viernes, 11 de octubre de 2019

El hombre que engañó a los nazis está enterrado en Choroní - Por Prodavinci




Fotografía de los Archivos Nacionales de Reino Unido

 ¿El mejor doble agente de la Historia? Joan Pujol García amasó logros únicos durante su inusual y excéntrica vida. En los años de la Guerra Civil Española, sirvió como soldado tanto para los Republicanos como los Nacionalistas y contaba entre sus mayores hazañas no haber disparado ni una sola bala a favor de alguno de los bandos. Sin embargo, su gran mérito se centra en su trabajo durante la Segunda Guerra Mundial. Sin él, el desembarco en Normandía habría sido imposible.


Bajo los seudónimos Arabel para los alemanes y Garbo para los ingleses, desarrolló uno de los mejores trabajos de campo al suministrar información falsa para los nazis. Creó una compleja estructura ficticia de agentes y subagentes que no eran más que él mismo. De este modo llegó a entregar mensajes erróneos —o tardíos— capaces de desequilibrar importantes maniobras alemanas, gracias a la blindada verosimilitud de su red. Al mismo tiempo proporcionó datos claves a la Inteligencia Británica (MI5) sobre encriptación y quiebre de códigos, manejo de información por aire y radio, además de otros métodos de espionaje utilizados por los nazis.

Muchos lo consideran el más importante de los dobles agentes. Su singularidad radica en que la mayoría de los dobles agentes son espías capturados que, al ser extorsionados, aceptan trabajar para ambos bandos. Sin embargo, Pujol lo era por decisión propia, así que sus superiores lo ignoraban. Tanto que ganó reconocimientos como la Cruz de Hierro alemana y la Orden Real del Imperio Británico, una rareza histórica que muy pocos hombres (si es que existe algún otro) tienen en su biografía.

El futuro espía que criaba gallinas. Joan Pujol García nació en Barcelona, España, el 14 de febrero de 1914. Hijo de Mercedes Guijarro García, una andaluza que provenía de una estricta crianza católica, y Juan Pujol, hombre más bien liberal y secular, dueño de una fábrica productora de tinta que mantenía a la familia entera.

Tras estudiar de pequeño en una escuela de la Hermandad de los Maristas y de adolescente en un colegio católico en Barcelona, Joan abandonó los estudios y se dedicó a trabajar como aprendiz en una ferretería y luego en la crianza de aves de granja.
En 1931, tras cumplir seis meses de servicio militar, le desagradó profundamente la vida de milicia. Al ejército tampoco le gustaba Pujol García, apuntando su “falta de lealtad, generosidad y honor”. Pero en 1936, al estallar la Guerra Civil Española, tuvo que volver a vestirse de soldado, muy a pesar suyo. Fue capturado por las fuerzas Republicanas, luego de evitar enrolarse en el ejército, pero logró escapar una semana después. Consiguió una falsa documentación que lo hacía muy viejo para servir en la guerra, así que volvió al mundo de las gallinas en una granja comunitaria.

La práctica agrícola bajo reglas comunitarias tampoco fue de su agrado, así que ya no detestaba la estructura militar sino también detestaba el Comunismo. Poco después se unió a los Republicanos, pero con la clara intención de desertar cuanto antes y unirse al lado Nacionalista llevando algo de información. Pero la experiencia con el otro bando fue aún peor: Pujol García se sintió asqueado con la ideología fascista de los Nacionalistas, e incluso fue maltratado varias veces por sus superiores. Logró ser dado de baja y se casó con su primera esposa, Araceli González.

Al finalizar su travesía personal por distintos pensamientos y modos sociales de vida, la visión personal de Pujol estaba hecha: odiaba a los Republicanos por la persecución que realizaron en Cataluña —en un momento su madre y hermana fueron rehenes— y por sus inclinaciones comunistas, pero también a los sublevados por su claro discurso fascista y dictatorial. Pero en 1940, tras la victoria de Francisco Franco, se comprometió a contribuir de alguna manera con la humanidad, especialmente en contra de Franco, el fascismo y el comunismo en Europa.

