los nuevos
usuarios de la ciudad. Se trata de reivindicaciones hechas por agentes que
luchan por el reconocimiento y la adquisición de derechos y para reclamar sus
derechos a la ciudad.15 A este respecto conviene tener en cuenta la distinción
entre el desamparo y la condición de agente o sujeto político, aún carente de
poder.
Uso el término «presencia» para nombrar esa condición. En
el marco de un espacio estratégico como la ciudad global, los tipos de personas
desfavorecidas aquí descritos no son simplemente marginales; adquieren
presencia en un proceso político más amplio, que rebasa los límites de la
política oficial. Dicha presencia señala la posibilidad de una política. Lo que
esta será dependerá de los proyectos y procedimientos concretos de las diversas
comunidades. En la medida en que la sensación de pertenencia de esas
comunidades no quede incluida en la política nacional, puede indicar
perfectamente la posibilidad de una política transnacional centrada en las localidades
concretas.
Conclusión
Las grandes ciudades de todo el mundo son el ámbito en el
que una multiplicidad de procesos de mundialización cobran formas concretas, y
localizadas, y en eso consiste en gran medida la mundialización. Por una parte,
concentran una participación desproporcionada del poder de las grandes empresas
y son uno de los emplazamientos fundamentales para la valorización excesiva de
su economía; por otra, concentran una participación desproporcionada de los
desfavorecidos y son uno de los emplazamientos fundamentales para su
desvalorización. Esa presencia conjunta se produce en un marco en el que 1) la
transnacionalización de las economías se ha desarrollado intensamente y las
ciudades han pasado a ser cada vez más estratégicas para el capital mundial y
2) los marginados han encontrado su voz y también están haciendo
reivindicaciones a la ciudad.
Esa presencia conjunta queda resaltada aún más por la
intensificación de la distancia entre las dos. Esas presencias conjuntas han
hecho de las ciudades un ámbito disputado.
La ciudad global concentra la diversidad. Sus espacios se
inscriben en la cultura empresarial dominante, pero también en la multiplicidad
de otras culturas e identidades, en particular mediante la inmigración. El
deslizamiento es evidente; la cultura dominante solo puede abarcar una parte de
la ciudad y, si bien el poder de las grandes empresas inscribe las culturas e
identidades ajenas en la «otredad», con lo que las devalúa, estas están
presentes por doquier. Las comunidades inmigrantes y la economía no estructurada
en ciudades como, por ejemplo, Nueva York y Los Ángeles constituyen tan solo
dos ejemplos.
El espacio constituido por la red mundial de ciudades
globales, un espacio con nuevas potencialidades económicas y políticas, tal vez
sea uno de los ámbitos más estratégicos para la formación de nuevos tipos de
identidades y comunidades, incluidas las transnacionales. Se trata de un
espacio que está centrado en el lugar, en el sentido de que está inserto en
determinados emplazamientos estratégicos, y al tiempo es transterritorial,
porque conecta emplazamientos que no están geográficamente próximos y, sin
embargo, están intensamente conectados entre sí. En la red mundial, no se
produce solo la trasmigración del capital, sino también la de las personas, tanto
las ricas (es decir, la nueva fuerza laboral profesional transnacional) como
las pobres (es decir, la mayoría de los trabajadores migrantes), y es un
espacio para la transmigración de las formas culturales o la
reterritorialización de subculturas «locales». Una cuestión importante es la de
si es también un espacio para una nueva política, que supere la de la cultura y
la identidad, si bien es probable, al menos en parte, que quede comprendida en
estas últimas. El análisis presentado en este texto sugiere que así es.
La centralidad del lugar en un marco de procesos
mundiales engendra una abertura económica y política transnacional en la
formación de nuevas reivindicaciones y, por tanto, en la constitución de
derechos, en particular los relativos al lugar y, en última instancia, en la
constitución de nuevas formas de la «ciudadanía» y de su ejercicio. La ciudad
global ha surgido como emplazamiento para nuevas reivindicaciones: por parte
del capital mundializado, que utiliza la ciudad como una «mercancía organizativa»,
pero también por parte de los sectores desfavorecidos de la población urbana,
en muchos casos como una presencia internacionalizada en las grandes ciudades
en forma de capital.
La desnacionalización del espacio urbano y la formación
de nuevas reivindicaciones centradas en agentes transnacionales y que entrañan
una impugnación constituye la ciudad global como zona fronteriza para un nuevo
tipo de compromiso.
En los libros de la autora recientemente
publicados: Cities in a World Economy, tercera edición (Sage/Pine Forge,
2006), y Territory, Authority, Rights (Princeton Universty Press,
2006; de próxima publicación en español por la editorial Katz en 2007), se
pueden encontrar documentación empírica y fuentes bibliográficas
correspondientes a los diversos asuntos aquí examinados.
