miércoles, 20 de noviembre de 2019

Educación 1999-2019: De la esperanza a la frustración - Prof. Aurora Lacueva





Presento este papel de trabajo para el grupo de Miradas Múltiples de Mérida y siguiendo la amable solicitud del profesor Pedro J. Rivas, y esperando que en algo pueda contribuir al debate que él y otros universitarios vienen  desarrollando sobre temas educativos y de política social en general. No es una consideración completa de las políticas educativas de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, ni aspira a serlo. Apenas me detengo en algunos de los temas relevantes, realizando una consideración somera de cada uno de ellos.


El discurso

Hugo Chávez era un propagandista de la educación: resultaba frecuente en sus discursos la referencia a su valor para el desarrollo de cada persona y para el avance de un país. Cuando hablaba en público con las niñas y los niños les preguntaba sobre sus estudios, su escuela y su asignatura favorita. Cuando interactuaba con adultos (obreros de una fábrica, amas de casa, soldados…) con frecuencia les instaba a seguir estudiando. Esta insistencia seguramente tuvo sus efectos sobre mucha gente.

Por otra parte, a menudo su discurso educaba. La historia de Venezuela cobraba vida en sus intervenciones públicas. Y era usual su referencia a libros que había leído o estaba leyendo y a ideas importantes contenidas en ellos, incluyendo obras de economía, política, filosofía e historia, así como novelas cuya trama en algo tocaba nuestras vidas, y las vidas de muchos otros en el mundo: Doña Bárbara o Los Miserables, por ejemplo. Pueden mencionarse también las poesías que recitaba de memoria. Incluso las matemáticas se hacían amigables en sus explicaciones de aspectos económicos o sociales, y era común su alusión a estadísticas en las más diversas áreas, presentadas con el apoyo de tablas y gráficos. Como militar y luego como político, había recorrido buena parte de las regiones del país y gustaba de contar anécdotas sobre diversos lugares, sus paisajes y sus gentes. Así mismo, utilizaba mapas para mostrar la ubicación y ámbito de influencia de iniciativas que se encontraban en planificación o desarrollo.

Día tras día, este tipo de discurso va dejando su huella positiva. No afirmo que sus intervenciones estuvieran siempre libres de crítica en cuanto a su valor formativo. Tampoco aspiro a que sus seguidores hayan de seguir fielmente su modelo, pues el estilo de un líder carismático no debe tratar de imitarse. Pero sí es de lamentar que el énfasis educador y estimulador de la educación se ha perdido.

Por una parte, como retomaré de seguidas, la información sobre la gestión de gobierno está a menudo ausente. Y cuando aparece resulta difícil de creer. Por ejemplo, en esta Venezuela de industrias cerradas o trabajando a un 30% de su capacidad, en esta Venezuela del bachaqueo y el rebusque, se nos dice que el desempleo es mínimo. Por otra, el discurso tiende a esconder o falsear las responsabilidades en los problemas, y todo lo malo es culpa de otros -sin que desconozcamos las muy perjudiciales acciones del gobierno de Estados Unidos, especialmente a partir de agosto de 2017-. Un rasgo negativo adicional es referirse de manera despectiva hacia los oponentes políticos basándose en características personales suyas, reales o supuestas: su edad, algún rasgo físico, su afición al alcohol, su orientación sexual, entre otras.

El acceso a la información

Tradicionalmente, la Memoria y Cuenta del Ministerio de Educación podía consultarse como impreso en bibliotecas especializadas. Luego, en los primeros años de Chávez recuerdo haber accedido también a ella de modo fácil y rápido a través de la ciberpágina de la institución ministerial. Posteriormente la sacaron de allí, pero si se iba a la biblioteca del ente rector con una memoria portátil o pen drive se obtenía una copia sin costo alguno. También la ciberpágina del Instituto Nacional de Estadística ofrecía un buen resumen de los principales datos sobre educación, bastante actualizados. Ahora, lo que priva es el misterio. 

Las estadísticas se consiguen por los “caminos verdes”, si se dispone de los contactos, el tiempo y hasta a veces, según me cuentan, el dinero para ello. Esta dificultad para obtener información oficial oportuna y veraz es contraria a la democracia participativa y protagónica plasmada en nuestra Constitución. Escuché hace unos meses a un ministro –no quiero mencionar su nombre- decir que no  podían publicar datos “para que no cayeran en manos del enemigo” (¡!). Dudo que negar información a la ciudadanía venezolana impida a los servicios de inteligencia de las grandes potencias saber lo que está pasando aquí en las áreas que a ellos más les interesan.

