Presento este papel de trabajo para el grupo de Miradas
Múltiples de Mérida y siguiendo la amable solicitud del profesor Pedro J.
Rivas, y esperando que en algo pueda contribuir al debate que él y otros
universitarios vienen desarrollando sobre temas educativos y de
política social en general. No es una consideración completa de las políticas
educativas de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, ni aspira a serlo.
Apenas me detengo en algunos de los temas relevantes, realizando una
consideración somera de cada uno de ellos.
El discurso
Hugo Chávez era un propagandista de la educación:
resultaba frecuente en sus discursos la referencia a su valor para el
desarrollo de cada persona y para el avance de un país. Cuando hablaba en
público con las niñas y los niños les preguntaba sobre sus estudios, su escuela
y su asignatura favorita. Cuando interactuaba con adultos (obreros de una
fábrica, amas de casa, soldados…) con frecuencia les instaba a seguir
estudiando. Esta insistencia seguramente tuvo sus efectos sobre mucha gente.
Por otra parte, a menudo su discurso educaba. La historia
de Venezuela cobraba vida en sus intervenciones públicas. Y era usual su
referencia a libros que había leído o estaba leyendo y a ideas importantes
contenidas en ellos, incluyendo obras de economía, política, filosofía e
historia, así como novelas cuya trama en algo tocaba nuestras vidas, y las
vidas de muchos otros en el mundo: Doña Bárbara o Los Miserables,
por ejemplo. Pueden mencionarse también las poesías que recitaba de memoria.
Incluso las matemáticas se hacían amigables en sus explicaciones de aspectos
económicos o sociales, y era común su alusión a estadísticas en las más
diversas áreas, presentadas con el apoyo de tablas y gráficos. Como militar y
luego como político, había recorrido buena parte de las regiones del país y
gustaba de contar anécdotas sobre diversos lugares, sus paisajes y sus gentes.
Así mismo, utilizaba mapas para mostrar la ubicación y ámbito de influencia de
iniciativas que se encontraban en planificación o desarrollo.
Día tras día, este tipo de discurso va dejando su huella
positiva. No afirmo que sus intervenciones estuvieran siempre libres de crítica
en cuanto a su valor formativo. Tampoco aspiro a que sus seguidores hayan de
seguir fielmente su modelo, pues el estilo de un líder carismático no debe
tratar de imitarse. Pero sí es de lamentar que el énfasis educador y
estimulador de la educación se ha perdido.
Por una parte, como retomaré de seguidas, la información
sobre la gestión de gobierno está a menudo ausente. Y cuando aparece resulta
difícil de creer. Por ejemplo, en esta Venezuela de industrias cerradas o
trabajando a un 30% de su capacidad, en esta Venezuela del bachaqueo y el
rebusque, se nos dice que el desempleo es mínimo. Por otra, el discurso tiende
a esconder o falsear las responsabilidades en los problemas, y todo lo malo es
culpa de otros -sin que desconozcamos las muy perjudiciales acciones del
gobierno de Estados Unidos, especialmente a partir de agosto de 2017-. Un rasgo
negativo adicional es referirse de manera despectiva hacia los oponentes
políticos basándose en características personales suyas, reales o supuestas: su
edad, algún rasgo físico, su afición al alcohol, su orientación sexual, entre
otras.
El acceso a la información
Tradicionalmente, la Memoria y Cuenta del Ministerio de
Educación podía consultarse como impreso en bibliotecas especializadas. Luego,
en los primeros años de Chávez recuerdo haber accedido también a ella de modo
fácil y rápido a través de la ciberpágina de la institución ministerial.
Posteriormente la sacaron de allí, pero si se iba a la biblioteca del ente
rector con una memoria portátil o pen drive se obtenía una copia sin
costo alguno. También la ciberpágina del Instituto Nacional de Estadística
ofrecía un buen resumen de los principales datos sobre educación, bastante
actualizados. Ahora, lo que priva es el misterio.
Las estadísticas se consiguen por los “caminos verdes”,
si se dispone de los contactos, el tiempo y hasta a veces, según me cuentan, el
dinero para ello. Esta dificultad para obtener información oficial oportuna y
veraz es contraria a la democracia participativa y protagónica plasmada en
nuestra Constitución. Escuché hace unos meses a un ministro –no quiero
mencionar su nombre- decir que no podían publicar datos “para que no
cayeran en manos del enemigo” (¡!). Dudo que negar información a la ciudadanía
venezolana impida a los servicios de inteligencia de las grandes potencias saber
lo que está pasando aquí en las áreas que a ellos más les interesan.
