I.
La Asamblea Nacional se pronunció recientemente (en
realidad lo hizo la bancada oficialista, pues nuestro actual Parlamento no es
un parlamento en el estricto, y no tan estricto, sentido democrático de la
palabra), con el propósito oponerse a la paralización de actividades en diez
universidades autónomas y experimentales. Palabras más, palabras menos, señaló
la AN, que a pesar de que el precio petrolero anda por los suelos, tales
instituciones han recibido recursos como nunca antes, pero que no los
administran bien ni se dejan auditar.
Que se encuentran divorciadas de las
necesidades del país y que están secuestradas por grupos políticos opositores,
enemigos de todo aquello que favorezca a la sociedad venezolana. Que, sin
compasión alguna y de manera irresponsable, han dejado fuera de las aulas a
200.000 estudiantes. Y que, visto lo anterior y otras cosas más, acudirá al
Ministerio del Poder Popular del Trabajo para que tome las medidas a las que
haya lugar y al TSJ que opine con relación a tanto crimen junto.
En síntesis, la AN considera que se trata de casas
de estudio que aportan muy poco al país y que deber ser profundamente
transformadas (intervención mediante, cabe imaginar), de acuerdo a un guión
inspirado en lo que pudiera llamarse el “pensamiento del socialismo del siglo
XXI”, del que, por cierto, se cuenta con evidencias que francamente dan susto.
II.
Sin embargo, yo, profesor ucevista da a pie,
observo cosas muy distintas de las que dice la AN. Observo que el presupuesto
universitario ha sido reconducido desde el año 2007 y que si bien hoy suena
generoso con su cantidad de ceros, lo es sólo si nos olvidamos de la inflación
más elevada del planeta, pues a duras penas alcanza para pagar salarios y
realizarlas labores mínimas de mantenimiento.
Que en estas universidades, que
históricamente han representado 80% de la actividad científica nacional, los
laboratorios funcionan a media máquina (en el mejor de los casos), y un número
importante de investigadores y de profesores ha dejado la universidad e
inclusive el país. Que los académicos venezolanos son, de lejos, los peor
pagados de América Latina y que su sueldo no alcanza para comprar la canasta
básica, es decir, los bienes y servicios que, según los estadísticos, les
permite ubicarse dentro de los parámetros mínimos de una vida más o menos
llevadera. Que se pide que las universidades rindan cuentas, pero se guarda
silencio frente al silencio del Banco Central, no se toca ni con pétalo
de una rosa la partida para viajes del Presidente Maduro y mejor no hablemos de
las cuentas de los Ministerios.
Observo, pues, que el pecado cometido por estas
universidades es no querer afiliarse a la franquicia política oficial y
mantener a toda costa el derecho de cada quien a opinar conforme le indican su
cerebro y su corazón y, por otro lado, no querer parecerse a las que ha creado
el Gobierno, esas en las que, por ejemplo, las autoridades se nombran a dedo
(participativo y protagónico, desde luego) y las neuronas guardan disciplina
partidista.
III.
Observo, pues, que nuestras universidades precisan
cambios, pero creo que el comunicado de la AN no sirve para abonar el terreno,
porque en vez de promover soluciones convenidas a través del diálogo, publica
un escrito que descalifica y amenaza, además de que desborda el juego
democrático buscando imponer, “como sea”, su visión del tema universitario.
Observo, en fin, que la AN cree que eso de la
sociedad del conocimiento es puro chisme. O, peor aún, que no existe, pues no
la capta desde su pequeño radar.
Harina de otro costal
La Selección Nacional de Fútbol se encuentra en La
Paz para enfrentarse mañana con Bolivia, a 3.500 metros de altura. Como se
sabe, allá arriba, en las vecindades del cielo, se respira con dificultad y las
piernas pesan toneladas. Por eso es necesaria una preparación especial, hoy en
día centrada principalmente en el uso de las cámaras hiperbáricas.
Sin embargo, hace poco se descubrió que el Viagra
puede ayudar, prueba de que la ciencia no pocas veces transita caminos
ignorados por ella misma.En efecto, de acuerdo a los especialistas, la
mencionada pastilla genera efectos vaso-dilatadores que aumentan el flujo
sanguíneo y la oxigenación y, por ende, elevan el rendimiento físico,
compensando el efecto generado por la menor presión atmosférica. Los médicos
advierten, por si acaso, que la píldora no produce erección alguna en los
futbolistas, puesto que se administra en dosis bajas y no suele haber, por lo
menos que se sepa, una estimulación sexual en la cancha.
¿Sabrá el Chita Sanvicente de esta nueva aplicación
de la famosa pildorita azul?
11 DE NOVIEMBRE 2015 - 12:01 AM
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