En los días pasados han llovido toda clase de
interpretaciones sobre los desacomodos más o menos violentos que están teniendo
lugar en nuestro subcontinente a nivel político y sobre los resultados
electorales de los últimos meses y semanas en algunos países de la región que,
en principio, estarían inclinando los equilibrios de fuerza hacia las
izquierdas socialistas.
Las destructivas manifestaciones en Chile, Bolivia,
Ecuador y Colombia no pueden ser todas metidos en el mismo saco. La
interpretación de los resultados electorales de México, Argentina, Bolivia o
Uruguay tampoco. De la misma manera, en las filas de los conservadores del
entorno latinoamericano, Bolsonaro, Benitez, Duque y el milenial salvadoreño
Nayib Bukele tampoco poco pueden ser considerados cisnes de un mismo lago. Las
diferencias en todos los casos son abismales.
Pero lo que sí está claro es que las izquierdas radicales
y sobre todo, las que peores resultados han conseguido puertas adentro en sus
propios escenarios nacionales, están queriendo ganar indulgencia con
escapulario ajeno y hacer parecer ante el mundo que nos observa que hay una
“brisita” – Diosdado Cabello dixit- que parte de la Venezuela revolucionaria y
que está sumando adeptos en muchos países del entorno.
Otros, también de inspiración
totalitaria, aseguran que lo que ocurre proviene un tradicional péndulo
histórico que viene de vuelta desde el fracasado predominio de tendencias
liberales de los últimos lustros en la región latinoamericana. Según estos, las
derecha están siendo penalizadas por no haber producido cambios cualitativos de
mejoramiento social, y de allí surge el actual fortalecimiento de los
movimientos radicales.
Toda generalización es antipática, pero en el caso que
nos ocupa, además, no envuelve un análisis veraz. Es como si dijéramos que
Latinoamérica es hoy mucho más pro-norteamericana que nunca porque la Venezuela
de Guaidó, la Colombia de Duque, el Paraguay de Abdo Benítez, al igual que El
Salvador de Bukele, la Honduras de Morales, el Brasil de Bolsonaro, o incluso
el México de AMLO, comparten un confite con los gringos en algún terreno. Puras
pamplinas. Las razones de las coincidencias o de las alianzas con el norte son
momentáneas o circunstanciales de cada país y ninguno de esos gobiernos se
parece al otro.
¿Es acertado afirmar, por ejemplo, que existe una
incondicionalidad total entre los dos grandes colosos del continente, Brasil y
Estados Unidos? Y sin embargo en la Asamblea de la ONU Jair Bolsonaro dijo que
Brasil y EE.UU. lanzaron en marzo «una asociación audaz e
integral» que incluye la coordinación política y militar. El nuevo
mandatario brasilero le asestó, según El Globo, un “I love you” a Donald Trump
que no deja espacio para interpretaciones.
Lo que si hay es una inveterada conveniencia de las izquierdas
continentales de apoderarse, ante la prensa, de cuanto conflicto político surge
en el barrio latinoamericano, para cacarear una fortaleza que no es tal. Y en
ello lleva la batuta Caracas cuando se endilga una supuesta “venezolanización”
de los procesos políticos subcontinentales.
Hagamos un gesto de franqueza ¿Cual es al aporte
conceptual que Nicolás Maduro y sus secuaces han efectuado a las tesis
socialistas de los últimos tiempos para el chavismo se cacaree coautor de los
eventos políticos de protesta en Chile o para pretender que el triunfo de Evo
Morales es obra suya o que la descolgada de Mauricio Macri tiene algo que ver
con un resurgir del izquierdismo inspirado por los aciertos de nuestro
revolución tropical?
¿Puede alguien imaginar en este hemisferio que el
advenimiento de AMLO a México proviene del convencimiento del electorado
mexicano de que los postulados y el accionar de la Revolución Bolivariana
han sido lo más acertado que le ha pasado a Venezuela? ¿Puede algún líder
regional de cualquier tolda ser convencido de la Revolucion chavista-madurista
no es el artífice único, léase bien UNICO, del proceso que convirtió a la
pujante Venezuela en un bagazo? ¿Está alguno dispuesto a imitarla?
No, queridos lectores. Si alguien aun piensa que nuestro
continente se está enfermando de izquierdismo, es bueno que se convenza que esa
medalla no es de Nicolás Maduro.
Analitica
Digalo ahi Digital
17 de Noviembre del 2019
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