Fotografía de los Archivos Nacionales de Reino Unido
Bajo los seudónimos Arabel para los alemanes y Garbo para
los ingleses, desarrolló uno de los mejores trabajos de campo al suministrar
información falsa para los nazis. Creó una compleja estructura ficticia de
agentes y subagentes que no eran más que él mismo. De este modo llegó a
entregar mensajes erróneos —o tardíos— capaces de desequilibrar importantes
maniobras alemanas, gracias a la blindada verosimilitud de su red. Al mismo
tiempo proporcionó datos claves a la Inteligencia Británica (MI5) sobre
encriptación y quiebre de códigos, manejo de información por aire y radio,
además de otros métodos de espionaje utilizados por los nazis.
Muchos lo consideran el más importante de los dobles
agentes. Su singularidad radica en que la mayoría de los dobles agentes son
espías capturados que, al ser extorsionados, aceptan trabajar para ambos
bandos. Sin embargo, Pujol lo era por decisión propia, así que sus superiores
lo ignoraban. Tanto que ganó reconocimientos como la Cruz de Hierro alemana y
la Orden Real del Imperio Británico, una rareza histórica que muy pocos hombres
(si es que existe algún otro) tienen en su biografía.
El futuro espía que criaba gallinas. Joan Pujol
García nació en Barcelona, España, el 14 de febrero de 1914. Hijo de Mercedes
Guijarro García, una andaluza que provenía de una estricta crianza católica, y
Juan Pujol, hombre más bien liberal y secular, dueño de una fábrica productora
de tinta que mantenía a la familia entera.
Tras estudiar de pequeño en una escuela de la Hermandad
de los Maristas y de adolescente en un colegio católico en Barcelona, Joan
abandonó los estudios y se dedicó a trabajar como aprendiz en una ferretería y
luego en la crianza de aves de granja.
En 1931, tras cumplir seis meses de servicio militar, le
desagradó profundamente la vida de milicia. Al ejército tampoco le gustaba
Pujol García, apuntando su “falta de lealtad, generosidad y honor”. Pero en
1936, al estallar la Guerra Civil Española, tuvo que volver a vestirse de
soldado, muy a pesar suyo. Fue capturado por las fuerzas Republicanas, luego de
evitar enrolarse en el ejército, pero logró escapar una semana después.
Consiguió una falsa documentación que lo hacía muy viejo para servir en la
guerra, así que volvió al mundo de las gallinas en una granja comunitaria.
La práctica agrícola bajo reglas comunitarias tampoco fue
de su agrado, así que ya no detestaba la estructura militar sino también
detestaba el Comunismo. Poco después se unió a los Republicanos, pero con la
clara intención de desertar cuanto antes y unirse al lado Nacionalista llevando
algo de información. Pero la experiencia con el otro bando fue aún peor: Pujol
García se sintió asqueado con la ideología fascista de los Nacionalistas, e
incluso fue maltratado varias veces por sus superiores. Logró ser dado de baja
y se casó con su primera esposa, Araceli González.
Al finalizar su travesía personal por distintos
pensamientos y modos sociales de vida, la visión personal de Pujol estaba
hecha: odiaba a los Republicanos por la persecución que realizaron en Cataluña
—en un momento su madre y hermana fueron rehenes— y por sus inclinaciones
comunistas, pero también a los sublevados por su claro discurso fascista y dictatorial.
Pero en 1940, tras la victoria de Francisco Franco, se comprometió a contribuir
de alguna manera con la humanidad, especialmente en contra de Franco, el
fascismo y el comunismo en Europa.
Arabel: el titiritero nazi. Pujol García decidió
aportar sus esfuerzos a la causa Aliada como espía. Ofreció sus servicios al
Imperio Británico varias veces, pero fue rechazado en cada oportunidad. Esto no
aminoró su entusiasmo, pero sí le hizo perseguir su objetivo desde otro ángulo:
convertirse primero en un agente alemán y luego ofrecer sus servicios como
agente doble a los ingleses. Creó una identidad falsa haciéndose pasar por un
oficial gubernamental franquista que apoyaba los esfuerzos de Hitler y ofreció
sus servicios a Friedrich Knappe-Ratey —un agente alemán en Madrid que operaba
bajo el nombre “Frederico”—, apuntando su movimiento constante entre España y
Londres como una ventaja.