La matrícula y la asistencia

A partir de 1999 se dio una fuerte expansión matricular en Educación Inicial (3 a 5 años) y Educación Media. Las estadísticas oficiales señalan avances notables, de 25 puntos y más. En el nivel Primario el cambio fue menor, pues ya allí la cobertura era alta al inicio del período, cercana al 90% de la población en edad de cursarlo. Igual hubo progresos de 5 o 6 puntos.

Los indicadores reflejan mejoras en el servicio educativo a lo largo de este tiempo: disminuyeron la extra-edad, la deserción y la repitencia. La bonanza económica impactó a las familias y favoreció la permanencia en la escuela. Pero también hubo medidas específicas, como la prohibición del cobro de “contribuciones” para inscribir alumnos, así como el Programa de Alimentación Escolar (PAE), con su desayuno, almuerzo y merienda, además del reparto de uniformes y útiles.

Puede criticarse que en ocasiones querer bajar la repitencia ha venido a significar que nadie puede resultar aplazado, cosa que a mediano plazo resulta contraproducente. Lo que debe proceder es, no unos remedios de última hora al final del año escolar y una nota regalada, sino el seguimiento cuidadoso a la marcha de cada estudiante desde los primeros meses de clase, con acciones constantes, eficaces y oportunas (material auto-educativo, grupos de apoyo extra-clase, maestros voluntarios de la comunidad, atención de preparadores, entre otras).

Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida ENCOVI 2018, en los últimos tres años (2016-2018) la asistencia escolar de la población de 3 a 5 años se ha mantenido estable, sin crecer más, y en alrededor de un 70%. Igual sucedió con la de 6 a 11 años, pero aquí la asistencia es de un buen 98%. Para los adolescentes de 12 a 17 años hay una ligera baja, de 88% en 2016 a 85% en 2018. Y donde se aprecia mayor cambio es en los jóvenes de 18 a 24 años: un descenso de 48% a 35% en su asistencia a alguna institución educativa.

Resulta muy probable que la crisis económica que vivimos y que se acentuó a partir del año pasado haya impactado aún más a la matrícula y prosecución escolares del 2019. Con frecuencia, escuchamos a docentes reportar disminución del número de asistentes por sección, tanto en escuelas oficiales como privadas. Y todos sabemos de estudiantes que se fueron del país con sus familias, y de jovencitos que dejaron las aulas para ponerse a trabajar, o a cuidar a sus hermanitos. También, el funcionamiento del Programa de Alimentación Escolar ha sido irregular, afectando su impacto.

Sin embargo, dadas las dimensiones de la caída económica, la reducción hasta 2018 en la asistencia escolar de los alumnos y alumnas de 3 a 17 años resulta pequeña. Y en cuanto al PAE, en las últimas semanas se han producido acuerdos del gobierno nacional con el UNICEF y la FAO para reforzarlo. Considero importante, en esta profunda crisis, acudir como en este caso se ha hecho a instituciones internacionales de las que Venezuela es miembro, a fin de obtener apoyo técnico y financiero que permita mantener o al menos no dañar demasiado las principales iniciativas que resguardan el derecho a la salud y el derecho a la educación de nuestra población infantil. Es una política que debería extenderse.

 Agrego que en situación de crisis inicialmente la matrícula oficial puede hasta subir, porque muchas familias se ven forzadas a sacar a sus niños de la educación privada y a inscribirlos en la pública. De hecho, eso muestran los datos de ENCOVI 2018. Y es que en Venezuela a lo largo del período considerado no cambió algo muy tradicional: en cuanto una familia mejora un poco su situación económica trata de sacar a sus hijos de la educación pública hacia la privada, pues estiman –con razón- que en la segunda se pierde menos tiempo, hay más supervisión y los locales y recursos están mejor cuidados. Lo contrario sucede cuando la economía empeora.

Según ENCOVI 2018, solamente la mitad del estudiantado asiste regularmente a su institución educativa. El resto reporta perder clases por: falta de comida en el hogar o el plantel, fallas del servicio de agua, fallas del servicio eléctrico, inasistencia o huelga del personal, falta de transporte, y otros factores menos destacados.

Sin resolución de la actual situación político-económica no parece posible superar los problemas de estancamiento o retroceso matricular y de pérdida de clases en la Educación Básica Obligatoria. Se trata de algo muy prioritario, de gran impacto personal y social.

