viernes, 11 de octubre de 2019

Humano, demasiado Humano- Por Carlos Raúl Hernández



Rómulo Betancourt es el más grande líder político que ha dado Latinoamérica. Escritor, activista, organizador, ideólogo, gobernante de crisis. Con pocas excepciones, las demás leyendas de la región, Fidel, Perón, Villa, Velasco, Torrijos, Guevara, Cárdenas, son caudillos autoritarios, déspotas o simples bandidos. Valiente en el peligro, decidido, honrado, profundo, trabajador, clarividente, triunfante, generoso, es lo más parecido posible a un héroe. Pensó que la atrasada hacienda Venezuela, debía ser un país libre como las grandes naciones.



 Se rodeó de importantes hombres de su época, Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Raúl Leoni, Luis Beltrán Prieto, Alberto Carnevalli, Leonardo Ruiz Pineda y de la inteligencia política más prodigiosa del siglo XX, Gonzalo Barrios, quien lo contrariaba y complementaba. La democracia no hubiera sobrevivido sin la llave Betancourt-Barrios. Fundó el primer partido moderno AD, el régimen de partidos, la democracia, y la defendió de la barbarie de izquierda y derecha cuando llegó a la Presidencia. Demasiadas hazañas en la vida de un solo hombre. 

 Desconfiaba de la Asamblea Constituyente de 1946 porque era un poder absoluto, una figura anacrónica en el siglo XX. Por eso en 1958 se empeñó en que el Congreso, institución sometida a Estado de Derecho, elaborara la Constitución de 1961.
En la caída de Gallegos en 1948, además de la impericia del gran novelista, jugaron papeles estelares Rafael Caldera y Jóvito Villalba. Por su generosidad y genialidad estratégica, lejos de guardar rencores, Betancourt incorporará ambos al Pacto de Puntofijo y al gobierno.

 La oposición a Betancourt en el partido era tan poderosa que su candidatura presidencial se aprobó por apenas un voto en la Convención de 1958. La otra mitad proponía un candidato independiente, como Rafael Pizani o Francisco De Venanzi. Ya electo inició la política de desarrollo industrial llamada sustitución de importaciones. Mientras, su ministro Leopoldo Sucre Figarella emprendía la masiva construcción de cloacas, acueductos, represas, escuelas, viviendas populares, aeropuertos, sistemas de riego, tendidos eléctricos. Eso cambió la fisonomía y la fisiología de Venezuela. Proseguido por Raúl Leoni, convirtieron en diez años a Venezuela, de un país atrasado en el más moderno de América Latina. Una hazaña pocas veces lograda en algún lugar del mundo.

 Fundó un partido que venía inficionado de marxismo y tuvo que vivir en batalla sin cuartel para derrotar en la lucha interna esas ideas que él compartió en su juventud. Fue el único líder político de la región que se enfrentó abiertamente a Fidel Castro cuando su prestigio y el de la revolución cubana estaban en el cenit. Con eso ganó el odio de la izquierda cultural y artística del mundo entero.

Entre 1958-1963 derrotó más de veinte conspiraciones militares de izquierda y derecha, entre ellas golpes efectivos como el del general Castro León en Táchira, el “porteñazo”, el “barcelonazo” y el “carupanazo”. También la insurrección armada del MIR y el PCV y superó dos divisiones del partido, las del MIR y ARS. AD concurre a las elecciones de 1963, en medio del boicot armado, con la tarjeta electoral negra, porque el Consejo Electoral le quitó la blanca. “Por encima de las tumbas”, dejó la banda presidencial en manos de Leoni.

 Valoraba las resistencias que despertaba en izquierda y derecha, y en su segundo gobierno designó Secretario de la Presidencia a R. J. Velásquez, bien visto por ambos sectores. Hombres clave, el mismo Velásquez y Leandro Mora, avisaban a Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff y otros jefes de la insurrección cuando la policía develaba sus “conchas” e iban a apresarlos. Lo hacía porque en los cuerpos de seguridad abundaban renegados izquierdistas y otros que actuaban con saña asesina.

En las elecciones de 1968, decididas por 30 mil votos adulterados en Socopó de Barinas, Betancourt y Barrios tomaron la decisión dramática para la historia y contra la opinión del partido, de reconocer el triunfo de Caldera aunque no hubiera ganado. “Prefiero una derrota discutida que un triunfo cuestionado”; dijo Barrios en una frase más duradera que el bronce. 

Toda alegría trae su tristeza pero la nuestra es trágica. A la obra creadora de Betancourt durante 40 años de democracia, la liquidó el Leviatán, el espíritu de la destrucción que se apoderó del alma de los venezolanos, en pleno proceso de reformas, descentralización, aperturas desde 1989. El de Caldera en 1993 es el primer gobierno chavista. Y se empañan sus aportes al proceso político haber sido esencial en la exterminio de la democracia en 1948 y 1993 y de Copei, el partido que creó.
Por desgracia las generaciones posteriores no pudieron mantener la democracia ni el monumental legado de Betancourt. A la muerte de Barrios el país quedó sin horizonte en manos de seudo elites ineptas que acabaron todo y continúan en eso. Ahora falta que dividan el territorio nacional.

 Y la pregunta inevitable: ¿aparecerá un estadista entre nosotros? ¿Alguien que ponga orden y restañe las heridas? ¿Con talento y habilidad suficientes para mantenerse en los mandos en medio de la zozobra?

 Si no hubiera hecho nada más, Betancourt estaría en la historia del pensamiento por su extraordinario libro; Venezuela, política y petróleo.

Digalo Ahi Digital




11 de Octubre del 2019 

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