La matrícula y la asistencia
A partir de 1999 se dio una fuerte expansión matricular
en Educación Inicial (3 a 5 años) y Educación Media. Las estadísticas oficiales
señalan avances notables, de 25 puntos y más. En el nivel Primario el cambio
fue menor, pues ya allí la cobertura era alta al inicio del período, cercana al
90% de la población en edad de cursarlo. Igual hubo progresos de 5 o 6 puntos.
Los indicadores reflejan mejoras en el servicio educativo
a lo largo de este tiempo: disminuyeron la extra-edad, la deserción y la
repitencia. La bonanza económica impactó a las familias y favoreció la
permanencia en la escuela. Pero también hubo medidas específicas, como la
prohibición del cobro de “contribuciones” para inscribir alumnos, así como el
Programa de Alimentación Escolar (PAE), con su desayuno, almuerzo y merienda,
además del reparto de uniformes y útiles.
Puede criticarse que en ocasiones querer bajar la
repitencia ha venido a significar que nadie puede resultar aplazado, cosa que a
mediano plazo resulta contraproducente. Lo que debe proceder es, no unos
remedios de última hora al final del año escolar y una nota regalada, sino el
seguimiento cuidadoso a la marcha de cada estudiante desde los primeros meses
de clase, con acciones constantes, eficaces y oportunas (material
auto-educativo, grupos de apoyo extra-clase, maestros voluntarios de la
comunidad, atención de preparadores, entre otras).
Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida ENCOVI
2018, en los últimos tres años (2016-2018) la asistencia escolar de la
población de 3 a 5 años se ha mantenido estable, sin crecer más, y en alrededor
de un 70%. Igual sucedió con la de 6 a 11 años, pero aquí la asistencia es de
un buen 98%. Para los adolescentes de 12 a 17 años hay una ligera baja, de 88%
en 2016 a 85% en 2018. Y donde se aprecia mayor cambio es en los jóvenes de 18
a 24 años: un descenso de 48% a 35% en su asistencia a alguna institución
educativa.
Resulta muy probable que la crisis económica que vivimos
y que se acentuó a partir del año pasado haya impactado aún más a la matrícula
y prosecución escolares del 2019. Con frecuencia, escuchamos a docentes
reportar disminución del número de asistentes por sección, tanto en escuelas
oficiales como privadas. Y todos sabemos de estudiantes que se fueron del país
con sus familias, y de jovencitos que dejaron las aulas para ponerse a
trabajar, o a cuidar a sus hermanitos. También, el funcionamiento del Programa
de Alimentación Escolar ha sido irregular, afectando su impacto.
Sin embargo, dadas las dimensiones de la caída económica,
la reducción hasta 2018 en la asistencia escolar de los alumnos y alumnas de 3
a 17 años resulta pequeña. Y en cuanto al PAE, en las últimas semanas se han
producido acuerdos del gobierno nacional con el UNICEF y la FAO para
reforzarlo. Considero importante, en esta profunda crisis, acudir como en este
caso se ha hecho a instituciones internacionales de las que Venezuela es
miembro, a fin de obtener apoyo técnico y financiero que permita mantener o al
menos no dañar demasiado las principales iniciativas que resguardan el derecho
a la salud y el derecho a la educación de nuestra población infantil. Es una
política que debería extenderse.
Agrego que en situación de crisis inicialmente la
matrícula oficial puede hasta subir, porque muchas familias se ven forzadas a
sacar a sus niños de la educación privada y a inscribirlos en la pública. De
hecho, eso muestran los datos de ENCOVI 2018. Y es que en Venezuela a lo largo
del período considerado no cambió algo muy tradicional: en cuanto una familia
mejora un poco su situación económica trata de sacar a sus hijos de la
educación pública hacia la privada, pues estiman –con razón- que en la segunda
se pierde menos tiempo, hay más supervisión y los locales y recursos están
mejor cuidados. Lo contrario sucede cuando la economía empeora.
Según ENCOVI 2018, solamente la mitad del estudiantado
asiste regularmente a su institución educativa. El resto reporta perder clases
por: falta de comida en el hogar o el plantel, fallas del servicio de agua,
fallas del servicio eléctrico, inasistencia o huelga del personal, falta de
transporte, y otros factores menos destacados.
Sin resolución de la actual situación político-económica
no parece posible superar los problemas de estancamiento o retroceso matricular
y de pérdida de clases en la Educación Básica Obligatoria. Se trata de algo muy
prioritario, de gran impacto personal y social.
