Uno de los más prolíficos investigadores de la historia
venezolana y neogranadina de la actualidad es, sin duda alguna, el jesuita José
Del Rey Fajardo. A través del rico entramado colonial de la presencia de los
hijos de San Ignacio en tierras americanas, el padre Del Rey ha
escudriñado en los archivos americanos y europeos las ejecutorias de sus
hermanos religiosos, una de las aventuras más originales y exitosas de la
evangelización y la cultura en el nuevo continente. Gruesos volúmenes dan
fe de este ingente trabajo publicados en Colombia y Venezuela para disfrute de
la posteridad.
Con el señorío santafereño y la prestancia de la
Pontificia Universidad Javeriana, el 2 de mayo del presente año, le fue
conferido el Doctorado Honoris Causa en Historia Colonial Neogranadina.
Merecido homenaje que reconoce el aporte del recipiendario a una memoria
que necesitamos rescatar porque es la lección permanente de lo que se hizo en
condiciones muy adversas, pero que con la tesón, la clarividencia y el espíritu
emprendedor sazonado con la espiritualidad ignaciana, nos ha
dejado lecciones perennes que debemos retomar en estos tiempos recios. Las
adversidades están para vencerlas y la educación con sabor a trascendencia
logra los milagros que el simple esfuerzo humano no logra.
En las palabras de agradecimiento al recibir el
Doctorado Honoris Causa, comenzó diciendo el Padre Del Rey: “Sea mi primera
palabra de gratitud hacia esta mi Alma Mater, espacio zurcido de horizontes
silenciosos y fantasías capaces de domesticar los espacios infinitos;
asimismo pasión empecinada en ilustrar a sus hijos en la capacidad creativa de
los saberes para que asuman el reto de las ciencias que los liberarán de los
dolores del alma y de las plagas del cuerpo, así como también para
advertirnos de la amenaza del tremedal de la barbarie que no perdona a quienes
se arrojan a ella. Gracias al Consejo Directivo por estimar como bien de
ciencia la obra de este obrero de la investigación histórica que ha dedicado su
vida al estudio de las etnias que habitan los espacios irredentos de la
Orinoquia y su meditación al deber ser de la Universidad, al margen de las
servidumbres que imponen los perfiles de opinión, los intereses sin rostro o la
libertad entregada”.
Sea esta sencilla crónica la manera de unirnos
espiritualmente al querido amigo a quien hubiéramos querido acompañar en tan
solemne acto, vedado por las circunstancias que vivimos. Y sea la modalidad con
la que mis amables lectores se unan a este hombre que ha dado tanto a
Venezuela, en su entrega como docente, investigador y constructor de obras que
perdurarán en el tiempo como un eslabón más en la larga y fecunda historia de
la Compañía de Jesús en nuestras tierras.
La crónica menor
DEL REY FAJARDO, DOCTOR DE LA JAVERIANA
Cardenal Baltazar Porras Cardozo
20.- 28-4-18 (2815)
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