La evolución es una idea poderosa. Pero sobre todo es una
idea inteligente. En efecto, si no evolucionamos, no podremos devolverles a
nuestros países, la vitalidad y dinamismo, que sus economías necesitan.
Ahora bien, la economía es un sistema. Pero no se trata
de cualquier sistema. La economía es un sistema complejo. Una rueda o una
palanca son sistemas simples – tienen pocos elementos -. Un avión o un barco
son sistemas complicados – tienen muchos elementos -. Sin embargo, tanto en los
sistemas simples como en los complicados, “el todo nunca es mayor que la suma
de sus partes”. Y aquí radica la diferencia fundamental. En los sistemas
complejos, los elementos interactúan de tal modo que generan lo que se denomina
“propiedades emergentes”. En sistemas así, “el todo siempre es mayor que la
suma de sus partes”. Y esto lo cambia todo.
El agua es un sistema complejo. Aunque nos sumergiéramos
en ella solo encontraríamos oxígeno e hidrógeno. Lo mismo ocurre con nuestro
cerebro. La conciencia es una propiedad emergente de ese sistema, por eso no
vamos a hallarla en ninguna neurona en particular. Las propiedades emergentes
de un sistema complejo no tienen que ver con los elementos del sistema, sino
con su relación, con su modo particular de interactuar en conjunto.
Siguiendo a Murray Gell – Mann, en un sistema complejo,
las interacciones no son fijas sino dinámicas y penetrantes (pueden alterar el
estado inicial de los elementos del sistema) no-lineales (pequeñas causas
pueden determinar grandes efectos) recursivas (el sistema se retroalimenta,
positiva o negativamente, potenciando sus componentes o inhibiéndolos) y
abiertas (el sistema interactúa con su entorno, determinando su reorganización
o adaptación).
La clave con este tipo de sistemas pasa por salvaguardar
la particular interacción que existe entre cada una de sus partes, de tal modo
de proteger sus propiedades emergentes. Si dañamos el cerebro, la conciencia
desaparece. Si alteramos su química, el agua desaparece. Lo mismo ocurre con
una economía. Si un Gobierno no actúa del modo en que debe actuar; si no
respeta la naturaleza compleja del sistema económico y no actúa en línea con
ella, entonces sus propiedades emergentes se pierden.
¿Cómo debe comportarse entonces un Gobierno frente a un
sistema complejo como la economía para que sus propiedades emergentes –
competitividad y empleo – no se pierdan?
Un sistema complejo oscila entre dos extremos: orden y
caos. Si existe demasiado orden (demasiada rigidez y regulación) el sistema
pierde dinamismo y capacidad de adaptación. Si no existe ningún orden, el
sistema se dispersa en la condición de su entorno, pierde identidad y se
descompone. En sus extremos todo sistema complejo es débil porque pierde sus
propiedades emergentes (por falta de dinamismo o por descomposición) ¿Cuáles
son entonces los mecanismos a través de los cuales un sistema complejo puede
mantenerse en una condición de vitalidad y crecimiento? Aquellos que le
permitan funcionar en un estado de equilibrio dinámico denominado “criticalidad
auto-organizada”. Este punto crítico constituye la condición óptima del sistema
porque favorece su complejidad, alejándolo de sus extremos.
Mi crítica al Estatismo es que no termina de entender la
naturaleza compleja del sistema económico, y por lo mismo, no actúa en línea con
ella. De ese modo destruye sus propiedades emergentes, desquiciándolo y
sacándolo permanentemente de su óptimo. El Estatismo perjudica la
complejidad del sistema de dos formas: a través de su concentración y a través
de su centralización. El Estatismo conduce a la concentración porque no
entiende que la riqueza se crea – de ese modo convierte a la economía en un
juego de suma cero-. El estatismo genera déficits que luego intentará solventar
a través de endeudamiento, impuestos y tarifas públicas – ahogando al sector
productivo y haciéndole perder rentabilidad y competitividad -. Como todos los
recursos están dedicados a un solo “atractor”, el sistema pierde dinamismo y
vitalidad, comienza a moverse más lento (desempleo, desinversión, caída de las
exportaciones) afectando dramáticamente su capacidad de adaptación al entorno.
Si la concentración le resta vitalidad y dinamismo al
sistema, la centralización le resta diversidad. La centralización imposibilita
el desarrollo integral al circunscribirlo a las grandes capitales impidiendo
que sus frutos lleguen a todos. Asimismo, limita la calidad del crecimiento y
consolida la primarización – la inversión privada (nacional o extranjera)
al carecer de las condiciones estructurales para instalarse en el interior no
puede sino concentrarse en las materias primas -.
La descentralización de la economía rompe este círculo
vicioso pero depende necesariamente de la descentralización de la obra pública.
Si la inversión privada se descentraliza, porque ahora cuenta con las
condiciones necesarias para instalarse de forma óptima, entonces los frutos del
desarrollo (fundamentalmente el empleo) se distribuirán, abriéndose nuevas
posibilidades de inversión que incluyan la agregación de valor y nos alejen de
la primarización.
La diversidad de agentes y la descentralización de la
estructura son claves para revertir la concentración y la centralización del
sistema permitiendo que éste recupere su complejidad, pueda adaptarse a los
cambios del entorno, fortalecerse (aumentando el peso de sus conexiones) y
evolucionar.
Si el Mercado es un termómetro, el Estado es un
termostato. Un termostato se ajusta en función de la temperatura que marca el
termómetro (regla fiscal y tarifas competitivas). Del mismo modo, el Estado no
es una brújula – con un solo rumbo ideológico- sino un GPS que va trazando las
mejores trayectorias en función de los objetivos que le va indicando la
sociedad y el mercado (políticas sociales e inserción internacional).
Necesitamos un Estado inteligente que se organice de forma óptima para actuar
en un mundo complejo. No un Estado torpe y unidireccional que actúa sin medir
las consecuencias socio-económicas de sus actos porque no termina de entender
la complejidad del mundo en que vive.
Polis
Digalo Ahi digital
29 de Noviembre del 2019
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