Los tiempos suelen cambiar
Es obvio que han cambiado las circunstancias que rodean a
la universidad actual y es obvio que hay que mirarla dentro de un entorno
dibujado por otros hechos, muy distintos a los que hasta hace no mucho
determinaban sus características y su razón de ser. Hoy en día se encuentra
inmersa en un nuevo ámbito, determinado principalmente por las características
que se desprende del ritmo actual del desarrollo tecno científico, factor
medular en la conformación y desempeño de las sociedades actuales.
Y en consecuencia
hay que situarla, entonces, rodeada por una nueva institucionalidad de la que
forman parte otros y muy diversos actores sociales con los que interactúa, los
cuales se desempeñan según otras lógicas y muestran diferentes capacidades a la
vez que se mueven de acuerdo a sus particulares intereses en lo que atañe a la
generación, distribución, enseñanza y uso del conocimiento en sus diversos
formatos.
Se trata, pues, de un escenario distinto
determinado, además por las posibilidades que se abren vía la digitalización;
por las consecuencias que generan el volumen y la rapidez con la que hoy en día
se generan, difunden, se utilizan y vuelven obsoletos los conocimientos; por
la aparición de nuevas disciplinas y sub disciplinas; por el trabajo
trans disciplinario e interdisciplinario; por el predominio visible del
financiamiento privado sobre el público; por la modificación de los derechos de
propiedad intelectual; e, igualmente, por la globalización de las actividades
de investigación e innovación y el replanteamiento de los espacios
nacionales, lo que está generando una nueva distribución de las
capacidades tecno científicas a nivel internacional, con una clara expansión de
varios países asiáticos, notablemente China, pero también otras naciones,
como India, Corea del Sur y Japón, siendo éste un dato nada menor desde
el punto de vista geo político.
La Cuarta Revolución Tecnológica
Es esta época, la de la “sociedad del conocimiento”, la
que nos lleva a reflexionar sobre el sentido de la transformación que debe
experimentar la actual universidad. Recordemos que dentro del marco esbozado
arriba transcurre la Cuarta Revolución Tecnológica, sustentada en la
convergencia de tecnologías digitales, físicas y biológicas, generadoras de
innovaciones que originan fuertes impactos en todas las esferas de la actividad
social, de los que deriva la necesidad de ir creando nuevos modelos de
análisis a partir del trabajo sinérgico entre las ciencias sociales y humanas y
las ciencias naturales, con el propósito de ir descifrando y regulando eventos
muy complejos, puestos de manifiesto en alteraciones muy significativas en la
vida humana (piénsese en los efectos que se desprenden de la inteligencia
artificial o de las neurociencias, por solo citar apenas dos entre infinidad de
ejemplos).
La Universidad en el Siglo XXI
Frente al cuadro descrito arriba, a las universidades –
que ya no tienen el monopolio sobre el conocimiento, es importante destacarlo -
les toca emprender un crucial e impostergable tarea. Se trata de encarar
la reforma de las funciones y actividades que le son propias, dadas las nuevas
circunstancias que pautan el transcurrir de estos tiempos, tal como, dicho sea
de paso, lo está haciendo una buena parte de las universidades del mundo,
empeñadas en modificar sus estructuras, sus normas de organización, el
contenido de las carreras, los modos de enseñar e investigar, en fin, en ir
variando los procesos de producción, circulación y uso del conocimiento en
función de la nueva sociedad emergente, moldeando, así, nuevas realidades
institucionales, culturales e identidades. Todo ello a sabiendas de que
en ellas reposa, en importante medida, el encargo de descifrar, canalizar y
aprovechar los cambios tecno científicos que están ocurriendo.
La tarea es, entonces, analizar las universidades en
términos de este nuevo escenario que de una u otra forma, dibujan los desafíos,
las oportunidades y amenazas que condicionan las estrategias que les han de
permitir navegar de acuerdo a los vientos que soplan.
En este sentido, alude resumidamente la Unesco, a la
necesidad de generar “…. un conocimiento multidisciplinar desde perspectivas
social, económica, cultural y científica. Esta generación de conocimiento debe
dar respuesta a desafíos globales como la seguridad alimentaria, el cambio
climático, la gestión del agua, el diálogo intercultural, las energías
renovables y la salud público entre otros ,,,,”. Tal es, en pocas
palabras del reto que significa repensar la universidad pública.
El TSJ ordena las elecciones
Imposible no ubicar dentro de las consideraciones
anteriores, el reciente y arbitrario decreto del TSJ, mediante el que se obliga
a convocar a elecciones en diversas universidades nacionales, imponiendo
incluso las reglas que se deben seguir para identificar quienes pueden ser los
votantes y hasta la manera como se contarán los sufragios, vulnerando, así, la
independencia universitaria, tal como lo han argumentado los expertos en la
materia, alegando que el contenido del fulano Decreto, viola hasta la última
coma del artículo 109 de Constitución Nacional, el que consagra y describe la
autonomía.
Esta medida representa el último capítulo (por ahora) del
continuo maltrato contra las universidades públicas y autónomas, iniciado en el
año 2003 y cuyo resultado ha sido condenarlas a funcionar en circunstancias de
sobrevivencia en casi todas las competencias institucionales que le
corresponden, ni hablar, desde luego, de asomarse a los retos que trae consigo
el futuro aquí descrito. Por otro lado, y aunque sea de pasada, resulta imposible
no mencionar, a propósito de lo anterior, que la creación de varias
universidades “oficiales” a lo largo de estas dos últimas décadas ha tenido
precarios resultados académicos, aunque han servido, sin duda, para presumir de
una abultada matrícula de estudiantes a nivel de la educación superior.
De esta manera, mediante unos comicios diseñados de
acuerdo a un formato cada vez más en desuso en el mundo en las elecciones
universitarias, el gobierno encara el tema de la actualización de la
universidad sustentándolo en una concepción que busca el acoplamiento de la
academia con la propuesta política oficial, que no tiene ningún sentido, si
hemos de mirarla a través de las claves dentro de las que se mueve el siglo
XXI.
Sin que uno sepa muy bien el motivo de su última
ocurrencia, el Gobierno, a través del TSJ (¿no hay separación de poderes?)
reitera una vez más la pretensión de vigilar (¿exagerada la palabra?) la
actividad académica. Habla, como lo ha hecho en otras ocasiones, de ponerla al
servicio del desarrollo nacional, entendido éste, es la impresión que deja,
como un popurrí de propuestas ideológicamente contradictorias, técnicamente
poco factibles y envueltas en una épica muy venida a menos, cuyo resultado ha
sido una severa crisis de la que apenas una minoría de los venezolanos ha
conseguido salir ilesa. Expresado de otra manera, intenta, como ya
señalé, de convertir a las universidades autónomas en un espacio fiel a un
proyecto regido por un pensamiento uniforme, que no admite contradicciones y
que se encuentra ubicado completamente a las espaldas de los códigos que rigen
esta época
Digalo ahi digital
17 de Noviembre del 2019
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