En los últimos años, Vladimir
Putin se convirtió en el villano favorito de los defensores de las democracias
liberales de Occidente. Lo culparon del triunfo de
Donald Trump, del sí al Brexit y del avance de las ultraderechas en
Europa. Ahora también está en la mira por las convulsiones
que atraviesan varios de los países de América Latina.
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No es ninguna sorpresa que Rusia viene aumentando
su presencia en la región en la última década. Pero hasta ahora su influencia
estaba más asociada a la venta de armas y al apoyo a regímenes autoritarios
-especialmente Cuba, Venezuela y Nicaragua- que a esfuerzos por debilitar
democracias más alineadas con Estados Unidos. El
estallido de Chile, considerado desde la mirada occidental como el alumno ejemplar
de América Latina, volvió a poner al Kremlin en el centro de las sospechas.
A principios de esta semana, la cancillería chilena
dijo que desde el 18 de octubre, cuando empezaron las protestas, se detectó
"un tráfico desmedido de Internet" desde Europa Oriental. "Se
está investigando si hay o no hay injerencia directa", comunicó el
canciller Teodoro Ribero a la prensa. Sus declaraciones reforzaron las que
habían seguido al diálogo que tuvo Trump con
Sebastián Piñera hace poco más de un mes. Tras esa conversación, el
Departamento de Estado denunció "indicios de actividades rusas" para
"exacerbar las divisiones" en Chile. "Parece
que prefieren una región dividida y que el debate democrático esté imbuido en
el conflicto", agregó.
La
última visita de Maduro a Moscú Fuente: Archivo
Scott Stewart, de la consultora privada
norteamericana especializada en inteligencia Stratfor, lo define como una
Guerra Fría 2.0. "Los rusos están ocupados esparciendo desinformación en
las redes sociales y a través de otros medios online. También están trabajando
a través de sus propios agentes en el terreno, además de proporcionar dinero a
sus socios cubanos y venezolanos para apoyar estas protestas", afirma
a LA NACION desde
Washington.
Sus declaraciones resultaron especialmente
sorprendentes porque Rusia, aunque había sido un fuerte aliado de Evo, fue de los primeros países en
reconocer la autoridad de la presidenta interina Jeanine Áñez. Tal
vez este giro ilustra mejor que ningún otro ejemplo cómo ha cambiado la manera
de Rusia de relacionarse con la región en comparación a los tiempos de la Unión
Soviética. La Rusia de Putin se guía más por el pragmatismo
que por la disputa ideológica que marcaba los tiempos de la Guerra Fría. Más realpolitik y menos AK-47.
"Moscú está observando el desarrollo de los
nuevos escenarios en la región y aprovechando las oportunidades", apunta
a LA NACION Vladimir
Rouvinski, especialista en las relaciones entre Rusia y la región, de la
universidad colombiana Icesi.
Un poco de historia
Para entender a qué juega Rusia hoy en la región
hace falta un poco de historia. Con el colapso de la Unión Soviética se redujo
considerablemente la presencia rusa en América Latina durante dos décadas,
hasta bien entrados los años 2000. Las cosas empezaron a cambiar cuando Putin
apostó a volver a convertir a Rusia en una superpotencia que le juegue de igual
a igual a Estados Unidos.
La guerra de Georgia de 2008 y especialmente el
conflicto en Ucrania y la posterior anexión de Crimea en 2014 generaron un
quiebre hasta ahora sin retorno en la relación entre Rusia y Occidente. El
Kremlin fue sometido a sanciones y a un creciente aislamiento internacional. En
ese contexto encontró en América Latina un lugar ideal para
fortalecer sus ambiciones geoestratégicas y económicas, en ese orden de prioridades.
La instalación de varios gobiernos de izquierda con
alguna nostalgia de la era soviética sumado al desinterés de Estados Unidos por
la región tras el 11 de Septiembre facilitaron el proceso de acercamiento. Allí
encontró, en países, como Brasil y Venezuela, aliados para la construcción de
un orden multipolar. El acercamiento le dio otros réditos a Putin, como el
rechazo de varios países de la región a condenar la anexión de Crimea, en
conflicto con los intereses norteamericanos.
Putin
con Chávez, cuando empezaban a acercarse estratégicamente Fuente: Archivo
"En el marco de una política crecientemente
pragmática, Rusia se mueve en América Latina en función de sus
intereses geoestratégicos, principalmente distraer e irritar a Estados Unidos
en su patio trasero de manera que tenga que concentrar una mayor
atención a este y no a otros teatros de operaciones más cercanos o de mayor
interés estratégico para Rusia", explica a LA
NACION Andrés Serbin, presidente ejecutivo de CRIES
y autor del reciente libro Eurasia y América Latina en un mundo multipolar.