La escuela de jornada completa
Pronto, se planteó en el gobierno de Chávez avanzar hacia
la escuela, el liceo y el pre-escolar de jornada completa. Habría de eliminarse
el doble turno, ofreciendo al estudiantado la posibilidad de un horario más
adecuado, que ni empezara muy temprano ni terminara muy tarde, junto a –lo más
importante- mayor número de horas de clase diarias, actividades adicionales
enriquecedoras, comida asegurada y, en conjunto, la posibilidad de estar de
lunes a viernes en su plantel como su “segunda casa”: un lugar para aprender,
compartir, recrearse, hacer deporte, explorar iniciativas… Una opción mucho
mejor que estar frente a un televisor o un videojuego, o en la calle.
Al principio, cada año nos sorprendía el aumento del
número de escuelas bolivarianas, como se llamó a este modelo de escuela de
jornada completa. También se empezó a transitar la ruta del liceo bolivariano,
con sus profesores mayoritariamente fijos, en vez de los docentes por horas que
saltan de liceo a liceo y no pueden dedicarle suficiente tiempo a sus diversos
grupos de alumnos. Pero el esfuerzo empezó a perder impulso. Hoy, ¿qué pasó con
estas propuestas? ¿Quedan planteles de tales características? Porque en algún
punto se empezó a contar como bolivarianas simplemente a escuelas que ofrecían
almuerzo.
La eliminación del doble turno y el funcionamiento a
jornada completa de escuelas, diríamos, enriquecidas, con su personal
permanente, sus recursos diversificados y sus actividades enriquecidas, queda
como un objetivo no cumplido, que sería urgente retomar.
Los libros de texto
Me permito extenderme más en este punto dado que
participé en la acción considerada, como autora y revisora en el área de
Ciencias Naturales de Educación Media.
Hacia 2010, el gobierno del presidente Chávez tomó la
iniciativa de producir y distribuir libros de texto gratuitos para el
estudiantado de las escuelas oficiales y las privadas subsidiadas. Es así como
en un par de años se tuvieron listos manuales escolares para alumnas y alumnos
de toda la Educación Básica, manuales que recibieron el nombre de “Colección
Bicentenario”, por haber aparecido en 2011 los primeros títulos.
En el nivel Primario, tradicionalmente el alumnado
trabaja con un compendio de todas las áreas llamado “enciclopedia escolar”. En
ese tipo de obra cada tema recibe un tratamiento muy somero, puesto que en un
solo libro se incluyen todos los temas de todas las asignaturas. En el caso de
la Colección Bicentenario de ese nivel se produjeron libros por asignatura, de
modo que cada niña o niño empezó a recibir no uno sino cuatro libros, escritos
por especialistas de las áreas respectivas: libros de adecuada extensión, con
abundantes ilustraciones y mucho colorido. Sobre ellos se desencadenó una
virulenta campaña de sectores de oposición, acusándolos de ser
“ideologizantes”.
Al respecto hay que tener en cuenta que, en primer lugar,
lo más importante de estos libros no era siquiera su contenido sino el hecho de
que con ellos el Estado venezolano se comprometía a asegurar el acceso gratuito
al texto escolar para cada niña o niño de este país. Esta era una deuda que
estaba pendiente. Cuántos estudiantes de los sectores populares sólo disponían
usualmente, como única obra de consulta y estudio, de la limitada enciclopedia
escolar más barata. E incluso cuántos ni siquiera podían acceder a ese recurso
y su único material de estudio eran los apuntes que lograban tomar en su
cuaderno.
En segundo lugar, lo de ideologizantes es muy discutible.
Los libros de Ciencias Naturales carecen de alusiones que puedan considerarse
adoctrinamiento. El único ejemplo que se pudo encontrar y que todavía se cita
como “prueba” es una frase donde una atolondrada autora defiende la empanada
con jugo de frutas como un desayuno más sano que… ¡el cereal con leche!, que
ella considera una moda extranjerizante. Por su parte, los libros de Castellano
tienen un enfoque muy positivo y científicamente sustentado de la enseñanza de
la lengua, y recogen hermosos textos literarios de muy diversos autores,
adecuados a la edad de sus lectoras y lectores. Los textos de Sociales son
novedosos; por ejemplo, presentan documentos escritos y gráficos no solo de
personalidades reconocidas sino también de gentes del común, que vivieron en
otras épocas y dejaron sus testimonios. Y consideran eventos en otros libros
poco mencionados, como las grandes huelgas de la clase trabajadora venezolana.
Las autoras apoyaban al presidente Chávez, y cuando hablan de su gobierno lo
hacen resaltando lo positivo. La solución no es que ellas finjan una
neutralidad imposible, sino que en el aula no se trabaje solo con un texto,
sino que haya una biblioteca de aula y una biblioteca escolar con muchos,
muchos libros, escritos por autores muy diversos (siempre bajo el respeto a los
grandes valores constitucionales: no pueden admitirse libros racistas, por
ejemplo).