Tras ser aceptado y haber aprendido con rapidez ciertos
métodos de espionaje —como la escritura secreta y el tratamiento de códigos—,
fue asignado a la labor de reclutar agentes y fundar una red de espías en
Londres. Pero, bajo el nombre código de Arabel, Pujol hizo todo lo contrario:
se mudó a Lisboa y desde allí redactó informes falsos que elaboraba usando
guías turísticas de Londres, revistas, películas y horarios de trenes que le
aportaban los datos necesarios para construir sus falsos reportes.
Aunque tenían errores factuales —Pujol nunca había ido al
Reino Unido y desconocía ciertas costumbres— y no estaba relacionado con el
sistema monetario inglés —algo que dificultaba la rendición de cuentas a los
nazis—, sus reportes eran altamente apreciados por la inteligencia alemana.
Tanto que, a propósito de sus informes sobre la contratación de nuevos agentes
—todos ficticios—, los alemanes dejaron de buscar más agentes en Inglaterra,
impresionados por su campaña de reclutamiento.
Ya para el final de la guerra, Pujol había creado a siete
“agentes”, quienes a su vez “reclutaron” a 19 subagentes más. Su manejo de
identidades falsas y de las acciones de sus agentes lo convirtió en un
auténtico titiritero virtual, capaz de concretar operaciones enteras a sus
falsos agentes, incluso atribuyéndoles el éxito o culpa —dependiendo del caso—,
o enfermándolos y asesinándolos a conveniencia para mantener su fachada ante
los alemanes.
Garbo: el héroe invisible. El servicio de
inteligencia británico sospechaba que alguien le suministraba información falsa
al enemigo. Tras conocer el gasto de recursos alemanes en perseguir la pista
falsa de un convoy militar aliado —pista suministrada por Pujol—, el MI5
decidió contactar al agente. Pujol se mudó a Inglaterra el 24 de abril de 1942
y le fue dado el nombre código Garbo. Sus operaciones eran controladas por su
oficial superior Tomás Harris, ya que hablaba español y eso le permitió
trabajar en conjunto con Garbo y escribir más de 300 cartas dirigidas a un
puesto de correo concertado por los alemanes en Lisboa. Estas cartas, enviadas
por correo o por un piloto de KLM, fundaron la red falsa de espionaje de Garbo.
El contenido de los informes enviados a Alemania por
Garbo era una mezcla de ficción, datos verdaderos sin mucha utilidad e
información confidencial de gran importancia que era suministrada a los
alemanes demasiado tarde para servir de algo. Un ejemplo claro fue la Operación
Torch, la invasión de fuerzas británicas y estadounidenses al frente de África
del Norte: a través de uno de sus “agentes”, Pujol informó (en una carta
fechada antes del aterrizaje de las fuerzas aliadas, pero enviada más tarde por
correo) que buques de guerra con tropas y maquinaria habían abandonado el
puerto de River Clyde, en Escocia, y que iban pintados en camuflaje
mediterráneo. La carta, como se esperaba, llegó tarde, pero la inteligencia
alemana apreció los esfuerzos de Garbo, notando la veracidad y profundidad de
los datos aportados.
Así siguió hasta ofrecer tal vez su mayor aporte al
frente Aliado: su colaboración a Operación Fortitude, una de las más grandes
operaciones de engaño durante la Guerra y tal vez la más importante. Destinada
a engañar a la inteligencia alemana, para que creyeran que la invasión de
Europa por el norte sería en Pas de Calais (sección sur de Fortitude) o en
Noruega (sección Norte), aminoraron la cantidad de tropas alemanas postradas en
Normandía, lo que aseguró el éxito de la Operación Overlord.