La escuela de jornada completa

Pronto, se planteó en el gobierno de Chávez avanzar hacia la escuela, el liceo y el pre-escolar de jornada completa. Habría de eliminarse el doble turno, ofreciendo al estudiantado la posibilidad de un horario más adecuado, que ni empezara muy temprano ni terminara muy tarde, junto a –lo más importante- mayor número de horas de clase diarias, actividades adicionales enriquecedoras, comida asegurada y, en conjunto, la posibilidad de estar de lunes a viernes en su plantel como su “segunda casa”: un lugar para aprender, compartir, recrearse, hacer deporte, explorar iniciativas… Una opción mucho mejor que estar frente a un televisor o un videojuego, o en la calle.

Al principio, cada año nos sorprendía el aumento del número de escuelas bolivarianas, como se llamó a este modelo de escuela de jornada completa. También se empezó a transitar la ruta del liceo bolivariano, con sus profesores mayoritariamente fijos, en vez de los docentes por horas que saltan de liceo a liceo y no pueden dedicarle suficiente tiempo a sus diversos grupos de alumnos. Pero el esfuerzo empezó a perder impulso. Hoy, ¿qué pasó con estas propuestas? ¿Quedan planteles de tales características? Porque en algún punto se empezó a contar como bolivarianas simplemente a escuelas que ofrecían almuerzo.

La eliminación del doble turno y el funcionamiento a jornada completa de escuelas, diríamos, enriquecidas, con su personal permanente, sus recursos diversificados y sus actividades enriquecidas, queda como un objetivo no cumplido, que sería urgente retomar.

Los libros de texto

Me permito extenderme más en este punto dado que participé en la acción considerada, como autora y revisora en el área de Ciencias Naturales de Educación Media.
Hacia 2010, el gobierno del presidente Chávez tomó la iniciativa de producir y distribuir libros de texto gratuitos para el estudiantado de las escuelas oficiales y las privadas subsidiadas. Es así como en un par de años se tuvieron listos manuales escolares para alumnas y alumnos de toda la Educación Básica, manuales que recibieron el nombre de “Colección Bicentenario”, por haber aparecido en 2011 los primeros títulos.

En el nivel Primario, tradicionalmente el alumnado trabaja con un compendio de todas las áreas llamado “enciclopedia escolar”. En ese tipo de obra cada tema recibe un tratamiento muy somero, puesto que en un solo libro se incluyen todos los temas de todas las asignaturas. En el caso de la Colección Bicentenario de ese nivel se produjeron libros por asignatura, de modo que cada niña o niño empezó a recibir no uno sino cuatro libros, escritos por especialistas de las áreas respectivas: libros de adecuada extensión, con abundantes ilustraciones y mucho colorido. Sobre ellos se desencadenó una virulenta campaña de sectores de oposición, acusándolos de ser “ideologizantes”.

Al respecto hay que tener en cuenta que, en primer lugar, lo más importante de estos libros no era siquiera su contenido sino el hecho de que con ellos el Estado venezolano se comprometía a asegurar el acceso gratuito al texto escolar para cada niña o niño de este país. Esta era una deuda que estaba pendiente. Cuántos estudiantes de los sectores populares sólo disponían usualmente, como única obra de consulta y estudio, de la limitada enciclopedia escolar más barata. E incluso cuántos ni siquiera podían acceder a ese recurso y su único material de estudio eran los apuntes que lograban tomar en su cuaderno.

En segundo lugar, lo de ideologizantes es muy discutible. Los libros de Ciencias Naturales carecen de alusiones que puedan considerarse adoctrinamiento. El único ejemplo que se pudo encontrar y que todavía se cita como “prueba” es una frase donde una atolondrada autora defiende la empanada con jugo de frutas como un desayuno más sano que… ¡el cereal con leche!, que ella considera una moda extranjerizante. Por su parte, los libros de Castellano tienen un enfoque muy positivo y científicamente sustentado de la enseñanza de la lengua, y recogen hermosos textos literarios de muy diversos autores, adecuados a la edad de sus lectoras y lectores. Los textos de Sociales son novedosos; por ejemplo, presentan documentos escritos y gráficos no solo de personalidades reconocidas sino también de gentes del común, que vivieron en otras épocas y dejaron sus testimonios. Y consideran eventos en otros libros poco mencionados, como las grandes huelgas de la clase trabajadora venezolana. Las autoras apoyaban al presidente Chávez, y cuando hablan de su gobierno lo hacen resaltando lo positivo. La solución no es que ellas finjan una neutralidad imposible, sino que en el aula no se trabaje solo con un texto, sino que haya una biblioteca de aula y una biblioteca escolar con muchos, muchos libros, escritos por autores muy diversos (siempre bajo el respeto a los grandes valores constitucionales: no pueden admitirse libros racistas, por ejemplo).

