Los hechos políticos no se repiten al carbón. Es imposible que lo hagan si recordamos que cada uno de ellos resultó de la concurrencia de infinitos factores, emanados de infinitas combinaciones en circunstancias que podrían ser infinitas. Aún así ciertos paralelismos pueden ser impresionantes, lo que da lugar a decisiones limpias en lo posible de errores. La experiencia ayuda en ese sentido, pero lo que es imprescindible es asumir la Política como ciencia y arte.
Se ha dicho que los partidos llegan al poder a horcajadas
de sus recientes enemigos. Se ha repetido que Chávez ganó en 1998 con los
sufragios de AD. Si eso fuera cierto debería ser invocado para anticipar
mensajes y políticas en la palpitante realidad actual.
¿Y qué hace éste aquí? preguntaría un soldado de Bolívar
al encontrar al Negro Primero en las filas llaneras de Páez, durante el
encuentro de los dos grandes próceres de la Independencia.
La última vez que lo vi fue en las tropas de Boves,
masacrando patriotas.
y pa´que usté vea, ahora, desde las de mi general Páez,
aterroriza a los realistas
Es uno de mis mejores hombres –intercepta el catire-
siempre va al frente; delante de él, solo la cabeza de su caballo.
Era un momento emocionante. Por fin se unificarían los
grandes agrupamientos patriotas bajo el mando del tenaz caraqueño.
Páez, que a nadie temía, reconoció lo que no mucho antes
previó el presidente Petión: que en la baraúnda de líderes patriotas, el que
por muchas razones garantizaría la victoria republicana era Bolívar. Demostró a
su vez el bravo lancero portugueseño una aguda perspicacia al reconocer la
jefatura única del caraqueño.
Muchos, seguramente los realistas en extraña coincidencia
con celosos rivales del perseverante Simón Antonio, acariciaban la esperanza de
que el llanero no cedería el mando al patiquín capitalino. Mucho subestimaron
el temple de Páez para someter sus legítimas pasiones al gobierno de la razón.
También el genio del Libertador en el trato de personalidades.
Al ver al Negro Primero en acción nadie dudaba de lo
acertada que había sido aquella adquisición, que viene al pelo para recordar
una regla de la política, a propósito de los caudales humanos que puedan
desplazarse o contenerse en los límites de una de las aceras del conflicto
venezolano, al compás del malestar causado por la fallida gestión oficialista,
el desengaño en relación con las infladas e incumplidas promesas
revolucionarias; y por contraste, la simpatía o antipatía que despierte en la
oposición el arriesgado realineamiento desde las playas del poder a las
agitadas del cambio democrático.
¿Qué viene a ser entonces la Política? Definiciones
sustantivas de lo que sea esta mixturado ciencia y arte, hay bastantes, en
general más bien adecuadas. La regla a la que me refiero es instrumental y vale
para cualquiera de los sectores enfrentados. Parte de que la esencia de la
Política es el poder del Estado: ¿cómo alcanzarlo, ejercerlo, perderlo y, en
tal caso, recuperarlo?
Para cualquiera de esos objetivos es imprescindible
aplicar técnicas que supongan:
atraer a todo el que pueda ser atraído, como logró atraer
la oferta chavista a tantos demócratas decepcionados
neutralizar al descontento que no pueda ser atraído pero
tampoco quiera prestarse a agredir u odiar a opositores cuyas ideas hayan ido
confluyendo con sus propias y legítimas quejas
enrumbar el filo opositor solo contra quienes no puedas
atraer y ni siquiera neutralizar y en cambio intensifiquen la intolerancia, el
trato agresivo y hostil
El estilo debe ajustarse a semejante política como el
guante a la mano. Si quieres atraer o lograr confluencias de cambio
democrático, no puedes perjudicar tu propia política asumiendo un lenguaje
insultante, plagado de promesas de venganza, que no de justicia y de penas
brutales que desdicen de la democracia civilizada e institucionalizada que se
espera del cambio democrático. Menos comprensible es degradar y encanallar a
quienes desde la variada y plural oposición sustenten ideas distintas, la encarnada
en el sólido eje Guaidó-Asamblea Nacional.
Siendo de la más alta prioridad
fortalecer una muy amplia unidad nacional es totalmente contraproducente la
indecencia estilística y las campañas infamatorias, los epítetos denigrantes
condimentado con un grave desprecio a la presunción de inocencia y debido
proceso. Se ha llegado al espeluznante extremo de dar por sentenciado a quien
ose pedir pruebas de la acusación.Afortunadamente la Inquisición anda de capa
caída.
Savonarola, Torquemada, la inversión de la carga de la
prueba vuelvan al siglo XV. Y llévense a los émulos que hayan encontrado en
este trémulo siglo XXI.
Tal cual Digital
Digalo ahi digital
17 de Noviembre del 2019
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