Termina otro año, el cuadragésimo primero de un camino de
deterioro progresivo de las condiciones de vida de los venezolanos y de la
degradación de nuestra democracia, ciclo que por más de dos décadas
planteábamos cambiar con más libertades y más racionalidad. Se cierra el vigésimo
primer año de la era chavista, que en sus orígenes imaginamos corta, porque
comenzaba con síntomas de lo que veíamos como una irracionalidad que no podía
sostenerse; y el sexto de una recesión que al principio vimos como reflejo de
la risible irracionalidad económica del chavismo, que comenzaba con escasez de
papel higiénico y no imaginábamos llevándonos a la miseria de casi todos y al
éxodo de la sexta parte de los venezolanos.
¿No será que estamos creyendo en una racionalidad que ya
no existe, que ya no es realizable?... ¿No estaremos soñando con unas certezas
que antes vivimos o que creemos que otros países viven, asumiendo sin
advertirlo la doble falacia de que la historia es cíclica y que nuestras
voluntades, si las unimos, nos llevarán indefectiblemente a repetir el pasado
brillante que alguna vez tuvimos?
Lo que está sucediendo en toda América Latina, incluida
Chile, que nos parecía el epítome de aquella racionalidad ideal, debería darnos
pistas de que no necesariamente el futuro y nuestras voluntades nos llevarán
hacia situaciones coherentes con esa lógica que sigue estando en nuestra
imaginación. Las sociedades europeas están amenazadas por los populismos de
izquierda y de derecha, que serían el extremo de la irracionalidad desde la
perspectiva que venimos obstinadamente manteniendo.
Desde hace una década o más, en Turquía y varios países
del Medio Oriente, en Centro América y África, y en Venezuela, Bolivia y
Colombia, se vienen fortaleciendo alianzas de poder en las que participan
políticos del establishment local, de los gobiernos y las oposiciones,
militares, grupos terroristas y empresarios de las finanzas y de los comercios
de drogas, minerales o personas. No se trata de casos aislados de “corrupción”
ni de una “lógica irracional” que la racionalidad democrática de mercado,
supuestamente imbatible, estaría por derrotar. En esas alianzas viene
fortaleciéndose una nueva racionalidad económica y política, que pareciera
convenir a poderosos actores geopolíticos que las apoyan a nivel global, como son
China y Rusia.
Por todo lo que vengo comentando, estoy cambiando para
2020 las esperanzas que por muchos años he tenido, de un cambio protagonizado
por los buenos, que nos lleve a aquella improbable racionalidad, por un cambio
fluido, sin estructuras racionales estables, protagonizado por sujetos que no
necesariamente soporten una evaluación ética a la usanza tradicional; me estoy
preparando anímicamente para un 2020 de hechos probables, no necesariamente
deseables.
Así que, amigos, mis deseos por un año 2020 de cambios en
una “modernidad líquida” a lo Bauman.
Digalo Ahi Digital
15 de Enero del 2020
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