La causa es el país. Para salvarlo hay que superar
la crisis que lo destruye. No se le puede poner fin sin ponerle fin a Maduro. Y
la vía realmente existente es ejercer masivamente el voto. Única opción para
iniciar una transición pacífica hacia la democracia.
Algunos piden, porque creen que el régimen no
pierde elecciones y si las pierde volteará los números, renunciar al voto en
espera de un golpe, una invasión o una explosión social. Llaman a abandonar la
lucha contra el régimen tal y como es.
En otra franja de opositores, está privando
oponerse al cambio porque Falcón no les gusta. Sacrifican la causa por el
candidato. Prefieren intentar bloquear la voluntad mayoritaria de castigar al
régimen y dejar que Maduro nos siga martirizando. Si no es uno de ellos, que no
sea nadie.
Resulta increíble que opositores a carta cabal
trasladen su blanco de ataque de Maduro a Falcón y que su principal afán sea
convencernos que Falcón no puede ganar. Restarle votos a Falcón crea condiciones
de resistencia al cambio similares a las del ventajismo, las trampas y las
mentiras del régimen. La coincidencia es incongruente y a los seguidores de la
MUD les resultará difícil mantenerla.
Afortunadamente existe un significativo sector de opositores
que se ha mantenido defendiendo la abstención como una presión para recortar el
ventajismo oficialista y diferir la fecha, realizar los cambios en el CNE o
asegurar la observación internacional independiente. Ante las evidencias de que
el régimen no se va a negar a si mismo, lo más probable es que estos sectores
decidan votar.
Otra franja de abstencionistas, cada día más
inclinados a seguir a la mayoría, está indecisa porque aún no encuentra cómo
solucionar el desajuste entre lo que le dicta su querencia y la línea adoptada
por la organización en la que milita o con la cual simpatiza. Si encuentran la
justificación para estar en paz con su conciencia sin romper la fidelidad con
sus partidos, se decidirán a votar.
La última trinchera del abstencionismo derrotista
es la de la legitimidad. Las teorías sobre la legitimidad democrática se basan
en la aceptación que le dispensen los gobernados a los gobernantes. Toda acción
que cuestione y refute el poder establecido, sea mediante el voto o mediante la
abstención, no genera legitimidad. Adicionalmente es sabido que la mayoría de
los gobiernos del mundo le niegan, a priori, legitimidad al gobierno de Maduro,
ahora y después del 20 de marzo. La legitimidad no es el problema.
El hecho de que aún se pueda votar en Venezuela
abre dos opciones. Una que se perpetúe un fraude que profundice internamente la
crisis política y externamente acentué las sanciones sobre jerarcas
oficialistas. Pero la otra es la de desbaratar esa maniobra de falsa
legitimación por la vía de votar y ganar. La dificultad es el miedo a correr
riesgos y emplearse a fondo en derrotar el fraude en las mesas y celebrar el
triunfo en las calles.
La confianza en la estrategia electoral y
democrática, en expresar la rabia popular y mesclar la lucha electoral con los
problemas que padece la gente, la insistencia en las soluciones y en comunicar
esperanza va a darle el empujón final a la votación por Falcón. Será suficiente
para oficializar la derrota que ya la hiperinflación le proporcionó a Maduro, el
culpable del hambre y la ruina general. La causa va a triunfar porque hay un
candidato para votar y elegir.
@simongar
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