Imagen:
Muñeca articulada
Hecha
en terracota, de 20 cm de altura, estaba desnuda para que la niña la
vistiera. Foto: Bridgeman
Los
griegos de la Antigüedad se preocupaban por los niños desde el mismo momento en
que la futura madre sabía o sospechaba que estaba embarazada. Para que el parto
no tuviese problemas, el filósofo Platón recomendaba a las gestantes hacer
ejercicio, mientras que su discípulo Aristóteles las animaba a alimentarse
de manera adecuada. Llegado el momento del nacimiento, la costumbre griega
prescribía que únicamente otras mujeres acompañasen a la parturienta.
Platón
recomendaba a las gestantes hacer ejercicio, mientras que su discípulo
Aristóteles las animaba a alimentarse de manera adecuada. En una comedia
de Aristófanes titulada Asambleístas, la protagonista, Praxágora, justifica a
su marido su ausencia en una determinada ocasión debido a que estaba ayudando a
una amiga durante su parto. Era excepcional que un hombre –ni siquiera el
esposo– estuviese presente en ese momento. En cuanto al lugar donde se
daba a luz, el más adecuado era el gineceo o zona de la casa reservada a las
mujeres, ya que solía ser la más resguardada y servía para mantener la
privacidad del momento.
A
los cinco días del parto se celebraban las Anfidromias, una fiesta familiar en
la que el padre corría alrededor del fuego doméstico con su hijo en brazos,
mostrándolo a sus parientes. Era entonces cuando le daba el nombre, que
generalmente era el mismo que el del abuelo. Las familias más acomodadas
organizaban unos días después una celebración más solemne, que incluía un
banquete y un sacrificio
Más tarde aún, en Atenas y en otras comunidades jónicas, tenía lugar la presentación en sociedad del recién nacido con motivo del festival de las Apaturias, que se celebraba anualmente hacia octubre o noviembre. Todos los ciudadanos varones se reunían en unas asociaciones hereditarias llamadas fratrías y, durante el tercer día de las Apaturias, los varones que habían nacido durante el último año eran registrados de forma oficial en presencia de los miembros de la fratría.No se sabe con certeza si las niñas eran igualmente registradas.
Más tarde aún, en Atenas y en otras comunidades jónicas, tenía lugar la presentación en sociedad del recién nacido con motivo del festival de las Apaturias, que se celebraba anualmente hacia octubre o noviembre. Todos los ciudadanos varones se reunían en unas asociaciones hereditarias llamadas fratrías y, durante el tercer día de las Apaturias, los varones que habían nacido durante el último año eran registrados de forma oficial en presencia de los miembros de la fratría.No se sabe con certeza si las niñas eran igualmente registradas.
El
ideal del hijo único
En
la tradicional sociedad griega se valoraba más tener un hijo que una hija; el
varón estaba mejor considerado porque se pensaba que podría ayudar a la
economía familiar de forma más decisiva que una chica. Asimismo, en el
mundo griego eran especialmente apreciados –se les consideraba un regalo
divino– los hijos únicos, los primogénitos o los que nacían de padres mayores, puesto
que estos últimos podrían estar atendidos por un familiar directo durante sus
años de vejez.
El
varón estaba mejor considerado porque se pensaba que podría ayudar a la
economía familiar de forma más decisiva que una chica.
En
Atenas, hasta los seis años de edad niños y niñas pasaban la mayor parte del
tiempo dentro del gineceo, en compañía de las mujeres de la casa. Platón dedicó
cierta atención a escribir sobre los juegos infantiles, ya que pensaba que
tenían una gran importancia para moldear la personalidad y el desarrollo del
talento individual. Recomendó, por ejemplo, que un niño que en el futuro
tuviese que ser campesino o albañil practicase con juguetes relacionados con su
actividad como adulto. Por su parte, Aristóteles recomendaba que los niños que
todavía estaban con las mujeres en el gineceo no recibiesen ninguna enseñanza
ni realizasen esfuerzos físicos; en lugar de eso, había que animarlos a que sus
juegos "imitasen las actividades serias de la vida futura". Sin
embargo, esta estricta educación moral no era la regla.
Los
niños griegos se entretenían con los típicos juegos infantiles, como el de
"la gallinita ciega", que los griegos llamaban "la mosca de
bronce". En él, el niño que tenía los ojos tapados había de atrapar a
sus compañeros al tiempo que decía: "Voy a cazar una mosca de
bronce". Los amiguitos lo rodeaban dándole manotazos y gritando: "Vas
a cazar, pero no pillarás nada".
