sábado, 2 de julio de 2016

Los 200 años de Frankenstein - Marcos Peñaloza-Murillo


Indonesia, país tropical insular del sudeste asiático, es, de vez en cuando, noticia mundial por los fenómenos naturales violentos a los que se ha tenido que enfrentar a lo largo de su historia. Todavía tenemos frescas las imágenes del poderoso tsunami de diciembre de 2004 que se abatió contra una de sus principales islas. Pero la historia nos recuerda también que Indonesia fue noticia en el siglo 19 y siglo 20 cuando tres de las más poderosas erupciones volcánicas de los tiempos modernos, sacudieron su territorio: volcán Agung (Bali, 1963), volcán Krakatoa (entre Sumatra y Java, 1883) y volcán Tambora (Sumbawa, 1815). Este último explotó violentamente entre la noche del domingo 10 y el martes 12 de abril, arrojando a la atmósfera, a la tasa de un millón de metros cúbicos por segundo, en un lapso de 24 a 40 horas, material volcánico por un total aproximado de entre 150 y 200 kilómetros cúbicos (equivalente más o menos a 50 km cúbicos de roca densa) y el cual se elevó hasta la estratosfera a una altura de 50 km. Esta masiva erupción, más grande que las dos antes citadas y que cualquiera de los 10000 años anteriores, fue suficiente para muchas cosas, más de las que podamos imaginar, como veremos.

