La oposición venezolana intenta obtener la mayoría o acercarse a ella,
con lo que pondría fin a la aplanadora chavista
En 2005 la oposición venezolana decidió ausentarse
de las elecciones parlamentarias, en un gesto que resultó vano por
deslegitimar ante la comunidad internacional al régimen de Hugo Chávez,
recientemente ratificado con un triunfo en el referendo revocatorio de agosto
de 2004. Desde entonces la aritmética de los escaños dejó de tener
importancia, algo que quizás recobre este domingo después de una década. La
oposición intenta obtener la mayoría o acercarse a ella, con lo que pondría fin
a la aplanadora chavista que, con 101 diputados en la actual legislatura,
convierte a la Asamblea Nacional en un virtual apéndice del Poder Ejecutivo.
La meta de ambos bandos es conquistar al menos una mayoría simple, 84 curules de un
total de 167 (la oposición cuenta hoy con 66 representantes). Esa mayoría
–inestable siempre, dentro de la volatilidad de lealtades que suelen mostrar
los diputados venezolanos- sirve para promulgar leyes regulares, aprobar –o
vetar- nombramientos, entre otras atribuciones.
Sin embargo, algunos voceros de oposición no han
tenido rubor para apuntar, en declaraciones públicas, a metas superiores. Se
trata de alcanzar una mayoría calificada, es decir, proporciones mayores en la
composición de la Asamblea que permitirían adoptar decisiones de gran calado,
como, por ejemplo, la declaración de “falta absoluta” del presidente de la República.
La primera de esas mayorías calificadas corresponde
a tres quintos de los escaños, o 101 diputados. Con esta cantidad, la mayoría
parlamentaria puede aprobar leyes habilitantes para el Poder Ejecutivo –como la
que actualmente dispone Nicolás Maduro, que le permite legislar en materias de
economía y seguridad nacional-; o emitir votos de censura contra los
integrantes del gabinete ministerial y el vicepresidente Ejecutivo de la
República.
Las posibilidades se amplían con una mayoría de dos
tercios de la cámara, equivalente a 110 diputados. De acuerdo con la
Constitución vigente de 1999, una mayoría de esa naturaleza contaría con los
votos suficientes para designar o remover a las autoridades de otros poderes,
como los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) o los rectores del
Consejo Nacional Electoral (CNE). Además, con dos tercios de la asamblea se
pueden promover referendos, reformas constitucionales y asambleas
constituyentes, así como promulgar leyes orgánicas, como se conocen en
Venezuela las leyes que desarrollan derechos fundamentales o sirven de marcos
conceptuales para otras leyes y reglamentos.
Del número de votos que el domingo alcancen las partes, y los escaños que de esos
votos se deriven, se conocerá de qué intensidad será el contrapeso de la
Asamblea ante el poder omnímodo ejercido por el presidente por más de 10 años.
Ya en las elecciones parlamentarias de 2010 las fuerzas opositoras cosecharon
un número total de votos mayor que el del oficialismo; sin embargo, obtuvieron
menos puestos. El diseño de los circuitos electorales favorece a las
circunscripciones rurales, que eligen a un diputado con menos votos que las
urbanas. Ese desbalance se mantiene en estas elecciones, en las que los
circuitos que concentran a 52% de los votantes eligen el 38% de los diputados.
Foto: Propaganda contra la oposición en el centro de Caracas. / MIGUEL GUTIERREZ (EFE)
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