Imagen: Evo Morales le regala un particular crucifijo al Papa Francisco
El camino más efectivo para la penetración de las ideas
colectivistas es a través de la religión ya que la feligresía en general se
encuentra con las defensas bajas y dispuesta a aceptar lo que le digan desde el
púlpito aunque sea de contrabando y en dirección contraria a todos los
preceptos religiosos estudiados hasta el momento. En este sentido, referido al
marxismo, como ha escrito el gran teólogo católico Miguel Poradowski “Karl
Marx, quien tiene que disfrazar su afán de esclavizar al hombre mediante un
lenguaje de liberación”. Los llamados “teólogos de la liberación” como Leonardo
Boff, Gustavo Gutiérrez, Juan Luis Segundo, Hugo Assman, Rolando Muñoz, Pablo
Richard, James Cone, Jermiah Wright y Jim Wallis usan la religión al efecto de
penetrar con el totalitarismo marxista. Muy paradójico es por cierto que, en
estos ámbitos, se recurra a un sujeto que sostenía que “la religión es el opio
de los pueblos” (aunque también hay líderes religiosos que entusiastamente han
deglutido todos los preceptos marxistas, salvo su ateísmo).
Estos sucesos que ahora parecen reverdecer después de
haber sido eclipsados por un tiempo van para los ingenuos que, a partir de la
caída del Muro de la Vergüenza en Berlín, piensan con Fukuyama que la postura
liberal es inexorable y el marxismo ha muerto. Nada hay inexorable en los
asuntos humanos, las cosas ocurrirán en un sentido u otro según lo que cada uno
de nosotros seamos capaces de hacer.
Esta inexorabilidad es una manifestación
de marxismo al revés. La historia está plagada de muertes y resurrecciones.
Paul Johnson bien ha escrito que “Una de las lecciones de la historia que uno
debe aprender, aunque resulte muy desagradable, es que ninguna civilización
puede considerarse garantizada. Su permanencia nunca puede darse por sentada;
siempre habrá una era oscura esperando a la vuelta de cada esquina”.
Es curioso, pero el primer trabajo en colaboración de
Marx con Engels titulado La sagrada familia (en referencia peyorativa
a la familia de los hermanos Bauer o los jóvenes hegelianos) la embiste contra
el libre albedrío al sostener el más crudo determinismo, es decir, la embiste contra
la columna vertebral de la condición humana tan proclamada por todas las
religiones monoteístas y en el Manifiesto comunista resumen toda su
filosofía con la “abolición de la propiedad privada” a pesar de que dos de los
Mandamientos enfatizan el valor de la propiedad: “no robar” y “no codiciar los
bienes ajenos”.
Debido a que la mencionada teología de la liberación
tiene lugar principalmente en las diversas denominaciones cristianas, es de
interés repasar algunos pasajes bíblicos con esto en mira. En Deuteronomio
(viii-18) “acuérdate que Javeh tu Dios, es quien te da fuerza para que te
proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son
suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe
y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (v-3) “bienaventurados los pobres
de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que
anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras
al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara la Enciclopedia
de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P.
Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “fuerzan
a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espíritu, en sentido moral
de renuncia y desprendimiento” y que “ la clara fórmula de Mateo
—bienaventurados los pobres de espíritu— da a entender que ricos o pobres, lo
que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs.
240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En
Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este
es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos x, 24-25) ya que
“nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24).
Como expresé en la conferencia inaugural que pronuncié en
el CELAM —Consejo Episcopal Latinoamericano— el 30 de junio de 1998, en
Tegucigalpa (invitado por Monseñor Cristián Precht Bañados y la Fundación
Adenauer de Argentina): “si de acuerdo a la retorcida interpretación que le
atribuyen los teólogos de la liberación, sacerdotes para el tercer mundo y sus
compañeros de ruta, la pobreza de espíritu fuera en verdad
la pobreza material, esto de plano resultaría en una fulminante condena a la
caridad ya que al entregar recursos al prójimo lo estaríamos contaminando,
entonces, para ser consistentes con esta versión degradada del antedicho
precepto bíblico, habría que patrocinar las hambrunas, las pestes y la miseria
generalizada”. Por eso es que la referida enciclopedia subraya que “la
propiedad, concepto jurídico derivado del legítimo domino, aparece en la Biblia
como inherente al hombre” (tomo v, pág.1294) y que “los Hechos de los Apóstoles
refieren en la que los fieles vendían sus haciendas para provecho de todos,
pero no hacen de tal conducta —que en sus consecuencias fue catastrófica, ya
que hizo de la Iglesia Madre una carga para las demás iglesias— una norma, ni
menos pretende condenar la propiedad particular” (ibid.), lo cual, de más está
decir, en nada se contrapone con voluntarios votos de pobreza material.
Por todo ello es que la Comisión Teológica Internacional
de la Santa Sede en su Declaración sobre la promoción humana y la
salvación cristiana ha consignado el 30 de junio de 1977 que “De por sí,
la teología es incapaz de deducir de sus principios específicos normas
concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado
para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social
[…] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es
raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados
sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción
antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los
análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de
este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de
que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.