Lo que pasa es que para la mayoría de los críticos que
hemos escuchado las ideas que ellos sustentan (sobre la sociedad, la justicia,
la economía, lo posible…) son “la verdad” y las ideas de los demás son
“ideología”.
Los libros de Matemáticas sí estimo que cayeron en el
error de hacer propaganda a favor del gobierno, algo innecesario y poco
efectivo, y que hace perder calidad a la obra. Estos textos evidencian un
positivo esfuerzo por salir de la Matemática de definiciones, procedimientos y
ejercicios y llegar a una enseñanza contextualizada, donde la disciplina se
aprecie “viva”, aplicada a entender el mundo en que vivimos y a resolver
problemáticas del mismo. (Recuerdo el título de una lección de Primaria:
“Dulcitos criollos”, con una historia de una abuela y sus nietos haciendo
dulcitos, y la matemática incorporada en tal actividad).
Pero, lamentablemente, abundan los comentarios elogiosos
sobre iniciativas gubernamentales del momento, que hoy día cuando se leen
resultan incluso contraproducentes. Así, nos dicen que el gobierno nacional ha
puesto un excelente alumbrado en las calles de nuestras ciudades, y resulta que
las mismas están actualmente a oscuras. O nos hablan de lo bueno que es comprar
en los Mercal y Bicentenario, expendios de alimentos hundidos más tarde por la
corrupción. Para informar (y promocionar) sobre el día a día de las políticas
gubernamentales existe el Ministerio de Comunicación, no hace falta poner a los
textos escolares en esa tarea. Los textos lo que deben defender y “publicitar”
son los grandes valores de nuestra Constitución: la democracia, la justicia, la
igualdad, la soberanía…, invitando al estudiantado a investigar en su contexto
qué tan bien funcionan el alumbrado público o los expendios de alimentos, etcétera.
En general, la calidad pedagógica de los libros de la
colección Bicentenario en cuanto a sus explicaciones, ilustraciones y
actividades varía de mediana a buena. Quizás sea mejor en Primaria que en
Educación Media. En este último nivel la longitud y complejidad de los escritos
aumenta, todo resulta más difícil para los autores, y la presión de tiempo jugó
en contra. Porque había una enorme urgencia de las autoridades del Ministerio
por cumplirle al presidente Chávez: se necesitaba que todos los libros de todas
las áreas, de Primero a Quinto Año de Educación Media, estuvieran listos en
apenas unos meses.
Hablaré de los textos de Ciencias Naturales, con los
cuales trabajé: había, en general, un buen equipo de autores y se podría haber
hecho algo mejor si se hubiera dividido la tarea en dos etapas. Es decir, los
libros de Primero a Tercer Año en un primer año y al siguiente los libros de
Cuarto y Quinto. Pero no hubo manera. El argumento: “Los tiempos políticos son
diferentes a los tiempos técnicos”. Esta frasecita se oye con frecuencia entre
autoridades gubernamentales, y con ella justifican la falta de planificación,
los corre-corre, las insuficientes respuestas de última hora y la oferta
engañosa a un pueblo expectante.
Se entiende que en caso de una emergencia hay que generar
soluciones rápidas aunque no sean óptimas. Pero los libros no eran nada de vida
o muerte y podían realizarse de manera más pausada y cuidadosa, lo que al final
hubiera resultado mejor. El gobierno podía haber impactado favorablemente a la
población con solo repartir los manuales correspondientes a los primeros tres
años y ofrecer los siguientes para el próximo período escolar. No se admitió
esta salida. Así, la calidad de algunos capítulos no es tan buena como la de
otros y hay muchos errores y erratas que no se corrigieron, tanto en texto como
en gráfica. En todo caso, podrían haberse corregido al año siguiente… o al
otro, pero no hubo interés en ello de parte de las autoridades: ya la tarea
estaba cumplida, y ahora “ellos estaban en otra cosa”, como me explicó una
profesora ante mi ingenuidad. Insistí con varios funcionarios, ofreciendo las
correcciones que por propia iniciativa realicé a toda la serie, pero no obtuve
respuesta. Cuando por fin uno se interesó, lo cambiaron a los pocos días. Me
detengo en este asunto porque lo conozco directamente, y es ilustrativo de una
forma de asumir las tareas de gobierno que al final ha contribuido al fracaso
que sufrimos: una buena idea no logra materializarse de modo satisfactorio, por
falta de realismo, constancia y seriedad en quienes dirigen su cumplimiento.
Lamentablemente, en los últimos años los libros de
Bicentenario no se han seguido entregando impresos sino solo en versión
digital.
