El gobierno se va agotando. Además de
la derrota electoral, tres cursos mayores lo muestran.
El curso religioso del caudillo
generoso con los reales ajenos, el de la utopía revolucionaria y el liderazgo
heredado e inepto.
El caudillo
Con un alimento mucho más iluso que
documentado y puesto en proyectos, un caudillo, más memorioso y escénico que
profundo y con la ayuda de argumentadores nativos e importados, fue armando una
propuesta que se redondeó con el nombre de socialismo del siglo XXI. Armado con
retazos de libros y experiencias fracasadas, se trató de levantar la idea de
una revolución de los pobres.
Pero el caudillo, en la medida de la
confianza que le daba su carisma logrado, saltó de una improvisación a otra,
para nervios de los argumentadores que esperaban un curso más lineal y
predecible. El caudillo supo de siempre que su poder tenía que apoyarse en unos
regalos que llamó redistribución de la riqueza (petrolera, rentista). Pero no
bastó eso: embriagado con las respuestas que lograba el esplendor de sus
dádivas, se sobregiró y terminó por malversar e hipotecarlo todo.
No era cosa de trabajar y producir,
sino de colocarse en una infinita cola.
En la medida en que la cosa no
funcionaba, se fue acudiendo cada vez más a la fuerza explícita de la
represión. Con un lenguaje fiebroso de militar novato se metió en el
exigente barranco de una dictadura. Cosa que interrumpió la muerte.
El curso de la utopía revolucionaria,
de esa revolución de los pobres.
El mundo, en su creciente diversidad,
se ha abierto a remozadas ideologías y religiones. En los linderos de Occidente
surgen hibridaciones y mestizajes culturales, económicos, políticos, tal como
ocurrieron con los grandes imperios anteriores. Roma se fusionó en sus
marquesados con ibéricos, galos, celtas… y restos de anteriores imperios, para
generar el panorama que llevó, siglos después, a la modernidad y sus
revoluciones. Desde el liberalismo racista y radical hasta el islamismo, más
racista y radical aún, que ahora aterroriza a todos. Con formas de gobierno en
las que se dan democracias variadas, dictaduras, monarquías, partidocracias,
dinastías… que tienen que concurrir a un mercado internacional aún regido por
las normas que instaló Occidente.
En ese ambiente, la utopía
revolucionaria, también de origen occidental, europeo, trató de ampliarse hasta
solo lograr romperse. Su instrumental no podía copar con esa diversa realidad.
En un discurso muy elemental insisten en reducirla a la vieja y agotada
geometría de izquierda y derecha, que no explica nada pero sirve de bandera
para militantes de las colas. Pero a falta de argumentos bien sirve la
fidelidad a la magia del caudillo ausente.
El liderazgo heredado e inepto.
Agotadas las fuentes de la fe: el
caudillo y la ideología, se descubre la desnudez, la inminente caída.
Al heredero se le endosan las culpas
injustamente. En realidad el mal ya estaba hecho y por más inteligencia o
habilidad que tenga no puede armar la botella rota. El grupo de gobierno se
descubre en sus múltiples pecas y pecados, los enterados comienzan a mirar para
los lados, ventanas, puertas secretas, reales que lavar, tráficos, países de
exilio…
Todo eso lo estamos sufriendo y nuestra
tierra y su gente se hunde en la miseria.
Pero la miseria no es una sola pieza,
está compuesta por muchas cosas. Una de ella, la más importante, es la pérdida
de confianza en sí mismo, la pérdida de la dignidad. Confianza que debe
apoyarse en el mutuo reconocimiento y respeto. Y esa es la principal tarea que
se da luego del triunfo electoral vecino: concertar a todos, incluyendo, por supuesto,
a los despojos de la derrota.
21 DE NOVIEMBRE 2015 - 12:01 AM
@perroalzao
http://www.el-nacional.com/arnaldo_este/Gobierno-crisis-caminos-agotados_0_742125926.html
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