El caos y la desatención que
reina en el Hospital Universitario de Los Andes no tienen parangón desde su
fundación en diciembre de 1973 cuando el presidente Caldera cortó la
cinta inaugural. El colapso progresivo e indetenible desde hace varios años, opiniones
conservadoras hablan de más de 15, que ha erosionado las firmes bases de
su nacimiento no fueron suficientes para detener la inestabilidad de sus
funciones como centro hospitalario.
Voces autorizadas como el ex
rector de la ULA Néstor López Rodríguez, el médico urólogo José Enrique Machado
Hurtado y el discípulo y colega Antonio Villavicencio, estiman pertinente el
llamado a declarar el HULA en emergencia, es decir, la atención especial
y la búsqueda de una solución inmediata. Las razones para esta posición son
múltiples y conocidas por la opinión universitaria y por la comunidad
merideña. Pues de hecho el HULA está en cierre técnico y operativo. Las
consultas externas de los servicios especializados están totalmente suspendidas
desde hace varias semanas. Igual sucede con las inmunizaciones, la actividad
quirúrgica electiva, el laboratorio se limita a realizar exámenes básicos y en
ocasiones ni estos. En pocas palabras, hay un cierre técnico del Hospital.
Es aquí donde adquiere vigencia
plena la propuesta López-Machado-Villavicencio de solicitar a la autoridad
sanitaria o ejecutiva, la declaratoria de la Emergencia Hospitalaria. Esto
implica la designación de una autoridad con suficiente rango para que
conjuntamente con el cuerpo directivo del HULA se aboquen a labrar soluciones e
implementar, en la mayor brevedad, un programa de planificación e inyección de
recursos provenientes del Ministerio de Salud en aras de alcanzar el despegue
del marasmo que afecta a la población del área de influencia del Hospital
Universitario.
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