Lo que pasa es que para la mayoría de los críticos que hemos escuchado las ideas que ellos sustentan (sobre la sociedad, la justicia, la economía, lo posible…) son “la verdad” y las ideas de los demás son “ideología”.

Los libros de Matemáticas sí estimo que cayeron en el error de hacer propaganda a favor del gobierno, algo innecesario y poco efectivo, y que hace perder calidad a la obra. Estos textos evidencian un positivo esfuerzo por salir de la Matemática de definiciones, procedimientos y ejercicios y llegar a una enseñanza contextualizada, donde la disciplina se aprecie “viva”, aplicada a entender el mundo en que vivimos y a resolver problemáticas del mismo. (Recuerdo el título de una lección de Primaria: “Dulcitos criollos”, con una historia de una abuela y sus nietos haciendo dulcitos, y la matemática incorporada en tal actividad). 

Pero, lamentablemente, abundan los comentarios elogiosos sobre iniciativas gubernamentales del momento, que hoy día cuando se leen resultan incluso contraproducentes. Así, nos dicen que el gobierno nacional ha puesto un excelente alumbrado en las calles de nuestras ciudades, y resulta que las mismas están actualmente a oscuras. O nos hablan de lo bueno que es comprar en los Mercal y Bicentenario, expendios de alimentos hundidos más tarde por la corrupción. Para informar (y promocionar) sobre el día a día de las políticas gubernamentales existe el Ministerio de Comunicación, no hace falta poner a los textos escolares en esa tarea. Los textos lo que deben defender y “publicitar” son los grandes valores de nuestra Constitución: la democracia, la justicia, la igualdad, la soberanía…, invitando al estudiantado a investigar en su contexto qué tan bien funcionan el alumbrado público o los expendios de alimentos, etcétera.

En general, la calidad pedagógica de los libros de la colección Bicentenario en cuanto a sus explicaciones, ilustraciones y actividades varía de mediana a buena. Quizás sea mejor en Primaria que en Educación Media. En este último nivel la longitud y complejidad de los escritos aumenta, todo resulta más difícil para los autores, y la presión de tiempo jugó en contra. Porque había una enorme urgencia de las autoridades del Ministerio por cumplirle al presidente Chávez: se necesitaba que todos los libros de todas las áreas, de Primero a Quinto Año de Educación Media, estuvieran listos en apenas unos meses.

Hablaré de los textos de Ciencias Naturales, con los cuales trabajé: había, en general, un buen equipo de autores y se podría haber hecho algo mejor si se hubiera dividido la tarea en dos etapas. Es decir, los libros de Primero a Tercer Año en un primer año y al siguiente los libros de Cuarto y Quinto. Pero no hubo manera. El argumento: “Los tiempos políticos son diferentes a los tiempos técnicos”. Esta frasecita se oye con frecuencia entre autoridades gubernamentales, y con ella justifican la falta de planificación, los corre-corre, las insuficientes respuestas de última hora y la oferta engañosa a un pueblo expectante.
Se entiende que en caso de una emergencia hay que generar soluciones rápidas aunque no sean óptimas. Pero los libros no eran nada de vida o muerte y podían realizarse de manera más pausada y cuidadosa, lo que al final hubiera resultado mejor. El gobierno podía haber impactado favorablemente a la población con solo repartir los manuales correspondientes a los primeros tres años y ofrecer los siguientes para el próximo período escolar. No se admitió esta salida. Así, la calidad de algunos capítulos no es tan buena como la de otros y hay muchos errores y erratas que no se corrigieron, tanto en texto como en gráfica. En todo caso, podrían haberse corregido al año siguiente… o al otro, pero no hubo interés en ello de parte de las autoridades: ya la tarea estaba cumplida, y ahora “ellos estaban en otra cosa”, como me explicó una profesora ante mi ingenuidad. Insistí con varios funcionarios, ofreciendo las correcciones que por propia iniciativa realicé a toda la serie, pero no obtuve respuesta. Cuando por fin uno se interesó, lo cambiaron a los pocos días. Me detengo en este asunto porque lo conozco directamente, y es ilustrativo de una forma de asumir las tareas de gobierno que al final ha contribuido al fracaso que sufrimos: una buena idea no logra materializarse de modo satisfactorio, por falta de realismo, constancia y seriedad en quienes dirigen su cumplimiento.

Lamentablemente, en los últimos años los libros de Bicentenario no se han seguido entregando impresos sino solo en versión digital.