Es que, independientemente de las religiones, la
superlativa confusión sobre la noción de la riqueza y la propiedad se encuentra
hoy en día extendida en prácticamente todas las manifestaciones de la vida
cultural. Debido a que los bienes no aparecen en los árboles y, por ende, no
hay de todo para todos todo el tiempo, la propiedad privada permite asignar los
escasos recursos para que sean administrados por las manos más eficientes para
producir lo que demanda la gente. De este modo, el empresario, para mejorar su
situación patrimonial, no tiene más remedio que servir a su prójimo, sea en la
venta de zapatos, alimentos o equipos de computación. Esta asignación de
recursos no significa posiciones irrevocables sino que van cambiando según la
capacidad de cada cual para atender los requerimientos de los demás. El que
acierta gana, el que se equivoca incurre en quebrantos. Por supuesto que esto
ocurre si el mercado es libre y competitivo. Si los empresarios se convierten
en cazadores de privilegios que en alianza con gobernantes —los amigos del
poder— hacen negocios en los despachos oficiales, se convierten en ladrones de
guantes blancos que explotan miserablemente a sus congéneres vendiendo a
precios más elevados, calidad inferior o ambas cosas a la vez.
Por otra parte, en los mercados libres, al incrementarse
las inversiones los salarios e ingresos en términos reales aumentan puesto que
con ello la productividad se multiplica. Esa es la diferencia medular entre
Uganda y Canadá: los salarios no son más elevado en el segundo lugar porque
allí los empresarios son más generosos, se debe a que las tasas de
capitalización son mayores, lo cual fuerza los salarios a la suba. La
capitalización se concreta en equipos, maquinarias, instalaciones, nuevos
procedimientos y más conocimiento aplicados que hacen de apoyo logístico al
trabajo para aumentar su rendimiento. Esta es la razón por la que en países
donde prevalecen grandes dosis de inversión no puede contratarse lo que se
conoce como “servicio doméstico”; no es que el ama de casa en EE.UU. no le
gustaría contar con ayuda, es que los salarios son muy elevados de personas
ubicadas en otras labores consideradas más productivas y, por ende, no permiten
afrontar ni justifican esas tareas. No es cuestión de decretos gubernamentales,
si fuera así seríamos todos millonarios. Se trata de ahorro interno y externo
que permite inversiones mayores en un contexto de marcos institucionales
civilizados que respeten derechos. En economía no hay alquimias posibles, ni
siquiera son relevantes las intenciones, lo importante son los resultados y
éstos, tal como lo señalan numerosos autores como por ejemplo Imad-ad-Dean
Ahmad, solo se logran donde tienen lugar los mercados libres y el imperio del
derecho para todas las personas.
La riqueza o la pobreza de las diversas regiones nada
tiene que ver con etnias (a menos que se sea racista), ni con altitudes ni
latitudes geográficas, ni con los recursos naturales disponibles. Japón es un
cascote cuyo territorio es habitable solo en un veinte por ciento, mientras
África concentra la mayor parte de los recursos naturales del orbe. El asunto
es de los sistemas que se adoptan, tal como se ha podido verificar en el pasado
al comparar la situación de Alemania de Este con Alemania del Oeste o la
comparación actual entre los niveles de vida entre Corea del Norte y Corea del
Sur.
En otras latitudes, Argentina era la admiración del mundo
mientras regia la Constitución liberal de 1853, período en que los inmigrantes
iban a esas tierras para “hacerse la América” hasta que nos volvimos fascistas
en la década del treinta y más autoritarios y estatistas aún a partir de la
década siguiente, situación en la que el país pasó a integrar el conglomerado
de naciones poco creíbles. Juan Bautista Alberdi —el inspirador de aquella
Constitución liberal— resumía su filosofía al preguntarse y responder de esta
manera “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo
que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra” y también escribió que
nosotros (y en otros lares latinoamericanos) “Después de ser máquinas del fisco
español, hemos pasado a serlo del fisco nacional: he aquí toda la diferencia.
Después de ser colonos de España lo hemos sido de nuestro gobiernos patrios:
siempre Estados fiscales, siempre máquinas serviles de rentas, que jamás llegan
porque la miseria y el atraso nada pueden redituar”. Sería cómico si no fuera
dramático que en los aniversarios de “la independencia” una buena parte de la
gente se envuelve en banderas y escarapelas sin tener idea de que significa la
independencia y las consiguientes autonomías individuales.
En estos debates, se ha popularizado el “Dogma Montaigne”
lo cual significa que la pobreza de los pobres es debida a la riqueza de los
ricos sin ver que no se trata de un proceso estático de suma cero sino de
características eminentemente dinámicas de creación de riqueza. Este dogma
proviene de la peregrina idea de que el que vende se enriquece a costa del que
compra puesto que se transfiere al primero la suma de dinero correspondiente,
sin comprender que el que entrega dinero a cambio de un bien es porque prefiere
ese bien al dinero entregado. No debe verse un solo lado de la transacción. Un
comerciante puede tener muy poco dinero en caja y un gran patrimonio y otro
contar con mucha liquidez y estar en quiebra. Por otra parte, es menester
destacar que todos somos pobres o ricos según con quien nos comparemos. Por
momentos parecería que se usa a los pobres para fines subalternos puesto que
cuando estos logran salir de esa condición se los vitupera como si se quisiera
que volvieran a la situación de pobreza para poder usarlos en arengas vacías de
contenido al efecto de justificar puestos de trabajo de quienes vociferan
aparentando la defensa de los más necesitados.
