Este artículo desmonta, una a una, las
afirmaciones que el presidente de Venezuela defendió en una tribuna reciente
publicada en este periódico
Que la maldad puede ser banal ya nos lo explicó Hannah
Arendt. Después de asistir al juicio contra Adolf Eichmann en 1961, Arendt
escribió que su principal sorpresa fue descubrir lo anodino que era ese
monstruoso ser humano. Este oficial de las SS fue uno de los principales
organizadores del Holocausto, en el que fueron asesinados más de seis millones
de niños, mujeres y hombres. Arendt cuenta que Eichmann no era muy inteligente;
no pudo completar los estudios secundarios o la escuela vocacional y solo
encontró empleo como vendedor itinerante gracias a los contactos de su familia.
Según Arendt, Eichmann se refugiaba en “frases hechas, clichés y el lenguaje
oficial”. Uno de los psicólogos que lo examinó reportó que “su única
característica inusual era ser más normalen sus hábitos y en su
lenguaje que el promedio de la gente”.
Por supuesto que hay grandes diferencias entre Adolf
Eichmann y Nicolás Maduro. Pero también similitudes. A Maduro tampoco le fue
muy bien en los estudios o en su vida laboral y sus tropiezos gramaticales
siguen haciendo las delicias de quienes lo siguen en redes sociales. Las
“frases hechas, clichés y el lenguaje oficial” saturan su vocabulario. Su
banalidad es ya legendaria.
El presidente de Venezuela acaba de publicar un muy
revelador artículo de opinión en EL PAÍS. En él documenta su mendacidad,
confirma su banalidad y despliega su inmensa crueldad.
Comienza afirmando: “Nuestra democracia es distinta a
todas. Porque todas las demás… son democracias formadas por y para las élites”.
Resulta que la opulenta élite creada por Hugo Chávez, y perpetuada por Nicolás
Maduro, lleva dos décadas enriqueciéndose ilícitamente y ejerciendo el poder de
manera nada democrática. Su control sobre todas las instancias es absoluto. Un
ejemplo: entre 2004 y 2013, el Tribunal Supremo de Justicia dictó 45.474
sentencias. ¿Cuántas de estas fallaron en contra del Gobierno? Ninguna.
Maduro continúa: “La revolución cambió y se volvió
feminista. Y entre todos y todas decidimos remover la violencia machista de
nuestro sistema de salud y empoderar a las mujeres a través del programa
nacional de parto humanizado”. Según la prestigiosa revista médica The
Lancet, la mortalidad de las madres en Venezuela en los últimos años
ha aumentado un 65% y la mortalidad infantil, en un 30%. ¿Parto humanizado y
feminista?
El año pasado, el 64% de la población
perdió, en promedio, 11 kilos de peso por falta de comida
Pero Nicolás Maduro no solo se preocupa por las madres.
También lo angustian los jóvenes: “Hace 20 años, antes de nuestra revolución
bolivariana, era normal echar la culpa de la cesantía de los jóvenes a los propios
jóvenes… que por flojos merecían una salud paupérrima, sueldos de hambre y
vivir sin techo. Pero con nosotros en el Gobierno la cosa cambió…”. En esto el
presidente tiene razón, la cosa cambió: ahora el poder de compra del salario
mínimo es un 94,4% más bajo de lo que era en 1998. En la práctica, el salario
mínimo “en la calle” es de poco más de tres dólares al mes (2,5 euros). Un mes
de salario mínimo “oficial” solo alcanza para comprar dos kilos de pollo. Y ni
siquiera todos lo alcanzan. Una enfermera que trabaja por su cuenta, por
ejemplo, gana el equivalente de seis centavos de dólar al día. Pero hay más:
los jóvenes que tanto preocupan al presidente son las víctimas más frecuentes
del desenfreno criminal que sacude al país. Venezuela sufre uno de los más
altos índices de asesinatos del mundo. ¿Qué ha hecho Maduro al respecto? Nada.
