Recientemente, con motivo de la llegada
y persistencia de un aire poco usual e incómodo en Caracas y en otras ciudades
de Venezuela, se han venido publicados en medios impresos y electrónicos,
entrevistas, declaraciones, reportajes, etc., sobre la constitución y
naturaleza de ese aire que se ve opaco y sucio estacionado sobre estas ciudades
(esto no es nuevo). Al respecto, y desafortunadamente, los datos suministrados
por entes oficiales y particulares son falsos, confusos y/o
contradictorios (como era de esperarse), dado que sus voceros no son, en
realidad, especialistas en el área de la micro-física y/o química atmosférica.
Y de una forma poco seria, se atreven a hablar (protagónicamente) de cosas que
realmente no saben por ignorancia o falta de apropiadas fuentes de información.
Según esas entrevistas, declaraciones,
etc., lo que se está viendo en el aire venezolano por esta época es una especie
de calina, producto del humo generado en abundantes incendios forestales debido
a la fuerte sequía que nos está afectando. Por
ejemplo, en página web Ecoticias.com (consultada el 01-04-2016) leemos: “La
calina o calima se forma con partículas de polvo que permanecen en la parte
baja de la atmósfera y este año se ha acentuado con los incendios de vegetación
al término de la estación seca, dijo José Gregorio Sottolano, del Instituto de
Meteorología”. Para este funcionario, la calina está formada por partículas de
polvo en la parte baja de la atmósfera que se acentúa con los incendios de
vegetación.
En otro ejemplo, en la página web de El Nacional (consultado el 01-04-2016), leemos:
“Carlos Peláez, biólogo y ecologista, opinó que las personas están viendo de
manera equivocada el fenómeno de la calima que está ocurriendo actualmente en
la Gran Caracas y en otras urbes venezolanas. Para el especialista las personas
deben entender que la calima en el país no es un fenómeno natural estacional,
como puede ser la época de lluvia o sequía, sino que es una catástrofe
originada por los seres humanos con el incendio de los bosques y un ejemplo de
la pérdida de las fuentes de agua”. Para este biólogo, la calina es producto de
los incendios forestales. No hay duda que las definiciones de calina, según
estos profesionales son confusas y contradictorias. El error consiste en
confundir calina con humo de incendio forestal o confundir calina con polvo del
suelo, etc. porque calina no es humo ni humo es calina, y tampoco es polvo.
Peor aún, hay otros que dicen
alegremente que la calina es “smog” (¿fotoquímico?), que son nanopartículas de
origen antrópico, que es esto, que es aquello, que es lo otro, etc. Por
ejemplo, Angel Tarazona y André Gide, en trabajo publicado en Revista Geográfica (Nº 102, 1985; pp. 163-167), titulado
“Conservación y administración del ambiente en Venezuela”, dicen textualmente
(p. 164): (...) No obstante estas advertencias tan calificadas en las últimas
décadas y particularmente en 1970, se batió el record de la destrucción. El
espectáculo de los llanos en llamas fue dantesco. Aún en el extremo occidental
de ellos, donde se talaron grandes extensiones de bosques, en suelos cuyas
cuatro quintas partes son de vocación forestal y se plantaron pastos
artificiales, los incendios alcanzaron tan vastas proporciones, que una calina densa, mezcla de humo y polvo, hacía
imposible la visibilidad a trescientos metros en pleno medio día.
Ciudades de los Andes, como Mérida, permanecieron en los últimos días de marzo
y primera quincena de abril bajo otro
tipo de calina, mezcla de humo y neblina, verdadero smog según el neologismo inglés pero con la
diferencia de que el humo no se originaba en las chimeneas industriales sino en
los incendios de bosques y sabanas (...) (resaltado nuestro). Para estos dos
últimos autores hay dos tipos de calina: una, mezcla de humo con polvo; otra,
mezcla de humo con neblina, que lo llaman (indebidamente) “smog”.
