Las
llamadas “noticias falsas” han inundado todo hasta transformar nuestra manera
de hacer política. A pesar de las advertencias, es facilísimo caer en la
complacencia de los algoritmos a la medida. Para estar alerta harán falta más
ensayos críticos, como el que aquí recomendamos, y más autoconciencia.
Caro
lector de la era trumpista
Hace
poco recibí un libro que leí en pocas horas y que me ayudó —de manera vaga pero
venturosa— a estructurar el caos mental en el que me había sumido
la atmósfera de angustia de los tiempos que corren: La
muerte de la verdad: Notas sobre la falsedad en la era de Trump (Galaxia
Gutenberg, 2019), el más reciente trabajo de Michiko Kakutani, la crítica
literaria de The New York Times. Y bueno, ¿qué puedo decirte? El libro es
bueno —uno de esos volúmenes que bajita la mano se las arreglan para lograr
algo casi milagroso pero sospechoso; milagroso porque es capaz de ayudarnos,
modestamente, a esquematizar un mundo apelmazado; peligroso porque el mundo y
su acontecer están lejos de ser esquemáticos y sencillos.
Déjame
comenzar con una ilustración libresca que Ricardo Piglia narra en el prólogo
de El último lector. Un fotógrafo que dice llamarse Russell construye
una réplica de Buenos Aires en su casa en el barrio porteño de Flores. Esta
ciudad es tan pequeña y tan cuidada en sus detalles que puede verse toda en una
sola ojeada, pero sólo por un espectador a la vez. No se trata de una copia
exacta de la capital argentina, sino de los recuerdos que Russell tiene de
ella. El creador está seguro de que el verdadero Buenos Aires depende de su
máquina sinóptica, todo es espejismo de su voluntad. Por este juego de
relaciones de representación Russell se ha vuelto loco. Piensa que su maqueta
“es una cifra secreta del destino y que lo que se altera en su ciudad se
reproduce luego en los barrios y en las calles de Buenos Aires, pero
amplificado y siniestro. Las modificaciones y los desgastes que sufre la
réplica —los pequeños derrumbes y las lluvias que anegan los barrios bajos— se
hacen reales en Buenos Aires bajo la forma de breves catástrofes y de
accidentes inexplicables”.
Ilustración:
Víctor Solís
La
maqueta de Russell —que Piglia compara con la lectura— es como las
máquinas discursivas de nuestro siglo, con sus populismos, sus
fundamentalismos, su omnipresencia digital y sus discursos de innovación
sesgada. Juegos ficcionales construidos a expensas de la realidad que generan
todo tipo de catástrofes con apariencia de accidentes “naturales”.
Construcciones que en lugar de verificar escenarios, buscan afianzar sus
propias ficciones y constreñir nuestras visiones del mundo.
Estas
construcciones retóricas, sus condiciones de posibilidad y sus riesgos, son el
objeto del libro de Kakutani. En su esquema, el regimen populista de
Trump y las campañas de odio de europeos como Marine Le Pen y Geert Wilders, se
explican por la intersección de la crisis financiera de 2008, los cambios
sociales y culturales producidos por las innovaciones tecnológicas, la falta de
credibilidad en las instituciones y la desigualdad económica. Sin embargo,
Kakutani argumenta que la clave para entender nuestro momento político es
apreciar los efectos nocivos de regímenes que emplean los datos alternativos
como herramienta oficial del Estado; el debate basado en hechos es una ofensa
de elitismo intelectual; y que han deslegitimado la evidencia y el dato a
través de la vulgarización irresponsable de diversas teorías posmodernas. Si bien
la política siempre ha sido el arte del discurso, el mundo digital plantea
nuevos retos a la democracia y a la antigua diferenciación entre los datos y
los hechos, las opiniones y el conocimiento: la doxa y episteme.
A
pesar de que vivimos en la era con mayor acceso y producción de datos gracias a
la tecnología, es innegable que la World Wide Web se ha tornado la World War
Web: una suerte de biblioteca de Babel sembrada de trampas mortales que
contiene todas las historias posibles, pero carece de catálogo. Desde hace
mucho que sabemos que esta biblioteca no es un espacio de acceso neutral a la
información. El caso de la campaña electoral de Trump es paradigmático: los
aclamados algoritmos, el big data, los bots, las fake news,
las redes sociales y los medios de comunicación contribuyeron a que los
votantes norteamericanos quedaran expuestos a un torrente de “contenido” de
información que, en lugar de propiciar una actitud crítica frente a su país,
reforzaba sus ideas preconcebidas y limitaba su visión política.
