Los resultados electorales evidencian un giro que arrancó en 2013 con la
muerte de Chávez
La victoria de la oposición
venezolana en las elecciones parlamentarias del pasado domingo, junto a la
de Mauricio Macri en las presidenciales
argentinas hace dos semanas, ha evidenciado un giro que, de facto, se inició el
5 de marzo de 2013. La muerte deHugo Chávez dejó
sin cabeza el proyecto bolivariano, constituido en torno a la figura del líder
venezolano gracias al desorbitado precio del petróleo. Poco más de dos años y
medio después, los aliados del chavismo tratan de salvaguardar sus intereses
sin el apoyo económico de Venezuela, cada vez más aislada en la región.
El 6 de diciembre de 1998 supuso un
punto de inflexión en la historia reciente de América Latina. Ese día Hugo
Chávez llegaba por primera vez al poder. A su triunfo se fueron sumando varios
con mucho contenido simbólico: en 2000, Ricardo Lagos se convertía en el primer
socialista en presidir Chile después de la dictadura de Pinochet; dos años
después, Lula, un exsindicalista,
alcanzaba el poder de Brasil con el apoyo del Partido de los Trabajadores;
llegaría un indígena, Evo Morales, a lo más alto
de Bolivia; Correa en Ecuador,
Lugo en Paraguay. En 2009, el rojo predominaba en una región en la que 17
países estaban gobernados por partidos de centro izquierda o izquierda, dos bloques
que muchos analistas resumían en pragmáticos y populistas.
Integrado principalmente por
Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, con el respaldo de Cuba, la simpatía
de Argentina y el visto bueno del Brasil de Lula, el eje bolivariano creció y
se propagó gracias al liderazgo de Hugo Chávez y a una situación económica
boyante. El país con las mayores reservas de crudo del mundo pudo contribuir,
con el precio del petróleo rozando los 200 dólares, a pagar la deuda de
Argentina, colaborar en el desarrollo de los países andinos o entregar a Cuba crudo
por valor de unos 7.000 millones de dólares anuales a cambio de médicos,
profesores o servicios de inteligencia. A cambio, Venezuela recibía un apoyo absoluto
pese a consumarse una deriva autoritaria.
En poco más de dos años, ese
escenario ha saltado por los aires. La muerte de Chávez dejó sin liderazgo al
bloque y el desplome de los precios del petróleo ha obligado a sus aliados a
resguardarse en políticas pragmáticas para tratar de salvaguardar sus
economías. Mientras organismos de integración como el Alba y Petrocaribe
pierden relevancia, otros bloques económicos como la Alianza del Pacífico
cobran cada vez más protagonismo en la región.
El único país del que no brotan aires de apertura es Venezuela. La pérdida de respaldo de Maduro en poco más de dos años y medio es elocuente. El chavismo alcanzó su mejor resultado electoral en 2012. Entonces, 8,1 millones garantizaron la reelección de un Chávez ya enfermo. Unos meses después, ungido como sucesor por el fallecido líder bolivariano, Maduro ganó las elecciones a Henrique Capriles con el apoyo de 7,5 millones de personas; ocho meses después, para las elecciones municipales, el oficialismo consiguió movilizar a 5,7 millones de ciudadanos para apoyar a sus candidatos, una cifra que el pasado 6 de diciembre, con la participación del 74% del electorado, se redujo hasta los 5,5.
Aunque el apoyo no necesariamente ha
ido a parar a la oposición —su tope son los 7,7 millones obtenidos el pasado
domingo— sí ha quedado evidenciado que los venezolanos han dado la espalda a su
gestión de la crisis económica. A los ciudadanos les duele más la inseguridad y
el desabastecimiento que el discurso del “no volverán” lanzado contra la
oposición.
Maduro aceptó los resultados adversos, pero no ha dado visos de moderar su discurso. Mientras, sus aliados en el exterior son cada vez menores. Al sur, la victoria de Macri en Argentina le ha restado un aliado y para la brasileña Dilma Rousseff, acuciada por una crisis económica galopante y un más que probable proceso de destitución, la situación de Venezuela no entra entre sus problemas a resolver a corto plazo.
Pese a las palabras de solidaridad de
los hermanos Castro con Maduro tras el varapalo electoral, entre las
prioridades de Cuba tampoco está salvaguardar el proyecto chavista, toda vez
que su mentor ya no está. El Gobierno cubano vive inmerso desde hace meses en
un proceso de deshielo de las relaciones con Estados Unidos y una leve apertura
tras 60 años de revolución castrista.
En los Andes, Ecuador y Bolivia hace años que iniciaron su propio proyecto de desarrollo, menos ideologizado que el de Venezuela. En el primero de los casos, aunque el autoritarismo de Correa ha quedado patente en la persecución a la prensa crítica y los límites a la oposición, los avances también son indudables. El mero trayecto de una hora del nuevo aeropuerto de Quito al centro de la capital ecuatoriana a través de autopistas de tres carriles que cruzan puentes imposibles sirve para hacerse una idea del moderno plan de infraestructuras desarrollado en estos años. No obstante, sabedor de la crisis económica que asoma el país, el presidente ha rehusado eternizarse en el poder de momento. El Gobierno aprobó recientemente la reelección indefinida a partir de 2021, con lo cual habrá al menos un mandato sin Correa en el poder.
La salud de Bolivia
En el caso de Bolivia, desde la
llegada al poder de Morales, el país ha conseguido reducir la pobreza extrema
10 puntos (del 24% pasa al 14%) y 20 puntos (del 63% al 43%) en las zonas
rurales. A base de contentar a los pobres, pero también de acercarse al
empresariado, ha mantenido una senda de crecimiento económico que no cesa. Pese
a ser económicamente el país con mejor salud económica del eje bolivariano, sin
embargo, nunca ha optado por dar un paso adelante y apoyar a sus aliados, como
hiciese Hugo Chávez.
De todos los líderes bolivarianos,
Evo, inmerso en una campaña para lograr el sí en el referéndum de febrero que
le permita seguir en el poder, es quizás el que más se asemeja a Chávez en
cuanto a liderazgo y carisma. También es el ejemplo más gráfico de esa
combinación de retórica anticapitalista y pragmatismo. Hace tres meses viajó, a
la par que Lula, a Buenos Aires a apoyar la candidatura oficialista de Daniel
Scioli.
“Es un amigo argentino y latinoamericano, pero
sobre todo un revolucionario de la patria grande”, dijo entonces el líder
boliviano. En noviembre, tras los resultados de la primera vuelta electoral, y
ante el escenario de una más que posible victoria de Mauricio Macri, Morales
advirtió que si vencía el candidato conservador podría haber “conflictos” entre
ambos países. Argentina es el segundo mayor comprador de gas a Bolivia. Un mes
después, un sonriente Evo Morales jugaba al fútbol con Macri y asistía a la
toma de posesión del nuevo presidente argentino. El único ausente fue el
presidente de Venezuela.
Cola en Caracas ante un mural de Hugo Chávez. / ARIANA CUBILLOS (AP)
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