domingo, 15 de diciembre de 2019

VENEZUELA Y LAS DEMOCRACIAS DEL MUNDO ANTE LOS PROCESOS QUE LAS AMENAZAN



Desde hace algún tiempo se presentan en muchos países movimientos políticos desestabilizadores, que parecieran actuar con alguna sincronía y que han hecho erupción en Sur América y en países de la Europa Mediterránea en los últimos meses. Algunos analistas, ante la evidente “solidaridad” que les ofrecen a esas explosiones algunos estados de conducción marxista, se refieren a ellos como conspiraciones de agitación de la izquierda internacional, mientras ciertos estudiosos los califican de “Populismos” porque utilizan estrategias populistas para presentarse en sus sociedades como fenómenos de motivación social legítima.


En otra dimensión, los sistemas de seguridad de todo el mundo occidental vienen persiguiendo desde hace años a redes criminales que se han hecho globales, las cuales trafican ilegalmente -entre otros “bienes y servicios”- drogas, armas, prostitución, trabajadores esclavizados y minerales estratégicos; se relacionan con organizaciones terroristas internacionales y operan grandes maquinarias de lavado de dinero apoyándose en bancos y otras plataformas financieras. Como en la desestabilización política, también estos “movimientos” se dotan de actividades legales para mostrarse como corporaciones de intereses legítimos.

En las últimas décadas esas dos clases de movimientos han dejado de ser independientes para actuar en claras alianzas regionales y hasta mundiales, estableciéndose como tramas de intereses geopolíticos, que no sólo incorporan a estados sino también a élites paraestatales que a su vez gobiernan a las redes delictuales y a los movimientos de agitación que hemos comentado. Las sinergias que se vienen produciendo entre esos diversos movimientos los han llevado a conformar nuevos sistemas de gobernanza internacional dotados de estrategias propias de reproducción y legitimación, que las democracias no pueden seguir tratando como fenómenos independientes o de conexión sólo eventual.

En fin, todo parece indicar que en el futuro próximo estaremos presenciando el fortalecimiento de un sistema global complejo, que integra claros intereses geopolíticos y criminales, que ya maneja proporciones muy importantes de los flujos financieros y comerciales del mundo y que tratará de acrecentarlos, el cual seguirá intentando desestabilizar a las democracias y buscará legitimar políticamente en cada país a sus propios circuitos populistas. Esa pareciera ser la dinámica en marcha.

¿Es este un cuadro de inspiración Orwelliana?... No, lo que hemos tratado de caracterizar en estas líneas es la imagen de un proceso sistémico que está en marcha en el mundo, el cual tiene dimensiones económicas, políticas e incluso militares, que no busca solamente ser parásito de las democracias sino que persigue debilitarlas en extremo para maximizar sus beneficios en todos los órdenes.

El Estado de Venezuela, de todos los países del hemisferio, se ha convertido en el eslabón más notable de diversas cadenas que integran ese sistema a nivel mundial, conectado con anillos en Centro América, en los EEUU, en el Medio Oriente y en los países de la Europa Mediterránea. El funcionamiento impune del Cartel de los Soles que exporta a los EEUU y Europa, la conexión con las FARC en Colombia, las relaciones con Hezbollah y con Iran, el financiamiento a Podemos en España, la alianza con Cuba y el envío de “colectivos” pagados por el gobierno venezolano a los recientes disturbios de Chile, Bolivia y Colombia y la exportación sin controles ambientales o económicos de minerales del Arco Minero del Orinoco, no son una simple colección de delitos y crímenes que deberemos imputar a las élites del régimen chavista, son manifestaciones de un hecho global en el cual participa Venezuela y no está sola. Todas las democracias tienen que defenderse de ese hecho compartiendo esfuerzos, recursos y estrategias.

Para hacerse eficaces, la defensa y la coordinación entre las democracias tienen que darse en muy diversas dimensiones y ser apoyadas en una campaña de comunicación que se dirija a crear conciencia de las amenazas en las élites dirigentes de la política, la academia, las fuerzas armadas, el mundo sindical y la economía. Debe instrumentarse en las dimensiones de la seguridad internacional y de la lucha contra el crimen organizado, de la cooperación internacional para el desarrollo, del perfeccionamiento de los órganos y acuerdos regionales y multilaterales para evitar que sean penetrados, y del desarrollo de mejores democracias y mecanismos sociales para neutralizar a los populismos, en cada país y en el mundo.

Y a los demócratas venezolanos en particular, mientras no hayamos logrado desplazar del poder a la dictadura, nos corresponde cerrar filas con las democracias del globo, y difundir este mensaje de alerta, para reducir el ritmo del contagio y para debilitar a las alianzas que apuntalan al régimen que ha destruido nuestra democracia, acabado con nuestro progreso y secuestrado nuestras libertades.


Digalo Ahi Digital


15 de Diciembre del 2019

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