La presencia rusa en la región, además, opera como
una suerte de venganza al avance de la OTAN en países de Europa del Este tras
el fin del llamado Pacto de Varsovia. Una retribución a las actividades
militares de Estados Unidos en las puertas de Rusia.
Campaña mediática
Si en los tiempos de la Guerra Fría la forma que
encontraba la Unión Soviética para influir en la región era el financiamiento
de grupos armados revolucionarios, la Rusia del siglo XXI ha hecho una gran
apuesta a hacer sentir su influencia a través de exacerbar los sentimientos
antinorteamericanos y mejorar la imagen de los gobiernos autoritarios con poder
blando. En esa estrategia, el canal Russia
Today (RT) y la agencia Sputnik han ocupado un rol central.
"RT y Sputnik han logrado tener un gran nivel
de inserción en los espacios informativos en América Latina. Para muchas
personas, incluso entre periodistas latinoamericanos, RT es una fuente
importante debido a su capacidad de producir información rápidamente y su
presencia en redes sociales y medios digitales. Tiene una extensiva presencia
también en cables de TV en toda América Latina y el Caribe", explica
Rouvinski
"Según la ley rusa, RT tiene estatuto de una
empresa estratégica, lo que quiere decir que cuenta con el financiamiento
garantizado debido al reconocimiento que tiene de ser una de las herramientas
importantes de influencia en el exterior que busca el gobierno ruso",
agrega.
A manera de ejemplo del peso de RT, la primera
entrevista internacional que dio el presidente electo argentino, Alberto
Fernández, fue a este medio y su entrevistador fue el expresidente ecuatoriano
Rafael Correa, mandatario que contó con un fuerte apoyo ruso.
La
entrevista que le hizo Correa a Fernández para RT
En opinión de Stewart, otra fuente del poder blando
ruso en la región está en las universidades. "La influencia marxista que
fue tan persuasiva en América Latina durante la Guerra Fría permaneció en
muchas facultades de América Central y del Sur, y son lugares donde Rusia
encuentra terreno fértil", apunta.
Juegos de guerra
En el caso de Venezuela, la presencia rusa excede
el poder blando. La llegada en los últimos meses de militares rusos en el país
gobernado por Nicolás Maduro y los
ejercicios militares conjuntos son ejemplos de cómo Putin busca a irritar a
Washington en su patio trasero. El apoyo incondicional ruso,
junto con el chino, ha sido esencial para la supervivencia del chavismo.
La alianza de Putin con Maduro les ha permitido a compañías rusas, además,
hacerse con el control campos petroleros y la explotación de gas.
Un
avión ruso en el aeropuerto de Caracas, en marzo de este año Fuente: Archivo
El apoyo económico ruso también es clave para la
supervivencia de otro régimen, el cubano. Esta semana, Granma, el órgano del Partido
Comunista Cubano, anunció con bombos y platillos que la
relación entre La Habana y Moscú "está en su mejor momento" en los
últimos 20 años. Un reacercamiento posiblemente alentado por la
decisión de Trump de frenar el deshielo que Barack Obama había empezado con La
Habana.
Putin
con Raúl Castro en La Habana Fuente: Archivo
Planes económicos
Más allá de estos apoyos por motivos geopolíticos,
Putin ha intentado en los últimos años profundizar los vínculos económicos con
otros países de la región, un ámbito en el que todavía corre muy por detrás de
China, el otro superpoder que aumenta su influencia en la región y preocupa a
Washington. Si para Moscú hasta ahora la prioridad fue
geopolítica, para Pekín fue económica.
"Rusia busca incrementar sus negocios en la
región, que no se limitan a la venta de armas o al campo energético, sino
también a otros ámbitos como el incremento del comercio, la inversión y
cooperación en el desarrollo de infraestructura y el uso de la energía nuclear
con fines pacíficos", señala Serbin.
Este factor puede explicar el por qué del rápido
reconocimiento del Kremlin a Áñez tras la renuncia de Evo Morales.
"Puede haber respondido a la visión
crecientemente pragmática de la política exterior rusa y a los crecientes
intereses comerciales, ya que de por medio estaba un importante acuerdo con
Rosatom para el desarrollo de una planta nuclear en Bolivia, un negocio de
mucha envergadura para Rusia", concluye Serbin.