Desafortunadamente en muchas cátedras que se imparten en
diversos institutos religiosos y no pocos sermones se analiza mal la idea de la
solidaridad y las obras filantrópicas en el contexto de erradas concepciones
sociales. La sagrada noción de la caridad que, por definición, significa el uso
de recursos propios, realizado voluntariamente y, si fuera posible, de modo
anónimo, se pervierte con la idea del uso compulsivo del fruto del trabajo
ajeno. Así se habla de la “redistribución de ingresos” lo cual significa volver
a distribuir por la fuerza lo que libre y pacíficamente se distribuyó
diariamente en el supermercado y similares. Cuando el Leviatán se apropia de
recursos para entregarlos a otros, no está llevando a cabo un acto de
solidaridad sino que se trata de un atraco. En esta misma línea argumental se
recurre a la “justicia social” que en el mejor de los casos es una grotesca
redundancia puesto que los minerales y vegetales no son sujetos de derecho y,
en el peor, constituye una afrenta a la clásica definición de Ulpiano de “dar a
cada uno lo suyo” ya que significa sacarles a unos sus propiedades para
entregar a otros lo que no les pertenece.
He sido testigo directo de cátedras que, muchas veces sin
proponérselo, apuntaban a lo que la teología de la liberación no hizo más que
llevarlo a sus últimas consecuencias. Esto me ocurrió en repetidas ocasiones en
clases que recibí en la Universidad Católica Argentina en la carrera de grado
de economía y luego en el doctorado que aprobé en la misma disciplina en esa
casa de estudios. Incluso se ha machacado hasta el cansancio que la noción de
que la salvación cristiana es colectiva y grupal, en lugar de enfatizar la
relación personal con Dios y la consecuente responsabilidad por lo que cada uno
hizo o dejó de hacer, tal como lo explica magníficamente, entre muchos otros,
el Pastor Stephen Broden principalmente en base a las enseñanzas de San Pablo.
El deber primero es la salvación de la propia alma. Por esto es que Santo Tomás
de Aquino en la Suma Teológica apunta respecto al amor al prójimo que
“por lo que se ve que el amor del hombre para consigo mismo es como un modelo
del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo moldeado. Luego el
hombre por caridad debe amarse más a si mismo que al prójimo” (2da. 2da,
q.xxvi, art.iii). Por otra parte, quien se odia a si mismo es incapaz de amar a
otro puesto que el amor proporciona satisfacción personal.
También en mi caso, destaco al margen que los alimentos
intelectuales de mayor calado los recibí en estudios fuera de la Facultad de la
Universidad Católica Argentina por parte de judíos de origen o practicantes
(“nuestros hermanos mayores” para recurrir a una expresión de Juan Pablo II)
tales como Ludwig von Mises, Israel M. Kirzner, Murray N. Rothbard, Milton
Friedman y Friedrich A. Hayek, lo cual, de más está decir, no significa que la
religión tenga algo que ver con la ciencia, son dos planos independientes y,
por otro lado, la religión debe estar absolutamente separada del poder político
según indica el sabio principio jeffersoniano que se ilustra en la “doctrina de
la muralla”.
En muchos lugares se hace una parodia bastante patética
de la democracia ya que las mayorías arrasan sin la menor consideración por los
derechos de las minorías contrariando las bases elementales del sistema a que
tanto aluden maestros como Giovanni Sartori, por ejemplo, en su obra en dos
tomos titulada Teoría de la democracia. Igual que antes Hitler y ahora los
Chávez del momento, los votos con la pretensión del poder ilimitado no se
condicen con la democracia sino con los demagogos de la kleptocracia, es decir,
el gobierno de ladrones de propiedades a través de impuestos expropiatorios y
deudas insostenibles, ladrones de libertades y ladrones de vidas que se
destruyen debido a los reiterados arrebatos estatales, por lo que las funciones
gubernamentales de “proteger la vida, la propiedad y la libertad” se convierten
en completas quimeras.
Es indispensable revisar los fundamentos de una sociedad
abierta y entender la compatibilidad con la libertad y la responsabilidad
individual presente en las religiones más difundidas en nuestro planeta, si es
que deseamos el progreso de los más débiles lo cual solo puede lograrse en un
marco de estricto respeto recíproco como eje central de la cooperación
social y la conducta digna.
Ideas en libertad
http://ideasenlibertad.net/marximo-y-religion/
Diario Republica
https://www.diariorepublica.com/mundo/mira-el-singular-regalo-que-dio-evo-morales-al-papa-francisco#
17 de Enero del 2020
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