Aunque los textos de la Colección Bicentenario hubieran sido bien corregidos antes de su primera publicación, debería haberse pautado su revisión luego de un tiempo prudencial. Ya han pasado ocho años desde la salida de los libros de Primaria, sería momento oportuno para actualizarlos y mejorarlos, con todo lo que se pudiera haber aprendido a partir de su aplicación. Hasta en medio de esta economía quebrada podría hacerse, porque es un trabajo barato (comparemos con el costo de poner a funcionar de nuevo una fábrica o una finca abandonadas, para no hablar de un pozo petrolero). No se ha hecho ni se ha planteado hacerlo.

Sin embargo, y a pesar de todo, allí están los libros: de todas las áreas principales y para todos los grados, completamente gratuitos. Si queremos buena educación, esta política debe seguir, con todos los ajustes recomendables. Debe enriquecerse, además. No basta con el libro de texto, respuesta pedagógicamente precaria: requerimos la biblioteca escolar con miles de títulos. Universidades de América Latina podrían formar consorcios para producir series de buenos libros para niñas, niños y adolescentes, de variados temas: historia de la región, ecosistemas del continente, creaciones de nuestros artistas plásticos, logros de nuestros científicos y nuestras científicas, cuentos tradicionales de diversos países, entre muchas otras posibilidades. Tanto el impreso como el digital deberían estar disponibles. Hasta juguetes y juegos educativos podríamos producir en conjunto.

Las computadoras Canaima

Emparejadas con los libros de la Colección Bicentenario, las computadoras Canaima son otro excelente recurso para la educación de niñas, niños y adolescentes. Hasta hace pocos años, el programa se fue ampliando, alcanzando a más de seis millones de escolares. No cuento con información de los últimos tiempos, excepto que al inicio del presente año escolar se anunció su “relanzamiento” pues se admitió estancado, pero no ha habido comunicaciones oficiales posteriores al respecto.

Años atrás, los planes gubernamentales incluían una fuerte ampliación del acceso a Internet en el país, mas las serias dificultades económicas han limitado este propósito. Ello afecta, por supuesto, el impacto formativo del programa. Hay que ver lo que significaría tener hoy a todo el estudiantado de los planteles oficiales y subvencionados disfrutando de computadoras personales funcionales y con acceso a Internet, como se había pensado. 

Cualquiera que haya utilizado una computadora con servicio de Internet comprende las inmensas posibilidades que ello implica: para acceder a la más variada información escrita, gráfica y audiovisual, para escribir, para realizar cálculos, hacer tablas y gráficos, elaborar presentaciones, comunicarse con otros… Hace tiempo vi a una familia de madre, abuela, jóvenes y niños pasear por un parque y sacar con alegría su “canaimita” a fin de ¡fotografiar a una pereza! Porque esa es otra cara del programa: la computadora no se queda en la escuela sino que llega al hogar y permite que diversos miembros del mismo accedan al disfrute de esta tecnología. Claro que en algunos casos se le dará un mal uso, pero debe ser parte de la iniciativa ir educando a los receptores para que cuiden su equipo y no lo destinen solo a banalidades. También es clave que funcionen los servicios de reparación o cambio de equipos defectuosos. En septiembre de 2018 se firmaron acuerdos con una empresa internacional al respecto, ignoro si se ha podido seguir adelante con ellos.

Haría falta un esfuerzo mucho mayor para incluir en las Canaima contenidos propios hechos con calidad. Hasta donde he conocido, sus programas de enseñanza de disciplinas escolares son tradicionales y limitados. Aquí también serían propicias las iniciativas regionales, entre universidades de diversos países de América Latina y el Caribe. Porque la producción de materiales educativos es un campo inmenso para un fértil trabajo conjunto de universidades y otras instituciones, así como de autoras y autores independientes, de los países de la región. Necesitamos generar más libros, videos, ciberpáginas, audios, cursos a distancia, juguetes… de calidad y que se ocupen de nuestra historia, geografía, economía, arte, ciencia, literatura, y tantos otros temas propios. Es angustioso que, en vez de cooperando de esta manera, vemos al liderazgo político del continente envuelto en un enfrentamiento feroz, que destruye nuestros lazos, paraliza nuestras posibilidades de desarrollo económico y sociocultural conjunto, y nos hace a todos más débiles e indefensos.