En los últimos años, Vladimir
Putin se convirtió en el villano favorito de los defensores de las democracias
liberales de Occidente. Lo culparon del triunfo de
Donald Trump, del sí al Brexit y del avance de las ultraderechas en
Europa. Ahora también está en la mira por las convulsiones
que atraviesan varios de los países de América Latina.
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No es ninguna sorpresa que Rusia viene aumentando
su presencia en la región en la última década. Pero hasta ahora su influencia
estaba más asociada a la venta de armas y al apoyo a regímenes autoritarios
-especialmente Cuba, Venezuela y Nicaragua- que a esfuerzos por debilitar
democracias más alineadas con Estados Unidos. El
estallido de Chile, considerado desde la mirada occidental como el alumno ejemplar
de América Latina, volvió a poner al Kremlin en el centro de las sospechas.
A principios de esta semana, la cancillería chilena
dijo que desde el 18 de octubre, cuando empezaron las protestas, se detectó
"un tráfico desmedido de Internet" desde Europa Oriental. "Se
está investigando si hay o no hay injerencia directa", comunicó el
canciller Teodoro Ribero a la prensa. Sus declaraciones reforzaron las que
habían seguido al diálogo que tuvo Trump con
Sebastián Piñera hace poco más de un mes. Tras esa conversación, el
Departamento de Estado denunció "indicios de actividades rusas" para
"exacerbar las divisiones" en Chile. "Parece
que prefieren una región dividida y que el debate democrático esté imbuido en
el conflicto", agregó.
La
última visita de Maduro a Moscú Fuente: Archivo
Scott Stewart, de la consultora privada
norteamericana especializada en inteligencia Stratfor, lo define como una
Guerra Fría 2.0. "Los rusos están ocupados esparciendo desinformación en
las redes sociales y a través de otros medios online. También están trabajando
a través de sus propios agentes en el terreno, además de proporcionar dinero a
sus socios cubanos y venezolanos para apoyar estas protestas", afirma
a LA NACION desde
Washington.
Sus declaraciones resultaron especialmente
sorprendentes porque Rusia, aunque había sido un fuerte aliado de Evo, fue de los primeros países en
reconocer la autoridad de la presidenta interina Jeanine Áñez. Tal
vez este giro ilustra mejor que ningún otro ejemplo cómo ha cambiado la manera
de Rusia de relacionarse con la región en comparación a los tiempos de la Unión
Soviética. La Rusia de Putin se guía más por el pragmatismo
que por la disputa ideológica que marcaba los tiempos de la Guerra Fría. Más realpolitik y menos AK-47.
"Moscú está observando el desarrollo de los
nuevos escenarios en la región y aprovechando las oportunidades", apunta
a LA NACION Vladimir
Rouvinski, especialista en las relaciones entre Rusia y la región, de la
universidad colombiana Icesi.
Un poco de historia
Para entender a qué juega Rusia hoy en la región
hace falta un poco de historia. Con el colapso de la Unión Soviética se redujo
considerablemente la presencia rusa en América Latina durante dos décadas,
hasta bien entrados los años 2000. Las cosas empezaron a cambiar cuando Putin
apostó a volver a convertir a Rusia en una superpotencia que le juegue de igual
a igual a Estados Unidos.
La guerra de Georgia de 2008 y especialmente el
conflicto en Ucrania y la posterior anexión de Crimea en 2014 generaron un
quiebre hasta ahora sin retorno en la relación entre Rusia y Occidente. El
Kremlin fue sometido a sanciones y a un creciente aislamiento internacional. En
ese contexto encontró en América Latina un lugar ideal para
fortalecer sus ambiciones geoestratégicas y económicas, en ese orden de prioridades.
La instalación de varios gobiernos de izquierda con
alguna nostalgia de la era soviética sumado al desinterés de Estados Unidos por
la región tras el 11 de Septiembre facilitaron el proceso de acercamiento. Allí
encontró, en países, como Brasil y Venezuela, aliados para la construcción de
un orden multipolar. El acercamiento le dio otros réditos a Putin, como el
rechazo de varios países de la región a condenar la anexión de Crimea, en
conflicto con los intereses norteamericanos.
Putin
con Chávez, cuando empezaban a acercarse estratégicamente Fuente: Archivo
"En el marco de una política crecientemente
pragmática, Rusia se mueve en América Latina en función de sus
intereses geoestratégicos, principalmente distraer e irritar a Estados Unidos
en su patio trasero de manera que tenga que concentrar una mayor
atención a este y no a otros teatros de operaciones más cercanos o de mayor
interés estratégico para Rusia", explica a LA
NACION Andrés Serbin, presidente ejecutivo de CRIES
y autor del reciente libro Eurasia y América Latina en un mundo multipolar.
