Indonesia, país tropical insular del sudeste asiático, es, de vez en
cuando, noticia mundial por los fenómenos naturales violentos a los que se ha
tenido que enfrentar a lo largo de su historia. Todavía tenemos frescas las
imágenes del poderoso tsunami de diciembre de 2004 que se abatió contra una de
sus principales islas. Pero la historia nos recuerda también que Indonesia fue
noticia en el siglo 19 y siglo 20 cuando tres de las más poderosas erupciones
volcánicas de los tiempos modernos, sacudieron su territorio: volcán Agung
(Bali, 1963), volcán Krakatoa (entre Sumatra y Java, 1883) y volcán Tambora
(Sumbawa, 1815). Este último explotó violentamente entre la noche del domingo
10 y el martes 12 de abril, arrojando a la atmósfera, a la tasa de un millón de
metros cúbicos por segundo, en un lapso de 24 a 40 horas, material volcánico
por un total aproximado de entre 150 y 200 kilómetros cúbicos (equivalente más
o menos a 50 km cúbicos de roca densa) y el cual se elevó hasta la estratosfera
a una altura de 50 km. Esta masiva erupción, más grande que las dos antes
citadas y que cualquiera de los 10000 años anteriores, fue suficiente para
muchas cosas, más de las que podamos imaginar, como veremos.
En los dos primeros días siguientes a la erupción, y a una distancia de
600 km a la redonda, no se veía nada durante el día debido a la lluvia de
ceniza que llegó a notarse en un área de 400 mil km cuadrados. Decenas de miles
de personas murieron, producto de las consecuencias inmediatas de la erupción.
La explosión se escuchó tan lejos como Trumon (Sumatra) a 2600 km de distancia.
El flujo piro-clástico llegó hasta 20 km de distancia. El día 10 se produjo un
tsunami cuya ola golpeó al país en varias islas, alcanzando 4 m en Sanggar a
las 10 pm y 2 m en Besuki, a 500 km, antes de la medianoche. Con el pasar de los
meses el fino polvo volcánico se esparció globalmente alrededor de la
estratosfera, cual explosión termonuclear, estacionándose ahí por más de un
año, produciendo efectos ópticos espectaculares en el cielo, y lo que fue tan
peor como la tragedia misma inmediata, una perturbación del clima al año
siguiente impidiendo que hubiera primavera y verano ese año en el hemisferio
Norte, golpeando la economía mundial y estropeando las vacaciones de mucha
gente.
Se reportaron prolongados y brillantes atardeceres en junio, julio y
octubre de 1815 tan lejos como Londres y Dresde. El eclipse lunar del 9-10 de
junio 1816 fue inusual puesto que la Luna desapareció totalmente en el cono de
sombra terrestre. Pero, extrañamente, para el mes anterior, ya se estaba
preguntando el por qué la primavera no había llegado. Y para la segunda
quincena de junio, la misma pregunta se hacía para el verano. Se imaginan el
impacto negativo que esto produjo en la actividad agrícola, hortícola y
pecuaria de los países productores de alimentos de Europa y EE.UU. Lo que tuvo
que haber sido el verano de 1816 para el hemisferio Norte, se transformó, por
ejemplo, en Inglaterra, en el noreste de EE.UU y en Canadá en tres ondas de
inexplicable frío y nieve, en junio, julio y agosto. La génesis del personaje
más tétrico de la literatura universal, Frankenstein, ya estaba en camino.
Reportes privados informaron de cómo las cosechas se perdieron, de cómo
el ganado moría por inanición debido al mal tiempo. Los graneros estaban
prácticamente vacíos. La prensa de aquella época dio cuenta de cómo los precios
del maíz, del heno, de la avena, del centeno y del trigo, y su harina, se
dispararon no solo a escala nacional sino también a escala internacional. Los
productos pecuarios también inflaron sus precios. Esto originó un nervioso
movimiento migratorio del noreste hacia otros territorios de los EE.UU. El
impacto político de esta perturbación climática, por culpa del Tambora, se hizo
sentir negativamente en Europa en las guerras napoleónicas. En Suiza y Francia
la hambruna provocó que la gente llegara a comer hasta moho, carne de gato y de
caballo. En las iglesias se instruía a los feligreses sobre cuáles plantas eran
venenosas y cuáles no para comer. La actividad turística también se vio
afectada sencillamente porque no hubo verano. Sin embargo, así y todo, pensando
que el tiempo mejoraría, un grupo de escritores ingleses entre los cuales
estaba el famoso poeta Lord Byron y Mary Shelley, partieron para Chapuis,
Ginebra, en junio de 1816, con la esperanza de que el verano llegaría; pero, no
fue así.