La educación técnica

Durante la primera gestión de Aristóbulo Istúriz frente al Ministerio de Educación (2001-2007), se planificó el crecimiento de la Educación Técnica Media: nuevas menciones, más locales, mejor dotación, formación de sus docentes, etcétera. La iniciativa permitió la creación o potenciación de planteles de esta naturaleza, bien equipados. Luego de 2013, este desarrollo parece haberse detenido y hasta revertido: tenemos referencias de varias escuelas técnicas que llegaron a estar excelentemente dotadas y que hoy en día carecen de los recursos más básicos. Las afectó el vandalismo, terrible azote de nuestras instituciones educativas que perdura en el tiempo y para el cual no se han logrado implementar medidas efectivas. Las afectó también la falta de mantenimiento y de oportuna reposición de equipos e instrumentos.

Recientemente, la crisis económica ha llevado al gobierno a destacar la necesidad de superar el rentismo petrolero (al parecer, no descubierto como problema sino hasta hoy). Así, se ha vuelto a hablar de las escuelas técnicas, anunciándose al inicio del año escolar 2018-2019 su “relanzamiento”. Pero no se han comunicado acciones concretas al respecto. Se cuenta con unos 290 planteles de este tipo.

Hay una manera de pensar superficial y facilista sobre los temas de la educación y el trabajo productivo: se plantea que una importante causa de que no producimos es que la gente no quiere prepararse para ello, o la escuela no los ha preparado. Así, escuché al gobernador de un importante estado del país -dirigente también del PSUV- quejarse de que, en un acto de reconocimiento que su entidad realizó para las graduandas y los graduandos con mejores promedios de los liceos oficiales de su estado, había conversado con buen número de ellas y ellos y ninguno se proponía estudiar en la universidad carreras relacionadas directamente con la producción de bienes y servicios. Lo que mencionaban era Comunicación Social, Derecho, Medicina… Pero no se percata el gobernador de que quien hoy en Venezuela estudie Química o Ingeniería Industrial o Turismo, luego de graduarse lo tiene bien difícil. Es decir, el problema de la producción no es en primera instancia que no haya la gente formada para ello, sino que se necesita desde el alto gobierno la implementación sostenida en el tiempo de buenas políticas para incentivar la economía productiva: políticas monetarias, financieras, de infraestructura, de seguridad jurídica, de reducción de la delincuencia, de defensa y valorización del trabajo, entre otras. 

Al irse fortaleciendo y multiplicando los emprendimientos, con una oferta de buenos puestos de trabajo, iría creciendo entre los jóvenes el interés por los estudios en las áreas productivas en marcha. El asunto no es tan “espiritual” como creen algunos, sin negar que es útil fomentar desde la escuela una cultura del trabajo.

Las y los docentes

“Trabajo es lo que hay que dar / y su valor al trabajo”, dice la poesía de Andrés Eloy Blanco. Pero en la Venezuela de hoy la hiperinflación ha pulverizado el valor del trabajo, y particularmente grave es el daño que ha hecho al trabajo docente. Las educadoras y los educadores, en especial los de la educación básica oficial y subvencionada, están recibiendo sueldos en extremo insuficientes incluso para cubrir las necesidades más elementales de la vida. Su protección en el área de salud también se ha desmoronado y el acceso a la vivienda propia se ha cerrado. Hay renuncias frecuentes en el magisterio, para laborar en otras ocupaciones o para abandonar el país. En la organización de educación popular Fe y Alegría han señalado recientemente renuncias de un 15% de sus docentes. La carrera ya no resulta atractiva para muchos jóvenes bachilleres y las instituciones formadoras de docentes ven vaciarse sus aulas. ¿Cómo tener buena educación sin maestras y maestros bien formados, bien remunerados y estimulados a trabajar cada día mejor?

Hace poco, una joven profesora de liceo que está cursando una maestría de su especialidad en una universidad pública me decía: “Mis familiares me dicen que me dedique a otra cosa y que para qué sigo estudiando educación, pero yo no quiero dejar mi profesión: esto es lo que yo he querido ser desde niña”. Admirable que siga brillando en ella la llama de su vocación, y que no quiera abandonar la noble profesión del magisterio. No está sola en su empeño, diariamente centenares de miles de maestras y maestros acuden a sus planteles y tratan de cumplir con su labor a pesar de todas las adversidades que los envuelven. ¿Hasta cuándo?