La presencia rusa en la región, además, opera como
una suerte de venganza al avance de la OTAN en países de Europa del Este tras
el fin del llamado Pacto de Varsovia. Una retribución a las actividades
militares de Estados Unidos en las puertas de Rusia.
Campaña mediática
Si en los tiempos de la Guerra Fría la forma que
encontraba la Unión Soviética para influir en la región era el financiamiento
de grupos armados revolucionarios, la Rusia del siglo XXI ha hecho una gran
apuesta a hacer sentir su influencia a través de exacerbar los sentimientos
antinorteamericanos y mejorar la imagen de los gobiernos autoritarios con poder
blando. En esa estrategia, el canal Russia
Today (RT) y la agencia Sputnik han ocupado un rol central.
"RT y Sputnik han logrado tener un gran nivel
de inserción en los espacios informativos en América Latina. Para muchas
personas, incluso entre periodistas latinoamericanos, RT es una fuente
importante debido a su capacidad de producir información rápidamente y su
presencia en redes sociales y medios digitales. Tiene una extensiva presencia
también en cables de TV en toda América Latina y el Caribe", explica
Rouvinski
"Según la ley rusa, RT tiene estatuto de una
empresa estratégica, lo que quiere decir que cuenta con el financiamiento
garantizado debido al reconocimiento que tiene de ser una de las herramientas
importantes de influencia en el exterior que busca el gobierno ruso",
agrega.
A manera de ejemplo del peso de RT, la primera
entrevista internacional que dio el presidente electo argentino, Alberto
Fernández, fue a este medio y su entrevistador fue el expresidente ecuatoriano
Rafael Correa, mandatario que contó con un fuerte apoyo ruso.
La
entrevista que le hizo Correa a Fernández para RT
En opinión de Stewart, otra fuente del poder blando
ruso en la región está en las universidades. "La influencia marxista que
fue tan persuasiva en América Latina durante la Guerra Fría permaneció en
muchas facultades de América Central y del Sur, y son lugares donde Rusia
encuentra terreno fértil", apunta.
Juegos de guerra
En el caso de Venezuela, la presencia rusa excede
el poder blando. La llegada en los últimos meses de militares rusos en el país
gobernado por Nicolás Maduro y los
ejercicios militares conjuntos son ejemplos de cómo Putin busca a irritar a
Washington en su patio trasero. El apoyo incondicional ruso,
junto con el chino, ha sido esencial para la supervivencia del chavismo.
La alianza de Putin con Maduro les ha permitido a compañías rusas, además,
hacerse con el control campos petroleros y la explotación de gas.
Un
avión ruso en el aeropuerto de Caracas, en marzo de este año Fuente: Archivo
El apoyo económico ruso también es clave para la
supervivencia de otro régimen, el cubano. Esta semana, Granma, el órgano del Partido
Comunista Cubano, anunció con bombos y platillos que la
relación entre La Habana y Moscú "está en su mejor momento" en los
últimos 20 años. Un reacercamiento posiblemente alentado por la
decisión de Trump de frenar el deshielo que Barack Obama había empezado con La
Habana.
Putin
con Raúl Castro en La Habana Fuente: Archivo
Planes económicos
Más allá de estos apoyos por motivos geopolíticos,
Putin ha intentado en los últimos años profundizar los vínculos económicos con
otros países de la región, un ámbito en el que todavía corre muy por detrás de
China, el otro superpoder que aumenta su influencia en la región y preocupa a
Washington. Si para Moscú hasta ahora la prioridad fue
geopolítica, para Pekín fue económica.
"Rusia busca incrementar sus negocios en la
región, que no se limitan a la venta de armas o al campo energético, sino
también a otros ámbitos como el incremento del comercio, la inversión y
cooperación en el desarrollo de infraestructura y el uso de la energía nuclear
con fines pacíficos", señala Serbin.
Este factor puede explicar el por qué del rápido
reconocimiento del Kremlin a Áñez tras la renuncia de Evo Morales.
"Puede haber respondido a la visión
crecientemente pragmática de la política exterior rusa y a los crecientes
intereses comerciales, ya que de por medio estaba un importante acuerdo con
Rosatom para el desarrollo de una planta nuclear en Bolivia, un negocio de
mucha envergadura para Rusia", concluye Serbin.
