Hace pocos días, quien ocupa desde tiempos inmemoriales
la presidencia del gremio de los empleados administrativos y de servicio en la
Universidad Central de Venezuela, exigió ante los medios, con su acostumbrado
tono pendenciero, procaz y de gavilla, la participación del gremio laboral en
las elecciones de autoridades universitarias. “Si no participamos no van a
haber elecciones”.
Este fue el mensaje de fondo, aunque nada oculto. Un
“mensaje a García”, en sentido literal y enfático, al que ya la comunidad universitaria
de la primera casa de estudios del país está acostumbrada, sobre todo después
de aquellos tristes y vergonzosos eventos de “la toma” del Consejo
Universitario, en tiempos del rector Gianetto, en los cuales se exigía una
“constituyente universitaria”, cuyo basamento consistía en la imposición del
llamado “uno por uno por uno”, esto es, que el voto de un profesor posea el
mismo valor del voto de un estudiante y el de un empleado u obrero. Si, según
la Constitución, todos los venezolanos tienen igual derecho para elegir al
presidente de la república, con más razón -argumentan- todos los sectores
universitarios tienen que ser igualados, todos tienen derecho de votar para
elegir a sus autoridades, sin ningún tipo de discriminación. Ese es -y sigue siendo-
el argumento central que mantuvo -y sigue manteniendo- en crisis orgánica no
solo a la UCV, sino a todas las universidades autónomas. Pero, a partir de
entonces, la UCV se duplicó sobre su propio reflejo.
Toda duplicación es una fictio, una ficción que, al
extrañarse recíprocamente, se cristaliza, es fijada y se escinde, generando el
desgarramiento. La duplicación no es tan solo la forma numérica, matemática, de
la conversión de lo uno en dos. No es cosa exclusiva de cálculo o medida. Ella
es, ontológicamente, un traspaso, una dolorosa fractura, la confirmación en sí
misma de la idea general de partido: “Existe efectivamente un partido -apunta
Hegel en sus Wastebook- cuando este se escinde en sí mismo”. Que algo sea
ficticio no significa que no exista. Por el contrario, existe porque el
entendimiento lo ha fijado.
La característica esencial del morbo social y político
conocido como “socialismo del siglo XXI” es, justamente, la de la duplicación.
El cáncer es eso: una acelerada duplicación celular que no se detiene, y que se
va diseminando por los tejidos del organismo viviente hasta hacerlo colapsar y
conducirlo, finalmente, a la muerte. Las células malignas son una ficción -un
duplicado, un “error de replicación”- de las células sanas, por lo que pueden
reproducirse sin ser detectadas por las defensas del cuerpo, hasta crear una
“lesión de ocupación de espacios” (LOE) que se va apoderando por completo de
todo mientras lo van destruyendo. Venezuela padece de cáncer. Y como la UCV es,
junto con el resto de las universidades autónomas, el sistema nervioso central
de Venezuela, tarde o temprano la tumoración tenía que alojarse en sus
entrañas. Y fue así como se produjo el fenómeno de su carcinogénesis. Aquella
“toma” por la “constituyente” fue, más que un síntoma, la primera manifestación
palpable de la patología, la consecuencia directa del largo proceso de
estimulación de múltiples duplicaciones -de repliques- celulares que son el
supuesto de toda la representación populista. Paradójicamente, la “casa que vence
las sombras” ha terminado por cosecharlas en sus entrañas. Y de aquellas
sombras provienen estas tinieblas.
El chavismo no es bizarro -valiente-, sino bizarre
-ficticio-, la duplicación, la proyección invertida de la imagen. No es verdad
que porque el presidente de un determinado país sea escogido por todos en
igualdad de condiciones las autoridades de una universidad tengan que ser
elegidas por todos, porque los requisitos para ser presidente son equivalentes
a los de sus electores. Las elecciones se consignan en condiciones de paridad.
Si un candidato a la presidencia es un ciudadano nacional sus electores tienen
que ser ciudadanos nacionales. Ese es el requisito. Bastará un simple ejemplo
para mostrar la diferencia.
Un grupo de abogados decide organizar una asociación
gremial. Se reúnen en asamblea estatutaria y nombran una junta directiva,
conformada por distinguidos profesionales del derecho. La asociación va
creciendo y necesitan personal profesional, administrativo y obrero para el
mejor desempeño de sus funciones. Emplean secretarias, administradores,
computistas, personal de mantenimiento, motorizados. Un par de años después,
son convocadas las elecciones para la nueva junta directiva. Y serán los
abogados, pertenecientes al gremio, quienes la elijan. En ellas no participarán
ni las secretarias ni los administradores ni los motorizados, simplemente
porque ellos no son abogados. A menos que estudien Derecho, se gradúen y formen
parte del gremio.
Lo mismo pasa con la universidad: se trata de una elección
entre quienes conforman el hecho académico, es decir, los profesores y
estudiantes, en igualdad de condiciones. De ahí la diferencia de los
porcentajes electorales, porque siempre habrán más estudiantes que profesores.
Este es el espíritu que se expresa en la Constitución de Venezuela y en la Ley
de Universidades vigente, y ningún tribunal está facultado para modificarlo. En
síntesis, al ciudadano presidente lo eligen sus pares, los ciudadanos; a las
autoridades académicas las eligen sus pares, los académicos. El resto es el
chantaje del malandro, del ignorante, que confunde razón con resentimiento y
argumentación con amenaza y agresión.
Por supuesto, la realidad es mucho más que la simple
percepción sensible, y las ideas y valores más que el temor y la pusilanimidad.
Es verdad que si las autoridades de la UCV, en busca de la supervivencia de la
institución, ceden ante la exigencia y el chantaje de un proceso electoral
“abierto”, extra académico, la apuesta del régimen por una universidad servil,
sumisa y sometida perderá inevitablemente.
En todo escenario posible se impondrá el triunfo de
quienes defienden los valores autonómicos, democráticos y libertarios de la
academia, porque saben que el conocimiento solo puede crecer ahí donde hay
libertad. No será con un payaso mediocre, como Jesús Silva, que la UCV podrá
recuperar su bienestar. Pero, en todo caso, existe el riesgo de que, al
permitir una elección de corte populista y rentista, la idea de alma mater se
desnaturalice, deje de ser lo que es y pase a ser cualquier otra cosa. No se
trata de ningún maximalismo, ni de ningún extremismo. El llamado “centro”, tan
invocado en estos tiempos, no es tan neutro como aparenta. Es, más bien, una
forma de extremismo acomodaticio impulsado por la superstición y el miedo a la
verdad. Piel de Zapa. Una forma de confundir el “realismo político” con el peor
de los inmediatismos empíricos. El cáncer es curable. Para ello no solo basta
con seguir rigurosamente el tratamiento indicado. Es indispensable tener la
consciencia y el valor de hacerlo.
@jrherreraucv
Digalo Ahi Digital
18 de Febrero del 2020
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