En los dos primeros días siguientes a la erupción, y a una distancia de 600 km a la redonda, no se veía nada durante el día debido a la lluvia de ceniza que llegó a notarse en un área de 400 mil km cuadrados. Decenas de miles de personas murieron, producto de las consecuencias inmediatas de la erupción. La explosión se escuchó tan lejos como Trumon (Sumatra) a 2600 km de distancia. El flujo piro-clástico llegó hasta 20 km de distancia. El día 10 se produjo un tsunami cuya ola golpeó al país en varias islas, alcanzando 4 m en Sanggar a las 10 pm y 2 m en Besuki, a 500 km, antes de la medianoche. Con el pasar de los meses el fino polvo volcánico se esparció globalmente alrededor de la estratosfera, cual explosión termonuclear, estacionándose ahí por más de un año, produciendo efectos ópticos espectaculares en el cielo, y lo que fue tan peor como la tragedia misma inmediata, una perturbación del clima al año siguiente impidiendo que hubiera primavera y verano ese año en el hemisferio Norte, golpeando la economía mundial y estropeando las vacaciones de mucha gente.
Se reportaron prolongados y brillantes atardeceres en junio, julio y octubre de 1815 tan lejos como Londres y Dresde. El eclipse lunar del 9-10 de junio 1816 fue inusual puesto que la Luna desapareció totalmente en el cono de sombra terrestre. Pero, extrañamente, para el mes anterior, ya se estaba preguntando el por qué la primavera no había llegado. Y para la segunda quincena de junio, la misma pregunta se hacía para el verano. Se imaginan el impacto negativo que esto produjo en la actividad agrícola, hortícola y pecuaria de los países productores de alimentos de Europa y EE.UU. Lo que tuvo que haber sido el verano de 1816 para el hemisferio Norte, se transformó, por ejemplo, en Inglaterra, en el noreste de EE.UU y en Canadá en tres ondas de inexplicable frío y nieve, en junio, julio y agosto. La génesis del personaje más tétrico de la literatura universal, Frankenstein, ya estaba en camino.
Reportes privados informaron de cómo las cosechas se perdieron, de cómo el ganado moría por inanición debido al mal tiempo. Los graneros estaban prácticamente vacíos. La prensa de aquella época dio cuenta de cómo los precios del maíz, del heno, de la avena, del centeno y del trigo, y su harina, se dispararon no solo a escala nacional sino también a escala internacional. Los productos pecuarios también inflaron sus precios. Esto originó un nervioso movimiento migratorio del noreste hacia otros territorios de los EE.UU. El impacto político de esta perturbación climática, por culpa del Tambora, se hizo sentir negativamente en Europa en las guerras napoleónicas. En Suiza y Francia la hambruna provocó que la gente llegara a comer hasta moho, carne de gato y de caballo. En las iglesias se instruía a los feligreses sobre cuáles plantas eran venenosas y cuáles no para comer. La actividad turística también se vio afectada sencillamente porque no hubo verano. Sin embargo, así y todo, pensando que el tiempo mejoraría, un grupo de escritores ingleses entre los cuales estaba el famoso poeta Lord Byron y Mary Shelley, partieron para Chapuis, Ginebra, en junio de 1816, con la esperanza de que el verano llegaría; pero, no fue así.
 El 16 de junio una tormenta les impidió que retornaran a Chapuis y pasaron la noche en la Villa Diodoti, leyendo cuentos de fantasmas. El mal tiempo y el frío continuaban, pero era ideal para inspirarse y escribir cuentos de horror. Y así fue como Byron propuso esa noche a sus amigos que cada quien escribiera uno. Fue así como John Polidori escribió “El Vampiro”. Y fue así como Mary Shelly concibió la historia del monstruo del Dr. Frankenstein. Pero no fue esa noche; Mary no escribió nada esa noche ni las siguientes. No obstante, la noche del 23 de junio el grupo, aburrido por el constante mal tiempo con rayos y centellas, conversó sobre la posibilidad de revivir un cadáver con electricidad. Esa noche, en una creativa pesadilla, Mary vio en un sueño como esto ocurría. A la mañana siguiente, ella ya sabía cuál iba a ser su historia de terror y comenzó a escribir las primeras líneas que abrirían el capítulo IV de su famosa novela (publicada el 1ro de enero de 1818), con su célebre personaje, el cual llegó en parodia hasta la TV en el siglo 20 con el personaje de German Monster.
En lo que fue una cadena de hechos separados por miles de kilómetros, ligados en una especie de efecto “mariposa”, nadie se imaginó que el tenebroso y fúnebre personaje de Frankenstein iba a surgir por las fauces de un volcán enfurecido como lo fue el Tambora cuando erupcionó violentamente en 1815. “El mundo da muchas vueltas” dice la gente, pero el mundo para aquella época no sabía por qué este “cambio climático” había ocurrido. Dejando a un lado la ciencia ficción del cuento mencionado, la ciencia real trataba de explicar las causas. Sin saber lo del volcán, unos decían que esto se debió a las manchas solares, otros decían que era porque los hielos del Polo Norte se estaban fracturando, otros le echaron la culpa a Benjamín Franklin ya que decían que eso se debía a un exceso de calor que venía del interior de la Tierra a través de la resistencia eléctrica de las barras luminosas que él había inventado, alterando el natural flujo térmico, etc. Paradójicamente, Franklin ya lo había dicho 33 años antes cuando relacionó una extraña niebla seca que apareció en Europa en 1783, que reducía el brillo solar, con la erupción del volcán Lakagígar, en Islandia; pero nadie le hizo caso en 1816. Hoy día se sabe que los efectos de enfriamiento atmosféricos de los aerosoles volcánicos, se deben a que ellos son fuertemente dispersores de la luz solar, impidiendo que ésta llegue y caliente la superficie.
Para 1815, en Venezuela, el “volcán” de la independencia seguía haciendo erupción. Fernando VII, libre de la amenaza napoleónica, envía un poderoso ejército al mando de Pablo Morillo. Bolívar por diferencias, viaja a Jamaica y Camilo Torres es nombrado presidente de la unión neogranadina. Pero en 1816 Bogotá es tomada por Morillo y Torres, Caldas y otros revolucionarios son ejecutados. Bolívar en Haití, con la ayuda de Petión, regresa a Venezuela por Oriente y Páez lo reconoce como jefe supremo. Nadie para aquella podía pronosticar que entre el 11 y el 14 de abril pero de 2002 otro “volcán” político iba hacer erupción en Venezuela y que originaría, juntos con otros hechos, al famoso personaje cómico criollo-popular del Internet, el Chiguire Bipolar. En fin, “el mundo da muchas vueltas”… No hay duda de que Frankenstein (Mary Shelly) [junto a su colega Drácula (Bram Stocker)], a sus 200 años de su creación, continua siendo el personaje más escalofriante de la literatura universal.


2 DE JULIO 2016 - 00:01

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