En los últimos años, Vladimir
Putin se convirtió en el villano favorito de los defensores de las democracias
liberales de Occidente. Lo culparon del triunfo de
Donald Trump, del sí al Brexit y del avance de las ultraderechas en
Europa. Ahora también está en la mira por las convulsiones
que atraviesan varios de los países de América Latina.
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su presencia en la región en la última década. Pero hasta ahora su influencia
estaba más asociada a la venta de armas y al apoyo a regímenes autoritarios
-especialmente Cuba, Venezuela y Nicaragua- que a esfuerzos por debilitar
democracias más alineadas con Estados Unidos. El
estallido de Chile, considerado desde la mirada occidental como el alumno ejemplar
de América Latina, volvió a poner al Kremlin en el centro de las sospechas.
A principios de esta semana, la cancillería chilena
dijo que desde el 18 de octubre, cuando empezaron las protestas, se detectó
"un tráfico desmedido de Internet" desde Europa Oriental. "Se
está investigando si hay o no hay injerencia directa", comunicó el
canciller Teodoro Ribero a la prensa. Sus declaraciones reforzaron las que
habían seguido al diálogo que tuvo Trump con
Sebastián Piñera hace poco más de un mes. Tras esa conversación, el
Departamento de Estado denunció "indicios de actividades rusas" para
"exacerbar las divisiones" en Chile. "Parece
que prefieren una región dividida y que el debate democrático esté imbuido en
el conflicto", agregó.
La
última visita de Maduro a Moscú Fuente: Archivo
Scott Stewart, de la consultora privada
norteamericana especializada en inteligencia Stratfor, lo define como una
Guerra Fría 2.0. "Los rusos están ocupados esparciendo desinformación en
las redes sociales y a través de otros medios online. También están trabajando
a través de sus propios agentes en el terreno, además de proporcionar dinero a
sus socios cubanos y venezolanos para apoyar estas protestas", afirma
a LA NACION desde
Washington.
Sus declaraciones resultaron especialmente
sorprendentes porque Rusia, aunque había sido un fuerte aliado de Evo, fue de los primeros países en
reconocer la autoridad de la presidenta interina Jeanine Áñez. Tal
vez este giro ilustra mejor que ningún otro ejemplo cómo ha cambiado la manera
de Rusia de relacionarse con la región en comparación a los tiempos de la Unión
Soviética. La Rusia de Putin se guía más por el pragmatismo
que por la disputa ideológica que marcaba los tiempos de la Guerra Fría. Más realpolitik y menos AK-47.
"Moscú está observando el desarrollo de los
nuevos escenarios en la región y aprovechando las oportunidades", apunta
a LA NACION Vladimir
Rouvinski, especialista en las relaciones entre Rusia y la región, de la
universidad colombiana Icesi.
Un poco de historia
Para entender a qué juega Rusia hoy en la región
hace falta un poco de historia. Con el colapso de la Unión Soviética se redujo
considerablemente la presencia rusa en América Latina durante dos décadas,
hasta bien entrados los años 2000. Las cosas empezaron a cambiar cuando Putin
apostó a volver a convertir a Rusia en una superpotencia que le juegue de igual
a igual a Estados Unidos.
La guerra de Georgia de 2008 y especialmente el
conflicto en Ucrania y la posterior anexión de Crimea en 2014 generaron un
quiebre hasta ahora sin retorno en la relación entre Rusia y Occidente. El
Kremlin fue sometido a sanciones y a un creciente aislamiento internacional. En
ese contexto encontró en América Latina un lugar ideal para
fortalecer sus ambiciones geoestratégicas y económicas, en ese orden de prioridades.
La instalación de varios gobiernos de izquierda con
alguna nostalgia de la era soviética sumado al desinterés de Estados Unidos por
la región tras el 11 de Septiembre facilitaron el proceso de acercamiento. Allí
encontró, en países, como Brasil y Venezuela, aliados para la construcción de
un orden multipolar. El acercamiento le dio otros réditos a Putin, como el
rechazo de varios países de la región a condenar la anexión de Crimea, en
conflicto con los intereses norteamericanos.
Putin
con Chávez, cuando empezaban a acercarse estratégicamente Fuente: Archivo
"En el marco de una política crecientemente
pragmática, Rusia se mueve en América Latina en función de sus
intereses geoestratégicos, principalmente distraer e irritar a Estados Unidos
en su patio trasero de manera que tenga que concentrar una mayor
atención a este y no a otros teatros de operaciones más cercanos o de mayor
interés estratégico para Rusia", explica a LA
NACION Andrés Serbin, presidente ejecutivo de CRIES
y autor del reciente libro Eurasia y América Latina en un mundo multipolar.