NOTAS_
1 La mundialización es también un proceso que
produce diferenciación; solo, que la alineación de diferencias es de un tipo
muy distinto del relacionado con conceptos diferenciadores como, por ejemplo,
el carácter nacional, la cultura nacional y la sociedad nacional. Por ejemplo,
en la actualidad el mundo empresarial tiene una geografía mundial, pero no
existe en todas las partes del mundo: en realidad, tiene espacios sumamente
definidos y estructurados; en segundo lugar, cada vez resulta más profundamente
diferenciada de los segmentos no empresariales de las economías de las
localizaciones (por ejemplo, una ciudad como Nueva York) o países particulares
en los que funciona. Hay una homogeneización a lo largo de ciertas líneas que
cruzan las fronteras nacionales y una profunda diferenciación dentro de estas.
2 Debemos reconocer las condiciones históricas
concretas correspondientes a concepciones diferentes de lo «internacional» y lo
«mundial». Existe una tendencia a ver la internacionalización de la economía
como un proceso que funciona en el centro, inherente al poder de las empresas
multinacionales actuales y las empresas coloniales del pasado. Podemos observar
que las economías de muchos países periféricos están totalmente
internacionalizadas mediante altos niveles de inversiones extranjeras en todos
los sectores económicos y profunda dependencia de los mercados del mundo en
materia de monedas «duras». En cambio, los países del centro presentan
concentraciones estratégicas de empresas y mercados que funcionan a escala
mundial y capacidad de control, coordinación y poder mundiales. Se trata de una
forma de lo internacional muy diferente de la que encontramos en los países
periféricos.
3 Esta tesis constituye el núcleo de mi modelo de la
ciudad global (véase Saskia Sassen: La ciudad global. Buenos Aires:
Eudeba, 1999, capítulo 1).
4 En un plano más teórico, podemos preguntarnos si
un sistema económico con fuertes tendencias hacia semejante concentración puede
tener una economía espacial que carezca de puntos de aglomeración física. Es
decir, ¿tiene el poder –en este caso, el poder económico– correlatos
espaciales?
5 Considero los servicios a los productores y, muy
en particular, los servicios financieros y los servicios empresariales
especializados como industrias que producen los artículos organizativos
necesarios para la aplicación y la gestión de los sistemas económicos mundiales
(Sassen, op. cit.: capítulos 2-5). Los servicios a los productores son productos
intermedios, es decir, servicios comprados por las empresas. Abarcan los
asuntos financieros, jurídicos y de gestión general, la innovación, el
desarrollo, el diseño, la administración, el personal, la tecnología de la
producción, el mantenimiento, el transporte, las comunicaciones, la
distribución mayorista, la publicidad, los servicios de limpieza para las
empresas, la seguridad y el almacenamiento. Los componentes fundamentales de la
categoría de los servicios para productores son una diversidad de industrias
con mercados mixtos de negocios y consumo: los seguros, la banca, los servicios
financieros, la propiedad inmobiliaria, los servicios jurídicos, la
contabilidad y las asociaciones profesionales.
6 La telemática y la mundialización han surgido como
fuerzas fundamentales que reorganizan el espacio económico. Esa reorganización
abarca desde la virtualización espacial de un número cada vez mayor de
actividades económicas hasta la reconfiguración de la geografía de las
edificaciones para la actividad económica, que, ya sea en el espacio
electrónico o en la geografía del espacio edificado, entraña cambios
organizativos y estructurales.
7 Desde el punto de vista metodológico, esta es una
forma de abordar la cuestión de la unidad del análisis en los estudios de los
procesos económicos contemporáneos. La de «economía nacional» es una categoría
problemática, cuando hay altos niveles de internacionalización, y la de
«economía mundial» es una categoría problemática por la imposibilidad de
emprender estudios empíricos detallados a esa escala.
Las ciudades muy internacionalizadas –como, por ejemplo,
Nueva York o Londres– ofrecen la posibilidad de examinar los procesos de
mundialización con gran detalle en un marco con límites y con todos sus
múltiples aspectos, con frecuencia contradictorios. Debemos diferenciar lo
internacional de lo mundializado. Así lo hace de muchas formas el concepto de
ciudad global.
