Más del 70 por ciento de los venezolanos cree que
el presidente no está capacitado para resolver la crisis
Nicolás Maduro saldrá del poder por vía
constitucional y culminará de forma anticipada su mandato de seis años
(2013-2019), en este año 2016. Esa es la respuesta unánime de los factores
políticos de oposición que forman parte de la Mesa de la Unidad Democrática
(MUD) ante la pregunta sobre si Maduro permanecerá en el poder por tres años
más. En lo que no hay unanimidad, sino que priva lo que puede ser una peligrosa
diversidad, es en cuál estrategia se afincará la MUD para alcanzar este
objetivo. Varias cartas se han puesto sobre la mesa.
En una suerte de menú hecho a la medida
de los principales actores de la alternativa democrática venezolana, lo que fue
presentado días atrás como la hoja de ruta de la MUD para desalojar del poder a
Maduro, por la vía constitucional, en realidad no es una sino varias hojas de
ruta. La MUD promoverá de forma simultánea (al menos así lo ha dicho) tres
opciones: 1) un referendo revocatorio del mandato de Maduro; 2) una enmienda
constitucional para reformar de forma muy particular el artículo de la carta
magna sobre el período constitucional; 3) la renuncia de Maduro gracias a la
presión en la calle.
Lo que parece estar detrás del telón de
los anuncios de la oposición es la falta de consenso y eso, desde mi punto de
vista incentiva la incertidumbre en medio de una Venezuela que camina sobre
hielo muy delgado. Cualquier salida anticipada de Maduro, mientras sea en este
2016 (justo a mitad de los tres años de gobierno) abre las puertas a una
elección presidencial de forma casi que inmediata, según la constitución. Si
Maduro sale en 2017 esos dos últimos años de mandato los terminaría el
vicepresidente ejecutivo, un cargo en el que el presidente pone o quita
encargados ya que es de libre remoción, no es una figura de elección popular.
Desde la primera semana de este año el
vicepresidente es Aristóbulo Istúriz, quien se destacó por la lucha magisterial
hace unas tres décadas y luego irrumpió como el primer alcalde de izquierda en
Caracas. Si algo distingue a Istúriz entre sus compañeros del chavismo, en este
momento, es que tiene capacidad para sentarse cara a cara a líderes de
oposición y con empresarios privados. Obviamente se tejen muchas conjeturas
sobre la presencia de Istúriz en la vicepresidencia, siendo un cargo clave en
cualquier escenario de transición.
La piedra de tranca para las
posibilidades de cambio en el corto plazo en Venezuela casi con seguridad lo
será el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), y en particular la todopoderosa
Sala Constitucional, controlada por el chavismo. Esta sala tiene la potestad de
revisar cualquier decisión que a su criterio afecte la interpretación de la
constitución, incluso decisiones de las otras salas del TSJ y de otros poderes
públicos. Y sin duda poner fin de forma anticipada a un mandato presidencial
previsto para que culmine en 2019 abre la puerta a que el TSJ se pronuncie.
La profundización acelerada de la
crisis económica, por otro lado, parece ser el principal enemigo de Maduro.
Todos los indicadores económicos y sociales han descendido de forma abrupta en
los últimos meses y en particular en el inicio de 2016. Maduro postergó
decisiones en el ámbito económico (aumento del precio de la gasolina, revisión
de la política cambiaria, incentivos a la producción nacional, etc) porque
algunas de ellas tendrían un impacto políticamente negativo. Hoy padece su
gobierno, entre otras cosas, las secuelas de no haber encardo la crisis
económica en el momento oportuno. La inacción también trae un costo político.
En la opinión pública, finalmente,
crece el hartazgo. Más del 70 por ciento de los venezolanos cree que no está
capacitado para resolver la crisis y que debe producirse su salida anticipada
(estudio de Datincorp), mientras que un 85 por ciento lo considera responsable
de la crisis económica (encuesta Venebarómetro).
No es ni será un año fácil ni para
Maduro ni para Venezuela, ya que todos los pronósticos prevén una
profundización de la crisis económica en este 2016. Podría ser el año del
cambio, pero se requerirá de una clara y unificada dirección política de la
MUD.
14 MAR 2016 - 17:19 CET EL PAIS
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Andrés Cañizález es analista e investigador de la Universidad
Católica Andrés Bello. Twitter@infocracia
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