Habíamos esperado otro desarrollo: durante un tiempo, parecía que las escuelas de jornada completa iban a significar un trabajo docente concentrado en un solo lugar, suficientemente compensado, y realizado en mejores condiciones de infraestructura y dotación, incluyendo disfrute de una biblioteca docente. Se planteó incluso por parte del Ministerio de Educación remunerar horas de planificación y de investigación a las educadoras y los educadores, excelente propuesta que lleva a estos profesionales a un nuevo nivel de consideración patronal y a nuevas posibilidades de desarrollo. No ha sido así. Lo que sí se ha mantenido son los Congresos Pedagógicos, iniciativa importante realizada desde los niveles locales hasta el nacional. No los he seguido en los últimos años y no puedo añadir nada más sobre ellos.

Con motivo de la transformación en septiembre pasado de la micromisión Simón Rodríguez en la nueva Universidad del Magisterio Samuel Robinson, el presidente Maduro planteó como una meta nacional “que en este año 2018-2019 avancemos hacia tener la mejor educación que se haya conocido en Venezuela, el mejor sistema educativo, tanto desde el punto de vista cualitativo, de la calidad pedagógica y de los contenidos, como del inclusivo, de la cantidad de estudiantes”, según recoge la ciberpágina del Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria.

Esta meta propuesta desde la máxima magistratura parece desvinculada de la realidad. Llaman la atención, también, los esfuerzos duplicados: mientras las instituciones formadores de docentes ya establecidas enfrentan grandes limitaciones financieras y sus aulas se vacían, incluyendo los posgrados, el gobierno nacional construye una estructura paralela. Notemos que podrían apoyarse en lo que ya existe y agregar ciertos cursos propios -con financiamiento adicional, seguro muchas universidades participarían-; como no se hace, surge la pregunta: ¿se alberga el sueño del control total?

El pensamiento pedagógico y su aplicación

Al revisar las políticas y los documentos del Ministerio del Poder Popular para la Educación desde 1999 hasta hoy, podemos decir que ha faltado la guía continua de un pensamiento pedagógico más profundo, amplio y acorde con la letra y el espíritu de la Constitución Bolivariana. El llamado chavismo se constituyó por una confluencia de corrientes diversas, y esto se aprecia en las acciones ministeriales. Además, no ha sido solo cuestión de diferencias en el marco ideológico de quienes dirigen, sino de oscilaciones grandes en la consistencia de su dominio del campo pedagógico. Sumemos a ello que los cambios de ministro –a pesar de darse dentro del mismo gobierno- a menudo han implicado el abandono de políticas anteriores, perdiéndose la continuidad necesaria para consolidar logros. Y esto sin que siquiera existieran siempre grandes diferencias en sus enfoques.

En todo caso, podría decirse que en ocasiones la base pedagógica ha estado ausente o ha resultado francamente pobre: una mera copia de la educación tradicional solo que dirigida a más gente. Incluso más pobre en sus aspiraciones y su calidad que lo mejor de esa educación tradicional, la cual se suponía debía ser superada en un avance revolucionario.
En otras ocasiones (¿las más?) ha imperado la doctrina del Estado docente, pero asumida de modo autoritario: un esfuerzo de arriba abajo para imponer a todas y todos la manera de pensar del Ministerio. Una hegemonía cultural que no se entiende en el sentido de dialogar y convencer sino de obligar. En esta perspectiva, las y los docentes -sobre todo quienes están en cargos directivos- son los últimos eslabones de una cadena de transmisión movida desde arriba, y deben ser escogidos entre los fieles. Mientras que el estudiantado se asume como una “plastilina” que los jerarcas van a moldear a su gusto: con adoctrinamiento y controles. En la práctica, el modelo cerrado ha tenido sus aperturas. Por ejemplo, el liceísta puede participar en algunas facetas de la vida de su institución, pero en lo político hay pensamiento único y una organización estudiantil dirigida a apoyar al gobierno. En el plan de estudios, este enfoque tiene todo ya pensado desde arriba, y docentes y alumnos no pueden sino cumplir sus rígidas directrices, limitadas y repetitivas.
Por el contrario, durante ciertos lapsos y al menos en ciertas áreas, ha estado más presente un pensamiento socialista democrático, defensor de valores de libertad, igualdad, justicia, participación democrática, dignidad humana… Y estimulador de la reflexión crítica, de la creatividad y de la capacidad de investigación y expresión del estudiantado y el profesorado. Es de lamentar que no haya sido esta la tendencia predominante, con la fuerza noble de una enseñanza libre, activa y abierta, que llega a lo más profundo de quienes la viven y logra una positiva formación.