La
autoridad del padre
Las
madres desarrollaban una relación muy estrecha con sus hijos, pues eran ellos
los que justificaban su papel en la comunidad familiar. Eso no significa que
pecaran de "sobreprotectoras". En el caso de Esparta, las madres presionaban
a sus hijos a que cumplieran sus deberes militares hasta la muerte;
"[vuelve] con él o encima de él", les decían al entregarles el escudo
antes de partir hacia el combate; quizá por eso las nodrizas espartanas eran
muy apreciadas en toda Grecia.
Plutarco
señaló que el pedagogo ideal tenía que ser serio, digno de confianza, griego y
sin defectos físicos
En
cambio, la relación con el padre era más distante. No es casual que éste
llamara al hijo pais, el mismo término que se utilizaba para los esclavos, reflejo de la autoridad absoluta
que el padre de familia ejercía sobre su heredero; las mujeres, en cambio,
llamaban a sus hijos teknon, "criatura". Con el tiempo, sin
embargo, la disciplina paterna se hizo bastante laxa. Por ejemplo, hacia 420
a.C., en la comedia Las nubes, de Aristófanes, se presentaba a un anciano
llamado Estrepsíades que se quejaba de que su mujer lo estaba arruinando por
permitir que el hijo de ambos comprase caballos extremadamente caros.
Por otra parte, a partir de los seis o siete años los niños empezaban a ir a la escuela y quedaban entonces bajo la autoridad de un tutor o "pedagogo", aunque hubo escritores, como Jenofonte y Plutarco, que recomendaron que se contratase a estos pedagogos tan pronto como finalizase la lactancia y el pequeño comprendiese el habla. El pedagogo acompañaba al niño a la escuela, pero a menudo también ayudaba en la formación del pequeño. Plutarco señaló que el pedagogo ideal tenía que ser serio, digno de confianza, griego y sin defectos físicos, pues decía que "si vives con un lisiado, aprendes a cojear".
Por otra parte, a partir de los seis o siete años los niños empezaban a ir a la escuela y quedaban entonces bajo la autoridad de un tutor o "pedagogo", aunque hubo escritores, como Jenofonte y Plutarco, que recomendaron que se contratase a estos pedagogos tan pronto como finalizase la lactancia y el pequeño comprendiese el habla. El pedagogo acompañaba al niño a la escuela, pero a menudo también ayudaba en la formación del pequeño. Plutarco señaló que el pedagogo ideal tenía que ser serio, digno de confianza, griego y sin defectos físicos, pues decía que "si vives con un lisiado, aprendes a cojear".
Niños
divinizados
Es
destacable el papel que los niños tuvieron en la religión griega, sin duda
porque simbolizaban la pureza y este valor era fundamental para entrar al
servicio de un templo. Los coros infantiles fueron un elemento fundamental
dentro de las celebraciones religiosas; diez coros de cincuenta niños cada uno
competían en las representaciones de coros ditirámbicos en el festival
ateniense de las Dionisias urbanas.
En
ciertos cultos los niños llegaron a servir como celebrantes; sabemos que tanto
en Patras como en Egira, la sacerdotisa de Artemisa debía ser una doncella por
debajo de la edad de contraer matrimonio, y en Egio, en el Peloponeso, el sacerdote de Zeus era
elegido, en origen, entre los niños que habían ganado un concurso de belleza.
Junto a la pureza y a la belleza, el hecho de ser niño solía conllevar
otro beneficio ritual dentro de la religión griega: no estar contaminado con la
cercanía de la muerte. Por ese motivo, los niños que cortaban las ramas de
los olivos sagrados con que se confeccionaban las coronas de los vencedores
olímpicos eran amphithaleis, es decir, aquellos cuyos padres no habían
fallecido y mantenían, por tanto, el favor divino.
Su
madre, movida por las visiones que había tenido en sueños, lo entregó a los
generales eleos para que lo pusieran a la cabeza de su ejército
Algunos niños
fallecidos en tierna edad fueron venerados en calidad de héroes, seres
intermedios entre los dioses y los mortales. Como tales, se les atribuían grandes
poderes, quizá porque habían fallecido mucho antes de la edad natural y habían
adquirido así un carácter vengativo, como demuestran las tablillas de
execración en las que eran invocados. Pausanias narró la historia de Sosípolis,
un héroe-bebé que ayudó a los eleos cuando fueron atacados por los arcadios,
pues su madre, movida por las visiones que había tenido en sueños, lo entregó a
los generales eleos para que lo pusieran a la cabeza de su ejército. Cuando se
acercaron los arcadios, Sosípolis se convirtió en serpiente y los puso en
fuga.
National Geographic
G Miradas Multiples
16 de Enero del 2020
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