jueves, 24 de diciembre de 2015

Simbología navideña - Roberto Chacón

                             



Árbol navideño

Desde los más lejanos tiempos, anteriores al cristianismo, el culto al árbol era un símbolo de comunión, practicado por los antiguos germanos y escandinavos. La tradición protestante europea adoptó la celebración del árbol, sustituyendo el viejo roble por el abeto, cuya forma triangular sirvió de emblema de la Trinidad. Los escandinavos utilizaban el pino, árbol abundante en la taiga nórdica.

En el siglo XVI, Martín Lutero, líder de la Reforma protestante, adornó las ramas de un abeto con velas encendidas, convirtiéndolo en el Árbol de Luz (Lichterbaum) navideño. Los protestantes promocionaron y difundieron la celebración del Árbol navideño, para contrarrestar al pesebre católico. Antes de la Reforma, en las iglesias y los monasterios como el de Fussen (Alemania), se fabricaban pesebres en armonía con el Árbol navideño. Cuando llega la nueva prédica luterana se rompe con esa tradición.

El abeto navideño se proyecta como Árbol de la Vida Universal, en un momento cósmico especial: el solsticio de invierno. El 21 de diciembre es el día más breve del año, es el inicio de un ciclo con el Sol-niño, alcanza su apogeo seis meses después, en el solsticio de verano el  21 de junio, el día más largo del año. En su viaje el sol alcanzará dos puntos de simetría: los equinoccios de primavera y de otoño, cuando el día y la noche tienen idéntica duración. En la mitología tradicional, son los momentos de perfecto equilibrio en el combate de la Luz con las Tinieblas.

El Árbol navideño es el símbolo que une la Tierra y el Cielo, mientras nuestro planeta y el Sol describen parábolas en una danza cósmica. La estrella en la copa del árbol es el sol nocturno y significa muerte y resurrección (es la estrella de Horus, el pentágono estrellado de David, el emblema real del Mesías judeo-cristiano). En el siglo XVIII los sopladores de vidrio de Bohemia añadieron las bolas de colores que cuelgan de las ramas del árbol, simbolizando el cielo estrellado y las almas de los familiares difuntos.

La Iglesia católica adoptó el 25 de diciembre como día del nacimiento de Jesús, en el siglo IV d.C., fecha que coincide con el nacimiento de Mitra, deidad de origen persa símbolo de la luz creada y la verdad, protector de los hombres, venerada por los militares romanos, y con el Día del Sol Invictus, culto romano que consideraba a todos los dioses como aspectos de la misma divinidad. Se registra en los libros de los primeros cristianos que Constantino fue sumo sacerdote de este culto.

Las celebraciones del ciclo del solsticio tienen carácter universal. Todas tiene el mismo significado, desde la más remota antigüedad hasta nuestros días: el bien triunfa sobre el mal, la luz sobre las tinieblas. Los antiguos griegos celebraban en esta misma fecha las festividades de la diosa Koré, los celtas la de Yule, los sumerios la de la diosa Ynanna (divinidad de la vida, el amor y la muerte), los babilonios a Isthar, los fenicios a Astarté y los griegos clásicos a Afrodita.

La Natividad cristiana se enlaza con una ancestral tradición. María, la Madre de Dios en la prolongación de un antiquísimo culto, es el nexo entre las antiguas diosas paganas de la fecundidad, la Gran Madre Tierra, la tierra fértil que da los mejores frutos. En el siglo XII los templarios, monjes y soldados al servicio de Cristo le rendía culto a Nuestra Señora Santa María, una dama de tez color oscuro que los escultores medievales nos legaron en la misteriosa Virgen Negra esculpida en madera.

En Venezuela, el Árbol de Navidad ha sustituido al pesebre en buena parte del país. Sólo en la región andina se mantiene la tradición de hacer pesebres en todos los hogares. El árbol navideño se ha preservado por la acción de los medios de comunicación y por el interés comercial que ha hecho de esta tradición un asunto decorativo que contribuye al éxito de sus intereses. Los venezolanos se han apropiado del Árbol de Navidad, antigua tradición de los países cristianos protestantes, para preservar en sus hogares el espíritu celebrativo navideño, acompañado de regalos, comidas y dulces. Le han quitado contenido religioso pero le han agregado un sentido comunitario, afectivo y exaltativo de la infancia.

