jueves, 28 de noviembre de 2019

Educación no es igual a aprendizaje Po. M Niaz Asadullah

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Estudiantes de afganistán estudian en la escuela Papen en la provincia de Nangarhar. 22 de julio de 2019. Fotografía de NOORULLAH SHIRZADA | AFP

KUALA LUMPUR – Pese a los frecuentes llamados a promover la educación primaria universal y eliminar las disparidades de género, pocos países en desarrollo han hecho avances importantes en dirección a esos objetivos. Por ejemplo, si bien durante la era de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (2000‑2015) el sur de Asia obtuvo un progreso sustancial hacia el logro de la paridad de género, la región todavía es la segunda con más niños no escolarizados en el mundo, y no alcanza los estándares internacionales en diversos indicadores clave.


De los diez millones de menores de la región que no reciben educación formal, la mayoría son niñas, y esto se debe a la falta de escuelas, la pobreza, la amenaza de la violencia y las costumbres sociales. El progreso ha sido especialmente lento en países como Pakistán y Afganistán, donde los valores patriarcales y las normas culturales tradicionales militan contra la educación de las niñas.

En Afganistán, la situación de las mujeres empeoró drásticamente bajo el dominio talibán entre 1996 y 2001. Se prohibió la educación pública de las niñas, y muchas escuelas femeninas estatales se convirtieron en instituciones reservadas a los varones. La tasa bruta de escolarización femenina cayó de 32% a sólo 6,4% en 2001, momento en el cual hasta 1,5 millones de menores tenían vedado el acceso a la escuela. La tasa de alfabetismo de las mujeres afganas se derrumbó a un 3% en los distritos rurales. Con pocas oportunidades de obtener habilidades, miles de jovencitas se vieron forzadas al matrimonio prematuro.

Estas condiciones históricas hacen que Afganistán sea hace mucho un importante caso testigo de los esfuerzos internacionales en pos de la escolarización universal. Después de la caída del régimen talibán, en 2003 se enmendó la constitución afgana para garantizar a mujeres y niñas el derecho a la educación. Y desde 2005 las mujeres han podido participar en política. Pero la influencia del patriarcado sigue siendo fuerte. La socialización y la movilidad de las niñas fuera del hogar siguen siendo limitadas, en particular después de la pubertad. Para colmo, después de casi dos décadas de intervención estadounidense, la insurgencia de los talibanes es más fuerte que nunca. Los ataques contra escuelas femeninas están nuevamente en aumento. Y ahora que Estados Unidos canceló las conversaciones de paz, el futuro político de Afganistán se ve incierto.

Para comprender lo que está en juego, debemos analizar los importantes logros obtenidos desde 2001. En un estudio reciente del que soy coautor con Md. Abdul Alim y M. Anowar Hossain de BRAC International, hallamos que después de la caída de los talibanes, hubo en Afganistán un marcado aumento de las tasas brutas de escolarización primaria y secundaria. Entre 2001 y 2013, la cantidad total de escuelas en funcionamiento en el país pasó de alrededor de 3500 a 14 600, y la tasa femenina promedio de finalización de la escuela primaria aumentó de 47% a 52%. En 2015, la relación entre las tasas femenina y masculina de escolarización primaria y secundaria había aumentado a 69% y 56%, respectivamente.

Aun así, las tasas de participación y permanencia siguen siendo bajas según criterios internacionales. La tasa de escolarización femenina se reduce de 39% en primer grado a 35% en noveno (cuando termina el ciclo secundario inferior), con una marcada caída al final del ciclo primario (sexto grado). Para explicar estas cifras, el gobierno afgano señala una escasez continua de escuelas para niñas, de maestras cualificadas y de recursos para las escuelas que ya hay.

Pero también hallamos que otra razón de las bajas tasas de escolarización y permanencia puede ser la mala calidad de la educación. Las niñas afganas escolarizadas tampoco aprenden mucho. Entre las niñas de cuarto a noveno, el paso de la primaria a la secundaria casi no produce mejoras en conocimiento matemático básico; y un análisis del desempeño en fluidez de la lectura oral y comprensión lectora obtiene resultados similares. Estos hallazgos coinciden con los de un estudio anterior en el nivel nacional, que concluyó que sólo el 43% de una muestra de niños de tercer grado comprende lo que lee.
Estos datos pueden ser importantes para comprender el desafío educativo general que enfrenta Afganistán. Hoy hay unos 3,7 millones de menores no escolarizados, en su mayoría niñas. Pero las reformas para aumentar las tasas de escolarización pueden fracasar si una de las principales razones por las que los padres prefieren que sus hijas se queden en casa (o entregarlas en matrimonio) es la mala calidad de la educación.
La crisis del aprendizaje, por cierto, no es exclusiva de las escuelas públicas afganas. Falencias similares pueden hallarse en Bangladesh y en la India. Pero estos países, al menos, hicieron mucho más progreso en lo referido a la escolarización de las niñas. En el Afganistán postalibán, la educación de las niñas todavía no es una prioridad de toda la sociedad, en particular porque grupos religiosos conservadores siguen oponiéndole firme resistencia en principio.

En términos generales, los organismos de ayuda y sus socios para el desarrollo no se equivocaron al concentrarse en ayudar a los gobiernos de estados frágiles, como Afganistán, a construir más escuelas e invertir en la educación de las niñas. Como señala Gordon Brown, enviado especial de Naciones Unidas para la educación mundial, “la escolarización de las niñas es el modo más eficaz de ponerlas a salvo de la explotación, el trabajo forzado, el tráfico de personas y el matrimonio infantil”.

Pero los esfuerzos en pos de la educación universal fracasarán si la escolarización no se traduce en habilidades matemáticas y de alfabetización básicas. Para hacer frente a la crisis del aprendizaje en muchos países en desarrollo, los gobiernos y los organismos de ayuda deben buscar más oportunidades de crear alianzas estratégicas con proveedores no estatales. En Bangladesh, por ejemplo, las escuelas dirigidas por BRAC emplean a docentes mujeres (lo cual es clave para aumentar la escolarización de las niñas) y superan a las escuelas públicas en términos de resultados de aprendizaje.

Felizmente, el gobierno afgano comenzó a aceptar modelos innovadores de ONG como el programa educativo comunitario de BRAC. Pero la escasez de maestras cualificadas hará difícil o imposible un aumento de escala de esos esfuerzos. Las mujeres sólo son la tercera parte del personal docente en las escuelas primarias y secundarias afganas, lo que se debe en parte a una tasa de alfabetismo femenino extremadamente baja. Y como hemos visto, la mala calidad de la educación en las escuelas actuales puede impedir la formación de la próxima generación de maestras.

No hace falta decir que el apoyo internacional a la educación en Afganistán debe continuar. Pero en vista de lo extremadamente superficial del aprendizaje (poco aprendizaje por grado) en las escuelas femeninas estatales, también hay que prestar atención a fortalecer la capacidad estatal en el sector educativo. Sólo haciendo las inversiones necesarias para mejorar la calidad de la educación podemos poner fin al círculo vicioso intergeneracional del analfabetismo en Afganistán, por no hablar de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible dentro del plazo fijado en 2030.
Traducción: Esteban Flamini

M Niaz Asadullah es profesor de Economía del Desarrollo en la Universidad de Malaya en Kuala Lumpur y director del grupo para el sudeste de Asia en la Global Labor Organization.

Copyright: Project Syndicate, 2019.


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28 de Noviembre del 2019





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