Para desgracia de muchos, el pasado 19 de mayo de 2013 falleció el doctor Eduardo Ibarra Colado. Su muerte genera un vacío académico insalvable y un duelo general por la pérdida de un auténtico universitario. No obstante, sus ideas, plasmadas en numerosas obras, son caminos que hacen posible entablar nuevos diálogos y discusiones con él, aun a pesar de su partida.
En repetidas ocasiones Eduardo Ibarra propuso reconocer los libros como artefactos subjetivos, inacabados, en proceso. Desde esta perspectiva de incompletitud presento, a manera de reseña, algunas reflexiones sobre El libro de la universidad imaginada. Hacia una universidad situada entre el buen lugar y ningún lugar, obra presentada el pasado noviembre en el XII Congreso Mexicano de Investigación Educativa.
El libro de la universidad imaginada exige romper con convencionalismos formalistas que enfrían la experiencia lectora. Opto en esta ocasión por la primera persona, en lugar de la tercera; renuncio a la pretendida reflexión impersonal, objetiva y ansiosamente neutral; apuesto al encuentro subjetivo entre escritor y lector con la esperanza de entablar, en homenaje al doctor Ibarra Colado, nuevos diálogos con los lectores de la presente reseña.
Es imposible describir en términos lineales El libro de la universidad imaginada. El texto rompe con muchos de los presupuestos diligentemente implantados durante la formación académica tradicional, por lo que adentrarse en las páginas de la obra exige que el lector comparta con los autores cierta dosis de su espíritu de aventura.
La obra, coordinada por Eduardo Ibarra y Luis Porter, es la materialización de un diálogo colectivo que invita a pensar en libertad creativa el futuro de la universidad. En el libro se propone trascender el pensamiento realista que vuelve heredera de los males del presente a cualquier prospección. Para esto se echa mano del poder de la imaginación. Se trata de elegir imaginar una universidad posible, libre de las cadenas de una universidad probable.
Lo anterior dota a El libro de la universidad imaginada de una espontaneidad que, de acuerdo con lo expresado en la obra misma, es “producto de la alegría por imaginar un mundo diferente y mejor”.
En las páginas el lector encontrará exhortaciones a mantener, reforzar y superar la denuncia hacia el carácter burocrático, estático y comercial de la universidad actual. El libro de la universidad imaginada expone los males vigentes, pero trasciende la mera denuncia al anunciar una universidad diferente, colectiva, democrática, creativa, abierta a la diversidad de expresiones culturales, a la literatura, a la pintura, a la música y a la danza.
El libro de la universidad imaginada contiene numerosos aspectos que merecen ser resaltados, reflexionados, discutidos y apropiados. No obstante, el espacio es una limitante infranqueable. Consciente de los riesgos que supone esquematizar la reseña de un libro como éste, me aventuro a establecer tres puntos centrales para presentar mis reflexiones sobre el texto. Con esto dejo en la sombra detalles que requieren de la lectura completa de la obra.
El primer punto a partir del cual expongo mis comentarios es la organización del libro, verdadero entramado de complejidad (Morín, 1998) que trastoca el orden esperado por los lectores. En este primer espacio abordo las características de la obra, la conformación del equipo de autores y el método de trabajo utilizado por éstos. El segundo punto es el sitio de la universidad del futuro, ubicado entre el buen lugar y ningún lugar. En este segundo espacio expongo una serie de reflexiones en torno al papel de la utopía y la imaginación en los ejercicios de prospección.
En el tercer punto incluyo el cierre de la reseña, así como mis reflexiones en torno a algunos aspectos que considero clave destacar de la obra.
Organización del libro
Scherzando
El equipo de trabajo que da origen a El libro de la universidad imaginada se conforma por dos escribanos y seis dialogantes. Luis Porter Galetar y Eduardo Ibarra Colado como los primeros; Lilian Álvarez, Daniel Cazés, Raquel Glazman, Arturo Guillaumin, Javier Ortiz y Lourdes Pacheco como los segundos. Este ensamble humano, autodenominado Scherzando —jugueteando—, se dio a la tarea de imaginar la universidad del futuro.
El método de trabajo consistió en un esfuerzo colectivo donde uno de los integrantes plasmaba por escrito sus reflexiones en torno a la universidad del futuro, material que pasaba posteriormente a manos de otro integrante, quién se encontraba en plena libertad de modificar, agregar, borrar, rectificar o resaltar cualquiera de los elementos expuestos. Así, de mano en mano, se fue construyendo en rondas un texto colectivo, en el que todos fueron libres de apropiarse de las palabras de los otros, pues éstas no eran ya de nadie en particular, sino de todos
El Libro de universidad imaginada es una creación de todos y de ninguno, en la que el conocimiento es propiedad colectiva, y resulta imposible rastrear la frontera entre las intervenciones de los escribanos o dialogantes.
