Menospreciar
el impacto de las críticas infundadas a Estados Unidos es un error
Hay un odio a Estados Unidos que lleva a la
violencia asesina. Y también hay un repudio a ese país, que si bien puede ser
furibundo, no llega a la violencia. Con frecuencia es poco pensado y hasta
frívolo. Por eso lo llamo el antiamericanismo light.
Syed Rizwan Farook y su esposa Tashfeen Malik, los
protagonistas del ataque en San Bernardino, California,
son los más recientes ejemplos de los terroristas fanáticos que odian a EE UU
por su poder, sus valores y sus políticas. Están dispuestos a matar y a morir
con tal de hacerle daño a ese país y su gente. Distingo su odio a EE UU del
antiamericanismo de muchos de quienes se echan a las calles o usan a los medios
de comunicación, las redes sociales o a las aulas universitarias para
despotricar contra EE UU, sin que necesariamente deseen su destrucción. ¿Estoy
entonces diciendo que todos los que critican a EE UU o protestan contra sus
políticas son frívolos o equivocados? Por supuesto que no. Hay críticas más que
justificadas y que, de hecho, yo comparto. La invasión a Irak es el ejemplo
supremo de sus errores. Y hay otros. También es obvio que debe haber una
libertad absoluta para criticar a la superpotencia.
Mi argumento es otro. Es que tanto los
antiamericanos frívolos como algunos líderes estadounidenses creen que el
antiamericanismo que no llega a ser terrorismo no tiene mayores costos. Y ese
es un error.
No tengo dudas de que la constante avalancha de
críticas destempladas a EE UU —que con frecuencia están basadas en calumnias,
medias verdades, exageraciones o prejuicios— alimentan rencores mucho más
profundos y peligrosos contra ese país y dificultan la defensa de valores que
hasta los mismos críticos comparten.
Entre otras cosas, logran que los antiamericanos
más violentos crean que forman parte de un movimiento mundial que suma millones
de personas. Eso no es cierto, pero claramente esa suposición los anima y los
hace sentir más apoyados de lo que realmente están.
A pesar de sus errores, ocasionales abusos y
desviaciones de sus principios fundamentales, EE UU es un indispensable
baluarte en la defensa de la democracia y otros valores universales. Y esa
defensa requiere legitimidad y ella a su vez se deriva de que los demás acepten
esa influencia. De ninguna manera abogo por darle a la superpotencia un cheque
en blanco para que ejerza su poder sin cortapisas. Pero sí mantengo que el
rechazo automático, virulento y con frecuencia basado en infundios contra EE UU
es nocivo para el mundo.
Por ejemplo, en muchos países las reacciones
instintivas avivadas por el antiamericanismo light hacen que cada vez sea más
difícil para sus Gobiernos aliarse o colaborar con EE UU. La relevancia y
efectividad de muchas agencias de la ONU también se han visto erosionadas por
su sutil, y a veces no tan sutil, antiamericanismo.
Y hay más. La estridencia de este coro mundial
contra EE UU socava el apoyo interno a su implicación en importantes asuntos
internacionales. Muchos estadounidenses tienen dificultad para entender por qué
sus impuestos deben ser usados para financiar el papel global de EE UU. ¿Por
qué debemos ser el sheriff del mundo si lo único que eso genera es
resentimiento contra nuestro país?, se preguntan muchos. O por ejemplo: ¿Por
qué tuvimos que ser nosotros quienes desmantelamos la olla podrida que es la
FIFA y no los países que más tienen que perder cuando el fútbol está plagado de
corrupción?
De hecho, el antiamericanismo light que prevalece
en muchos países es de gran ayuda para demagogos y aislacionistas
irresponsables. Donald Trump es el ejemplo más reciente. Y también hay una peligrosa subvaloración de las consecuencias del
antiamericanismo light. En EE UU es fácil encontrar quienes creen que ni es
fácil hacer cambiar de opinión a los antiestadounidenses light ni tampoco
merece la pena hacer el esfuerzo. Consideran que esas opiniones no importan y
que los antiamericanos frívolos son irrelevantes. El mal chiste que circula en
Washington es que en el mundo hay muchos que por la mañana queman banderas de
EE UU y por la tarde forman fila en el consulado buscando una visa para viajar
a ese país.
Menospreciar el impacto de esas críticas infundadas
y superficiales es un error. Es del interés de los demócratas del mundo que EE
UU tenga una influencia internacional que no solo dependa de su enorme fuerza
militar o económica. Y ese interés se ve menoscabado cuando la legitimidad de
EE UU se ve cuestionada no solo por los errores de Washington, sino también por
esas críticas automáticas que responsabilizan al país de los más diversos
problemas del mundo.
El ascenso mundial del antiamericanismo frívolo es
una tendencia peligrosa. Y no sólo para los estadounidenses.
@moisesnaim
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