Aunque los textos de la Colección Bicentenario hubieran
sido bien corregidos antes de su primera publicación, debería haberse pautado
su revisión luego de un tiempo prudencial. Ya han pasado ocho años desde la
salida de los libros de Primaria, sería momento oportuno para actualizarlos y
mejorarlos, con todo lo que se pudiera haber aprendido a partir de su
aplicación. Hasta en medio de esta economía quebrada podría hacerse, porque es
un trabajo barato (comparemos con el costo de poner a funcionar de nuevo una
fábrica o una finca abandonadas, para no hablar de un pozo petrolero). No se ha
hecho ni se ha planteado hacerlo.
Sin embargo, y a pesar de todo, allí están los libros: de
todas las áreas principales y para todos los grados, completamente gratuitos.
Si queremos buena educación, esta política debe seguir, con todos los ajustes
recomendables. Debe enriquecerse, además. No basta con el libro de texto,
respuesta pedagógicamente precaria: requerimos la biblioteca escolar con miles
de títulos. Universidades de América Latina podrían formar consorcios para
producir series de buenos libros para niñas, niños y adolescentes, de variados
temas: historia de la región, ecosistemas del continente, creaciones de
nuestros artistas plásticos, logros de nuestros científicos y nuestras científicas,
cuentos tradicionales de diversos países, entre muchas otras posibilidades.
Tanto el impreso como el digital deberían estar disponibles. Hasta juguetes y
juegos educativos podríamos producir en conjunto.
Las computadoras Canaima
Emparejadas con los libros de la Colección Bicentenario,
las computadoras Canaima son otro excelente recurso para la educación
de niñas, niños y adolescentes. Hasta hace pocos años, el programa se fue
ampliando, alcanzando a más de seis millones de escolares. No cuento con
información de los últimos tiempos, excepto que al inicio del presente año
escolar se anunció su “relanzamiento” pues se admitió estancado, pero no ha
habido comunicaciones oficiales posteriores al respecto.
Años atrás, los planes gubernamentales incluían una
fuerte ampliación del acceso a Internet en el país, mas las serias dificultades
económicas han limitado este propósito. Ello afecta, por supuesto, el impacto
formativo del programa. Hay que ver lo que significaría tener hoy a todo el
estudiantado de los planteles oficiales y subvencionados disfrutando de
computadoras personales funcionales y con acceso a Internet, como se había
pensado.
Cualquiera que haya utilizado una computadora con
servicio de Internet comprende las inmensas posibilidades que ello implica:
para acceder a la más variada información escrita, gráfica y audiovisual, para
escribir, para realizar cálculos, hacer tablas y gráficos, elaborar
presentaciones, comunicarse con otros… Hace tiempo vi a una familia de madre,
abuela, jóvenes y niños pasear por un parque y sacar con alegría su “canaimita”
a fin de ¡fotografiar a una pereza! Porque esa es otra cara del programa: la
computadora no se queda en la escuela sino que llega al hogar y permite que
diversos miembros del mismo accedan al disfrute de esta tecnología. Claro que
en algunos casos se le dará un mal uso, pero debe ser parte de la iniciativa ir
educando a los receptores para que cuiden su equipo y no lo destinen solo a
banalidades. También es clave que funcionen los servicios de reparación o
cambio de equipos defectuosos. En septiembre de 2018 se firmaron acuerdos con
una empresa internacional al respecto, ignoro si se ha podido seguir adelante
con ellos.
Haría falta un esfuerzo mucho mayor para incluir en
las Canaima contenidos propios hechos con calidad. Hasta donde he
conocido, sus programas de enseñanza de disciplinas escolares son tradicionales
y limitados. Aquí también serían propicias las iniciativas regionales, entre
universidades de diversos países de América Latina y el Caribe. Porque la
producción de materiales educativos es un campo inmenso para un fértil trabajo
conjunto de universidades y otras instituciones, así como de autoras y autores
independientes, de los países de la región. Necesitamos generar más libros,
videos, ciberpáginas, audios, cursos a distancia, juguetes… de calidad y que se
ocupen de nuestra historia, geografía, economía, arte, ciencia, literatura, y
tantos otros temas propios. Es angustioso que, en vez de cooperando de esta
manera, vemos al liderazgo político del continente envuelto en un
enfrentamiento feroz, que destruye nuestros lazos, paraliza nuestras
posibilidades de desarrollo económico y sociocultural conjunto, y nos hace a
todos más débiles e indefensos.