No todos confunden calina con smog y
humo; este es el caso, por ejemplo, del estudio publicado por Karenia Córdova,
investigadora de la Universidad Central de Caracas, en Terra Nueva Etapa (vol. XXVII, Nº 42, 2010; pp. 95-122),
titulado “Impactos de las islas térmicas o islas de calor urbano, en el
ambiente y la salud humana. Análisis estacional comparativo: Caracas, octubre -
2009, marzo – 2010” en donde la autora, sin entrar a detallar qué es cada cosa,
establece correctamente la diferencia entre estos tres tipo de aerosoles. Para
aclarar toda esta situación confusa con la calina, de una vez por todas,
permítanme comenzar con un poco de historia.
Contaba el Dr. Guillermo Zuloaga
(geólogo), en trabajo publicado en elBoletín de la Academia de Ciencias Físicas,
Matemáticas y Naturalesde Caracas (Año XXVI, Nº 72, 1966; pp.
101-114), y titulado “La calina y el viento salante”, que su interés en
estudiar la calina se originó en una discusión que tuvo con unos amigos del
Aeroclub con quienes volaba sobre el llano en 1961. La visibilidad ese día era
malísima –escribía– y uno de ellos le comentó que había mucho humo; él le dijo
que no era solamente humo lo que había sino calina, y que él creía que ésta era
una niebla que venía del mar. Sus amigos, “tan testarudos como yo” –contaba–
insistieron en que no había tal cosa y que lo que veían era sólo el humo de las
quemas. Zuloaga, naturalmente mantuvo su opinión agregando que uno hasta podía ver
formarse la calina cuando se estaba a orillas del mar, y que si se volaba a lo
largo de la costa, se podía ver del norte, con el viento, y por lo tanto no
podía ser humo. Sentenció a continuación que sus amigos lo desafiaron a que lo
demostrara; y así, fue cómo se decidió a estudiar la calina.
Según Zuloaga el fenómeno cubre con una
especie de velo a toda Venezuela en la época seca, disminuyendo
considerablemente la visibilidad, sobre todo desde arriba. Y, tradicionalmente,
la gente del interior la llama “calina”, coincidiendo su presencia con la época
de las quemas creyéndose, entonces, que ésta se debe al humo. A continuación,
sobre consideraciones físicas, descarta que la calina sea una especie de niebla
o nube ya que ésta es más intensa cuando la “humedad relativa es más baja,
entre un 30% y un 60%”. Resalta su uniformidad y constancia, cubriendo miles de
kilómetros cuadrados y por meses de tiempo. Siempre termina abruptamente a unos
3000 m de altura. Su límite superior es tan plano, que se hace horizonte cuando
se le observa desde un avión. Es de un tinte azulado cuando se ve contra las
montañas y, vista desde arriba, tiene un ligero color “marronusco”. Para
Zuloaga, y eso fue lo que más lo ayudó en su estudio, es que la calina recién
emanada del mar se va con los vientos alisios hacia las montañas de la costa,
penetrando por sus valles al interior del país, cubriendo los Llanos y llegando
hasta Guayana, los Andes, lago de Maracaibo, inclusive, hasta Colombia.
Partiendo de la hipótesis de que la
calina no es más que “salitre” marino, es decir, microcristales de sal y otras
sales inorgánicas en suspensión, Zuloaga emprende una investigación inédita en
Venezuela para saber si eso es verdad. En una primera etapa muestrea el aire
calinoso utilizando láminas de microscopio untadas con bálsamo de Canadá para
fijar las muestras, aprovechando el viento a la orilla del mar. Y las somete a
análisis microscópico, inspeccionando la forma de los cristales, su color, y
otras propiedades ópticas como el índice de refracción, su polarización óptica,
etc. Esto, para el cloruro de sodio o sal común, y otras poquísimas sales
parecidas, es particularmente fácil porque sus cristales tienen forma cúbica.
