Desde hace algún tiempo se presentan en muchos países movimientos
políticos desestabilizadores, que parecieran actuar con alguna sincronía y que
han hecho erupción en Sur América y en países de la Europa Mediterránea en los
últimos meses. Algunos analistas, ante la evidente “solidaridad” que les
ofrecen a esas explosiones algunos estados de conducción marxista, se refieren
a ellos como conspiraciones de agitación de la izquierda internacional,
mientras ciertos estudiosos los califican de “Populismos” porque utilizan
estrategias populistas para presentarse en sus sociedades como fenómenos de
motivación social legítima.
En otra dimensión, los sistemas de seguridad de todo el mundo occidental
vienen persiguiendo desde hace años a redes criminales que se han hecho
globales, las cuales trafican ilegalmente -entre otros “bienes y servicios”-
drogas, armas, prostitución, trabajadores esclavizados y minerales
estratégicos; se relacionan con organizaciones terroristas internacionales y
operan grandes maquinarias de lavado de dinero apoyándose en bancos y otras
plataformas financieras. Como en la desestabilización política, también estos
“movimientos” se dotan de actividades legales para mostrarse como corporaciones
de intereses legítimos.
En las últimas décadas esas dos clases de movimientos han dejado de ser
independientes para actuar en claras alianzas regionales y hasta mundiales,
estableciéndose como tramas de intereses geopolíticos, que no sólo incorporan a
estados sino también a élites paraestatales que a su vez gobiernan a las redes
delictuales y a los movimientos de agitación que hemos comentado. Las sinergias
que se vienen produciendo entre esos diversos movimientos los han llevado a
conformar nuevos sistemas de gobernanza internacional dotados de estrategias propias
de reproducción y legitimación, que las democracias no pueden seguir tratando
como fenómenos independientes o de conexión sólo eventual.
En fin, todo parece indicar que en el futuro próximo estaremos
presenciando el fortalecimiento de un sistema global complejo, que integra
claros intereses geopolíticos y criminales, que ya maneja proporciones muy
importantes de los flujos financieros y comerciales del mundo y que tratará de
acrecentarlos, el cual seguirá intentando desestabilizar a las democracias y buscará
legitimar políticamente en cada país a sus propios circuitos populistas. Esa
pareciera ser la dinámica en marcha.
¿Es este un cuadro de inspiración Orwelliana?... No, lo que hemos
tratado de caracterizar en estas líneas es la imagen de un proceso sistémico
que está en marcha en el mundo, el cual tiene dimensiones económicas, políticas
e incluso militares, que no busca solamente ser parásito de las democracias
sino que persigue debilitarlas en extremo para maximizar sus beneficios en
todos los órdenes.
El Estado de Venezuela, de todos los países del hemisferio, se ha
convertido en el eslabón más notable de diversas cadenas que integran ese
sistema a nivel mundial, conectado con anillos en Centro América, en los EEUU,
en el Medio Oriente y en los países de la Europa Mediterránea. El
funcionamiento impune del Cartel de los Soles que exporta a los EEUU y Europa,
la conexión con las FARC en Colombia, las relaciones con Hezbollah y con Iran,
el financiamiento a Podemos en España, la alianza con Cuba y el envío de
“colectivos” pagados por el gobierno venezolano a los recientes disturbios de
Chile, Bolivia y Colombia y la exportación sin controles ambientales o
económicos de minerales del Arco Minero del Orinoco, no son una simple
colección de delitos y crímenes que deberemos imputar a las élites del régimen
chavista, son manifestaciones de un hecho global en el cual participa Venezuela
y no está sola. Todas las democracias tienen que defenderse de ese hecho
compartiendo esfuerzos, recursos y estrategias.
Para hacerse eficaces, la defensa y la coordinación entre las
democracias tienen que darse en muy diversas dimensiones y ser apoyadas en una
campaña de comunicación que se dirija a crear conciencia de las amenazas en las
élites dirigentes de la política, la academia, las fuerzas armadas, el mundo
sindical y la economía. Debe instrumentarse en las dimensiones de la seguridad
internacional y de la lucha contra el crimen organizado, de la cooperación
internacional para el desarrollo, del perfeccionamiento de los órganos y
acuerdos regionales y multilaterales para evitar que sean penetrados, y del
desarrollo de mejores democracias y mecanismos sociales para neutralizar a los
populismos, en cada país y en el mundo.
Y a los demócratas venezolanos en particular, mientras no hayamos
logrado desplazar del poder a la dictadura, nos corresponde cerrar filas con
las democracias del globo, y difundir este mensaje de alerta, para reducir el
ritmo del contagio y para debilitar a las alianzas que apuntalan al régimen que
ha destruido nuestra democracia, acabado con nuestro progreso y secuestrado
nuestras libertades.
Digalo Ahi Digital
15 de Diciembre del 2019
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