El Pesebre


Mediante el pesebre nos trasladamos al tiempo arquetípico de la Natividad. Esa fue la intención de San Francisco de Asís, quien en 1223 construyó el primer pesebre navideño, para promover el sentimiento de comunión entre todos los seres vivos. Solicitó la autorización al Pontífice Honorio III para reproducir en vivo el misterio del nacimiento del Niño-Dios, en la ermita de Greccio ubicada en la Umbría italiana.

Este primer pesebre se inspira en evangelios apócrifos de los primeros cristianos, donde se narra que las figuras que acompañaron a Jesús en su nacimiento fueron el buey y el asno. El primero tenía un simbolismo solar de tradición milenaria y el asno fue la cabalgadura real emblemática en el antiguo Israel. Mateo es el único evangelista que toca este período y lo hace muy brevemente. La información sobre los primeros años de Jesús es más abundante en los apócrifos, gracias a ellos sabemos quienes fueron los padres de la Virgen María, el relato de los pastores que hallaron al niño en un pesebre, el coro de los ángeles glorificando a Dios, la visita de los Magos que recibieron de María un pañal, adorado y guardado como un tesoro en la corte persa, luego por haber resistido las llamas de la hoguera.

El término belén significa “la casa del pan”, símbolo del Dios-Hijo nacido en Belén de Judá como “pan divino que da la vida”. Este es el nombre como también se conoce en España al pesebre. Los frailes franciscanos y las hermanas clarisas difundieron desde Italia la tradición del pesebre y los propagaron por toda la Europa católica. Después de la Reforma protestante, los jesuitas impulsaron la difusión del pesebre, alentando la formación de fraternidades de “Amigos del belén”.

Después del siglo XIII la práctica de hacer pesebres llegó a las mansiones y salones aristocráticos, luego se extendió a las casa burguesas y se democratizó en el siglo XX.En Venezuela el pesebre es una tradición que se preserva en la región andina y se hace a partir del 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Al ritmo de los villancicos navideños y alguna botella de vino, toda la familia participa en su elaboración. Los más viejos vuelven a recorrer los paisajes de la infancia y los más niños remontan su fantasía por paisajes que recrean las escenas iniciales del nacimiento del Niño-Dios. Las formas del pesebre son muy diversas y cada familia le da un toque particular. Desde los sofisticados pesebres que le incorporan instrumentos mecánicos para lograr efectos de luces y agua circulante semejando fuentes y cascadas, hasta los más humildes que recurren a raíces, plantas y objetos locales para ambientar el portal del Nacimiento. Se ubica en un lugar destacado de la casa, para que todos los visitantes puedan apreciarlo, desde  el 8 de diciembre hasta el 2 de febrero, Día de la Candelaria.

Una de las tradiciones venezolanas estrechamente vincula con el pesebre es la Paradura del Niño. Esta tradición es exclusivamente merideña, donde se combinan rezos y cantos para rememorar el momento en que Jesús se desprende de los brazos de María y puede movilizarse de manera independiente. El Robo y la Búsqueda del Niño rememoran el hecho narrado por el evangelista Marco, cuando el Niño Dios se perdió y su angustiada madre lo consiguió  platicando con los doctores de la ley.

 
La tradición navideña más difundida en todo el país es el baile de los locos o locainas, donde se combina lo religioso y lo profano. Se parte de un motivo religioso y se transforma en bailes y representaciones. El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes se celebra en muchos pueblos de Venezuela, bailes populares que cuentan con la participación de un grupo o todo el pueblo y  se escenifican pantomimas: los hombres se disfrazan de mujer, fingen que su niño está enfermo y necesita ayuda. Esto se hace en Canoabo (Carabobo) y en Sanare (Lara) donde se practica el famoso baile “la saragoza”, mezclando rezos y cantos y se repite el estribillo que lleva el mismo nombre. En estas tradiciones se conmemora la Degollación de los Santos Inocentes. En Capacho (Táchira) y Aguas Blancas (Portuguesa) hay expresiones folklóricas con el mismo significado. En La Parroquia (Mérida), los Locos de la Candelaria conmemoran la presentación del Niño en el templo y se celebra el 2 de febrero.

El pesebre es una hermosa tradición que hay que cuidar y preservar. El fuerte arraigo en los estados andinos ha sido apoyado por los medios de comunicación. El desplome de los valores religiosos en la sociedad contemporánea es un fuerte enemigo de una tradición eminentemente religiosa. El desplazamiento del pesebre por el Árbol de Navidad se acelera entre la población urbana. La fuerza que debe mantener la tradición del pesebre reside en los contenidos culturales que se trasmiten a las nuevas generaciones, las cuales son cada día más selectivas de la tradición judeo-cristiana.

