sábado, 14 de diciembre de 2019

Brevísimo manual para sobrevivir a las malditas fake news- Por Valeria Villalobos-Guízar




Las llamadas “noticias falsas” han inundado todo hasta transformar nuestra manera de hacer política. A pesar de las advertencias, es facilísimo caer en la complacencia de los algoritmos a la medida. Para estar alerta harán falta más ensayos críticos, como el que aquí recomendamos, y más autoconciencia.


Caro lector de la era trumpista

Hace poco recibí un libro que leí en pocas horas y que me ayudó —de manera vaga pero venturosa— a estructurar el  caos mental en el que me había sumido la  atmósfera de angustia   de los tiempos que corren: La muerte de la verdad: Notas sobre la falsedad en la era de Trump (Galaxia Gutenberg, 2019), el más reciente trabajo de Michiko Kakutani, la crítica literaria de The New York Times. Y bueno, ¿qué puedo decirte? El libro es bueno —uno de esos volúmenes que bajita la mano se las arreglan para lograr algo casi milagroso pero sospechoso; milagroso porque es capaz de ayudarnos, modestamente, a esquematizar un mundo apelmazado; peligroso porque el mundo y su acontecer están lejos de ser esquemáticos y sencillos.


Déjame comenzar con una ilustración libresca que Ricardo Piglia narra en el prólogo de El último lector. Un fotógrafo que dice llamarse Russell construye una réplica de Buenos Aires en su casa en el barrio porteño de Flores. Esta ciudad es tan pequeña y tan cuidada en sus detalles que puede verse toda en una sola ojeada, pero sólo por un espectador a la vez. No se trata de una copia exacta de la capital argentina, sino de los recuerdos que Russell tiene de ella. El creador está seguro de que el verdadero Buenos Aires depende de su máquina sinóptica, todo es espejismo de su voluntad. Por este juego de relaciones de representación Russell se ha vuelto loco. Piensa que su maqueta “es una cifra secreta del destino y que lo que se altera en su ciudad se reproduce luego en los barrios y en las calles de Buenos Aires, pero amplificado y siniestro. Las modificaciones y los desgastes que sufre la réplica —los pequeños derrumbes y las lluvias que anegan los barrios bajos— se hacen reales en Buenos Aires bajo la forma de breves catástrofes y de accidentes inexplicables”.


Ilustración: Víctor Solís

La maqueta de Russell —que Piglia compara con la lectura—  es como las máquinas discursivas de nuestro siglo, con sus populismos, sus fundamentalismos, su omnipresencia digital y sus discursos de innovación sesgada. Juegos ficcionales construidos a expensas de la realidad que generan todo tipo de catástrofes con apariencia de accidentes “naturales”. Construcciones que en lugar de verificar escenarios, buscan afianzar sus propias ficciones y constreñir nuestras visiones del mundo.

Estas construcciones retóricas, sus condiciones de posibilidad y sus riesgos, son el objeto del libro de Kakutani.  En su esquema, el regimen populista de Trump y las campañas de odio de europeos como Marine Le Pen y Geert Wilders, se explican por la intersección de la crisis financiera de 2008, los cambios sociales y culturales producidos por las innovaciones tecnológicas, la falta de credibilidad en las instituciones y la desigualdad económica. Sin embargo, Kakutani argumenta que la clave para entender nuestro momento político es apreciar los efectos nocivos de regímenes que emplean los datos alternativos como herramienta oficial del Estado; el debate basado en hechos es una ofensa de elitismo intelectual; y que han deslegitimado la evidencia y el dato a través de la vulgarización irresponsable de diversas teorías posmodernas. Si bien la política siempre ha sido el arte del discurso, el mundo digital plantea nuevos retos a la democracia y a la antigua diferenciación entre los datos y los hechos, las opiniones y el conocimiento: la doxa y episteme.

A pesar de que vivimos en la era con mayor acceso y producción de datos gracias a la tecnología, es innegable que la World Wide Web se ha tornado la World War Web: una suerte de biblioteca de Babel sembrada de trampas mortales que contiene todas las historias posibles, pero carece de catálogo. Desde hace mucho que sabemos que esta biblioteca no es un espacio de acceso neutral a la información. El caso de la campaña electoral de Trump es paradigmático: los aclamados algoritmos, el big data, los bots, las fake news, las redes sociales y los medios de comunicación contribuyeron a que los votantes norteamericanos quedaran expuestos a un torrente de “contenido” de información que, en lugar de propiciar una actitud crítica frente a su país, reforzaba sus ideas preconcebidas y limitaba su visión política. 