Arabel: el titiritero nazi. Pujol García decidió aportar sus esfuerzos a la causa Aliada como espía. Ofreció sus servicios al Imperio Británico varias veces, pero fue rechazado en cada oportunidad. Esto no aminoró su entusiasmo, pero sí le hizo perseguir su objetivo desde otro ángulo: convertirse primero en un agente alemán y luego ofrecer sus servicios como agente doble a los ingleses. Creó una identidad falsa haciéndose pasar por un oficial gubernamental franquista que apoyaba los esfuerzos de Hitler y ofreció sus servicios a Friedrich Knappe-Ratey —un agente alemán en Madrid que operaba bajo el nombre “Frederico”—, apuntando su movimiento constante entre España y Londres como una ventaja.

Tras ser aceptado y haber aprendido con rapidez ciertos métodos de espionaje —como la escritura secreta y el tratamiento de códigos—, fue asignado a la labor de reclutar agentes y fundar una red de espías en Londres. Pero, bajo el nombre código de Arabel, Pujol hizo todo lo contrario: se mudó a Lisboa y desde allí redactó informes falsos que elaboraba usando guías turísticas de Londres, revistas, películas y horarios de trenes que le aportaban los datos necesarios para construir sus falsos reportes.

Aunque tenían errores factuales —Pujol nunca había ido al Reino Unido y desconocía ciertas costumbres— y no estaba relacionado con el sistema monetario inglés —algo que dificultaba la rendición de cuentas a los nazis—, sus reportes eran altamente apreciados por la inteligencia alemana. Tanto que, a propósito de sus informes sobre la contratación de nuevos agentes —todos ficticios—, los alemanes dejaron de buscar más agentes en Inglaterra, impresionados por su campaña de reclutamiento.

Ya para el final de la guerra, Pujol había creado a siete “agentes”, quienes a su vez “reclutaron” a 19 subagentes más. Su manejo de identidades falsas y de las acciones de sus agentes lo convirtió en un auténtico titiritero virtual, capaz de concretar operaciones enteras a sus falsos agentes, incluso atribuyéndoles el éxito o culpa —dependiendo del caso—, o enfermándolos y asesinándolos a conveniencia para mantener su fachada ante los alemanes.
Garbo: el héroe invisible. El servicio de inteligencia británico sospechaba que alguien le suministraba información falsa al enemigo. Tras conocer el gasto de recursos alemanes en perseguir la pista falsa de un convoy militar aliado —pista suministrada por Pujol—, el MI5 decidió contactar al agente. Pujol se mudó a Inglaterra el 24 de abril de 1942 y le fue dado el nombre código Garbo. Sus operaciones eran controladas por su oficial superior Tomás Harris, ya que hablaba español y eso le permitió trabajar en conjunto con Garbo y escribir más de 300 cartas dirigidas a un puesto de correo concertado por los alemanes en Lisboa. Estas cartas, enviadas por correo o por un piloto de KLM, fundaron la red falsa de espionaje de Garbo.

El contenido de los informes enviados a Alemania por Garbo era una mezcla de ficción, datos verdaderos sin mucha utilidad e información confidencial de gran importancia que era suministrada a los alemanes demasiado tarde para servir de algo. Un ejemplo claro fue la Operación Torch, la invasión de fuerzas británicas y estadounidenses al frente de África del Norte: a través de uno de sus “agentes”, Pujol informó (en una carta fechada antes del aterrizaje de las fuerzas aliadas, pero enviada más tarde por correo) que buques de guerra con tropas y maquinaria habían abandonado el puerto de River Clyde, en Escocia, y que iban pintados en camuflaje mediterráneo. La carta, como se esperaba, llegó tarde, pero la inteligencia alemana apreció los esfuerzos de Garbo, notando la veracidad y profundidad de los datos aportados.

