Entre 30.000 y 50.000 personas acuden a la institución a
diario solo para ver a La Gioconda / EFE
En el momento de conectarse al home del sitio de Internet
del Louvre, cada vez con más frecuencia aparece una ventana de advertencia:
«Debido a la gran afluencia, hoy el Museo del Louvre está completo. El acceso
será imposible durante la jornada», reza el mensaje.
«Solo la reserva en línea puede garantizar la entrada»,
precisa.
En las últimas semanas de julio, casi ningún horario
estaba disponible hasta los primeros días de agosto.
Después el museo agregó entradas suplementarias.
Pero, con la perspectiva de recibir este año de 10 a 12
millones de visitas, la institución está dispuesta a hacer obligatoria la venta
de entradas en línea a partir de diciembre.
¿
Acaso el Louvre es víctima de su éxito?
«Difícil decirlo. Es verdad que el desplazamiento
temporal de La Gioconda empeoró la situación», reconoce Vincent
Pomarède, administrador general adjunto del museo.
La sala de los Estados, donde se encuentra
normalmente La Gioconda, está en trabajos de renovación. La obra de arte
más famosa de Leonardo da Vinci, en consecuencia, fue reubicada entre los
Rubens de la Galería Médicis, en el ala Richelieu.
Entre 30.000 y 50.000 personas vienen cada día para
admirar el cuadro más célebre del mundo, pintado en el siglo XVI.
¿Admirar? Más bien percibir, teniendo en cuenta el paso
furtivo de cada uno frente a la obra: tres minutos, selfie incluida, después de
una hora de cola.
El tema plantea un serio problema a los responsables del
museo más visitado del mundo. Sin embargo, aparentemente, no es una cuestión de
flujo circulatorio.
«Es lamentable, pero el ingreso al museo está
condicionado por el acceso a La Gioconda. Cada vez que la desplazamos, por
alguna razón, tenemos serios problemas de organización. Cuando estaba en la
Gran Galería creaba un embotellamiento en el medio. Cuando la instalamos en la
sala Rosa, al final de la Gran Galería, había que entrar y salir por la misma
puerta. Era terrible. Incluso en la sala de los Estados había atascamiento»,
dice Pomarède.
Antecedentes
Esta no es la primera vez que el Louvre se ve obligado a
rechazar visitantes.
«Pero nadie lo decía», confía Sandrine, una de las
responsables de la recepción central.
«Había filas gigantescas de espera. Y los que estaban al
final, no podían entrar y se iban furiosos», recuerda.
Eso sucedió, por ejemplo, en mayo del año pasado, un mes
con muchos feriados. «Cuando se alcanza la cifra de 40.000 personas por día y
cuando 80% quiere ver La Gioconda antes que todo lo demás, es
inevitable tener que prohibir el acceso», precisa Sandrine.
¿Por qué el cuadro suscita semejante fascinación?
Para los responsables del museo es lógico. «Se trata de
una obra que, aun en vida de Leonardo, ya era célebre, mítica, copiada por sus
contemporáneos», señala Pomarède.
Si bien perdió un poco de celebridad en el siglo XVIII,
la recuperó cien años más tarde con los románticos, que veían en La
Gioconda el arquetipo de la mujer fatal.
Récord
Para empleados y administradores del Louvre, «las
reservas en línea permiten organizar el flujo de visitantes y garantizarles el
acceso en media hora».
En 2019, el museo vendió entre 55% y 60% de las entradas
en línea a diferencia del 40% del año pasado.
En todo caso, algo habrá que hacer que esté a la altura
de la explosión de frecuentación que presenta el museo más grande del mundo. En
la década de 1980, antes de los trabajos del Gran Louvre, el número de visitas
alcanzaba con dificultad los 2 millones por año. En 1999, llegó a 5 millones.
En 2018, alcanzó un nuevo récord con 10,2 millones, un
aumento de 25%. Y la tendencia no cede: para 2019, se esperan unos 12 millones
de personas. Un fenómeno tan espectacular que muchos se preguntan si el Gran
Louvre, con sus 72.735 metros cuadrados de superficie, no ha quedado pequeño.
Quieran o no ver a La Gioconda, todos los visitantes
se ven afectados por las restricciones de acceso al museo.
Muchos se preguntan, entonces, si no sería posible crear
una entrada especial para aquellos que quieren ver solo las antigüedades
griegas, la pintura francesa de los siglos XVII y XVIII o el arte islámico.
«Lo pensamos. Pero eso querría decir que La
Gioconda es una obra de arte aparte, lo que violaría las reglas de la
historia del arte», explica Pomarède.
Crear un circuito específico para los turistas más
apurados sería inapropiado incluso porque el Louvre dispone de un tercio de las
obras de Leonardo e incita a los visitantes a descubrirlas.
En esas condiciones, la dirección del Louvre invita a su
público a tener paciencia: los trabajos de la sala de los Estados concluirán en
octubre próximo. La Gioconda recuperará su emplazamiento habitual y
todo debería regresar a la normalidad.
O no. Porque el 24 de octubre, la inauguración de la
esperada exposición consagrada a celebrar el 500.º aniversario de la muerte de
Leonardo da Vinci, podría volver a perturbar la vida del célebre museo.
El Nacional
07 de Octubre del 2019
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