Sumando hasta 150 hombres armados, muchos de ellos portando granadas y
rifles de asalto, los pandilleros que ingresaron esa noche a la oscura calle 19
de abril de la Parroquia El Valle, al sur de Caracas, tenían el poder de fuego
comparable al de una compañía del ejército.
Era el inicio de Semana Santa
—tiempo de reflexión y recogimiento espiritual para la mayoría de los
venezolanos— pero los hombres que entraron coordinadamente por los callejones y
las empinadas escalinatas del barrio Cerro Grande tenían el expreso propósito
de matar.
Liderados por “Lucifer”,
“Cabeza e Bruja” y el “Loco Leo”, las dos mayores bandas delictivas del sector pretendían eliminar a los integrantes de una tercera, liderada por
“Franklin El Menor”. ¿Su pecado? No querer unirse a ellos, reportó
la prensa local.
Así comenzó, el 21 de marzo, una ininterrumpida jornada de exterminio
sistemático que se extendió a lo largo de la noche y que dejó 10 muertos,
incluyendo a dos hombres que amanecieron calcinados en la calle y otro con las
manos mutiladas. Entre los cadáveres también se encontraba el de “Franklin El
Menor”, quien murió al lado de tres de sus lugartenientes, luego que los
atacantes lanzaran una granada dentro de la precaria vivienda donde se habían
apertrechado.
Asaltos masivos como éstos se han vuelto comunes en Venezuela con la gradual, y a veces violenta, consolidación de las
megabandas en el país, en las que medianas y pequeñas agrupaciones delictivas
se fusionan, en ocasiones a la fuerza, para formar temibles huestes de
delincuentes.
La Masacre de El Valle, como fue reseñada en los escasos informes de
prensa que fueron publicados al día siguiente, se produce luego de una serie de
ataques recientes contra instalaciones militares y policiales, perpetradas por
algunas de las megabandas para adquirir armamentos de guerra, y pocos días
después de la “Masacre de Tumeremo”, donde una organización criminal asesinó a
28 mineros en el selvático estado Bolívar.
Es una situación que está acentuando la reputación de Venezuela
como uno de los países más peligrosos del mundo y que genera preocupación entre las compañías y los organismos
internacionales que aún operan en la nación petrolera.
“La capacidad de bandas de coordinar operaciones conjuntas compuestas
por casi 150 individuos […] representa una amenaza masiva de seguridad para las
compañías que operan en Venezuela, así como para las embajadas, empresarios, e
incluso las estaciones de policía y los cuarteles militares”, advirtió en un
informe la firma de asesores IHS Global Insight sobre el asalto ejecutado sin
interrupción por horas a menos de 500 metros del Fuerte Tiuna, una de las
mayores instalaciones militares del país.
Venezuela está a un mes de caer en severo racionamiento eléctrico
“No hay compañía privada de seguridad actualmente operando en Caracas
que tenga la capacidad de resistir un asalto de la naturaleza que tomó por
sorpresa a la banda que controlaba el sector de Cerro Grande, el cual también
estaba bien armado con rifles de asalto y granadas”, agregó el IHS.
Diego Moya-Ocampos, el
analista senior de IHS que escribió el informe, dijo que la cadena de asaltos
que se están produciendo en Venezuela denota que las
bandas delictivas están operando con total impunidad y sin ningún impedimento
por parte de las fuerzas del orden público.
“Esto lo que denota es el carácter de estado fallido por parte del
gobierno venezolano, denota la escalada, en cuanto a las capacidades, en cuanto
al armamento y en cuanto a la capacidad de coordinar actos de grandes
dimensiones”, dijo Moya-Ocampos desde Londres.
Las megabandas, definidas como organizaciones criminales compuestas por
al menos 50 integrantes, han estado adquiriendo grandes cantidades de
armamentos en los últimos meses, en parte a través de robos y asaltos a
organismo del orden público, pero en parte también a través compras realizadas
a funcionarios corruptos.
El sostenido fortalecimiento de las bandas está llevando a estas
agrupaciones a superar con creces la capacidad de acción de la policía.
“Están mejor armados que muchos de los policías en nuestro país”, dijo
desde Caracas Luis Izquiel, experto en materia de criminalidad.
Eso ha llevado a los organismos de seguridad a batirse en retirada y a
abandonar barrios enteros a su suerte.
“Sectores como este de El Valle, donde ocurrieron estos hechos, al igual
que otras zonas de la Capital y del país, están dominadas completamente por las
bandas criminales. Han construido allí una especie de micro estados, donde
ellos son la ley, y donde son ellos los que gobiernan allí, y donde el Estado
ha quedado totalmente desplazado”, dijo Izquiel.
La criminalidad desatada en Venezuela es un fenómeno que se ha producido
a lo largo de los últimos años y el país viene siendo señalado ya desde hace
algún tiempo como uno de los más peligrosos del planeta, arrojando la mayor
tasa de homicidios del continente.
Pero lo que ocurrió en El Valle la semana pasada es un fenómeno que
eleva la situación hasta un nuevo umbral, encendiendo las alarmas de los
expertos en materia de seguridad.
Para el empresariado ésta es una situación que representa un gran
peligro, explicó Moya-Ocampos.
“Para un gerente de seguridad corporativo, simplemente no existe manera
de contener una operación de la magnitud registrada en el Valle, en ningún tipo
de instalación, ni petrolera, ni minera, ni empresarial de ningún tipo”, señaló
el analista.
“¿Cómo
detienes tú un asalto de 150 hombres que portan armas de guerra y tienen
capacidad de coordinación?”, enfatizó.
Por el momento, las megabandas se han concentrado en ampliar su poder de
fuego y en seguir operando sus negocios de droga, secuestro y extorsión en las
zonas que ellas controlan.
Javier Ignacio Mayorca, un periodista especializado en criminalística
que integra el Observatorio Venezolano del Crimen Organizado, dijo que el
asalto del 21 de marzo se trató de dos bandas que se aliaron para sacar del
medio a la agrupación encabezada por Franklin El Menor.
Según las versiones publicadas por la prensa local, uno de los grupos
agresores era la Banda de El 70 –liderada por “Cabeza e Bruja” y el “Loco Leo”,
y la otra se trató de la organización liderada por “Lucifer”, quien operan en
un territorio aledaño.
La Banda de El 70 es un grupo bastante grande, contaba con más de 30
integrantes y estaba fuertemente armado, comentó Mayorca.
“En el lugar que ellos operan, que es esa calle para arriba, allí no se
mete nadie. Ellos no solo controlan allí las ventas de droga, sino hasta el
paso de personas. Ellos son los que deciden quien pasa y quien no pasa, a
quienes venden alcohol, y quien puede ir a las fiestas”, dijo el experto.
El ataque se produjo en momentos en que otras megabandas que operan en
el país avanzan en su proceso de fortalecimiento y consolidación.
Han crecido tanto que las bandas han comenzado a salir de las zonas
donde tradicionalmente han operado.
“Lo que tradicionalmente han esperado los cuerpos de seguridad es que
estos grupos no bajen [de las barriadas que controlan], que no vayan a las
avenidas principales. Pero esto ya se les salió de las manos”, advirtió
Mayorca.
“Lo que estamos viendo ahorita es que estos grupos ya no solo controlan
las avenidas principales, después de determinadas horas de la noche. Esto es
peligrosísimo porque muestra que esa demarcación geográfica que se tenía
previamente ya se quebró”, enfatizó Mayorca.
Marzo 28 / 2016
ENH
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