domingo, 19 de noviembre de 2017

¿Murió la MUD? - Editorial de El Nacional --- La muerte de la MUD N°3 - José Machillanda



Cuando una persona se encierra en su casa durante una larga temporada y no se deja ver, los vecinos comienzan a murmurar. La ausencia de quien antes era callejero y dicharachero provoca comentarios, preguntas sensatas, inquisiciones cargadas de preocupación. Se siente un vacío en el barrio, una notoria falta en la urbanización, una ausencia que aumenta debido a la desaparición de quien fuera antes animador de la rutina y el más generoso anfitrión.

¿Dónde está el amigo de los días llenos de vida? ¿Cuál es ahora el destino de quien fuera repartidor de copas y licores, voz de las tertulias de la esquina? Los vecindarios que se congregan para buscar las razones de una despedida tan inesperada de quien fuera factor fundamental de la rutina cumplen un deber relacionado con las cosas que más importan, los asuntos de la vida cotidiana, los negocios de los cuales dependen temas caros para la gente común.
Más todavía cuando se sienten ruidos en la residencia del ausente. Si el domicilio del amigo extraviado se caracterizó antes por el sosiego, las bullas que sienten de pronto en las estancias del domicilio multiplican las hablillas y los temores. No está muerto, porque levanta la voz entre los suyos. Hay gente que grita en el apartamento, lo que era paz parece es ahora guerra doméstica. De pronto salen del interior unos íntimos mal encarados, unos tipos apurados y desmañados cuya conducta contrasta con la afabilidad que mostraban antes y que hacía las delicias del contorno. Ciertamente no está muerto, porque no deja de gritar entre los suyos, pero ya no forma parte de la comunidad que tanto lo quería, se puede pensar con fundamento. De allí el aumento de un clima de desasosiego y asombro.
Un día llegó la agencia de mudanzas, pero no se llevó nada. Los muebles no salieron de la casa. Ni un pelo se movió. Todo se mantuvo intacto. De pronto aparecieron unos obreros con unas latas de pintura, pero no  se ocuparon de retocar el frente, ni tampoco las piezas del interior. No se vio movimiento, con seguridad. Nada importante sucedió. Los pintores estuvieron allí de paso y de balde, porque al final se quedaron esperando en la acera sin ganas de trabajar, o debido a que el dueño no tenía plata para pagarles.
Todo esto aumentó la curiosidad de los ociosos de la cuadra, y aun de los que regresaban afanados de sus trabajos, para que se mantuviera una atmósfera de inquietud que trascendió hacia otros vecindarios que se habían enterado de la curiosa vicisitud y que se interesaban por saber cómo marchaba el asunto.
Un día se estacionó el carro de la funeraria en el frente de la casa del vecino. Los señores de uniforme negro entraron con premura y permanecieron un par de horas en lo que se asumió como una reunión de gran importancia, eso que llamamos cuestión de vida o muerte, pero salieron con las manos vacías. No volvieron con el féretro que se esperaba, pero sembraron la idea de que el vecino había muerto y había sido enterrado en el patio trasero de su hogar, para no molestar más de la cuenta.
A estas horas nadie sabe si hubo sepelio, ni otro episodio digno de atención, en suma, pero un tufo de cementerio se ha apoderado del lugar.
09 de noviembre de 2017 01:01 AM

