¿La señora, mostrando preocupación me pregunta ¿Será que
los que mandan no se dan cuenta de lo que está pasando? ¿Será que no tienen la
formación necesaria para manejar la economía? ¿Será que no entienden la
importancia de la universidad y permiten que se deteriore? Le dije que las
respuestas eran obvias: si se dan cuenta de lo que pasa y aúpan su
profundización; si tienen gente formada para administrar pero pondrán sus
conocimientos para seguir un camino diferente al que conocemos y que les parece
apropiado; si saben lo de la universidad, pero quieren una plegada a sus
designios, que no propicie disidencias.
Esa breve conversación nos ha inducido a hacer de nuevo
algunas consideraciones determinantes, muchas de las cuales se han discutido en
otras oportunidades, pero que siguen vigentes.
Lo primero es que la oposición ha esgrimido y sigue
esgrimiendo como premisa ideológica, el hecho de que ni el régimen sabe de qué
se trata el socialismo del siglo XXI. Lo cierto es que si hay una orientación
socialista en todo lo que está sucediendo, para lo cual se han trazado
un camino con el cual pretenden lograr que el Estado ejerza un
férreo poder, siéndole indispensable para ello poseer la propiedad, la
administración de los medios de producción y aplicar leyes que le permitan
orientar las actividades económicas y sociales, incluyendo el monopolio de la
distribución.
Claro que todo viene siendo acompañado de una
cacofonía declarativa con la que se justifica lo que se hace, aunque haya en
la actualidad deficiencias escandalosas vendiendo la idea de que su quehacer
les permitirá construir una sociedad superior, basada en la
abundancia, la igualdad social y el pleno desarrollo, dándole al país el
carácter de potencia.
Entienden que en el logro de su quimera, la educación
tiene mucha importancia, causa por la cual debe ser conducida rígidamente,
teniendo como fin la formación de adeptos incondicionales, que caen en la
trampa de pensar que están pensando y decidiendo por si mimos, cuando son otros
los que piensan y deciden por ellos. Por eso procuran a como dé lugar la
minimización y posterior desaparición de la universidad autónoma tal como la
conocemos, ya que es imperioso que esta no siga actuando en función
de negar que entre la sociedad y la educación hay un determinismo mecánico. Es
decir, evitar que se tenga claro que la universidad influye en la
sociedad y esta, recíprocamente, influye en su quehacer académico.
Ese
determinismo que pretenden es antidemocrático. Procura una instrucción, que no
educación, orientada, de manera tal que los recursos humanos que se formen sean
piezas útiles al sistema, para lo cual deben aprehender un esquema de normas y
valores, apriorísticamente definido, con lo cual se lograría una permanente
relegitimación del sistema y su consecuente estabilización.
Si se profundiza, digamos que en la intención
marxista predomina el criterio de que “no es la conciencia del
hombre la que determina el ser, sino que es el ser social el que determina la
conciencia”. En otras palabras, que la conciencia, incluida la moral y las
ideas, son un subproducto de las condiciones materiales. Se quiere que
lleguemos a olvidar que la conciencia es el conocimiento propio de la
existencia psíquica y de los estados en que en un momento dado esta
se encuentra. Pero, ya la historia lo ha dicho, es vana la
pretensión, imposible, y más con una educación autónoma, de que el hombre y su
capacidad de razonamiento puedan ser metidos en un redil, incluso si se
lograran procesos formativos preceptúales con ese fin, pues siempre tendrá una
conciencia propia. No quiere decir lo anterior que la sociedad no influya en la
conciencia, pero siempre esa influencia, sea cual sea, será
constantemente sometida al discernimiento del libre albedrio.
Entonces, y esta es la importancia de la autonomía
universitaria, es determinante entender que la conciencia se conforma mediante
una actitud crítica capaz de investigar y determinar las
razones o no que le permiten a cada individuo adherirse a doctrinas,
fórmulas, ideologías y creencias. Y es aquí donde está el problema.
La universidad, sea la que sea, es inevitablemente una cuba en que
esa capacidad crítica se estimula, aunque no haya la intención, pues
como parte de la formación es inevitable contraponer conceptos, doctrinas,
teorías y conductas, aunque algunas se vendan como ciertas y otras como falsas.
Es decir que se dan contradicciones en el proceso educativo y en la
búsqueda de nuevos conocimientos, lo que determina inexorablemente escogencias
y no imposiciones.
07 de Octubre del 2019
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