La presencia rusa en la región, además, opera como
una suerte de venganza al avance de la OTAN en países de Europa del Este tras
el fin del llamado Pacto de Varsovia. Una retribución a las actividades
militares de Estados Unidos en las puertas de Rusia.
Campaña mediática
Si en los tiempos de la Guerra Fría la forma que
encontraba la Unión Soviética para influir en la región era el financiamiento
de grupos armados revolucionarios, la Rusia del siglo XXI ha hecho una gran
apuesta a hacer sentir su influencia a través de exacerbar los sentimientos
antinorteamericanos y mejorar la imagen de los gobiernos autoritarios con poder
blando. En esa estrategia, el canal Russia
Today (RT) y la agencia Sputnik han ocupado un rol central.
"RT y Sputnik han logrado tener un gran nivel
de inserción en los espacios informativos en América Latina. Para muchas
personas, incluso entre periodistas latinoamericanos, RT es una fuente
importante debido a su capacidad de producir información rápidamente y su
presencia en redes sociales y medios digitales. Tiene una extensiva presencia
también en cables de TV en toda América Latina y el Caribe", explica
Rouvinski
"Según la ley rusa, RT tiene estatuto de una
empresa estratégica, lo que quiere decir que cuenta con el financiamiento
garantizado debido al reconocimiento que tiene de ser una de las herramientas
importantes de influencia en el exterior que busca el gobierno ruso",
agrega.
A manera de ejemplo del peso de RT, la primera
entrevista internacional que dio el presidente electo argentino, Alberto
Fernández, fue a este medio y su entrevistador fue el expresidente ecuatoriano
Rafael Correa, mandatario que contó con un fuerte apoyo ruso.
La
entrevista que le hizo Correa a Fernández para RT
En opinión de Stewart, otra fuente del poder blando
ruso en la región está en las universidades. "La influencia marxista que
fue tan persuasiva en América Latina durante la Guerra Fría permaneció en
muchas facultades de América Central y del Sur, y son lugares donde Rusia
encuentra terreno fértil", apunta.
Juegos de guerra
En el caso de Venezuela, la presencia rusa excede
el poder blando. La llegada en los últimos meses de militares rusos en el país
gobernado por Nicolás Maduro y los
ejercicios militares conjuntos son ejemplos de cómo Putin busca a irritar a
Washington en su patio trasero. El apoyo incondicional ruso,
junto con el chino, ha sido esencial para la supervivencia del chavismo.
La alianza de Putin con Maduro les ha permitido a compañías rusas, además,
hacerse con el control campos petroleros y la explotación de gas.
Un
avión ruso en el aeropuerto de Caracas, en marzo de este año Fuente: Archivo
El apoyo económico ruso también es clave para la
supervivencia de otro régimen, el cubano. Esta semana, Granma, el órgano del Partido
Comunista Cubano, anunció con bombos y platillos que la
relación entre La Habana y Moscú "está en su mejor momento" en los
últimos 20 años. Un reacercamiento posiblemente alentado por la
decisión de Trump de frenar el deshielo que Barack Obama había empezado con La
Habana.
Putin
con Raúl Castro en La Habana Fuente: Archivo
Planes económicos
Más allá de estos apoyos por motivos geopolíticos,
Putin ha intentado en los últimos años profundizar los vínculos económicos con
otros países de la región, un ámbito en el que todavía corre muy por detrás de
China, el otro superpoder que aumenta su influencia en la región y preocupa a
Washington. Si para Moscú hasta ahora la prioridad fue
geopolítica, para Pekín fue económica.
"Rusia busca incrementar sus negocios en la
región, que no se limitan a la venta de armas o al campo energético, sino
también a otros ámbitos como el incremento del comercio, la inversión y
cooperación en el desarrollo de infraestructura y el uso de la energía nuclear
con fines pacíficos", señala Serbin.
Este factor puede explicar el por qué del rápido
reconocimiento del Kremlin a Áñez tras la renuncia de Evo Morales.
"Puede haber respondido a la visión
crecientemente pragmática de la política exterior rusa y a los crecientes
intereses comerciales, ya que de por medio estaba un importante acuerdo con
Rosatom para el desarrollo de una planta nuclear en Bolivia, un negocio de
mucha envergadura para Rusia", concluye Serbin.
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