El 16 de junio una tormenta les impidió que retornaran a Chapuis y
pasaron la noche en la Villa Diodoti, leyendo cuentos de fantasmas. El mal
tiempo y el frío continuaban, pero era ideal para inspirarse y escribir cuentos
de horror. Y así fue como Byron propuso esa noche a sus amigos que cada quien
escribiera uno. Fue así como John Polidori escribió “El Vampiro”. Y fue así
como Mary Shelly concibió la historia del monstruo del Dr. Frankenstein. Pero
no fue esa noche; Mary no escribió nada esa noche ni las siguientes. No
obstante, la noche del 23 de junio el grupo, aburrido por el constante mal
tiempo con rayos y centellas, conversó sobre la posibilidad de revivir un
cadáver con electricidad. Esa noche, en una creativa pesadilla, Mary vio en un
sueño como esto ocurría. A la mañana siguiente, ella ya sabía cuál iba a ser su
historia de terror y comenzó a escribir las primeras líneas que abrirían el
capítulo IV de su famosa novela (publicada el 1ro de enero de 1818), con su
célebre personaje, el cual llegó en parodia hasta la TV en el siglo 20 con el
personaje de German Monster.
En lo que fue una cadena de hechos separados por miles de kilómetros,
ligados en una especie de efecto “mariposa”, nadie se imaginó que el tenebroso
y fúnebre personaje de Frankenstein iba a surgir por las fauces de un volcán
enfurecido como lo fue el Tambora cuando erupcionó violentamente en 1815. “El
mundo da muchas vueltas” dice la gente, pero el mundo para aquella época no
sabía por qué este “cambio climático” había ocurrido. Dejando a un lado la
ciencia ficción del cuento mencionado, la ciencia real trataba de explicar las
causas. Sin saber lo del volcán, unos decían que esto se debió a las manchas
solares, otros decían que era porque los hielos del Polo Norte se estaban
fracturando, otros le echaron la culpa a Benjamín Franklin ya que decían que
eso se debía a un exceso de calor que venía del interior de la Tierra a través
de la resistencia eléctrica de las barras luminosas que él había inventado,
alterando el natural flujo térmico, etc. Paradójicamente, Franklin ya lo había
dicho 33 años antes cuando relacionó una extraña niebla seca que apareció en
Europa en 1783, que reducía el brillo solar, con la erupción del volcán
Lakagígar, en Islandia; pero nadie le hizo caso en 1816. Hoy día se sabe que
los efectos de enfriamiento atmosféricos de los aerosoles volcánicos, se deben
a que ellos son fuertemente dispersores de la luz solar, impidiendo que ésta
llegue y caliente la superficie.
Para 1815,
en Venezuela, el “volcán” de la independencia seguía haciendo erupción.
Fernando VII, libre de la amenaza napoleónica, envía un poderoso ejército al
mando de Pablo Morillo. Bolívar por diferencias, viaja a Jamaica y Camilo
Torres es nombrado presidente de la unión neogranadina. Pero en 1816 Bogotá es
tomada por Morillo y Torres, Caldas y otros revolucionarios son ejecutados.
Bolívar en Haití, con la ayuda de Petión, regresa a Venezuela por Oriente y
Páez lo reconoce como jefe supremo. Nadie para aquella podía pronosticar que
entre el 11 y el 14 de abril pero de 2002 otro “volcán” político iba hacer
erupción en Venezuela y que originaría, juntos con otros hechos, al famoso
personaje cómico criollo-popular del Internet, el Chiguire Bipolar. En fin, “el
mundo da muchas vueltas”… No hay duda de que Frankenstein (Mary Shelly) [junto
a su colega Drácula (Bram Stocker)], a sus 200 años de su creación, continua
siendo el personaje más escalofriante de la literatura universal.
2 DE JULIO 2016 - 00:01
No hay comentarios:
Publicar un comentario