Todos,
o creo que casi todos, recordamos el personaje de la serie Star Wars, ese
extraño sabio que hablaba con frases construidas al revés de como sería lo
normal. El Jedi. El sabio. El guardián. Según Wookieepedia, el Jedi “se
convirtió en el reverenciado guardián de la paz y la justicia en la galaxia”.
¿Será
ese el papel que le tocará jugar a Manuel Rosales? ¿Será que ha regresado de
una lejano universo a años luz, después de un largo retiro, de una larga
meditación, para poner orden donde impera el desorden, armonía donde reina la
discordia y amor donde solo encontramos encono y odio? ¿Será él el mediador que
perdone a los corruptos, que deshaga tanto disparate y recupere la cordura y la
conciencia después de 16 años de dislates?
Esa
y muchas otras preguntas nos atormentan hoy por igual a todos los venezolanos,
provengan de donde provengan y tengan las inclinaciones (políticas) que tengan.
Alrededor de su retorno se van tejiendo las más peregrinas historias: que si el
gobierno lo ha comprado, que si Maduro ha pactado con él, que si este es el
momento de influir en los resultados del 6D, que si es el candidato de la
transición, que si es un nuevo martir,... ¡Que se yo! Se oyen tantas
disparatadas historias, tantos cuentos sin sentido, tantas disquisiciones
ilustradas que, a falta de mayor información, no tenemos mas remedio que crear
nuestras propias y particulares teorías.
¿Por
qué regresó Rosales? ¿Y, sobre todo, por qué ahora? Unas incógnitas que,
parafraseando al difunto, no podrán ser contestadas “por ahora...” Visto desde
una prudente distancia, lo de Rosales resulta, según el “hombre que camina”
(Carlos Andrés Pérez para los jóvenes), como una especie de “autosuicidio”.
Regresar a un país donde las condiciones de justicia están totalmente
corrompidas, como se ha demostrado hasta la saciedad con el caso López; donde
las cárceles son absolutamente nauseabundas; donde ni el más inocente de los
ciudadanos tendría un juicio justo, es absolutamente increíble. En especial
habida cuenta que ya la fiscal (¿o es la fiscala?) general de la República
(¿bananera?¿bolivariana?) ya lo había anunciado con claridad y en alta voz:
“¡en lo que toque suelo en Venezuela lo metemos preso!”. Sólo le faltó agregar
¡carajo! para estar un poco más cerca de Juan Vicente Gómez, nuestro bien
recordado dictador. O sea: ir directamente al matadero, sabiendo de antemano
que los cuchillos están listos para la faena es, repito, absolutamente
increíble. O como diría mi amigo Rubén (Núñez), incroyable. En la suposición de
que Rosales no es masoquista (al menos en apariencia), tenemos que descartar
sin remedio la tesis de que se haya entregado “por gusto”. Bueno, pronto le
cogerá el gustico al encierro, sin duda. Lamento decir que él se lo ha buscado.
Lo que ignoro son sus razones.
En
cuanto a las motivaciones políticas, ¿cuáles pueden ser? ¿Competir con López?
¿Competir en el martirio, real o aparente, que significa perder la libertad,
verse lejos de todas comodidad, fuera del alcance de familia, amigos, condenado
a un encierro que con seguridad será por tiempo indefinido? Si es así, como
dijera Luis Herrera “tarde piaste, pajarito”. Competir haciéndose el mártir
contra alguien que ya lleva catorce meses preso no será fácil. ¡Ay, pobre
López! dicen muchos venezolanos. Pero no serán muchos los que digan “¡Ay, pobre
Rosales!”. Más bien, creo yo, dirán otras cosas que no me atrevo a escribir
aquí. Cada quien que interprete mi silencio. Así es que la teoría del
arrepentido de última hora, el último de la fila que pretende colearse ahora,
pues tampoco es muy creíble. Me cuentan que en esta fiesta no se admiten
coleados.
Seguimos
escarbando, indagando. ¿Que disparó el gatillo del arrepentimiento o del
nacionalismo o de la aventura para que sea ahora, justamente ahora, a dos meses
de una elecciones que se presentan como cruciales para el devenir de la nación
cuando el señor Rosales haya tomado la decisión de dejar atrás su exilio, dar
la cara y echarse encima un encierro indefinido?
Desde
luego, conociendo como conocemos las extrañas circunvoluciones cerebrales de
nuestros políticos, será muy difícil llegar al fondo del pozo de la verdad. Con
el tiempo, tal vez, sabremos si vino a competir con López, si vino a desbancar
a Capriles o si, como el Jedi, vino a “convertirse en el reverenciado guardián
de la paz y la justicia en la galaxia”.
Lloverá
y escampará, CAP dixit.
En
Granada, el 18 de octubre de 2015
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