Atrás, muy atrás quedó la revuelta insurgente del espíritu universitario
que alentó la utopía revolucionaria del Mayo Francés de 1968; igualmente, ya a
estas alturas de nuestro devenir sociohistórico se pierden de vista los
desdibujados vestigios de rebeldía estudiantil universitaria de la legendaria
“renovación universitaria de la UCV”. ¿Es que acaso desaparecieron las razones
que hicieron posible la emergencia y protagonismo de aquellos portentosos y
vigorosos movimientos estudiantiles universitarios de la Venezuela
prerrevolucionaria y protosocialista?
Porque una cosa es obvia: la gran mayoría de los líderes y dirigentes
estudiantiles universitarios de las décadas de los años setenta, ochenta y
noventa o han fallecido o están viejitos, o bien, muchos de ellos forman parte
del bloque histórico de clases hegemónica de la “revolución proletaria”,
“marxista”, “chavista”, “guevarista”, “madurista” o qué sé yo como quiera que
se autorrotule el proyecto dictatorial continental de corte neopopulista que
con el triunfo de las corrientes democráticas argentinas afortunadamente
comienza a hacer aguas en América Latina.
La sociología política en Venezuela ha podido constatar el
enclaustramiento de la izquierda de raigambre “marxista-leninista” y “maoísta”,
“estalinista” en los espacios académicos universitarios durante largas décadas
hasta que esa misma izquierda, al fin, pudo hacerse del poder según la historia
que ya todos conocemos. El archipiélago de grupos, movimientos, partidos y
organizaciones político-partidistas venezolanas que monopolizó el quehacer
político de la izquierda extraparlamentaria de finales del pasado siglo tuvo
como nichos organizacionales de su accionar político y gremial los agitados y
turbulentos pasillos, auditorios, jardines y plazas de la universidad. La
universidad fungió entonces como espacio privilegiado del debate y
confrontación teórico-epistemológica entre portaestandartes del más avanzado y
radical pensamiento ideopolítico que recorrió los más lejanos territorios de
Latinoamérica. La izquierda española, los movimientos de la internacional
situacionista, los movimientos antifranquistas, el anarcosindicalismo
ibérico, los profesores universitarios que fueron a cursar estudios de posgrado
en Francia, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra e incluso Rusia trajeron al
país no pocos libros e ideas que “incendiaban” las cabezas calientes de la
juventud antibelicista que simpatizaba con los ideales de la Escuela de
Frankfurt y el pensamiento libertario marcusiano.
La universidad fue, qué duda cabe, un receptáculo de sensibilidades
progresistas, la universidad significó algo así como el heraldo institucional
que prefiguraba el anhelo del cambio social. Las cátedras de ciencias sociales
en Venezuela estuvieron regentadas por eminencias y cerebros que producían
teorías sociopolíticas densas y de hondas complejidades analíticas e
interpretativas. Entrar en una de las universidades autónomas, democráticas y
populares en nuestro país era como entrar en un “territorio liberado” para la
juventud utópica, antiestablishment, la juventud rebelde y quijotesca, con
causa o sin ella que apostaba por la construcción de otro mundo posible aquí
abajo en la tierra. La universidad venezolana solía presentar a los gobiernos
alternativos, democráticos y representativos de la época sus planes y programas
científicos, tecnológicos y humanísticos a fin de someterlos a consideración de
los gobernantes que, a la sazón, ejercían funciones de gobierno. La voz de la
universidad era, naturalmente, escuchada con atento respeto y, eventualmente,
tomada en cuenta a la hora de diseñar los planes quinquenales de gobierno.
Obviamente, los méritos y talentos de los más capaces, las mentes más
brillantes y destacadas de la tecno-ciencia nacional era valorada en su justa
dimensión. Por supuesto, los rasgos distintivos de la pluralidad y la
tolerancia, el profundo respeto a la diversidad de ideas y perspectivas
ideológicas, dentro y fuera de la universidad garantizaban un clima psicológico
y cultural propicio y auspicioso para el debate necesario e imprescindible que
hace posible todo desarrollo y desenvolvimiento de la universidad como
universitas o como multiversidad disidente, heterodoxa, como instancia de
réplica mental, psíquica e intelectual ante los desafueros del Estado. Empero,
no todo fue miel sobre hojuelas; la etapa idílica y paradisíaca de la
universidad entró en un proceso de vertiginosa descomposición y con la llegada
de la revolución bolivariana vino lentamente el “ocaso de las universidades”
(la expresión es de nuestro insigne filósofo Ernesto Mayz Vallenilla). Hoy, a
casi dos décadas de institucionalización de la razón burocrática militar, en el
país se advierte una nueva edad media en los centros educativos universitarios.
La intelectualidad más esclarecida que llevó las riendas institucionales de
nuestras casas de estudios superiores a la vanguardia envidiable del continente
o ha muerto o está jubilada o se fue del país y lo más grave y desconcertante
es que no hubo un programa exitoso de formación de una generación de relevo que
le plantara cara y mano firme y resistente a los embates y despropósitos
antiuniversitarios de la manu militari totalitaria y hegemónica del proyecto
proletario de corte obsidional que actualmente amenaza con asfixiar a la
sociedad toda en una ralentizada “colonia penal” (Jonuel Brigue).
A la
universidad del presente se le imponen retos ineludibles, desafíos históricos
insoslayables de no poca monta; la universidad nacional no puede continuar
mirándose el ombligo y contemplándose a sí misma narcisistamente de un modo
autotélico. Ya va siendo hora de que la universidad “despierte” de su
somnoliento letargo indiferente. Es la hora del protagonismo de la universidad
venezolana en el concierto del devenir social e institucional nacional. La
universidad no puede seguir transitando hacia derroteros antagónicos a los que
transita el resto del país. La disyuntiva es de vida o muerte; o la universidad
habla y actúa como lo que es, o debe reconocer su trágico destino: morir de
mengua, fenecer como faro del espíritu en medio de la oscurana que se abate
sobre la nación.
RAFAEL RATTIA28 DE ABRIL 2016 - 12:01 AM
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