Por este método, Zuloaga probó que ese salitre-calinoso, que se pegaba a sus
láminas cuando las exponía al viento a orillas del mar, estaba constituido de
gotitas de agua de mar ya en proceso de cristalización, de cristalitos de
cloruro de sodio y de unas gotitas muy pequeñas de asombrosa uniformidad de
tamaño que las llamó micro-gotas, contentivas de cloruro de magnesio, y de
potasio, y otras sales tan fuertemente higroscópicas que no cristalizarían sino
a altas temperaturas. De esta manera, Zuloaga caracterizó la calina en su punto
de origen. Pero, ¿cómo probar, entonces, que esta calina era la misma que
cubría a la Caracas de los años 60?
Narra Zuloaga, en su trabajo antes
citado, que en marzo y abril de 1961 hubo mucha calina en todo el país; dice
también, que en la región capital, ésta se mezcló con el humo de las quemas. El
14 de abril, al mediodía, el aire estaba agobiante. La temperatura en su casa
subió a 32º C y la humedad relativa se redujo a un solo 50%. Yendo hacia el
centro de Caracas, le cayeron dos o tres goticas de agua en el parabrisa y notó
que se secaron rápidamente, dejando una pequeña mancha blanca, lo que despertó
su curiosidad. Se regresó rápidamente a su casa y montó una lámina de
microscopio para, de vuelta a la autopista, captar más gotas en ellas, pero fue
infructuoso: no llovía. Por fin, el 19 de abril cayó la primera lluvia,
recogiendo múltiples gotas en las láminas. Al procesarlas químicamente para
análisis microscópico encontró, entre otras cosas, abundantes cristales de sal
marina y de yeso (sulfato de calcio hidratado); esto último le sorprendió pues
no lo había notado en la calina. Finalmente, Zuloaga, como último experimento,
muestreó gotas de rocío, captadas en la yerba del jardín, encontrando alta
concentración de sales fuertemente delicuescentes, mayor en el cloruro de
magnesio que en el cloruro de sodio, etc.
Al final, Zuloaga concluye en su
trabajo que: (1) La calina proviene del mar. Se forma cuando el fuerte oleaje,
tanto mar afuera como contra la playa, produce millones de burbujas que se
rompen en el aire, dando origen a un gran volumen de salpique o aspersión,
cuyas goticas, al entrar en contacto con el viento alisio, se evaporan
rápidamente formando un aerosol que se dispersa en el aire. Este aerosol, que
es la calina, está constituido de cristalitos de cloruro de sodio y de
micro-gotas de soluciones concentradas de las sales higroscópicas que quedan en
el agua de mar, una vez separado el cloruro de sodio y el yeso. Probablemente
en el proceso de la formación de la calina, intervienen otros factores, tales
como la electricidad estática. (2) Las primeras lluvias que caen después del
verano, cuando hay calina, disuelven las partículas de ésta y, en consecuencia,
contiene en sus aguas cloruro de sodio, yeso y otras sales de origen marino.
(3) No toda la calina desaparece con la primera lluvia, a menos que ésta sea
muy copiosa; así, la presencia de sales en la lluvia puede durar varios días.
(4) Cuando el aire está cargado de calina, el rocío matutino contiene sales
presuntamente de origen marino.
Mis observaciones contemplativas y
casuales de la calina en los Andes merideños, me indican que es reconocible,
tal cual como lo dice Zuloaga, como un velo uniforme u homogéneo, claramente
diferenciable de niebla, neblina, smog, o humo, que luce azul contra el fondo
de las montañas, de altura apreciablemente cercana a los picos de la sierra,
que no sale tan fácilmente con la lluvia, que no huele a quemado o a otra cosa,
que no es tóxica, que limita fuertemente la visibilidad, y que no aumenta la
temperatura. Esto último contrasta con una supuesta vinculación de la calina
con el calor sentido en verano, como se ha hecho ver en declaraciones por los
medios de comunicación social y que es otra fuente de confusión pública. Por
estar constituida, como lo demostró Zuloaga, por cristales de sales
inorgánicas, la calina es altamente dispersora (scattering) de luz visible (por
eso se ve azul), por lo que no contribuye en nada a calentar el aire donde está
contenida. Lo mismo sucede con el humo producto de la quema de materia
vegetal.