8 Un instrumento metodológico que me resulta útil
para ese tipo de examen es lo que llamo circuitos de distribución e instalación
de operaciones económicas. Dichos circuitos me permiten seguir las actividades
económicas hasta ámbitos que eluden los límites cada vez más estrechos de las
representaciones habituales de la «economía avanzada» y encontrar las vías para
cruzar los espacios socioculturalmente discontinuos
9 El siguiente acontecimiento constituye una
ilustración de ello. Cuando se produjo la primera crisis aguda de la Bolsa en
1987, después de años de un crecimiento enorme, hubo numerosas crónicas de
prensa sobre el repentino desempleo en gran escala entre profesionales con
ingresos elevados en Wall Street. No se advirtió la otra crisis de desempleo en
Wall Street, que afectó a las secretarias y los trabajadores manuales, ni se
publicaron crónicas al respecto y, sin embargo, el desplome de la Bolsa provocó
una crisis de desempleo muy concentrada, por ejemplo, en la comunidad
inmigrante dominicana del norte de Manhattan, donde viven muchos de los
conserjes de Wall Street.
10 Véase http://www.salvemcanricart.org/
11 Está por ver si ese fenómeno ha contribuido a la
formación de sistemas urbanos transnacionales. El crecimiento de los mercados
mundiales de servicios financieros y especializados, la necesidad de redes de
servicios transnacionales debida a los pronunciados aumentos de las inversiones
internacionales, la reducción del papel del Estado en la reglamentación de la
actividad económica internacional y el consiguiente predominio de otros ámbitos
institucionales, en particular los mercados mundializados y las oficinas
centrales de las grandes empresas son, todos ellos, fenómenos que indican la
existencia de disposiciones económicas transnacionales con localizaciones en
más de un país. Esas ciudades no se limitan a competir entre sí para conseguir
cuotas de mercado, como se suele afirmar o suponer con frecuencia; hay una
división del trabajo en la que participan ciudades de múltiples países y a ese respecto
podemos hablar de un sistema mundializado (por ejemplo, en las finanzas), por
oposición a un sistema simplemente internacional. Vemos así la incipiente
formación de un sistema urbano transnacional.
12 Además, la pronunciada orientación hacia los
mercados mundiales que resulta evidente en esas ciudades nos hace preguntarnos
por la articulación con sus Estados-nación, sus regiones y la estructura
económica y social más amplia de esas ciudades. Lo habitual ha sido que las
ciudades estuvieran profundamente insertas en las economías de su región y que
con frecuencia reflejaran, de hecho, sus características... y siguen
haciéndolo, pero las ciudades que son emplazamientos estratégicos en la
economía mundializada tienen tendencia, en parte, a desconectarse de su región,
fenómeno que contradice una fundamental tesis académica tradicional sobre los
sistemas urbanos, a saber, que dichos sistemas fomentan la integración
territorial de las economías regionales y nacionales.
13 La vinculación entre el paso al sector no
estructurado de la economía y el crecimiento permite al análisis superar la
idea de que la aparición de sectores no estructurados en la economía de
ciudades como Nueva York y Los Ángeles se debe a la presencia de inmigrantes y
su propensión a reproducir estrategias de supervivencia típicas de los países
del tercer mundo. También le permite superar la idea de que el desempleo y la
recesión en general pueden ser los factores fundamentales que fomentan el paso
al sector no estructurado de la economía en la fase actual de las economías muy
industrializadas. Puede que indique características del capitalismo
avanzado que no se suelen observar.
14 Las formas que pueden revestir esa impugnación y
ese «deslizamiento» son numerosas. La cultura de masas mundial homogeniza y
puede absorber una inmensa variedad de elementos culturales locales, pero ese
proceso nunca es completo. Lo opuesto ocurre en mi análisis de datos sobre la
manufactura electrónica, en el cual se ve que el empleo en los sectores de vanguardia
ya no constituye la pertenencia a una aristocracia laboral. Así, las mujeres
del tercer mundo que trabajan en zonas francas industriales carecen del menor
poder: el capitalismo puede abrirse paso por entre la diferencia. Otro caso es
el de los inmigrantes «ilegales», en el que vemos que las fronteras nacionales
tienen el efecto de crear y criminalizar la diferencia. Esas clases de
diferenciaciones son fundamentales para la formación de un sistema económico
mundial.
15 La ciudad sigue siendo un ámbito para la lucha,
caracterizada por la aparición de nuevos agentes, con frecuencia cada vez más
jóvenes. Es un ámbito en el que las coacciones y las limitaciones
institucionales de los gobiernos para abordar las demandas de equidad engendran
desórdenes sociales. No se debe interpretar la violencia política urbana como
una ideología coherente, sino como un elemento de táctica política temporal,
que permite a agentes vulnerables trabar relaciones recíprocas con los
ocupantes del poder en unas condiciones que serán algo más favorables para los
débiles.
G miradas multiples
28 de Noviembre del 2019
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