Esta vez los pseudo-socialistas de Caracas han ido
demasiado lejos. Demasiado evidente fue su intento de evitar la reelección de
Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional bloqueando su acceso a la
cámara y a su mayoría opositora. Demasiado claramente se ve esta vez el
desprecio total de los chavistas por la democracia y su institución más
importante, el Parlamento libremente elegido. No es nada nuevo que el régimen
venezolano pisotee los derechos humanos, ignorando el Estado de derecho y
socavando la separación de poderes. Y el jefe del Estado, Nicolás Maduro,
probablemente también supere este bache esta vez: su poder todavía parece bien
asentado en el aparato estatal. Pero se ha desacreditado internacionalmente y
ha fortalecido a su, hasta ahora, oponente más peligroso.
Juan Guaidó, el joven diputado hasta entonces desconocido
que se proclamó presidente interino de Venezuela hace casi un año, obtuvo en
ese momento toda la legitimidad con aquella primera elección como jefe del
Parlamento. Como recordatorio: la Asamblea, con su abrumadora mayoría
opositora, es la única institución con legitimidad democrática en Venezuela,
después de que los chavistas pusieran primero a la Corte Suprema y, luego, a la
autoridad electoral bajo su control. Después instalaron un
"parlamento" alternativo y, finalmente, confirmaron a Maduro en unas
controvertidas y adelantadas elecciones presidenciales sin oposición.
Venezuela, según algunas interpretaciones, ya no tenía un jefe de estado
legítimo. La constitución estipula en ese caso que el presidente de la Asamblea
asumirá el cargo y restaurará el orden constitucional. Guaidó aprovechó la
oportunidad, pero fracasó. La confirmación de su cargo en la reelección de ayer
podría haber sido práctica o completamente irrelevante. Pero el complot
chavista parece haber vuelto a unir a la oposición.
Medido por las promesas hechas, el líder de la oposición
no ha logrado nada. Guaidó llegó para traer unas nuevas elecciones, que en
teoría debían haberse convocado en un plazo de 30 días, y para restablecer la
separación de poderes en el país. Pero, a pesar de que casi sesenta países,
incluida Alemania, reconocieron a Guaidó sin paliativos, el "final de la
usurpación", por más que se haya repetido como un mantra, no ha llegado.
Los militares continúan apoyando a Maduro. Y el informe de la Comisión de
Naciones Unidas para los Derechos Humanos que denuncia casi 7.000 ejecuciones
extrajudiciales y otras violaciones flagrantes de los derechos humanos no ha
cambiado nada el hecho de que el jefe de Estado sigue afianzado en su puesto.
Al final, Maduro incluso logró aliviar la desesperada
situación económica en el país, no únicamente gracias a la ayuda de Rusia y
China, sino también permitiendo negocios con el dinero de los odiados
estadounidenses y, en última instancia, explotando el éxodo masivo a su favor.
Los venezolanos que huyeron al extranjero están ahora con su regreso
contribuyendo oficialmente a que vuelva a haber algunos bienes de consumo en
este pobre país petrolero. Además, miles de ciudadanos siguen abandonando el
país a diario; las Naciones Unidas esperan que seis millones de venezolanos
hayan huido para fin de año, lo que significa que Maduro habría expulsado a uno
de cada cinco habitantes durante su mandato. La gran esperanza que Juan Guaidó
representaba a principios del año pasado parecía haberse esfumado. Cuando la
oposición, en las últimas semanas y alentada por las manifestaciones de
protesta en Chile y Colombia, volvió a organizar movilizaciones masivas en
Venezuela, la respuesta fue escasa.
Sin embargo, el plan de los chavistas para echar a Juan Guaidó
definitivamente del ring ha fallado. Salió de la improvisada elección interna
del Parlamento, organizada apresuradamente en otro lugar, como presidente con
mucho más apoyo del esperado. Internacionalmente, la condena de la puesta en
escena chavista fue bastante unánime. Cuando se trata de defender al
Parlamento, las democracias del mundo están unidas. Incluso Argentina y México,
los dos pesos pesados del populismo de izquierda en América Latina, que no
reconocen a Guaidó, condenaron el bloqueo de la Asamblea. Es una derrota
dolorosa para Maduro. Y, sobre todo, una completamente innecesaria. Eso podría
debilitarlo entre sus propias filas. Y, tal vez, los venezolanos recuperen el
valor. Lo van a necesitar, porque solo ellos mismos pueden cambiar su país.
Deutsche Welle (DW)
https://www.dw.com/es/el-régimen-venezolano-ha-calculado-mal/a-51900586
Digalo Ahi Digital
17 de Enero del 2020
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