No hay peor sordo que el que no quiere oír, como ocurre en el caso
venezolano. Los asesores de Unasur sugirieron lo obvio, avanzar hacia la
unificación cambiaria, terminar con la locura de una economía en la cual el
mejor negocio es conseguir dólares al precio oficial y venderlos al precio del
mercado libre. Maduro debe ver la realidad. ¿Qué queda de Chávez? Nada. Nicolás
Maduro merece el agradecimiento nacional por la rapidez con que ha logrado que
Chávez ya no sea ni un mal recuerdo.
Frente al hambre que avanza a pasos agigantados, al chavismo solo se le
ocurre una respuesta, amenazar con disolver la Asamblea legislativa. No sabe cómo
aumentar la producción agrícola, pero sí intentar acallar a los críticos.
A Chávez nadie le discute un mérito: haber arruinado a un país
petrolero, acabado con su agricultura, convertido a Venezuela en un limosnero
que anda por el mundo pidiendo ayudas.
Chávez alentó la intervención de la economía venezolana, no solo con un
sistema de controles cada vez más rígidos, sino también controlando las
importaciones y la distribución. Maduro completó la obra del padre eterno. No
hay ni forma de subsidiar a la industria y a los agricultores, porque nadie
siembra en Venezuela ni mucho menos produce. Chávez expropió 4 millones de
hectáreas de fincas y unidades productivas, imitando a Zimbabue. Estos terrenos
entregados a supuestos beneficiarios que no estaban dispuestos a sembrar, hoy
abarcan el campo venezolano. Los agricultores de verdad emigraron, o los
arruinaron obligándolos a vender sus cosechas a precios ruinosos. Mientras el
petróleo subía y subía, mientras el Estado recibía cientos de miles de millones
de dólares, el desastre se disimuló, pero la fiesta terminó. No tenemos para
importar, producir, o distribuir. Volvimos a Venezuela tierra arrasada. Miles
de contenedores llenos de alimentos se pudrieron en los puertos. Venezuela se
volvió el país de los alimentos descompuestos; leemos que pasaron de 120.000
toneladas de alimentos los que importó Pdval. Compraron la cadena de
hipermercados Éxito. De nada les sirvió. Los Abastos Bicentenario quebraron.
Las empresas procesadoras de alimentos que el Estado les robó a sus dueños no
producen nada, ni café, ni harina de maíz blanco, ni azúcar, ni carne, ni
leche, ni leguminosos ni aceite...
El Estado es propietario de 10 de los 16 centrales azucareros del país.
Pero por la poca eficiencia en su gerencia, estos producen solo 22% de la
azúcar procesada en Venezuela. No producimos caña de azúcar, los centrales
fueron abandonados y hay que importar azúcar de Brasil, Honduras y Nicaragua,
que llegan con un subsidio cambiario y sin aranceles.
¿Cuál ha sido el remedio? Importar, importar e importar, hasta que nos
quedamos sin dólares. Venezuela sufre un enorme déficit de divisas y por el
horizonte asoma el espectro de hambre, ni producimos ni tenemos con qué pagar
la comida que nos llegue de Argentina, o Nicaragua. “Entre el año 2011 y 2014,
el valor bruto de la producción de alimentos por habitante en Venezuela cayó
22%”.
Qué hace Maduro. Nada. Volvió a Venezuela un país marginal, sin
instituciones, sin partidos, sin economía.
El gobierno no sabe qué rumbo tomar. Maduro no se atreve ni a renunciar.
Estamos en el punto cero, frente a la nada. Algo debe de ocurrir, pero ni soñar
con un golpe de Estado; en definitiva, los militares están en el poder. Sería
en todo caso un golpe civil, nunca militar.
¿Disolverán
la Asamblea? Da lo mismo, porque tienen que disolver el modelo económico, no
pensar que con medidas políticas evitarán el hambre que nos amenaza.
FAUSTO MASÓ2 DE JULIO 2016 - 12:01 AM El Nacional
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