Garbo se encargó de mandar más de 500 mensajes de radio
antes del D-Day con información falsa para desviar la atención y los esfuerzos
militares de los alemanes hacia Pas de Calais. Alimentó a la inteligencia nazi
con reportes de unidades de combate estacionadas en el sur y este de
Inglaterra, comandadas por el general George S. Patton, y que esperaban la
orden de ataque, cuando en realidad, se trataba de aviones de cartón y tanques
inflables estacionados en la costa inglesa.
Los detallados reportes de Garbo —que incluían datos
verdaderos y falsos respecto a cantidad de tropas, fecha y hora de partida del
Reino Unido y destino— hicieron creer a los alemanes que el primer desembarque
en Normandía sería una distracción de la invasión principal. Y cayeron. La
entrada y posterior batalla en Normandía fue una victoria decisiva para los
aliados. Mientras eso sucedía, el mariscal Gerd von Rundstedt se negaba a
movilizar las tropas de Pas de Calais, confiado en los reportes de Garbo que
afirmaban que el ataque era una trampa.
Garbo en Venezuela. Meses después de la invasión a
Normandía, Garbo fue condecorado con la Orden del Imperio Británico el 25 de
noviembre de 1944, de manos del rey Jorge VI, por su valiosa labor de espionaje
y manipulación que resultó en tan notable aporte a la causa aliada.
Irónicamente, Arabel había sido distinguido en abril del mismo año con la Cruz
de Hierro, una distinción raramente entregada a espías y que requería la
aprobación personal del propio Hitler.
Tras la guerra, Pujol se alejó del seudónimo Garbo
temiendo represalias de antiguos nazis. Así que viajó a Angola, con asistencia
del MI5, y fingió su deceso por causa de malaria. Luego de la falsa muerte, se
trasladó a Lagunillas, en Venezuela.
Ya en Venezuela, vivió en varias zonas del país y era un
apasionado de las costas del Caribe. Pujol asumió una nueva identidad. Años
después, en la década de los ochenta, fue contactado por el político inglés
Rupert Allason, quien consiguió localizar al elusivo Garbo tras una larga y
laboriosa búsqueda. Allason estaba sumamente interesado en la historia de Garbo
y fue él quien lo rescató de la oscuridad histórica y dio a conocer su paradero
al Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo, con quien Garbo logró reunirse en 1984.
Aprovechó la visita a Inglaterra para reunirse en el Club de las Fuerzas
Especiales con antiguos compañeros del MI5, quienes daban a Garbo por muerto
desde finales de los años cuarenta.
A los 76 años de edad, Joan Pujol García murió en Caracas
el 10 de octubre de 1988. Fue enterrado poco después, tal como dejó ordenado en
vida, en el costero pueblo de Choroní, estado Aragua.
Referentes en la pantalla. Una historia tan nutrida
parece un plato fuerte para la gran industria audiovisual. Sin embargo, no
existen referencias que superen a la película Garbo, el hombre que salvó
al mundo (Edmon Roch, 2009) que, aunque obtuvo varios premios en las
categorías de cine documental en España, no llevó mucho más lejos de sus
fronteras la historia de Joan Pujol.
Además, otra película titulada Hitler, Garbo… y
Araceli descubre la participación de su primera esposa, Araceli González
Carballo, en el trabajo de Garbo. Esta pieza, de mediano presupuesto y calidad
televisiva, ha contado con la participación de talento e inversores de la
localidad de Lugo, lugar donde nació Araceli, interesados en develar el rol
aparentemente fundamental que cumplió esta paisana en la historia del siglo XX.
Algunos libros disponibles sobre esta historia:
Agent Garbo: The Brilliant, Eccentric Secret Agent Who
Tricked Hitler and Saved D-Day
Operation Garbo: The Personal Story of the Most
Successful Spy of World War II
GARBO: The Spy Who Saved D-Day (Secret History Files)
Prodavinci
11 de Octubre del 2019
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