La educación técnica
Durante la primera gestión de Aristóbulo Istúriz frente
al Ministerio de Educación (2001-2007), se planificó el crecimiento de la
Educación Técnica Media: nuevas menciones, más locales, mejor dotación,
formación de sus docentes, etcétera. La iniciativa permitió la creación o
potenciación de planteles de esta naturaleza, bien equipados. Luego de 2013,
este desarrollo parece haberse detenido y hasta revertido: tenemos referencias
de varias escuelas técnicas que llegaron a estar excelentemente dotadas y que
hoy en día carecen de los recursos más básicos. Las afectó el vandalismo,
terrible azote de nuestras instituciones educativas que perdura en el tiempo y
para el cual no se han logrado implementar medidas efectivas. Las afectó
también la falta de mantenimiento y de oportuna reposición de equipos e
instrumentos.
Recientemente, la crisis económica ha llevado al gobierno
a destacar la necesidad de superar el rentismo petrolero (al parecer, no
descubierto como problema sino hasta hoy). Así, se ha vuelto a hablar de las
escuelas técnicas, anunciándose al inicio del año escolar 2018-2019 su
“relanzamiento”. Pero no se han comunicado acciones concretas al respecto. Se
cuenta con unos 290 planteles de este tipo.
Hay una manera de pensar superficial y facilista sobre los
temas de la educación y el trabajo productivo: se plantea que una importante
causa de que no producimos es que la gente no quiere prepararse para ello, o la
escuela no los ha preparado. Así, escuché al gobernador de un importante estado
del país -dirigente también del PSUV- quejarse de que, en un acto de
reconocimiento que su entidad realizó para las graduandas y los graduandos con
mejores promedios de los liceos oficiales de su estado, había conversado con
buen número de ellas y ellos y ninguno se proponía estudiar en la universidad
carreras relacionadas directamente con la producción de bienes y servicios. Lo
que mencionaban era Comunicación Social, Derecho, Medicina… Pero no se percata
el gobernador de que quien hoy en Venezuela estudie Química o Ingeniería
Industrial o Turismo, luego de graduarse lo tiene bien difícil. Es decir, el
problema de la producción no es en primera instancia que no haya la gente
formada para ello, sino que se necesita desde el alto gobierno la
implementación sostenida en el tiempo de buenas políticas para incentivar la
economía productiva: políticas monetarias, financieras, de infraestructura, de
seguridad jurídica, de reducción de la delincuencia, de defensa y valorización
del trabajo, entre otras.
Al irse fortaleciendo y multiplicando los
emprendimientos, con una oferta de buenos puestos de trabajo, iría creciendo
entre los jóvenes el interés por los estudios en las áreas productivas en
marcha. El asunto no es tan “espiritual” como creen algunos, sin negar que es
útil fomentar desde la escuela una cultura del trabajo.
Las y los docentes
“Trabajo es lo que hay que dar / y su valor al trabajo”,
dice la poesía de Andrés Eloy Blanco. Pero en la Venezuela de hoy la
hiperinflación ha pulverizado el valor del trabajo, y particularmente grave es
el daño que ha hecho al trabajo docente. Las educadoras y los educadores, en
especial los de la educación básica oficial y subvencionada, están recibiendo
sueldos en extremo insuficientes incluso para cubrir las necesidades más
elementales de la vida. Su protección en el área de salud también se ha
desmoronado y el acceso a la vivienda propia se ha cerrado. Hay renuncias
frecuentes en el magisterio, para laborar en otras ocupaciones o para abandonar
el país. En la organización de educación popular Fe y Alegría han
señalado recientemente renuncias de un 15% de sus docentes. La carrera ya no
resulta atractiva para muchos jóvenes bachilleres y las instituciones
formadoras de docentes ven vaciarse sus aulas. ¿Cómo tener buena educación sin
maestras y maestros bien formados, bien remunerados y estimulados a trabajar
cada día mejor?
Hace poco, una joven profesora de liceo que está cursando
una maestría de su especialidad en una universidad pública me decía: “Mis
familiares me dicen que me dedique a otra cosa y que para qué sigo estudiando
educación, pero yo no quiero dejar mi profesión: esto es lo que yo he querido
ser desde niña”. Admirable que siga brillando en ella la llama de su vocación,
y que no quiera abandonar la noble profesión del magisterio. No está sola en su
empeño, diariamente centenares de miles de maestras y maestros acuden a sus
planteles y tratan de cumplir con su labor a pesar de todas las adversidades
que los envuelven. ¿Hasta cuándo?
Habíamos esperado otro desarrollo: durante un tiempo,
parecía que las escuelas de jornada completa iban a significar un trabajo docente
concentrado en un solo lugar, suficientemente compensado, y realizado en
mejores condiciones de infraestructura y dotación, incluyendo disfrute de una
biblioteca docente. Se planteó incluso por parte del Ministerio de Educación
remunerar horas de planificación y de investigación a las educadoras y los
educadores, excelente propuesta que lleva a estos profesionales a un nuevo
nivel de consideración patronal y a nuevas posibilidades de desarrollo. No ha
sido así. Lo que sí se ha mantenido son los Congresos Pedagógicos, iniciativa
importante realizada desde los niveles locales hasta el nacional. No los he
seguido en los últimos años y no puedo añadir nada más sobre ellos.