Así siguió hasta ofrecer tal vez su mayor aporte al frente Aliado: su colaboración a Operación Fortitude, una de las más grandes operaciones de engaño durante la Guerra y tal vez la más importante. Destinada a engañar a la inteligencia alemana, para que creyeran que la invasión de Europa por el norte sería en Pas de Calais (sección sur de Fortitude) o en Noruega (sección Norte), aminoraron la cantidad de tropas alemanas postradas en Normandía, lo que aseguró el éxito de la Operación Overlord.
Garbo se encargó de mandar más de 500 mensajes de radio antes del D-Day con información falsa para desviar la atención y los esfuerzos militares de los alemanes hacia Pas de Calais. Alimentó a la inteligencia nazi con reportes de unidades de combate estacionadas en el sur y este de Inglaterra, comandadas por el general George S. Patton, y que esperaban la orden de ataque, cuando en realidad, se trataba de aviones de cartón y tanques inflables estacionados en la costa inglesa.

Los detallados reportes de Garbo —que incluían datos verdaderos y falsos respecto a cantidad de tropas, fecha y hora de partida del Reino Unido y destino— hicieron creer a los alemanes que el primer desembarque en Normandía sería una distracción de la invasión principal. Y cayeron. La entrada y posterior batalla en Normandía fue una victoria decisiva para los aliados. Mientras eso sucedía, el mariscal Gerd von Rundstedt se negaba a movilizar las tropas de Pas de Calais, confiado en los reportes de Garbo que afirmaban que el ataque era una trampa.

Garbo en Venezuela. Meses después de la invasión a Normandía, Garbo fue condecorado con la Orden del Imperio Británico el 25 de noviembre de 1944, de manos del rey Jorge VI, por su valiosa labor de espionaje y manipulación que resultó en tan notable aporte a la causa aliada. Irónicamente, Arabel había sido distinguido en abril del mismo año con la Cruz de Hierro, una distinción raramente entregada a espías y que requería la aprobación personal del propio Hitler.

Tras la guerra, Pujol se alejó del seudónimo Garbo temiendo represalias de antiguos nazis. Así que viajó a Angola, con asistencia del MI5, y fingió su deceso por causa de malaria. Luego de la falsa muerte, se trasladó a Lagunillas, en Venezuela.

Ya en Venezuela, vivió en varias zonas del país y era un apasionado de las costas del Caribe. Pujol asumió una nueva identidad. Años después, en la década de los ochenta, fue contactado por el político inglés Rupert Allason, quien consiguió localizar al elusivo Garbo tras una larga y laboriosa búsqueda. Allason estaba sumamente interesado en la historia de Garbo y fue él quien lo rescató de la oscuridad histórica y dio a conocer su paradero al Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, con quien Garbo logró reunirse en 1984. Aprovechó la visita a Inglaterra para reunirse en el Club de las Fuerzas Especiales con antiguos compañeros del MI5, quienes daban a Garbo por muerto desde finales de los años cuarenta.

A los 76 años de edad, Joan Pujol García murió en Caracas el 10 de octubre de 1988. Fue enterrado poco después, tal como dejó ordenado en vida, en el costero pueblo de Choroní, estado Aragua.

Referentes en la pantalla. Una historia tan nutrida parece un plato fuerte para la gran industria audiovisual. Sin embargo, no existen referencias que superen a la película Garbo, el hombre que salvó al mundo (Edmon Roch, 2009) que, aunque obtuvo varios premios en las categorías de cine documental en España, no llevó mucho más lejos de sus fronteras la historia de Joan Pujol.




Además, otra película titulada Hitler, Garbo… y Araceli descubre la participación de su primera esposa, Araceli González Carballo, en el trabajo de Garbo. Esta pieza, de mediano presupuesto y calidad televisiva, ha contado con la participación de talento e inversores de la localidad de Lugo, lugar donde nació Araceli, interesados en develar el rol aparentemente fundamental que cumplió esta paisana en la historia del siglo XX.






Algunos libros disponibles sobre esta historia:
Agent Garbo: The Brilliant, Eccentric Secret Agent Who Tricked Hitler and Saved D-Day

Operation Garbo: The Personal Story of the Most Successful Spy of World War II

GARBO: The Spy Who Saved D-Day (Secret History Files)

Prodavinci


11 de Octubre del 2019 



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