El regalo navideño


En Venezuela el regalo navideño es producto de tradiciones europeas y de adaptaciones americanas. A diferencia de la Europa mediterránea que mantiene el día 6 de enero, día de Reyes, para la entrega de los regalos a los niños y coincidiendo con la tradición de países protestantes, que celebran la fiesta de la Natividad con los obsequios para los más pequeños, nosotros los venezolanos nos reunimos en familia la noche de Navidad, compartimos las “multisápidas” hallacas, se reparten dulces y luego se coloca bajo el Árbol de Navidad  o delante del pesebre, los presentes que trae el Niño Jesús a los niños. El Santa Clos “venezolano” reparte los regalos otros días, en las fiestas navideñas de las escuela, en las reuniones familiares de las empresas y oficinas públicas, o en los regalos adicionales que  hacen los padres y tíos.

El regalo navideño tiene una simbología muy rica y su tradición se remonta a las fiestas que practicaban los pueblos griegos y romanos. En la Grecia antigua, refiere José Rodríguez en su estudio antropológico sobre los mitos y ritos de la navidad, se realizaba una fiesta de fin de año dedicada al culto de Gamelia, donde se intercambiaban regalos y dulces. En Roma, a mediados de diciembre se celebraban las fiestas de Saturno y los adultos les entregaban obsequios a los niños.

Los regalos navideños se asocian en algunos pueblos con el Niño Jesús, en otros con Los Reyes Magos, San Nicolás (Santa Claus) y Papá Noel. En las culturas latinas europeas y católicas, se escogió el 6 de enero, día conmemorativo de la visita de los Reyes Magos a Jesús, para la entrega a los niños del regalo. En las sociedades protestantes y anglosajonas, se asumió la fecha del 25 de diciembre para el obsequio navideño. Esta práctica tiene su origen en el culto popular a San Nicolás, obispo cristiano de Anatolia (Turquía), quien vivió en el siglo IV y fue un personaje muy querido y venerado por el pueblo medieval europeo. Existe una leyenda que cuenta la historia de una familia  con tres hermosas hijas que no podían casarse por falta de dinero para el dote matrimonial y San Nicolás entró por la ventana y  colocó en los calcetines de las jóvenes una bolsa con monedas de oro. Se le conoce como Nicolás de Bari porque  sus reliquias fueron trasladadas  por los cristianos  en1087 a la basílica de Bari (Italia) cuando Turquía fue invadida por los musulmanes y se expulsó al pueblo cristiano.

Más tarde a San Nicolás (Santa Claus) se le cambió el hábito y el tocado obispal, por un traje y bonete rojo, se traslada del Mediterráneo a un paisaje con nieve, renos y trineo, con el propósito de sincretizar la tradición nórdica europea de Papá Noel. Es conocida la historia que cuenta como los inmigrantes holandeses que fundaron la ciudad de Nueva York en 1624, introducen la veneración popular a Sinterklaas, santo que el escritor Washington  Irving deforma mediante una sátira, escrita en 1809, como Santa Claus, en una burda pronunciación angloparlante. Más tarde el poeta Clement Clark Moore hace una versión de Santa Claus, lo presenta enano y delgado, como un duende que regala  juguetes a los niños en la víspera de Navidad y se transporta en trineo tirado por nueve renos. En 1863 cambia la fisonomía del personaje, se transforma en un gordo bonachón con una barba blanca y vestido con un traje rojo ribeteado de blanco. La imagen es tomada de las caricaturas del dibujante alemán Thomas Nast publicadas en la revista Harper’s Weekly. A mediados del siglo XIX Santa Claus  se difunde en Inglaterra y Francia. En este país se fusiona con un personaje local, Bonhomme Noel, quien guarda mucho parecido y se vestía de blanco y dorado. A finales del siglo XIX se le incorpora los renos navideños al vehículo que trasporta a Santa Claus con los regalos de los niños.


El Santa Claus o San Nicolás actual es una síntesis de tradiciones coincidentes. Es un personaje que recibe fuertes críticas por su uso comercial, pero es visto por católicos y protestantes como un personaje popular que brinda cariño, alegría y generosidad, despierta la imaginación de los niños y junto al Niño Jesús, hacen de las navidades una encantadora fiesta que tiene como centro la unión familiar y el entusiasmo de los pequeños.

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