lunes, 11 de noviembre de 2019

Morir en Occidente de Philippe Ariès - nota de Alejandro Gándara -descargar





Comentaba con Vicente Verdú, en Verines, el clásico libro de Philippe Ariès "Historia de la muerte en Occidente" (Acantilado), a propósito de lo que llevo entre manos y de algunas desgracias que nos han rondado en los últimos tiempos. Me lo he releído este fin de semana. No ha perdido nada de su agudeza y de su valentía este texto de historia de las mentalidades (expresión que siempre me hace recordar a don José Antonio Maravall, y que procede de la reacción ante la dictadura de la historia económica).

Más que interesante comprobar las diferencias entre las formas de morir hasta el siglo XIX (con sus variantes) y las contemporáneas: la muerte familiar y en casa, "domesticada", casi indiferente, el duelo perceptible y público, el moribundo haciendo el tránsito con los rituales aceptados, la muerte recibida en paz, el miedo a morir sin ser advertido y de morir solo... Hoy en día, casi todo esto funciona en contrario. Hagan las cuentas.

Lo que más me ha llamado la atención, leído ahora, es la sugerencia de Ariès (también otros) de que la muerte se ha convertido en tabú y de que ha reemplazado o sobrepujado al del sexo. Es una muerte a escondidas (clínica), así como lo son las señales del duelo. También que la muerte que nos sobrecoge es la muerte de los otros, pues los vivos estamos inmersos en una conciencia extraña de inmortalidad, de ajenidad a la certeza de nuestro final. No aprendemos nada, sólo nos exaltamos o exaltamos.

Es curioso, además, que nuestra vida este señalada por el fracaso seguro (el adulto nunca cumple las expectativas del adolescente, dice Ariès), imagen cierta de la descomposición, y que al mismo tiempo este fracaso nunca se identifique con la muerte. Esto yo no lo certificaría del todo, aunque tampoco le quitaría razón. El occidental conseguidor, que escribe su vida lineal y cuantitativamente, muere muchas veces antes de morir, y se siente morir en cada frustración (intolerancia a la separación de sus logros o de sus afectos). A lo mejor es que, de tanto morir y seguir en la brecha, se imagina inmortal. O quizá es que cuando muere hace ya tiempo que está muerto. Hay que decidirlo.


El Mundo 


G miradas multiples



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11 de Noviembre del 2019



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