En esa
realidad virtual hecha a la medida, los usuarios pueden alimentar sus
tendencias conspiranoicas y nutrir su intolerancia. El Internet se ha vuelto
así un campo fértil para el miedo, la desposesión, así como para el desdén del
conocimiento académico y científico. Semejantes dinámicas, sobra decirlo,
polarizan a la sociedad y amenazan la discusión crítica: los algoritmos no
incomodan, afianzan visiones del mundo.
Aunado
a este berenjenal digital, nuestra época al parecer sufre de una sobredosis de
“teoría crítica” digerida acríticamente. Según Kakutani, una lectura diluida y
superficial de distintas teorías posmodernas ha posibilitado a diversos
regímenes de derecha basar su discurso en la especulación sin pena: si el
conocimiento siempre está filtrado por percepciones que dependen de una serie
de rasgos culturales, no hay datos suficientes que puedan asegurar que algo es
falso. Es más: si la lengua es una entidad inestable que se disculpa de
antemano en su polisemia, ¡qué más da tener hechos alternativos! Además, si la
historia está en constante actualización, hay muchas formas de representar un
suceso y podemos prescindir de ciertos acontecimientos o modificarlos en el
propio beneficio. Finalmente, si la ciencia es una mera ideología siempre al
servicio del otro, eliminemos la palabra del diccionario —y borremos de paso:
vacunas, cambio climático, holocausto y otros tantos inconvenientes—, así nada
contradice al Gran Hermano.
Esto
no quiere decir que Kakutani justifique la estupidez de Trump en su biblioteca
o que imagine una escena de Trump leyendo desesperadamente a Derrida; ella
plantea una lectura más foucaultiana de cómo ciertos discursos académicos se
han diseminado —y en ocasiones diluido— en un sinfín de saberes legitimados por
los juegos de verdad de nuestros tiempos.
Para
mostrar lo anterior, la autora analiza varios casos emblemáticos de la absurda
y riesgosa manera de mentir de Trump: su insistencia en que la Trump Tower
tiene diez pisos más de los que tiene; su sabotaje de los boletines oficiales
de información sobre el cambio climático; y su invención de ataques terroristas
en Suecia que nunca ocurrieron. El problema, apunta Kakutani, es que estas
ficciones reconfiguran el mundo, al punto que resulta difícil no sentirse un
habitante más de la tierra borgiana de Tlön. En el caso de Trump, entonces, la
palabra adánica queda al servicio de la ira de las masas y los intereses del
gran capital.
De
igual forma, La muerte de la verdad… retoma el análisis del filólogo
alemán Victor Klemperer y la sovietóloga francesa Françoise Thom, quienes
proponen que los totalitarismos infectan el lenguaje para detonar una nueva
realidad furiosa. De acuerdo con Kakutani, Trump reproduce técnicas retóricas
típicas del Tercer Reich y del estalinismo —recursos literarios que suprimen el
pensamiento crítico e inflaman el fanatismo a través del uso de tautologías,
juicios maniqueos y la evasión de lo concreto. También aprovecha tropos
autoritarios, hace uso de numeralia exagerada y de epítetos grandilocuentes,
invoca a la tradición, expone el desacuerdo como traición y tuerce sus palabras
hasta dotarlas de un sentido opuesto a su significado. Así, el libro de
Kakutani nos exhorta a estar alerta de la censura disimulada que distintas
tecnologías ejercen en favor de la derecha, y que ponen en riesgo la
posibilidad misma de la discusión y el disenso crítico.
Aunque
Kakutani se centra en criticar al conservadurismo populista y al fundamentalismo,
es importante pensar que la tecnología y sus capacidades de manipulación a la
medida no les son exclusivas. La falta de credibilidad de conceptos como evidencia,
ciencia, academia o dato nos deja en una encrucijada compleja: o
un futuro orwelliano al estilo 1984, o la sedación del pensamiento
de Un mundo feliz de Aldous Huxley.
•
Michiko Kakutani, La muerte de la verdad. Notas sobre la falsedad en la
era Trump, trad. de Amelia Pérez de Villar Herranz, Barcelona, Galaxia
Gutenberg, 2019, 140 p.
Valeria
Villalobos-Guízar
Estudió literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana y periodismo y literatura argentina en la Universidad de Buenos Aires.
Estudió literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana y periodismo y literatura argentina en la Universidad de Buenos Aires.
American nuestra
14 de Diciembre del 2019
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