Estudios realizados con humo proveniente
de la quema de biomasa (en Brasil por ejemplo), indican más bien que este tipo
de partículas tiende a producir un forzamiento radiativo (no radiactivo, que es
otra cosa) positivo, por ser altamente dispersoras de luz visible (de ahí su
poder reductor de la visibilidad), lo que hace presumir que ellas sea más bien
refrigerantes que calentadoras. Pero sólo, mediciones ópticas apropiadas de la
mezcla de calina y el humo caraqueños, junto con la aplicación de un modelo
informático radiativo (no radiactivo) simple de balance de energía, podrán
decir si ella tiende a calentar o a enfriar. A esto hay que sumarle la propia
contaminación del aire producida artificialmente por la ciudad (smog
fotoquímico). Y esto nunca se ha hecho en Venezuela. Es necesario hacer
mediciones del aire sólo con calina para evaluar su incidencia térmica. ¿Cómo?
Sugiero captar y estudiar el aire, con equipo adecuado, en la terraza del hotel
Humboldt (Waraira Repano), como sitio apropiado con vista
al mar y con ventajas de rápido acceso (teleférico) y de logística
(instalaciones). Así, nos podríamos quitar al menos la contaminación producida
más abajo en la ciudad. Eso no es complicado hacerlo, pero se necesita
significativos recursos para ejecutar un proyecto que ya tenemos preparado para
tal fin.
El calor que se está sintiendo en la
gran Caracas, y también en Mérida y su zona metropolitana, está relacionado con
la influencia macroclimática, vía teleconexión atmosférica (expresión técnica
alusiva), de El Niño sobre la presencia de las masas de aire frío del norte que
refrescan el país en el primer trimestre del año. Esas masas no llegaron este
año a Venezuela. Asimismo, el régimen de vientos es débil y, a micro-escala,
hay supresión de movimientos convectivos (verticales) asociada a una capa de
inversión, atrapando las partículas de todo tipo y haciendo que el aire sea muy
nocivo para la salud. En la ciudad también se produce el fenómeno local
conocido como isla de calor o térmica, que consiste en un incremento de las
temperaturas por los elementos artificiales que componen las urbes: vidrios,
metales, asfalto, etc. (inercia térmica de los materiales de construcción), que
incide en un alza de las temperaturas mínimas nocturnas; es decir, la ciudad ya
no se enfría tanto por las noches como antes.
En trabajo de grado de licenciatura, el
cual tuve la oportunidad de tutelar en años recientes, titulado “Evolución de
la temperatura en la ciudad de Mérida (Venezuela) desde 1893 hasta 2008 y su
relación con un cambio microclimático parcial antropogénico”, realizado en el
Departamento de Física de la Facultad de Ciencias de la Universidad de los
Andes (2015), se encontró que las temperaturas medias máximas anuales,
obtuvieron valores picos durante el lapso 1951-2002, en los años 1958, 1963,
1965, 1969, 1973, 1977, 1983, 1987, 1990, 1994, 1997 y 2002, coincidiendo con
el fenómeno de El Niño de variada intensidad, o sea, extraordinarios,
fuertes, moderados y débiles. Es posible que en Caracas haya ocurrido lo mismo
en el pasado (y más recientemente en 2010), y esté ocurriendo lo mismo este año
de 2016 (al igual que en Mérida). Es más, superpuestos a este
fenómeno, hubo máximos del ciclo solar (de 11 años c/u aproximadamente) para
los lapsos 1957-1958, 1969-1970, 1981-1982, 1989-1990 y 2000-2001, los cuales
contribuyeron a calentar aun más el ambiente. En otras palabras, la presencia
de calina en nuestro país es independiente de sequías, del humo de incendios
forestales, del polvo, del smog fotoquímico, de una mezcla de éstos, de si hace
o no hace calor, de El Niño, del ciclo solar, etc.