En esa realidad virtual hecha a la medida, los usuarios pueden alimentar sus tendencias conspiranoicas y nutrir su intolerancia. El Internet se ha vuelto así un campo fértil para el miedo, la desposesión, así como para el desdén del conocimiento académico y científico. Semejantes dinámicas, sobra decirlo, polarizan a la sociedad y amenazan la discusión crítica: los algoritmos no incomodan, afianzan visiones del mundo.





Aunado a este berenjenal digital, nuestra época al parecer sufre de una sobredosis de “teoría crítica” digerida acríticamente. Según Kakutani, una lectura diluida y superficial de distintas teorías posmodernas ha posibilitado a diversos regímenes de derecha basar su discurso en la especulación sin pena: si el conocimiento siempre está filtrado por percepciones que dependen de una serie de rasgos culturales, no hay datos suficientes que puedan asegurar que algo es falso. Es más: si la lengua es una entidad inestable que se disculpa de antemano en su polisemia, ¡qué más da tener hechos alternativos! Además, si la historia está en constante actualización, hay muchas formas de representar un suceso y podemos prescindir de ciertos acontecimientos o modificarlos en el propio beneficio. Finalmente, si la ciencia es una mera ideología siempre al servicio del otro, eliminemos la palabra del diccionario —y borremos de paso: vacunas, cambio climático, holocausto y otros tantos inconvenientes—, así nada contradice al Gran Hermano.

Esto no quiere decir que Kakutani justifique la estupidez de Trump en su biblioteca o que imagine una escena de Trump leyendo desesperadamente a Derrida; ella plantea una lectura más foucaultiana de cómo ciertos discursos académicos se han diseminado —y en ocasiones diluido— en un sinfín de saberes legitimados por los juegos de verdad de nuestros tiempos.

Para mostrar lo anterior, la autora analiza varios casos emblemáticos de la absurda y riesgosa manera de mentir de Trump: su insistencia en que la Trump Tower tiene diez pisos más de los que tiene; su sabotaje de los boletines oficiales de información sobre el cambio climático; y su invención de ataques terroristas en Suecia que nunca ocurrieron. El problema, apunta Kakutani, es que estas ficciones reconfiguran el mundo, al punto que resulta difícil no sentirse un habitante más de la tierra borgiana de Tlön. En el caso de Trump, entonces, la palabra adánica queda al servicio de la ira de las masas y los intereses del gran capital.
De igual forma, La muerte de la verdad… retoma el análisis del filólogo alemán Victor Klemperer y la sovietóloga francesa Françoise Thom, quienes proponen que los totalitarismos infectan el lenguaje para detonar una nueva realidad furiosa. De acuerdo con Kakutani, Trump reproduce técnicas retóricas típicas del Tercer Reich y del estalinismo —recursos literarios que suprimen el pensamiento crítico e inflaman el fanatismo a través del uso de tautologías, juicios maniqueos y la evasión de lo concreto. También aprovecha tropos autoritarios, hace uso de numeralia exagerada y de epítetos grandilocuentes, invoca a la tradición, expone el desacuerdo como traición y tuerce sus palabras hasta dotarlas de un sentido opuesto a su significado. Así, el libro de Kakutani nos exhorta a estar alerta de la censura disimulada que distintas tecnologías ejercen en favor de la derecha, y que ponen en riesgo la posibilidad misma de la  discusión y el disenso crítico.

Aunque Kakutani se centra en criticar al conservadurismo populista y al fundamentalismo, es importante pensar que la tecnología y sus capacidades de manipulación a la medida no les son exclusivas. La falta de credibilidad de conceptos como evidencia, ciencia, academia o dato nos deja en una encrucijada compleja: o un futuro orwelliano al estilo 1984, o la sedación del pensamiento de Un mundo feliz de Aldous Huxley.

• Michiko Kakutani, La muerte de la verdad. Notas sobre la falsedad en la era Trump, trad. de Amelia Pérez de Villar Herranz, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2019, 140 p.

Valeria Villalobos-Guízar
Estudió literatura latinoamericana en la Universidad Iberoamericana y periodismo y literatura argentina en la Universidad de Buenos Aires.

American  nuestra


14 de Diciembre del 2019


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