Algo que comparten las diversas tendencias, menos la primera de las mencionadas, es su gusto por los diseños pedagógicos enrevesados, llenos de escalones y ramificaciones, con nombres pomposos e interminables listados. Este tipo de diseños se hacen difíciles de comprender y aplicar y significan trabajo innecesario para quienes han de guiarse por ellos. Son preferibles los diseños más sencillos, que enfaticen lo fundamental sin agobiar con excesivas ocurrencias de las y los planificadores, y que puedan ser completados por docentes y estudiantes en sus planteles.

Por otra parte, ha hecho falta el seguimiento y la evaluación de las propuestas ministeriales, considerando su impacto educativo y sociocultural: el plan de estudios, las orientaciones evaluativas, los libros de texto, las computadoras, los programas específicos como “Manos a la Siembra”… Se hubiera requerido que las iniciativas fueran sopesadas con cuidado, para irlas afinando o sustituyendo en el tiempo. Pues es negativa la inflexible y acrítica repetición de una propuesta o acción a lo largo de años.

Concluyo este punto destacando que resulta necesaria en nuestro medio educativo una mayor presencia de enfoques pedagógicos bien fundamentados, de carácter comprehensivo, democrático y liberador. Muy distintos tanto de las tendencias imperantes en el capitalismo depredador y deshumanizante como en cualquier “estalinismo tropicalizado del siglo XXI”.

Lo político y lo económico cierran los caminos

Independientemente de lo buenas o no que puedan ser las intenciones del gobierno y de lo acertados o desacertados que resulten sus planes en el campo educativo, lo cierto hoy es que si no se resuelve la crisis política y a partir de ello la económica, no será posible avanzar en educación ni en ninguna otra área. Al contrario, seguiremos en una decadencia que no hará sino acentuarse en los próximos años: matrícula, rendimiento, horas de clase, recursos, locales, docentes, valores... Estamos en una encrucijada de incierta resolución, que puede desembocar en violencia y destrucción generalizadas: terrible desenlace cuya superación sería lenta y traumática. O que puede encajonarse en un adocenamiento y un empobrecimiento crecientes de la sociedad venezolana, que dure mucho tiempo y se traduzca en mayor migración, deterioro institucional, falta de producción, limitaciones en la creación cultural, mayor represión… En fin, en cualquier caso una caída que podría costar hasta cinco o seis décadas remontar. No nos merecemos ninguno de estos destinos, sino una salida pacífica, razonable y democrática hacia nuevos estadios de desarrollo.

Llegamos a esta encrucijada debido a decisiones erróneas e iniciativas perjudiciales, tanto de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro como de los sectores preponderantes de la oposición. No entraré a considerarlas en el presente escrito. Sí añadiré que para destrabar la situación y salir del foso necesitamos hacer oír la voz del soberano. Hay que aprovechar una útil herramienta presente en nuestra Constitución como lo es el referéndum consultivo, y preguntarle a la ciudadanía si está de acuerdo con realizar unas elecciones generales (o, al menos, de Presidencia y Asamblea Legislativa). Previamente, los bandos políticos en pugna necesitan negociar ciertos acuerdos. Para empezar, deben reconocerse mutuamente, pues ambos tienen sus seguidores y su derecho constitucional a existir, actuar y aspirar al poder. También necesitan convenir el nombramiento de un nuevo CNE, en el que todos confíen.

Según lo que decidiera el pueblo soberano en el referéndum, seguiría el gobierno de Nicolás Maduro -plenamente aceptado y libre de sanciones internacionales-, o bien se procedería a las elecciones, donde incluso el mismo Maduro podría participar de ser esa la decisión de su partido. A raíz de las elecciones, conducidas por el nuevo CNE y acompañadas por observadores internacionales aceptados por todos los factores políticos, se retomaría el camino de nuestra democracia. En cualquiera de los dos casos, el gobierno resultante podría así lograr el apoyo interno y externo suficiente a fin de cumplir ciertas acciones imprescindibles, como renegociar la deuda, obtener nuevos financiamientos, atraer mayores inversiones, valorizar al trabajo y sus protagonistas, fortalecer nuestras instituciones, y empezar a consolidar un ambiente de paz, laboriosidad y progreso general.
Venezuela tiene las condiciones para superar esta adversidad que vivimos: la gente dispuesta y capaz de prepararse cada día más, los recursos naturales, la ubicación geográfica, la infraestructura básica, la historia gloriosa… En educación, a pesar de migraciones y deterioros, ahí están las escuelas y universidades, las y los docentes e investigadores, y la juventud expectante y deseosa. Venezuela puede y debe salir de este impasse, no debemos permitir que la ambición y la torpeza nos empujen a un oscuro destino.

G Miradas Multiples


20 de Noviembre del 2019

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