El mar siempre produce calina en mayor
o en menor grado, y dependerá de la circulación atmosférica el que se quede en
el litoral o avance tierra adentro. A falta de más estudio e investigación,
como lo expresara el mismo Zuloaga en 1966 cuando escribió en su trabajo:
“(...) Naturalmente empecé [la investigación] por buscar en la literatura
científica pero no encontré nada relacionado con el problema (...)”, eso es
todo lo que sabemos de la calina nacional gracias a la investigación de este
distinguido académico venezolano sobre esta materia.
No obstante, y en conexión con lo
anterior, en estudio aislado realizado en el verano boreal de 1968 y 1969 por
Irving H. Blifford & Dale A. Gillette, para la fecha investigadores del
National Center for Atmospheric Research de Boulder, Colorado, publicado enAtmospheric
Environment (Vol. 6,
1972; pp. 463-480) y titulado “The influence of air origin on the chemical
composition and size distribution of tropospheric aerosols”, se hicieron
muestreos aéreos y mediciones para observar la modificación de la composición
química de aerosoles atmosféricos muy cerca del suelo (a 300 m de altura), en
una masa de aire marino, a sucesivas y diferentes distancias desde el océano
hasta 180 Km tierra adentro, sobre el Delta del Orinoco; además, estudiaron la
distribución estadística de su tamaño. Entre los resultados hallados están
aquellos que indicaron una disminución suave en la concentración de sal marina,
con un aumento de la penetración de la masa de aire marino tierra adentro. Esto
corrobora la idea de Zuloaga de que el aerosol marino puede penetrar al
interior del país además de Caracas.
Una vez, viajando en vuelo comercial a
San Antonio del Táchira en 1982, en la cabina con los pilotos, había calina. El
comandante de la aeronave y su copiloto buscaban visualmente la pista del
aeropuerto durante la aproximación en la maniobra de descenso y no la podían
ver hasta que por fin la detectaron, cosa que yo no pude hacer por más esfuerzo
que hice para verla a esa distancia. Al respecto el comandante me dijo que,
como piloto, a lo que más le temía para la visibilidad aérea era a la calina.
En resumen, lo que los venezolanos
estamos viendo y respirando en la grandes ciudades es un coctel atmosférico muy
tóxico formado por calina, humo de incendios forestales, polvo y contaminación
propia de la ciudad (smog fotoquímico), altamente concentrado porque la
inversión del gradiente térmico suprime la transferencia vertical de masa y
energía térmica por convección, haciendo que este mecanismo micrometeorológico
de enfriamiento y limpieza del aire no funcione. El Niño, como fenómeno
macro-climático, contribuye por su parte a agravar la situación suprimiendo más
de la cuenta las lluvias y alterando el régimen de circulación tropical de los
vientos que traen humedad a la atmósfera venezolana, vía movimiento de la zona
de convergencia intertropical (ZCIT).
Este coctel, por ser lo que es,
fácilmente hace confundir a la gente en cuanto a que le atribuyen a la calina
características que no tiene. Si bien la calidad del aire en Caracas y en otras
ciudades venezolanas ha sido estudiada desde hace tiempo con relación a la
contaminación atmosférica de origen humano, en varias oportunidades y por
varios investigadores, hasta donde puedo saber, la calina venezolana no ha sido
estudiada otra vez desde aquel trabajo del Dr. Guillermo Zuloaga de 1966 a
pesar que él, en alguna parte, al principio de éste escribió: “(...) Sin
embargo, ya que hasta ahora yo soy el único en el país que se ha interesado en
estudiar el fenómeno, que considero apasionante, de la calina, quizás este
presentación estimule a algunos de Uds. a asociarse en dicha investigación
(...)”: entonces, ¿por qué yo no lo he hecho? Escríbanme a mi correo
electrónico para contarles las razones las cuales, tienen que ver con el
antiguo Fonacit.
5 DE ABRIL 2016 - 12:01 AM EL NACIONAL
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