El riesgo más importante que
enfrentan las fuerzas de la Unidad Democrática en lo que queda de 2016, y acaso
también después, es empantanarse en la gestión.
Varios de los requisitos de mayor
cuantía para aspirar a un cambio de gobierno dentro del orden constitucional ya
están aquí. La MUD ha logrado seguir adelante, pese a las diferencias del
debate cotidiano, con un programa legislativo único; la contundencia de la
victoria en las pasadas elecciones legislativas permiten avizorar escenarios
electorales óptimos, incluso en el mediano plazo; y el chavismo, consumado ya
el colapso en su gestión de gobierno, prosigue su camino para
convertirse en una corriente achicada y sin conexión con las necesidades de las
mayorías.
Se trata de haberes que a muchos les
lucían imposibles de obtener desde hace años, y hasta hace apenas unos meses.
Si nos acogemos al patrón tradicional de la política local en lo que va de
siglo, que ha tenido un carácter claramente consultivo, podríamos concluir que,
al menos en términos históricos, la presencia del chavismo en el poder tiene un
claro horizonte de salida. Cualquier consulta popular que se aproxime seguirá
consolidando la desconexión de los rojos con las masas. 65 por
ciento de los venezolanos estaría de acuerdo con revocar a Nicolás Maduro ahora
mismo, de acuerdo a lo que informan todos los sondeos de opinión. Oscar Shemel
se lo acaba de decir en la cara a José Vicente Rangel.
La acritud que viven los venezolanos
en todos los órdenes, sin embargo, está transformando el cuadro descrito en una
especie de emergencia que demanda brevedad en la gestión. Los chavistas se van
aislando y enanizando, pero siguen siendo un movimiento empotrado en el poder.
Un elenco de dirigentes conjurado, enajenado, dispuesto a muchas cosas para
conservar sus privilegios.
La presión popular, la gesta de
firmas, las concentraciones para demandar cambios, que lucen indispensables
para ir creando la atmósfera necesaria, encuentran hoy a una población asediada
por los problemas cotidianos y sobresaturada luego de esta descarga eléctrica
de carácter participativo que ya lleva 17 años. Puede que esta sea la
primera vez en la cual ya no podemos establecer una correspondencia entre el
fervor de las simpatías populares y el tamaño de las manifestaciones. Para concretar
un escenario consultivo no es suficiente lo que nos indican las encuestas. La
MUD tendrá que devanarse los sesos para idear mecanismos que le permitan romper
el hielo de la resignación.
Porque, si se descuida, si el
chavismo logra conjurar el malestar social y paralizar a la MUD con los
tecnicismos y las marramucias del TSJ, pensando en el supuesto de una consulta,
sin noticias, se nos podría ir todo el año. Este sería un escenario que
escalaría el apocalipsis.
Cuesta figurarse que en el trayecto
no termine ocurriendo un evento enteramente imprevisto. Miguel Rodríguez Torres
empuña las banderas del revisionismo en el chavismo. Maduro no ha salido a
enfrentarlo. Algunas piezas, aunque algunos no les guste, cambian de dirección.
Teniendo en cuenta que apenas pisamos abril, concluyamos con lo obvio: lo que
sucederá en 2016, bueno y malo, apenas asoma la nariz.
Por Alonso Moleiro | 5 de abril, 2016
Ilustración: Hobby – Chess – Your move de Mike Savad
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