Con motivo de la transformación en septiembre pasado de
la micromisión Simón Rodríguez en la nueva Universidad del Magisterio Samuel
Robinson, el presidente Maduro planteó como una meta nacional “que en este
año 2018-2019 avancemos hacia tener la mejor educación que se haya conocido en
Venezuela, el mejor sistema educativo, tanto desde el punto de vista
cualitativo, de la calidad pedagógica y de los contenidos, como del inclusivo,
de la cantidad de estudiantes”, según recoge la ciberpágina del Ministerio del
Poder Popular para la Educación Universitaria.
Esta meta propuesta desde la máxima magistratura parece
desvinculada de la realidad. Llaman la atención, también, los esfuerzos
duplicados: mientras las instituciones formadores de docentes ya establecidas
enfrentan grandes limitaciones financieras y sus aulas se vacían, incluyendo
los posgrados, el gobierno nacional construye una estructura paralela. Notemos
que podrían apoyarse en lo que ya existe y agregar ciertos cursos propios -con
financiamiento adicional, seguro muchas universidades participarían-; como no
se hace, surge la pregunta: ¿se alberga el sueño del control total?
El pensamiento pedagógico y su aplicación
Al revisar las políticas y los documentos del Ministerio
del Poder Popular para la Educación desde 1999 hasta hoy, podemos decir que ha
faltado la guía continua de un pensamiento pedagógico más profundo, amplio y
acorde con la letra y el espíritu de la Constitución Bolivariana. El llamado
chavismo se constituyó por una confluencia de corrientes diversas, y esto se
aprecia en las acciones ministeriales. Además, no ha sido solo cuestión de
diferencias en el marco ideológico de quienes dirigen, sino de oscilaciones
grandes en la consistencia de su dominio del campo pedagógico. Sumemos a ello
que los cambios de ministro –a pesar de darse dentro del mismo gobierno- a
menudo han implicado el abandono de políticas anteriores, perdiéndose la
continuidad necesaria para consolidar logros. Y esto sin que siquiera
existieran siempre grandes diferencias en sus enfoques.
En todo caso, podría decirse que en ocasiones la base
pedagógica ha estado ausente o ha resultado francamente pobre: una mera copia
de la educación tradicional solo que dirigida a más gente. Incluso más pobre en
sus aspiraciones y su calidad que lo mejor de esa educación tradicional, la
cual se suponía debía ser superada en un avance revolucionario.
En otras ocasiones (¿las más?) ha imperado la doctrina
del Estado docente, pero asumida de modo autoritario: un esfuerzo de arriba
abajo para imponer a todas y todos la manera de pensar del Ministerio. Una
hegemonía cultural que no se entiende en el sentido de dialogar y convencer
sino de obligar. En esta perspectiva, las y los docentes -sobre todo quienes
están en cargos directivos- son los últimos eslabones de una cadena de
transmisión movida desde arriba, y deben ser escogidos entre los fieles.
Mientras que el estudiantado se asume como una “plastilina” que los jerarcas
van a moldear a su gusto: con adoctrinamiento y controles. En la práctica, el
modelo cerrado ha tenido sus aperturas. Por ejemplo, el liceísta puede
participar en algunas facetas de la vida de su institución, pero en lo político
hay pensamiento único y una organización estudiantil dirigida a apoyar al
gobierno. En el plan de estudios, este enfoque tiene todo ya pensado desde
arriba, y docentes y alumnos no pueden sino cumplir sus rígidas directrices,
limitadas y repetitivas.
Por el contrario, durante ciertos lapsos y al menos en
ciertas áreas, ha estado más presente un pensamiento socialista democrático,
defensor de valores de libertad, igualdad, justicia, participación democrática,
dignidad humana… Y estimulador de la reflexión crítica, de la creatividad y de
la capacidad de investigación y expresión del estudiantado y el profesorado. Es
de lamentar que no haya sido esta la tendencia predominante, con la fuerza
noble de una enseñanza libre, activa y abierta, que llega a lo más profundo de
quienes la viven y logra una positiva formación.
Algo que comparten las diversas tendencias, menos la
primera de las mencionadas, es su gusto por los diseños pedagógicos
enrevesados, llenos de escalones y ramificaciones, con nombres pomposos e
interminables listados. Este tipo de diseños se hacen difíciles de comprender y
aplicar y significan trabajo innecesario para quienes han de guiarse por ellos.
