miércoles, 6 de abril de 2016

El peligro de llegar a una democracia consociativa - Ramón E. Azócar A.




La democracia moderna parte de una fórmula muy sencilla: la mayoría gana las elecciones. El asunto es que los sistemas fundados en razón de una mayoría tienden a pervertir el significado de la misma. En la Edad Media la mayoría victoriosa se imponía sobre los guerreros derrotados y les hacían pasar penurias en nombre de ese triunfo que le consagró la mayoría armada; en lo bélico, la historia la cuentan los victoriosos, eso dicen, así como los victoriosos deciden el modo de vida de quienes derrotaron, en algunas ocasiones la decisión llegó a ser el exterminio, pero hoy por hoy se ha venido suavizando un tanto esa degeneración.


Hoy las guerras de todos los días se libran en la opinión pública que influye en un potencial electorado que al votar le da la autoridad a un grupo social organizado para que tome decisiones en su nombre, y al ser ese grupo mayoría, impone sobre los perdedores, o minoría, su modo de vida y sus intereses. Eso así, dibujado a grandes rasgos, no es democracia, es simplemente más de la barbarie del medioevo, pero legitimada por instituciones que llevan el control electoral. La democracia de las mayorías es una aberración porque esclaviza a la minoría y termina por autodestruirse a sí misma.

En el marco actual, la democracia se ha visto manipulada por los intereses de aquellos grupos que llegan a través de la mayoría; pero de todas esas manipulaciones, son los movimientos oligárquicos quienes más daño causan a la democracia moderna. A estos grupos se le ha adjudicado, con fuerza en América Latina, el término de democracia consociativa; los teóricos españoles les han adjudicado el significado, a este tipo de calificativo de la democracia, de las acciones conducentes a un acuerdo al que llegan los grupos de poder económico y político, de dentro y de fuera, para acotar, en función de sus intereses y visiones, una cierta forma de democracia representativa que se comporta indiferente a las demandas populares y utiliza su legitimidad electoral para establecer como derecho el interés por lo administrativo-financiero, en vez de social. Es una democracia controlada, de baja intensidad que ha estado presente en Latinoamérica como producto de las estrategias del Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, para cuidar sus intereses corporativos.

Cuando se habla de diálogo, de establecer criterios de acercamiento con el sector privado y desmontar el Estado omnipotente, se está peligrosamente delineando las condiciones para una democracia consociativa, y lo peor es que la justificación para imponerla es el derrumbe del modelo económico que esté imperando. El diálogo no puede hacerse desde una fundamentación capitalista a ultranza, menos en un Estado que ha definido políticas públicas de tipo social, porque el costo mayor de ese Estado renacido para mejorar su condición económica, lo pagan las estrategias sociales que estén encaminadas. Las circunstancias jurídicas y políticas del país, nos introduce en la fase primaria de la democracia consociativa, puesto que al abrirse la brecha para nuevas normas que oriente4n el modelo económico, se da la supremacía de lo material por encima de lo social, y de allí a un estatus de miseria y desatención al colectivo, es cuestión de tiempo.

Hay jurisprudencia internacional que protege a los Estados que caen en este tipo de democracia, porque es evidente que afecta los derechos humanos al no poder responder a sus necesidades más sentidas, sino a las necesidades del capital. El Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estableció, entre 1990 y en 1994, un protocolo de transición ante la posibilidad de que la democracia consociativa alcanzara imponerse en algunas culturas occidentales. Dice el documento que no se debe equiparar el concepto de arbitrariedad con el de contrario a la ley, sino debe interpretarse de manera más amplia, a fin de incluir elementos de corrección, justicia e imprevisibilidad, así como también el principio de garantías procesales.

A todas estas, valga lo expresado por Edgardo Bernal, en cuanto a que la democracia consociativa es una democracia estable, en condiciones de una sociedad homogénea, con origen étnico y religiosos comunes, sin remarcadas diferencias sociales.  Los líderes de los grupos de poder se aprestan a tolerar sus diferencias y acomodar sus intereses y demandas concurrentes, con la negociación paciente, pactos y acuerdos que dieron a los demás grupos oportunidad de alcanzar el poder político. Pero como vemos, en América Latina no hay esa hegemonía, ni ese equilibrio de intereses.

La democracia consociativa, a todas estas, fue propuesta por Arend Lijphart (1936), nacido en Apeldoorn, politólogo especializado en ámbitos relacionados con la política comparada, los sistemas electorales y sistemas de votación, las instituciones democráticas, o la etnicidad; constituye un sistema de negociación entre las elites de una comunidad política socialmente heterogénea. En su forma más pura, constituye un modelo distintivo de democracia que se puede aplicar en sociedades unidas por vínculos económicos. El autor la estructura en dos facetas: una, donde los valores se consideran como el resultado de la democracia y no como generadores de democracia; y la segunda fase, cuando los valores democráticos se hacen vitales para la naturaleza misma de la democracia, de allí se vuelve al ideas de Alexis De Tocqueville, quien  atribuía el éxito de la joven Republica estadounidense, principalmente, a los valores que derivan de la religión, educación superior, experiencia de cooperación interpersonal en gobiernos locales y asociaciones no gubernamentales.

En concreto cuando se hace mención a la negociación, se tiene que tener cuidado en no crear espacios donde la democracia consociativa y sus vicios, puedan venir a estropear el corazón y esencia de una sociedad que es contradicción del modelo social para el cual está concedida un tipo de democracia como la mencionada. Si no sabemos lidiar con una caja de Pandora, no la abramos, así de simple y directo, como el concepto de democracia moderno.


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