La muerte de la MUD N°3



La muerte de la MUD mostró la traición de los partidos políticos del siglo XX, la descomposición en el liderazgo político, una brutal desconfianza del ciudadano y un Ambiente Político Real caracterizado por la inexperiencia de operadores políticos que deberán transformarse en verdaderos líderes. La muerte de la MUD, ahora y después del viernes 3 de noviembre, muestra a un régimen autocrático militarista acorralado que intenta una huida hacia adelante como resultado de la presión internacional, a tal extremo que pudiera condicionarlo a un default mientras que a lo interno, el hambre y la miseria exponencial delatan la posibilidad cada vez más cercana de una explosión social.
La muerte de la MUD, entonces, hoy dibuja a un régimen que trastabillea e intenta, por ser autocrático-militarista una huida hacia adelante y en su desesperación, de manera perversa, ordena la destrucción de la AN para lo cual de forma cobarde, usando la infra-política demanda el apoyo de un Partido Político en Armas inmoral que acepta que se le emplee como Gobierno Cívico-Militar los viernes de cada semana. Esas maniobras pudieran colocar a Venezuela como una sociedad en calamidad político-social. Calamidad político-social entendida como el infortunio y desgracia creada por el post-chavismo, generador de tribulaciones y conflictos en la sociedad venezolana, hasta colocar al país a nivel de la hecatombe, del desastre. Calamidad político-social que va aumentar, necesariamente, la observación internacional y el rechazo de múltiples gobiernos a esta tiranía cobarde del hiato Maduro-Padrino.
Esta calamidad político-social como desgracia es lo que pretende este régimen acorralado que no tiene forma para desdibujar la tiranía, no tiene manera de conseguir recursos monetarios, no tiene aliados ni en América ni en el mundo, y en lo que se refiere a China y Rusia, tendrán estos países que pensarlo bien frente a la calamidad político-social que promueve el bestiario militarista. Bestiario militarista que se aprovecha del dolor, de la necesidad y la penuria de la mayoría de los venezolanos. Así el bestiario como gobierno no puede entender a nuestro millares de jóvenes hambreados que no pueden asistir a la escuela, mucho menos a las múltiples madres heroínas que no tienen como elaborar el sustento diario para la familia, y a los millones de hombres que viven en situación de vergüenza mientras el régimen autocrático militarista disfruta de la mieles del poder y, sobretodo, de la corrupción  y de la conducta gansteril asociada a la droga.
La calamidad político-social muestra como un régimen acorralado, apoyado por el Partido Político en Armas como Gobierno Cívico-Militar, intensifica una perversa guerra psicológica, enfermiza, primitiva, incrementa la persecución en múltiples direcciones hacia los venezolanos y persigue al cuerpo de Diputados. El bestiario militarista se afinca en la calamidad político-social y se muestra como gobierno, empleando la peinilla y el machete, e imponiendo la fuerza para aumentar la desgracia y el dolor de un venezolano común y corriente que no tiene trabajo, que no consigue alimento, que no recibe asistencia médica y que, además, quedó sujeto al fraude electoral del 15-O creando una enorme frustración en quien hasta ahora había defendido el voto como un modo de participación política contendiente.
La calamidad político-social hace que los demócratas tengamos que entender definitivamente que el CNE, junto al Plan Republica y el dominio de los medios de comunicación, no garantiza un proceso electoral de acuerdo a lo establecido en la Constitución, en especial en su artículo 2 de la Ley de Procesos Electorales.  La calamidad político–social obliga, entonces,  frente a este régimen acorralado en huida hacia adelante a fortalecer el comportamiento ciudadano para construir un respuesta frente a la creciente ingobernabilidad. La calamidad político-social que llena de dolor a los venezolanos es quizás el factor que explica una frustración frente a la política doméstica, una ausencia total de gobierno, una desintegración de la AN y, frente a todo esto, al bestiario militarista como gobierno cívico-militar en la peor situación política del país.
La calamidad político-social en Venezuela llama, aún en su dolor,  a la ciudadanía que es quien decide haciendo uso de la resistencia civil para enfrentar la conflictividad. La calamidad político-social tendrá que construir una respuestas alrededor a los más altos valores del venezolano, entendiendo la desgracia política que se ha encumbrado desde el golpe de Estado del 4-F y 27-N. La calamidad político-social que hoy vive Venezuela es el producto de un grupo de uniformados, en concordancia con el marxismo-leninismo derrotado en 1973, hicieron las paces para reflotar la locura del marxismo en América Latina. Léase la calamidad político-social reconoce la combinación criminal del castrismo conjuntamente con unos inescrupulosos golpistas, que entendieron y entienden que las bocas de fuego podrían servir para lograr un cambio social en la Republica… Esos barbaros deben saber que destrozaron la República, que lo que hay es hambre y miseria, pero además de eso -mucho más importante- hay aún con la calamidad político-social que padecemos una mayoría de hombres y mujeres que no están dispuestos a permitirle al régimen acorralado en su huida hacia adelante, que  puede lograr atornillar a la barbarie del socialismo a juro en América Latina.
Es original,
Director de CEPPRO
@JMachillandaP
Caracas, 07 de noviembre de 2017


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