Son preferibles los diseños más sencillos, que enfaticen lo fundamental sin
agobiar con excesivas ocurrencias de las y los planificadores, y que puedan ser
completados por docentes y estudiantes en sus planteles.
Por otra parte, ha hecho falta el seguimiento y la
evaluación de las propuestas ministeriales, considerando su impacto educativo y
sociocultural: el plan de estudios, las orientaciones evaluativas, los libros
de texto, las computadoras, los programas específicos como “Manos a la
Siembra”… Se hubiera requerido que las iniciativas fueran sopesadas con
cuidado, para irlas afinando o sustituyendo en el tiempo. Pues es negativa la
inflexible y acrítica repetición de una propuesta o acción a lo largo de años.
Concluyo este punto destacando que resulta necesaria en
nuestro medio educativo una mayor presencia de enfoques pedagógicos bien
fundamentados, de carácter comprehensivo, democrático y liberador. Muy
distintos tanto de las tendencias imperantes en el capitalismo depredador y
deshumanizante como en cualquier “estalinismo tropicalizado del siglo XXI”.
Lo político y lo económico cierran los caminos
Independientemente de lo buenas o no que puedan ser las
intenciones del gobierno y de lo acertados o desacertados que resulten sus
planes en el campo educativo, lo cierto hoy es que si no se resuelve la crisis
política y a partir de ello la económica, no será posible avanzar en educación
ni en ninguna otra área. Al contrario, seguiremos en una decadencia que no hará
sino acentuarse en los próximos años: matrícula, rendimiento, horas de clase,
recursos, locales, docentes, valores... Estamos en una encrucijada de incierta
resolución, que puede desembocar en violencia y destrucción generalizadas:
terrible desenlace cuya superación sería lenta y traumática. O que puede
encajonarse en un adocenamiento y un empobrecimiento crecientes de la sociedad
venezolana, que dure mucho tiempo y se traduzca en mayor migración, deterioro
institucional, falta de producción, limitaciones en la creación cultural, mayor
represión… En fin, en cualquier caso una caída que podría costar hasta cinco o
seis décadas remontar. No nos merecemos ninguno de estos destinos, sino una
salida pacífica, razonable y democrática hacia nuevos estadios de desarrollo.
Llegamos a esta encrucijada debido a decisiones erróneas
e iniciativas perjudiciales, tanto de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás
Maduro como de los sectores preponderantes de la oposición. No entraré a
considerarlas en el presente escrito. Sí añadiré que para destrabar la
situación y salir del foso necesitamos hacer oír la voz del soberano. Hay que
aprovechar una útil herramienta presente en nuestra Constitución como lo es el
referéndum consultivo, y preguntarle a la ciudadanía si está de acuerdo con
realizar unas elecciones generales (o, al menos, de Presidencia y Asamblea
Legislativa). Previamente, los bandos políticos en pugna necesitan negociar
ciertos acuerdos. Para empezar, deben reconocerse mutuamente, pues ambos tienen
sus seguidores y su derecho constitucional a existir, actuar y aspirar al
poder. También necesitan convenir el nombramiento de un nuevo CNE, en el que
todos confíen.
Según lo que decidiera el pueblo soberano en el
referéndum, seguiría el gobierno de Nicolás Maduro -plenamente aceptado y libre
de sanciones internacionales-, o bien se procedería a las elecciones, donde
incluso el mismo Maduro podría participar de ser esa la decisión de su partido.
A raíz de las elecciones, conducidas por el nuevo CNE y acompañadas por observadores
internacionales aceptados por todos los factores políticos, se retomaría el
camino de nuestra democracia. En cualquiera de los dos casos, el gobierno
resultante podría así lograr el apoyo interno y externo suficiente a fin de
cumplir ciertas acciones imprescindibles, como renegociar la deuda, obtener
nuevos financiamientos, atraer mayores inversiones, valorizar al trabajo y sus
protagonistas, fortalecer nuestras instituciones, y empezar a consolidar un
ambiente de paz, laboriosidad y progreso general.
Venezuela tiene las condiciones para superar esta
adversidad que vivimos: la gente dispuesta y capaz de prepararse cada día más,
los recursos naturales, la ubicación geográfica, la infraestructura básica, la
historia gloriosa… En educación, a pesar de migraciones y deterioros, ahí están
las escuelas y universidades, las y los docentes e investigadores, y la
juventud expectante y deseosa. Venezuela puede y debe salir de este impasse,
no debemos permitir que la ambición y la torpeza nos empujen a un oscuro
destino.
20 de Noviembre del 2019
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