Naturalmente, la prioridad del presidente es el pueblo:
“… Es esencial que la economía esté al servicio del pueblo y no el pueblo al
servicio de la economía… La economía es el corazón de nuestro proyecto
revolucionario. Pero en mi corazón está primero que todo la gente”. Esa gente
que puebla el corazón del presidente está siendo diezmada por la primera
hiperinflación latinoamericana del siglo XXI y por la falta de alimentos,
medicinas y productos básicos. Según el Fondo Monetario Internacional, los
precios subirán un 13.000% este año. El año pasado, el 64% de la población
perdió, en promedio, 11 kilos de peso por falta de comida. Este año el
desabastecimiento es aún peor y hay severos racionamientos de agua y
electricidad. Menos mal que la economía que preside Maduro está al servicio del
pueblo. ¿Cómo sería si no fuese así?
Además de desplegar su liderazgo económico y social, el
presidente de Venezuela usa su columna para reafirmar sus credenciales
democráticas: “Para nosotros solo hay libertad y democracia cuando hay un otro
que piensa distinto al frente, y también un espacio donde esa persona pueda
expresar su identidad y sus diferencias”. Para centenares de presos políticos,
ese “espacio” es una celda inmunda donde viven hacinados en condiciones
inhumanas y donde algunos de ellos son regularmente torturados, tal como lo han
denunciado todas las organizaciones internacionales de derechos humanos. En la
Venezuela de Chávez y Maduro, pensar distinto se volvió muy peligroso.
Un
mes de salario mínimo “oficial” solo alcanza para comprar dos kilos de pollo. Y
ni siquiera todos lo alcanzan
Para profundizar en la democracia que reina en su país,
Maduro ha convocado elecciones anticipadas y es uno de los candidatos con más
posibilidades de ganar, a pesar de que sus votantes se están muriendo de
hambre: “Nos hemos empeñado con pasión en transparentar, en respetar y en hacer
respetar las leyes electorales para las elecciones del próximo 20 de mayo… Y
ese proceso será limpio y modelo…”. El pequeño detalle que omite el presidente
y candidato es que 15 Gobiernos de América Latina, más la Unión Europea,
Estados Unidos y Canadá han denunciado como fraudulentos los inminentes
comicios y han declarado que no reconocerán sus resultados. Maduro el demócrata
inhabilitó a los principales partidos de la oposición; sus candidatos más
populares están presos, exiliados o descalificados, y no permite que
observadores internacionales independientes monitoreen el proceso electoral.
Pero el presidente no está solo. La gran democracia rusa mandará un equipo de
observadores para garantizar la pulcritud del proceso. Cuba y Nicaragua
también.
Es muy revelador que, en su larga columna, Maduro no
haya dedicado ni una línea a comentar sobre el infierno que están viviendo los
venezolanos. En las encuestas que miden la felicidad expresada por la gente en
distintos países, Venezuela solía estar en los primeros lugares. Hoy es uno de
los lugares más infelices del mundo; ocupa la posición 102 entre 156 países
encuestados. Los millones de venezolanos que han abandonado su tierra tampoco
merecen comentario alguno de Maduro.
Y es que una de las peculiaridades más indignantes del
régimen de Chávez y Maduro es la criminal indiferencia que han mostrado ante el
sufrimiento de los venezolanos que ellos dicen amar. La indolencia, el
desinterés, la pasividad con los cuales Maduro trata las trágicas crisis que
crecen y se multiplican, matando a diario cada vez a más venezolanos, parecieran
no afectarlo, no motivarlo a actuar, a buscar ayuda. Es al contrario: Maduro
niega que Venezuela sufra una crisis humanitaria y no permite la ayuda
internacional que podría ya haber salvado miles de vidas.
Sí; Maduro es banal. Pero también letal.
Moisés Naím,
columnista de EL PAÍS, fue ministro de Fomento (1989-1990) de Venezuela y
director del Banco Central venezolano. Twitter: @moisesnaim
5 MAY 2018 - 00:00 CEST EL PAIS
Ilustración: ENRIQUE FLORES
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