martes, 5 de noviembre de 2019

No todo lo que Brilla es Oro- Por German Rodriguez Bustamante


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El economista francés Thomas Piketty en su obra “El capital en el siglo XXI”, aborda el preocupante incremento de la desigualdad y la creciente mala distribución de las riquezas en el mundo. La obra de Piketty se centra en los países de Europa Occidental y EEUU. Sin embargo, se pueden sacar conclusiones para América Latina. El autor en su libro demuestra como la riqueza en los países más industrializados tiende a concentrarse cada vez más, en menos manos.


Es cierto que en América Latina en los últimos años la desigualdad se redujo, y que la indigencia y la pobreza disminuyeron. Sin embargo, los análisis basados en fuentes fiscales, aseguran que la parte de los más ricos en el ingreso total se incrementó. Los salarios han aumentado más rápidamente que la productividad, el empleo informal ha bajado en términos relativos, el desempleo también ha disminuido, el gasto social se ha ampliado y la pobreza se ha reducido. Pero, las desigualdades en los ingresos siguen siendo muy elevadas. 

El futuro se vuelve más oscuro, y los riesgos de un incremento de la desigualdad y, sobre todo, de un aumento de la pobreza en los próximos años son elevados. Debido a la creencia de que el desahogo financiero proporcionado por el auge de las materias primas continuará, los gobiernos están mal preparados para el futuro. Obviamente por razones conocidas Venezuela esta fuera de esta ecuación en Latinoamérica, es la única Nación que no aprovecho el impulso del hemisferio. La corrupción y mala administración se han tragado la oportunidad. Inexorablemente, el país necesita gobernantes y políticas distintas a los que hemos tenido en los últimos 20 años.


Lo ocurrido en Chile es incierto, siendo el País de Latinoamérica con: la menor desigualdad social, el mayor ingreso per cápita y el menor índice de pobreza. El grado de agresividad en las protestas, evidencia las fallas de un modelo de crecimiento económico que olvido, que la riqueza creada debería ser distribuida de una forma mas equitativa. En el índice de percepción de corrupción para el 2.018, que publica la Organización para la transparencia internacional, Chile aparece en el puesto 27, obteniendo 67 puntos. Su puntuación no ha sufrido ningún cambio respecto a la obtenida en 2017 así pues, sus ciudadanos mantienen estable su percepción de la corrupción en Chile. En los últimos cinco años, la percepción de los ciudadanos de la corrupción en el sector público en Chile ha empeorado, lo que ha venido acompañado de un descenso de su posición en el ranking internacional de corrupción. En conclusión a pesar que la Nación ocupa unos de los mejores puestos en Latinoamérica, los ciudadanos percibieron que la corrupción en el sector público ha tendido a aumentar.

Chile es la economía número 42 por volumen de PIB, su deuda publica para el 2.018 era de 64.507 millones de euros, la cual representa 25.56 % del PIB, su deuda por habitante es de 3.444 euros y la tasa de inflación del 2.018 fue de 2.6 %.  Con estas cifras económicas pareciera indebidos los reclamos que se producen en este momento. En cuanto al índice de desarrollo humano, que elabora las Naciones Unidas para medir el progreso de un país y que en definitiva nos muestra el nivel de vida de sus habitantes, indica que los chilenos se encuentran en el puesto 44. En el ranking doing business se encuentra en el 56º puesto de los 190, que clasifica los países según la facilidad que ofrecen para hacer negocios. Pese al crecimiento económico sostenido del PIB del país, el cual fue de un 5 % real anual promedio desde que Chile regresó a la democracia y a ser una de las economías actualmente más robustas de Latinoamérica, ya para el 2015 obtuvo el mayor coeficiente de Gini entre los 35 países de la OCDE, lo que lo convierte en el país con la distribución de ingresos más desigual de los países de la OCDE, de acuerdo con este indicador. En conclusión, el crecimiento económico mostraba algunas grietas.

La causa de los reclamos fue el alza en la tarifa del sistema público de transporte, que entró en vigor el 6 de octubre de 2019. Centenares de estudiantes se organizaron para realizar actos de «evasión masiva» en el metro de Santiago.  Con el paso de los días, el número de evasores aumentó y se registraron incidentes dentro de las estaciones del ferrocarril subterráneo. La situación se agravó el 18 de octubre, cuando progresivamente fueron cesadas las operaciones de toda la red subterránea por el enfrentamiento de la multitud con carabineros. Las protestas se han caracterizado por ausencia de líderes y la incorporación, en distintos niveles, de un amplio espectro social, desde la clase baja a la media alta. 

Aunque la causa inmediata puede atribuirse al alza tarifaria del transporte público, las concentraciones populares pronto expusieron sus causas reales: el alto costo de la vida (hasta 2019 Santiago es la segunda ciudad más onerosa de Latinoamérica), bajas pensiones, precios elevados de fármacos y tratamientos de salud, y un rechazo generalizado a toda la clase política y al descrédito institucional acumulado durante los últimos años, incluyendo a la propia carta manda de ese país. 

Lo que se vive en Chile pone en el tapete el debate sobre los sacrificios, que deben hacerse para genera un modelo de crecimiento económico, que garantice una distribución de la riqueza producida más equitativa. Para Venezuela es todo un reto lograr urgentemente un cambio político, que propicie una rectificación económica con todos, por todos y para todos, las desigualdades generadas por la revolución, son razón suficiente para detener al País de forma total e indefinida, o hasta la salida de los delincuentes que usurpan el poder.      

gguillermorb@yahoo.com

@germanrodri

@germanoveja

Comunicacion continua


05 de Noviembre del 2019


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