sábado, 7 de noviembre de 2015

Ventajas y desventajas del fraude - Arnaldo Esté

Fraude es mentira, engaño, tramoya, truco, trácala. Cuando estas cosas se hacen habituales y autorizadas devienen en valores, en referentes sociales. El fraude se hace una manera de ser.
Con total conciencia, que se desprende de sus ya largos años de ejercicio, el gobierno insiste en la probidad de las maquinitas de votar. El fraude terminal en el conteo de los votos y las actas consiguientes fue en Venezuela lo tradicional. La digitalización del proceso se aplica para superar eso. Escapar de la perversidad humana entregándose a las máquinas. Pero esa técnica se ha usado ahora para cubrir el fraude lento, el fraude continuado. El uso de los recursos del Estado para la propaganda política y la intimidación. Las rectoras saben eso y son las principales asesoras electorales del gobierno, recomendándole mantenerse en una línea de apariencia donde el ventajismo se acepta como supuesta divulgación de las obras de gobierno.
Pero ese ventajismo es un fraude. Y no solo un fraude, es un delito, es peculado de uso.
El efecto mayor de eso no es solamente la derrota del adversario –¡enemigo!– político. Es la perversión de la gente. Es la legitimación de la mentira, es la normalización gubernamental de la corrupción. Desde esa altura y hacia abajo se sigue el ejemplo: si el gobierno miente, hace fraudes, engaña y se apropia de los bienes ajenos, ¿por qué yo –cualquier persona– no puedo hacerlo?
Es una variante previa que explica el bachaqueo, que es un fraude del sobreviviente. Es un fraude que está en el programa populista que compra con dádivas y favores la conciencia de la gente.
¿Por qué, entonces, extrañarse de los índices de delincuencia y violencia?
La pedagogía social tiene un protagonista mayor: el gobierno. Y la pedagogía no solo sirve para enseñar el bien: es muy fértil al modelar el mal. El gobierno no actúa para el futuro. No es el destino de la gente el que les preocupa. Es solo el ahora, el conservar el poder y, para eso, cualquier revolución hecha de engaños se vale. (A propósito, ¿qué se hizo la revolución del siglo XXI y el “hombre nuevo”?).
Ciertamente, y está en las cuentas, ocultas o no. Se ha malversado la riqueza económica y se ha descoyuntado el aparato productivo. Pero peor que eso es la malversación moral. La legitimación del fraude como manera de ser.
Eriza ver la televisión y actores de gestos y tonos violentos usar los canales del Estado para denigrar, a título personal, a los opositores. En periodismo la peor falta es ser fastidioso. Pues las emisoras y diarios serviles lo son: fastidiosos, predecibles, reiterativos. Sin creatividad ni originalidad, con vocabularios escasos y lugares comunes abrumantes.
Desde el gobierno parece desprenderse un aroma de desbandada, una caída hacia el sálvese quien pueda. La campaña electoral y el gobierno pasarán y  a pesar del fraude lento será derrotado, pero quedará para mucho tiempo este daño moral de legitimar el fraude y la mentira. Una compleja tarea, no solo para la nueva Asamblea Nacional que deberá iniciar, aun sin ser gobierno, la reconstrucción del país. Una reconstrucción que atiende, en primer lugar, a lo ético, entendiendo esto como la cohesión, la integración en torno a ciertos valores. El ponerse de acuerdo para el abordaje y superación de un grupo de problemas, tan graves y profundos que requieren  una participación concertada.
No será nada fácil y la tentación más seductora, luego del triunfo, será la retaliación, el ajuste  de cuentas. Un curso que no tardará, si lo siguen, en igualarlos con este gobierno y sus peculiares integrantes. Será cosa de superar no solo el presente sino el pasado que nos trajo a este presente.

7 DE NOVIEMBRE 2015 - 12:01 AM

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