Se sabe desde hace tiempo que en las preferencias
sexuales de una persona –si prefieren compañeros sexuales masculinos,
femeninos, o ambos– influyen los genes. La evidencia más directa es
que es más probable que estas sean iguales en parejas de gemelos idénticos,
cuya composición genética es la misma, que en gemelos no idénticos, que solo la
comparten en aproximadamente un 50 %.
Lo que ha permanecido oculto es el conocimiento de qué
gen específico, o genes, están implicados. Un estudio de 1993 encontró
que la preferencia sexual masculina estaba afectada por un gen particular en el
cromosoma X, que los medios por supuesto apodaron “gen gay”. Otro trabajo
posterior no pudo replicar este descubrimiento, y las revisiones
subsecuentes arrojaron resultados variados.
El problema era que estos estudios eran demasiado
pequeños para sacar conclusiones firmes. Hay millones de partes de nuestro ADN
que difieren entre personas. Esto significa que encontrar los genes asociados
con las preferencias sexuales es como buscar una aguja en un pajar.
Así que un equipo internacional de
investigadores, dirigidos por mí, pretendimos encarar este problema. Nuestros
resultados se han publicado esta semana en Science
A la fuerza
Nuestra aproximación fue simple: fuerza bruta. Si el
resto de condiciones son las mismas, cuanto más grande sea un estudio más
podremos confiar en los resultados. Así que en vez de muestrear unos pocos
cientos o miles de individuos –como en estudios previos sobre las preferencias
sexuales— usamos casi medio millón.
Para obtener semejante muestra utilizamos datos que han
sido tomados como parte de proyectos mucho más grandes. Estos incluyen datos de
ADN y respuestas a cuestionarios de participantes en Reino Unido (como parte
del estudio UK Biobank)) y EE UU (de clientes de la empresa de tests de
ancestros 23andMe) que consintieron en responder preguntas sobre su
sexualidad.
El inconveniente de usar estas enormes colecciones de
datos fue que los estudios no estaban específicamente diseñados para encontrar
genes relacionados con las preferencias sexuales, así que estábamos limitados
por las preguntas que los participantes habían contestado. Tanto en el caso de
UK Biobank como de 23andMe, los voluntarios reportaron si habían tenido alguna
vez un compañero sexual de su mismo sexo.
El ADN de una persona consiste esencialmente en millones
de letras de código, y las letras difieren entre individuos diferentes. Por
resumir, el siguiente paso fue probar en cada posición si una letra era más
común en los participantes que hubieran reportado haber tenido compañeros del
mismo sexo que en aquellos que no.
No un gen sino muchos
Lo que encontramos es que no hay un “gen gay”. En vez de
eso, hay muchos, muchos genes que influyen en la probabilidad de que una
persona tenga compañeros del mismo sexo.
Individualmente, cada uno de estos genes solo tiene un
efecto muy pequeño, pero este es substancial cuando se combinan. Pudimos estar
estadísticamente seguros sobre cinco posiciones específicas del ADN. También
pudimos decir con alta confianza que hay cientos o miles de otras posiciones
que también desempeñan un papel, aunque no pudimos precisar dónde están todas.
Los participantes de la colección de datos de 23andMe
respondieron preguntas no solo sobre su comportamiento sexual, sino también
sobre atracción e identidad. Al tomar todos los efectos genéticos en
combinación, vimos que los mismos genes subyacen tras las variaciones en el
comportamiento sexual, atracción e identidad.
Algunos de los genes sobre los que pudimos estar seguros
nos dieron pistas sobre las bases biológicas de las preferencias sexuales. Uno
de esos genes, además de estar asociado con tener parejas masculinas en
hombres, también estaba relacionado con la alopecia androgénica. Además, estaba
cerca de otro gen implicado en la diferenciación sexual –el proceso de
masculinización y feminización de machos y hembras biológicos,
respectivamente–. Las hormonas sexuales están relacionadas tanto en la calvicie
como en esta diferenciación, por lo que nuestro descubrimiento implica que
dichas hormonas podrían estar también relacionadas con las preferencias
sexuales.
Otros hallazgos reforzaron la extrema complejidad de la
biología que subyace a las preferencias sexuales. En primer lugar, las
influencias genéticas solo se solapaban parcialmente en machos y hembras, lo
que sugiere que la biología de estos comportamientos del mismo sexo es
diferente en hombres y mujeres.
En segundo lugar establecimos que, a nivel genético, no
hay un continuo desde gay a heterosexual. Lo más probable es que haya genes que
predisponen a una atracción hacia el mismo sexo y genes que predisponen a una
atracción hacia el sexo contrario, y que estos varían independientemente.
Debido a la complejidad de las influencias genéticas no
podemos predecir significativamente las preferencias sexuales de una persona a
partir de su ADN, ni era este nuestro objetivo.
Posibles malinterpretaciones
Los descubrimientos científicos son a menudo complejos y
es fácil que sean tergiversados por los medios. Las preferencias sexuales
tienen una larga historia de controversia y malinterpretación pública, así que
es importante trasmitir una imagen matizada y precisa de nuestros resultados.
Pero la gente tiende a querer respuestas en blanco y
negro sobre temas complejos. Por eso, el público podría reaccionar ante
nuestros descubrimientos diciendo: “¿No hay un gen gay? ¡Supongo que no es
genético después de todo!” o “¿Muchos genes? ¡Supongo que las preferencias
sexuales están fijadas genéticamente!”. Ambas interpretaciones son erróneas.
Las preferencias sexuales están influidas por los genes
pero no determinadas por ellos. Incluso los gemelos genéticamente idénticos a
menudo tienen preferencias diferentes. Tenemos pocas ideas acerca de cuáles son
las influencias no genéticas, y nuestros resultados nada dicen acerca de eso.
Para responder a más preguntas que el público pueda tener
sobre el estudio hemos creado una página web con respuestas a
cuestiones habituales, y un vídeo explicativo. Para desarrollar esta web recibimos
comentarios de grupos y miembros del colectivo LGTBQ y talleres organizados
por Sense about Science donde representantes del público, activistas
e investigadores discutieron los hallazgos.
The Conversation
Digalo Ahi Digital
23 de Septiembre del 2019
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