miércoles, 9 de octubre de 2019

Pasado común: a propósito de “Telón de fondo” de Elías Pino Iturrieta- Por Manuel Gerardo Sánchez



Resultado de imagen para Elías Pino Iturrieta

El pasado 3 de septiembre se presentó en Barcelona, España, Telón de fondo, historias distintas de Venezuela, de Elías Pino Iturrieta. A continuación reproducimos el texto de su presentador, el historiador y narrador Manuel Gerardo Sánchez.


Telón de fondo es el resultado de un propósito —o más bien es un empecinamiento— que Elías Pino Iturrieta ha defendido a lo largo de su carrera como historiador: hacer del estudio del pasado un conocimiento potable y accesible. La enjundia metodológica, el abigarramiento de citas a pie de página y la seriedad del aparato crítico, ese que la disciplina histórica ha porfiado en refinar para endomingarse de «ciencia», lejos de seducir al interesado lo alejan de los libros. Lo ahuyentan. Por añadidura, convierten a las historiografías en mamotretos pesados que sueltan un parpadeo antipático. La mueca huraña que zapatea curiosidades y anestesia imaginaciones.
Sin burlar el método que exige hoy la labor de Heródoto, Telón de fondo abjura de la aspereza del ídem e ibídem, de los engreimientos de eruditos, de los conceptos que se vuelven fárragos y de esa prosa abstrusa, repleta de tecnicismos y máximas pomposas, tan común en las investigaciones académicas. Su índice reúne un rimero de petites histoires que, junto a la precisión del dato y a la oportuna ubicación de la fuente, no cancela el viaje en el tiempo ni reprime la ensoñación maravillosa. Al contrario, los impulsa. Los ensayos que compila este título publicado por Editorial Alfa pasean al lector por las geografías del pretérito, lo hechizan con el fragor y el chisme de antaño, lo acercan a las mentalidades que, a pesar del vestido descolorido, desfilan en las pasarelas del gerundio —por aquello de «el pasado no pasa, se disfraza de presente»— y, por supuesto, lo ponen en contacto con personajes y sucesos que amarillean en los crepúsculos del olvido. Entonces, Elías Pino, con su pluma elegante y tono entretenido, desempolva identidades y acontecimientos que se enmohecen en los archivos para convertirlos en memoria viva. Un acto de resurrección que conjura gracias a la palabra, única finalmente en obrar el milagro, el «levántate y anda» que certifican las ansias de quienes, como Lázaro, buscan luz y entendimiento.
Por su hechura narrativa y la escogencia atinada de las anécdotas, los textos que conforman Telón de fondo parecen más bien pequeñas fabulaciones o apólogos sin moralejas. ¡Menos mal! No evangelizan. No reclutan a fanáticos de propagandas. Son la prueba escrita de la voluntad de divulgación ya expresada por Pino Iturrieta: «Considero que, aparte de las investigaciones profesionales a las cuales obliga mi oficio, se debe procurar que los conocimientos lleguen a capas amplias de destinatarios que no se acercan a los libros destinados a la creación de entendimiento sobre el pasado desde una perspectiva académica».
Estos breves artículos rescatan singularidades. Ponen la lupa en hechos que la historiografía de postín desestima por preferir las convulsiones semánticas y las riquezas interpretativas de los grandes capítulos: guerras, emancipaciones, democracias y dictaduras, contiendas electorales y biografías de los héroes. Desentierran nombres de gente común, anónimos sin coronas ni charreteras, cuyas épicas se libran en el campo doméstico. Revisitan fragmentos en apariencia aislados de la vorágine social y política en la que se inscriben. Pero el autor nunca los divorcia de sus contextos: «Se debe procurar un contacto con los problemas del tiempo que les correspondió, o con la sensibilidad de los hombres de la época, con eso que algunos llaman ‘clima de opinión’, para que se pase del solaz a la reflexión y de la lectura ligera a la solución progresiva de un rompecabezas», aclara en los primeros párrafos. Por último, el conjunto suelta fulguraciones que brillan dentro del grand récit de la historia y permite que el detalle, eso que a primeras vistas luce baladí o insignificante, guíe a un panorama más amplio y complejo.
Sí, Elías Pino distingue en las particularidades, en el tráfico de la vida privada y en los vaivenes de lo cotidiano un tesoro informativo. Lo avalúa y con sus herramientas teóricas desbroza caminos para la comprensión. Pero, sobre todo, reconoce la necesidad de recurrir al pasado, su numen y objeto de estudio, para explicar situaciones de la actualidad. De hecho, los escritos de Telón de fondo nacen, tal como lo advierte en la introducción, de una noticia que pellizcó su conciencia y perspicacia para corregir las estrecheces del examen inmediato: «Los hechos del presente requieren un nexo con hechos anteriores, no solo porque lo tienen de veras sino también porque la mayoría de los análisis que ahora se producen de la vida venezolana no se salen del presente, se quedan en las vivencias del día, como si la historia comenzara con la partida de nacimiento del analista y terminara con el acta de su defunción».
Telón de fondo descubre las manipulaciones, argucias y tergiversaciones que, desde sus privilegios, ventilan los poderosos en sus discursos. Algunos liberan o esclavizan. Otros no consienten objeciones ni refunfuños e izan, como banderas, enunciados irrefutables en detrimento de la razón y de la diversidad. Por citar un ejemplo: la narrativa redactada después de las guerras de independencia. Ennoblece la naturaleza de la república, encumbra a los libertadores en recompensa de sus sacrificios, acucia la tutela y el gobierno de estos próceres por la herida sangrante en la batalla y, por supuesto, rompe todo vínculo con la colonia y el imperio español por considerarlo un período de oscurantismo y maldad. Estas páginas, asimismo, destronan a falsos ídolos, señalan los vacíos y los eventos que reclaman exégesis y reniegan de credos hasta hace poco asumidos como dogmas. ¿A principios del siglo XIX la mayoría del pueblo llano aupaba la causa patriota? Finalmente, quien se sumerja en estas profundidades no encontrará remanso, sino vértigo. Se quitará los velos que ocultan miradas y juicios. E identificará el gigantesco poder que tiene la historia —del que abusaron Bolívar, Guzmán Blanco y Chávez— para muñir y controlar voluntades, carencia y afectos por medio de relatos que sustituyen versiones por otras. Hay cuentos que abolen, barren y anulan verdades.

Prodavimci



09 de Octubre del 2019 

No hay comentarios:

Publicar un comentario