Ya van dos décadas desde la llagada de Chávez al poder,
el comunismo en Venezuela lejos de estar cerca de desaparecer, parece
afianzarse con el paso de tiempo, la sociedad se acostumbra a vivir dentro de
un contexto de privaciones donde solo unos pocos tienen acceso a bienes y
servicios.
No cabe duda que desde sus inicios se ha subestimado al
chavismo y su capacidad de resiliencia para afrontar los problemas políticos.
De esa forma, muchos analistas desde hace algunos años, vienen presagiando la
caída del gobierno, pero cada vez parece menos posible conforme
transcurre el tiempo.
No se trata de promover la desesperanza, si esta se
pierde, entonces ciertamente será imposible lograr un cambio político en
Venezuela. Pero si es fundamental que los deseos de ver terminada la tiranía
socialista en Venezuela, no enceguezca el análisis y no permita ver las
equivocaciones cometidas.
Se ha debatido entre múltiples opciones para salir del
gobierno: diálogos, participación en procesos electorales, protestas, paros,
presión internacional por medio de sanciones a los funcionarios que han formado
parte de la cúpula gobernante. Muchas de esas alternativas o formas de lucha se
han realizado de manera aislada una de la otra. Se necesitaba además la
aparición de nuevos liderazgos.
En ese sentido, Guaidó parecía ser el líder destinado en
este 2019 a lograr finalmente el cambio político. Tuvo a su favor
circunstancias y recursos de los que no gozaron ningunos de los otros
líderes de oposición. El reconocimiento de más de 50 países como presidente interino
ante la usurpación de las funciones de la presidencia de la República por parte
de Maduro, la posibilidad de acceder a activos internacionales antes en manos
del chavismo, y haber llegado a tener unos niveles de popularidad sin
precedentes en los últimos años.
La mesa parecía servida, sin embargo, el gobierno
demostró una vez más estar preparado para superar a sus contrincantes, quienes
dieron por sentado nuevamente que en cuestión de pocos meses, el gobierno sería
derrotado. Las expectativas no se cumplieron, y con la falta de resultados el
nivel de popularidad de Guaidó ha decaído drásticamente.
Parece nuevamente optarse para este 2020 por una salida
electoral con la elección de un nuevo CNE. Pero se necesita mucho más que eso
para entusiasmar a la población para que vuelva a ejercer el voto, con Maduro
en la presidencia no hay confianza en el electorado.
El gobierno de Maduro va a apostar a la
continuación del status quo, solo plantea las elecciones parlamentarias que son
insuficientes para lograr impulsar la reinstitucionalización del país y un
cambio en el modelo económico, porque está claro que el chavismo nunca
permitirá el ejercicio de las funciones de la Asamblea Nacional.
El dialogo es otra alternativa a la que muchos apuestan,
a pesar de que el gobierno nunca ha cumplido ninguno de los acuerdos
establecidos a lo largo de diferentes mesas de negociación. E incluso nunca ha
estado dispuesto a ceder en cuanto a los aspectos más relevantes para lograr
una salida política.
Muchos alegan que por no tener armas la oposición, aunque
Guaidó llegó a afirmar varias veces que todas las opciones estaban sobre la
mesa, la única solución es ir a una mesa de negociación nuevamente. Negociar es
parte intrínseca de la política, todo proceso de guerra ha terminado con alguna
especie de pacto o acuerdo entre partes enfrentadas.
El problema es tener con qué presionar al contrario para
aceptar tus términos. Sentarse a negociar bajo la presunción de “no hay otra
salida”, es un muy mal presagio. Es mostrarse débil ante el rival y sin armas
efectivas para enfrentarlo. Por demás, es una ingenuidad política sobre todo
cuando tu contendiente no es simplemente un gobierno autoritario, sino una
mafia enquistada en el poder.
Por lo menos la amenaza del uso de la fuerza militar, aun
siendo difícil esa posibilidad, debería ser usada como mecanismo de presión.
Hacer que tu rival se sienta intimidado es fundamental para que ceda en los
puntos importantes. Pero la oposición parece no tener una estrategia clara para
hacer frente al gobierno.
Se debate entre múltiples opciones pero termina en los
mismos puntos de siempre. Las sanciones probablemente seguirán su curso en el
próximo año, algo positivo considerando que a diferencia de Cuba en su momento,
no son solo los Estados Unidos, sino una coalición de países quienes han
realizado diferentes sanciones a los personeros del gobierno venezolano.
El TIAR ha sido un instrumento de presión importante.
Sin embargo, el chavismo ha tejido una red internacional
de aliados para sostenerse en el poder. Cuenta con el apoyo de China, Rusia
Turquía, Cuba, entre otros Estados dispuestos a apoyarlos en sus pretensiones
de permanecer en el gobierno. Los comunismos además se preparan para resistir
las políticas de aislamiento, las sanciones por sí mismas no logran un cambio
político. La presión interna debe ser fundamental.
Muchos creen que la crisis económica en Venezuela
derribará al gobierno tarde o temprano, seguramente en este 2020. Pero los
comunismos tampoco caen por esas razones, más bien se fortalecen. Más
empobrecimiento implica mayor dependencia hacia el Estado. Y últimamente
el chavismo ha optado por una nueva estrategia, ha habido una
flexibilización de los controles para dar un respiro a la economía.
Especialmente la flexibilización del control de precios y
de cambio, ha ayudado al auge de ciertos negocios. El anclaje bancario, y una
política de mayor restricción monetaria han desacelerado un poco la
hiperinflación. No hay un recuperación económica de fondo, la contracción del
PIB se mantendrá el próximo año, pero si hay señales de una ligera sensación de
mejoría, por lo menos para una parte de la población con acceso a divisas.
Los comunismos históricamente, aplican reformas parciales
para oxigenar la economía y aliviar la tensión política. Son expertos en el
manejo de las situaciones. No habrá recuperación económica el próximo año si no
hay un cambio político, pero al parecer si existirá un poco menos de malestar
que en el 2019.
Esto indudablemente favorecerá al gobierno. Dentro de
esos escenarios, el cambio político se ve muy dudoso, sin una clara estrategia,
sin saber si se va a ir a elecciones parlamentarias o presidenciales, o
si existirán nuevos diálogos. Cada año que culmina es un éxito para el
chavismo, porque logra fortalecerse en el poder.
El 2020 será nuevamente otro año perdido de no haber un
cambio de estrategia, y puede que sea el de la definitiva consolidación del
chavismo, con una diáspora creciendo cada día, e internamente con una población
adaptándose a sobrevivir dentro del sistema. La oposición sigue sin ofrecer
caminos claros, el mantra del cese de la usurpación, gobierno de transición y
elecciones libres parece que ya ha dejado de ser el objetivo.
Solo al tener clara la comprensión de las estrategias de
dominación que aplica el gobierno, y siendo conscientes de sus fortalezas
y capacidad de resistencia, se podrá diseñar mejores rutas para entender que a
un totalitarismo socialista no se le enfrenta desde posiciones ingenuas y
timoratas. La esperanza de cambio está latente para el 2020, pero debe
venir acompañada de mejores tácticas de lucha.
Ideas en Libertad
http://ideasenlibertad.net/prospectivas-politicas-para-venezuela-en-el-202/
17 de Enero del 2020
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