La Rayuela académica
El Libro de la universidad imaginada es la Rayuela del mundo académico. Al lector conocedor de la novela de Cortázar le será más sencillo adaptarse a los círculos concéntricos que irrumpen la página que usualmente debiera contener el índice del libro. La tradicional lista que enumera los contenidos de forma descendente y lineal, se substituye en la obra por tres figuras circulares denominadas anillos, los cuales rompen con la lógica de lectura unidireccional.
La obra, según se expresa en sus páginas, puede ser leída de corrido o de acuerdo con el orden que le plazca al lector. Los anillos marcan algunos puntos centrales junto con sus respectivas páginas; el ensamble Scherzando propone arrancar desde cualquiera de estos puntos hacia cualquier otro. Se invita al lector a rayar sobre la hoja que contiene los tres anillos, como si se tratara de un mapa del tesoro, y organizar así su propia lectura a partir de los temas que considere oportunos, placenteros, útiles o necesarios.
Aun si opta por leer la obra de manera lineal siguiendo el orden que el espacio físico delimita para las palabras, el lector se encontrará en el camino con páginas interrumpidas por recuadros que intercalan el cuerpo general del texto. Dichos cuadros contienen fragmentos de revistas, noticias, libros y artículos de diversos autores que enriquecen el camino del lector.
Los recuadros son leídos o ignorados a voluntad, siempre está la oportunidad de regresar a ellos en otro momento, o bien, de sumergirse de lleno en alguna de las lecturas que nos proponen. En los recuadros el lector de la obra se encontrará con las palabras de Morín, Decouflé, Maturana, Latapí, Tamayo o Bloch.
No conforme con dos subversiones a los órdenes tradicionales —los anillos y los cuadros—, se incluyen en el libro una serie de páginas en blanco. En ellas se invita a los lectores a discutir con las ideas planteadas, proponer nuevas perspectivas o bien disentir de los pensamientos expuestos.
Con lo anterior se busca convertir al lector en autor de la obra, donde su palabra adquiera peso equivalente a las palabras de los miembros del equipo Scherzando. El libro incluso invita al lector a agregar su nombre a la portada de la obra una vez que se haya concluido la lectura.
El equipo Scherzando y el método de trabajo son un parte aguas. No sólo las reflexiones presentadas en el libro bogan por una universidad nueva y diferente, sino que el proceso de escribirlo contiene ya en sí mismo la semilla de transformación hacia futuros universitarios democráticos, incluyentes, justos, solidarios, colectivos y creativos.
¿Dónde se sitúa la universidad del futuro?
El ensamble Scherzando expone las que considera son las características de una universidad futura anhelada. La imaginación es un ejercicio subversivo, por lo que imaginar la universidad equivale a cuestionar directamente la pasividad universitaria. La obra pretende romper con la naturalización (Freire, 1972) para dar paso a la creatividad. Se propone negar la universidad actual y sus vicios. La negación de la universidad corrupta, burocrática, mercantil, cerrada, intolerante, procedimental y acrítica, hace posible abrir espacios para soñar lo imposible.
De acuerdo con la obra, la universidad imaginada se sitúa entre el buen lugar y ningún lugar. La frase no es, en absoluto, un mero juego de palabras. Por el contrario, quienes decidan iniciar la lectura completa del libro encontrarán que el sitio entre el buen lugar y ningún lugar es producto de una bien fundamentada reflexión colectiva.
La “utopía” es un término clave si se pretende comprender a que se refiere un sitio entre el buen lugar y ningún lugar. La utopía es entendida en la obra como la aspiración a crear, desde la imaginación, un futuro deseado, aunque éste no se logre concretizar en totalidad. Se trata de una meta ficción que inspira a la acción, sin evadir la realidad, pero negándola para conseguir librarse de la camisa de fuerza del presente y la tiranía de lo probable.
La universidad imaginada se expresa como negación de la universidad actual, rechaza la deformación del conocimiento, la seguridad del status quo, la comodidad de los procedimientos, la comercialización del conocimiento y la sobreespecialización instrumentalizada del saber. Este rechazo a la universidad vigente vuelve imposible ubicar a la universidad imaginada en “algún lugar” del hoy. La universidad imaginada no se encuentra en lugar alguno, pues en sí misma implica la negación del presente.
