Maduro, Falcón y el gobierno de “unidad nacional”
En inherente al chavismo, su plástica naturaleza y sus transformaciones
perpetuas. Metamorfosis kafkianas que siempre ha emprendido a voluntad. Por
quedarse en el poder, todo; aun convirtiéndose en insecto gigante. Como Gregor
Samsa, despreciado por su familia y confinado a su habitación pero con la
capacidad de causar consternación.
El reacomodamiento de las piezas está en curso, según me llega desde
varias fuentes confiables. En un almuerzo que habría tenido lugar hace dos
semanas, los embajadores de algunos países de la Unión Europea en Caracas
conversaron con el candidato Henri Falcón. Allí se hizo referencia a un gran
acuerdo político preparado por José Luis Rodríguez Zapatero.
En base a dicho acuerdo, gobierno y oposición—léase el candidato
Falcón—se comprometerán a asegurar la estabilidad y lanzar un plan económico de
recuperación inmediatamente después de la elección del 20 de mayo. El escenario
previsto es de siete millones de votos para Maduro y cinco millones para
Falcón. Es la consabida fórmula del fraude inteligente: 60-40.
Con dicho resultado Falcón será el líder de una oposición a la medida
del régimen. Tanto que se habla de ofrecerle la vicepresidencia. La idea ya
estaba dando vueltas hacía tiempo, pero fue Zapatero, eximio diseñador de
contubernios, quien aparentemente le dio las puntadas finales: un gran gobierno
de reconciliación y unidad nacional.
Con tanta pompa no es difícil de imaginar la celebración de Maduro, su
acostumbrada danza macabra. En la metamorfosis todo es posible. El insecto de
hoy es el clásico consociacionalismo holandés en versión caribeña, una gran
coalición de gobierno. Algo así como el Frente Nacional colombiano de 1958 a
1974, claro que en apariencia: Falcón no es más que un subcontratista de la
franquicia chavista.
El esquema se ve como un barniz de legitimidad para salir del
aislamiento internacional. Francisco Rodríguez, asesor de Falcón, se convertirá
en zar de la economía. Tal vez sea zar en el futuro, pero hoy es conocido como
el rey de los bonos de hambre. Es que Rodríguez es bróker de tenedores de deuda
venezolana y fue eficaz en convencer al gobierno que pague. Es decir, que
destine los recursos a Wall Street en lugar de atender la crisis humanitaria.
Viva la revolución, de la hipocresía.
Pero servir la deuda fue cosa del pasado, varios de los bonos están
impagos hoy. El riesgo, cierto e inmediato, es el default generalizado y luego
los buitres. Para evitarlo traen a Rodríguez, con el apoyo de los acreedores,
su propuesta de dolarización y su búsqueda de platas frescas.
Bien puede ser una expresión de deseos que, ante el fracaso, será leído
como un engaño por parte del gobierno. El gobierno de Maduro no está en
condiciones de emitir deuda nueva, salvo privatizando activos que asimismo
están deteriorados. Y si el plan es usar la moneda Petro como instrumento de
deuda, esa es precisamente la razón por la cual el Departamento del Tesoro de
Estados Unidos lo incluyó en el régimen de sanciones existente.
Jugar con fuego supone el peligro de quemarse, deberían saber los zares,
pero si todo esto resulta, el gobierno habrá logrado una vez más lo que hace ya
varios años viene consiguiendo con éxito: alargar su horizonte temporal en el
poder. O sea, ganar tiempo, desmovilizar, reprimir aunque mejor cooptar, con
presos políticos y con rehenes silenciados, neutralizar a la oposición, barajar
y dar de nuevo. Una y mil veces.
Y mientras tanto avanzar en la construcción de un sistema de partido
único. En las elecciones regionales de octubre y las municipales de diciembre
últimos, fue con fraude y disfraz de democracia competitiva. No debe olvidarse
que hubo gobernadores de la MUD que se juramentaron frente a la Asamblea
Constituyente, también fraudulenta. Ahora será igual pero con la máscara de un
gobierno de unidad nacional.
El comodín de la baraja es qué hará la comunidad internacional el 20 de
mayo por la noche. Muchas naciones han anunciado que desconocerán el resultado
de dicha elección. Lo cual quiere decir desconocer al gobierno que de allí
surja. Sin embargo, algunos países que habían retirado sus embajadores de
Caracas—España y Panamá, por ejemplo—han vuelto a enviarlos. ¿Es un retorno
temporal a sus destinos?
Es que si verdaderamente desconocen la elección, dichos embajadores
deberían estar en casa el día 21. De otro modo, que se preparen para convivir
con un insecto gigante en el hemisferio. A este no podrán encerrarlo en su
habitación.
5 MAY 2018 - 21:39 CEST EL PAIS
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