El gobierno tiene su agenda más que cantada. Consiste en posponer hasta
enero de 2017 la consulta del referéndum revocatorio. Para ello se valdrá de
demoras injustificadas, de normalillas, de incisos y letras pequeñas. Con su
fachada hipócrita tratará de alargar todo lo que pueda la consulta. Sabe que la
pierde. Cualquier elección la perderá. Por eso lo mejor es posponer lo
inevitable.
En el camino puede que la oposición se desanime, que la invada la
desesperanza, que surja de su seno esa vocecilla que gusta a tanto sabiondo:
“Otra vez no pudimos, hagamos lo que hagamos ellos siempre ganan, el pueblo se
acostumbró”.
Quienes así piensan no solo son colaboradores del gobierno, sino que
además expurgan sus temores anticipando el fracaso. Si no se logra el objetivo,
ya lo sabían; y si se da, pues, disfrutan de las mieles del triunfo como si
hubiesen ayudado en algo. Son, con o sin intención, parte de nuestros enemigos.
Pero esa agenda de la desesperanza puede y debe ser vencida por la
oposición. La fulana planilla del revocatorio puede que se haya entregado dos o
tres semanas antes de lo que en su agenda de posposiciones tenían previsto. La
movilización, la amenaza de ir juntos a reclamar el derecho constitucional, les
adelantó el reloj de su macabra demora. Ténganlo por seguro, sin presión no se
habría entregado este primer requisito.
Vienen nuevos y más intentos de retrasar lo inevitable, el trabajo de la
oposición es modificar el guion del gobierno, el cual, como sabemos, responde a
una agenda de supervivencia y de ningún modo a una de reconstrucción o de
soluciones para el país.
Si, efectivamente, pueblo y oposición logran superar todas y cada una de
las barreras hasta convocar el referéndum revocatorio, ganarlo como lo estipula
la Constitución (obtener 7,6 millones de votos) y, además, celebrarlo antes de
2017, pues entonces el mandado estará hecho y el próximo capítulo será convocar
a un gobierno de unidad nacional, ganar las elecciones y enfrentar la crisis
con haberes que este gobierno simplemente no tiene.
Pero si ello no es posible, si no se logra el referéndum para la fecha
límite o, peor aún, si no se logra ganar el referéndum con la cantidad de votos
necesarios, entonces los escenarios cambian completamente. De las dos malas
noticias para la oposición, perder el revocatorio parecería un escenario
descartable, siempre y cuando este tenga lugar antes de 2017. La crisis, la
torta que definitivamente es el señor presidente, junto al entusiasmo de una
nueva esperanza, garantizan el triunfo. Después de esa fecha será difícil
movilizar a la población, nos embargará la desesperanza que, como sabemos, es
el juego preferido (o quizás el único) que le queda al gobierno.
Dicho esto, las elecciones de gobernadores serían la opción de
acumulación de poder para la oposición. Una buena mayoría de gobernaciones
haría casi obligado un gobierno de cohabitación. Si las cosas se agravan
(hiperinflación de por medio) no es descabellado pensar en un gobierno de
transición dentro del propio chavismo (negociar desde el poder siempre es
ventajoso). Se trataría de una retirada ordenada que pondría en apuros a la
oposición y su necesaria unidad. Radicales y moderados irían a un match en
el cual el único ganador sería el gobierno.
Así las cosas, no superar todos los escollos para ir al referéndum
revocatorio es muy costoso para la oposición y para el país. Se le daría aire,
así esté envenenado, a un gobierno sin futuro que no importa lo que haga
perdería abrumadoramente en 2019.
¿El costo?
Tres años más de espera y de sacrificios. Más tiempo perdiendo el autobús de la
historia. De allí que después de la planilla solo queda seguir bregando para
cambiar la agenda del pasado y de privilegios mezquinos que quiere el gobierno.
LUIS PEDRO ESPAÑA N.28 DE ABRIL 2016 - 12:01 AM
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