Lo anterior conlleva a pensar la universidad en el plano de un futuro deseado, este futuro utópico —misteriosa añoranza por lo que aún no es— sí encuentra un lugar, pues no se ubica en el presente, sino en el futuro. Ese futuro constituye el buen lugar al que se aspira.
La utopía que impulsa a imaginar a la universidad en el buen lugar no evade el presente, más bien niega su naturalización; dicha negación obliga a la universidad imaginada a mantenerse en tensión en un sitio ubicado entre el presente negado y el futuro deseado. El punto entre el futuro imaginado de la universidad que se anhela pero no se vive, y el presente de la universidad que se vive pero se rechaza, constituye el sitio entre el buen lugar —futuro utópico—y ningún lugar —negación del presente.
Por ello, El libro de la universidad imaginada es una obra en proceso e inacabada, es un libro mutante que se debate constantemente entre el presente negado y el futuro anhelado.
Algunas consideraciones finales
A manera de cierre de la presente reseña expongo a continuación algunas breves reflexiones en torno a temas que considero importante incluir.
La universidad imaginada no pretende implantar una universidad uniforme. En la obra se propone, por el contrario, una universidad del futuro que contenga en sí misma diversas universidades, cuyas particularidades respondan a las características propias de los diferentes entornos.
En este sentido, las reflexiones presentadas en el libro desde una perspectiva latinoamericana constituyen un factor esencial para imaginar la universidad del futuro partiendo del contexto concreto en que se vive.
Cabe destacar el magnífico esfuerzo por aportar reflexiones que dirijan al reconocimiento de la identidad latinoamericana. La obra exhorta a recuperar el conocimiento milenario de las antiguas culturas de las que somos herederos; la visión desde Latinoamérica sirve de advertencia ante la invasión de rasgos culturales de países considerados “desarrollados”.
Un último rasgo a resaltar en el libro es la idea de una universidad de la calle. La universidad del futuro, imaginada por los autores, rompe con las limitaciones tradicionales marcadas por las figuras formales. Se trastoca con el orden jerárquico del claustro, se desbordan las paredes de las aulas, la educación toma por asalto las ventanas y, en un parpadeo, se reapropia del mundo al cual se debe.
Con lo anterior no se desprecia el desarrollo de estrategias educativas, modelos pedagógicos o instalaciones apropiadas, más bien se busca incluir lo anterior, y trascenderlo al no limitar la educación a las formas. Esta educación de la calle parte de la urgencia de reconocer en la diversidad de nuestro entorno la riqueza propia de la cultura.
Hasta aquí mis comentarios en torno a El libro de la universidad imaginada. Quedan fuera de mis comentarios temas de gran calado que la obra incluye, quién se aventure por sus páginas tendrá el gusto de toparse con reflexiones sobre temas como la complejidad de Morín (1998), la lentitud de Honore (2004) y la decolonialidad de Escobar (2003) y Mignolo (2009).
Es lego pretender abarcar la riqueza de la obra en estas pocas palabras. Que estas páginas consideren cumplida su misión si logran transformarse en aliciente para que el lector se convierta en un nuevo habitante de los pasillos de la universidad imaginada.
A los potenciales nuevos habitantes les hago una advertencia y les pido un favor: no se sorprendan demasiado si entre sus recorridos se topan, por breves instantes, con la mirada o la voz de un fantasma que ronda las aulas de la universidad imaginada. Si tiene esa suerte, díganle de parte de muchos: gracias por todo, Eduardo.
Referencias
1.
o Paulo Freire
o La educación como práctica de la libertad, Buenos Aires, Siglo xxi (1972)
o
2.
o Carl Honore
o Elogio de la lentitud. Un movimiento mundial desafía el culto a la velocidad, rba Libros, Barcelona (2004)
o
3.
o Eduardo Ibarra, Porter Luis (Eds.), El libro de la universidad imaginada. Hacia una universidad situada entre el buen lugar y ningún lugar, Universidad Autónoma Metropolitana (uam)-Cuajimalpa/Juan Pablos Editor, México (2012)
o
4.
o Walter Mignolo
o El pensamiento decolonial, desprendimiento y apertura
o El pensamiento filosófico latinoamericano, del Caribe y “latino” (1300-2000, crefal/Siglo xxi, México (2009), pp. 659–672
o
5.
o Edgar Morín
o Introducción al pensamiento complejo, Barcelona, Gedisa (1998)
o
Ibarra, Eduardo y Luis Porter (coords.) (2012), El libro de la universidad imaginada. Hacia una universidad situada entre el buen lugar y ningún lugar, México, Universidad Autónoma Metropolitana (uam)-Cuajimalpa/Juan Pablos Editor.
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